INCENDIOS CON HISTORIA

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EL INCENDIO DE SANTANDER ESPAÑA 1941


Así ocurrió

Todo comenzó a las 21.00 horas del 15 de febrero y acabó quince días después con cerca de 400 viviendas convertidas en cenizas

Sábado, día 15
A lo largo de todo el día sopló un fuerte viento que, a medida que pasaban las horas, se convirtió en un ciclón.
21.00 horas
Voladuras de tejados, cristales y conducciones eléctricas. Durante toda la tarde, Santander había sido azotada por un huracán que alcanzó ráfagas que alcanzaron una velocidad de 140 kilómetros por hora. La totalidad de la red aérea de cables eléctricos quedó inutilizada y la ciudad sin suministro.
21.30 horas
Se hace imposible el tránsito por la calle. Los ciudadanos se refugian en sus casas o en los cafés. Se refuerzan puertas y ventanas.
22.00 horas
La oscuridad se abate sobre la zona Oeste de la ciudad. Los centenarios árboles de la Alameda de Oviedo son derribados por el viento, así como los árboles del Sardinero, Paseo Pereda y diversas fincas. Caen las instalaciones de alumbrado y tranvía. Se produce un pequeño incendio en una chimenea en el número 20 de la calle Cádiz. Aunque los informes oficiales señalaron que el origen del siniestro fue un cortocircuito, las versiones populares trasmitidas durante años llegaron a apuntar a las brasas de un fogón que causaron el incendio del tejado. Contra toda previsión, el ciclón arrecia y alcanza su velocidad máxima: 140 Kilómetros por hora.
22.30 horas
Salta la tupida red de alumbrado de la calle la Blanca. El incendio de la calle Cádiz se extiende por las Atarazanas, Rúa Mayor, Rúa Menor, Escalerilla y Banco Hispano Americano, Palacio Episcopal, Torre de la Catedral.
Los datos oficiales de la época indican que a esa hora Atarazanas ya estaba azotada por el fuego, que también se apoderó del Palacio Episcopal y el tejado de la Catedral. En ese momento, la población comenzó a tomar conciencia de la gravedad de la situación, mientras miles de ciudadanos abandonaban corriendo sus domicilios.
Todos los intentos de sofocar los incendios que se extendían por calles y edificios resultaron estériles, dada la intensidad del viento y el material de construcción de los inmuebles, básicamente madera.
Cuando las grandes campanas de la Catedral se precipitaron al suelo, el fuego ya había superado la desaparecida Ría de Becedo, extendiéndose por las calles San Francisco, La Ribera y La Blanca.
Domingo, día 16
00.00 horas
El fuego alcanza la cima de la colina sobre la que se levanta la catedral. Llueven brasas desde este «surtidor de fuego» sobre las techumbres de madera de la Puebla Vieja. Las campanas de la Catedral caen y se funden con el fuego. El incendio se extiende hasta la Ribera y San Francisco (arden 50 edificios ya), así como dos filas de casas del Puente y el Callejón del Infierno, Atarazanas y Hotel Victoria. Prosigue el incendio y arden Méndez Núñez y Calderón de la Barca. La estrechez de las calles forma tiros de vientos que propagan las llamas a gran velocidad.
01.00 horas
Las llamas han alcanzado ya la totalidad de la calle la Blanca y la Plaza Vieja. El fuego llega a la iglesia de La Anunciación y la calles de la Compañía y Tableros, Plaza de las Escuelas, Carvajal y Santa Clara. La calle San José, en donde se ha refugiado gran número de enfermos, ancianos, mujeres y niños, es evacuada.
02.30 horas
En el Café Boulevard se reúnen el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Carlos Ruiz García; el gobernador militar, coronel Burgués; el coronel del Regimiento de Infantería, Molinera el alcalde, Pino; el presidente de la Diputación, Nárdiz, y el delegado de Orden Público, Norte. Entran en vigencia las leyes de estado de guerra, se envían enlaces y se imparten órdenes para limitar el incendio. Las comunicaciones de todo tipo con Santander están cortadas.
03.00 horas
Se desploman las casas de ‘Mafor’ en San Francisco y los almacenes Ribalaygua. El fuego abre un nuevo cauce hacia la Atalaya por la calle del Peso.
03.30 horas
Se procede al uso de dinamita para crear cortafuegos. Se dinamita la zona de Sevilla Tantín para preservar la Electra de Viesgo. Voladuras en Atarazanas y Plaza de Dato.
04.00 horas
El fuego asciende por la colina del Alta. La ciudad queda segregada en dos zonas en sentido longitudinal. Sólo se puede pasar de una a otra por la zona de Viñas y el paseo marítimo. A estas horas se contabilizan un muerto, 100 heridos y lesionados y 1.000 casos de conjuntivitis.
Durante el resto de la noche, el fuego comienza a extenderse hacia la calle Calderón y Méndez Núñez, Catedral y Puente, por el Sur, y hacia Arcillero y la Plaza del Príncipe por el Noroeste, para, desde allí, dirigirse a San José, Bustamante, Sánchez Silva y Tantín, y bajar por la Cuesta de La Atalaya para continuar por la plaza de los Remedios.
08.30 horas
Han quedado organizados todos los servicios y el gobernador imparte nuevas órdenes. A lo largo del día del domingo, prosigue el incendio y se salva el comedor del Auxilio Social en la zona de Calderón de la Barca.
00.00 horas
El incendio cede por el Este, pero se extiende en sentido contrario. Llegan los primeros auxilios. Bomberos de Bilbao, San Sebastián, Palencia, Burgos, Oviedo, Gijón, Avilés y Madrid acuden a la capital cántabra. Han tardado 24 horas. Las mangueras combaten con agua desde los tejados el fuego en los edificos colaterales. Arden ‘La Hoja del Lunes’, ‘Alerta’ y EL DIARIO MONTAÑÉS.
Lunes, día 17
La ausencia de viento favorece los trabajos de extinción. Empieza a desaparecer el ‘espectáculo’ de las calles llenas de muebles y transeúntes sin hogar. Los bomberos penetran en la zona calcinada. Se ahogan los últimos focos y se busca el núcleo del incendio.
Martes, día 18
El gobernador Carlos Ruiz García difunde un Boletín Oficial de Información dando instrucciones a la población y aportando datos sobre la magnitud de lo ocurrido. Sobre todo se difundieron consignas, órdenes e instrucciones concretas sobre suministros y distribución de alimentos. Ese mismo día llegaron desde Bilbao sendos Diarios Montañés impresos en Bilbao y Palencia de una sola hoja. Esa misma noche arribó a puerto el crucero ‘Canarias’.
Cambió el viento en dirección Noroeste y comenzó a llover, con lo que se limpió la atmósfera de la ciudad, pero aumentó considerablemente el riesgo de derrumbamientos.
Jueves, día 20
El gobernador civil dicta un decreto por el que se obliga a todos los propietarios a reparar los tejados de los edificios y las salidas de humos en un plazo de 48 horas. Se procede a la incautación de las tejeras ‘La Covadonga’, ‘Trascueto’ y ‘Agustín García’. Llegan las primeras cocinas de campaña y comienza la distribución de comida caliente entre los damnificados.
Quince días después
El último foco, una casa de la calle Cuesta, es extinguido. 376 edificios han sido reducidos a cenizas y cientos de comercios han quedado destruidos.

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Tordómar (Burgos) rememora una tragedia que "no se olvidará jamás", según los vecinos
La familia que perdió hace dos años a seis de sus miembros en el incendio de una casa rural se ha visto incrementada con un nuevo nieto

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El pequeño pueblo de Tordómar está marcado por la tragedia de la que ayer, domingo, se cumplieron dos años, la muerte en un pavoroso incendio de seis miembros de una familia gijonesa: la abuela María José Medio, sus hijas María y Almudena y tres de sus nietos. Las víctimas habían acudido a una casa rural de esta pequeña localidad burgalesa junto a otros seis familiares. Era el regalo de Reyes que le tenían preparado a la abuela, reunir a la familia dispersa durante un fin de semana. Sin embargo, una prenda sobre un foco causó un incendio que cogió a los doce miembros de la familia durmiendo, sin posibilidades de defensa. Los vecinos del pueblo acudieron a socorrerles al oír las voces en mitad de la noche, pero no pudieron evitar el triste resultado: seis cadáveres.

Dos años después, Tordómar trata de encontrar una tranquilidad que se hace cuesta arriba. "Esta tragedia no se olvidará jamás", aseguró la alcaldesa, Inmaculada Sierra. "La gente se acuerda de aquella noche, no hay manera de olvidarse", añadió. "La vida es la que es. Se pueden tomar todas las precauciones que se quieran, pero los accidentes existen. La vida es riesgo", reflexionó.

Una vuelta a la normalidad del pueblo sería la reapertura de la casa incendiada, que continúa cerrada y sin arreglar, según su propietaria, Lourdes Álvarez.

Esta mujer ha estado, según confesó, año y medio a tratamiento a consecuencia del impacto. "Yo no quería seguir viviendo después de lo que pasó. El hecho de que no haya sido culpa mía no mitiga la zozobra que siento. Llevo a esa familia siempre conmigo", aseguró la mujer, que todavía habló con una hermana de María José Medio estas Navidades. "Han tenido otra nieta. No llena el hueco de los que faltan, pero es un motivo de alegría", dijo.

Reabrir la casa

La mujer acaba de realizar el último trámite para iniciar los arreglos de la casa. "Aún estoy con las fuerzas justas, pero la gente del pueblo me pide que vuelva a abrir para recibir huéspedes. Al fin y al cabo, animan la vida del pueblo", aseguró. En los últimos días la casa se ha inundado por la crecida del Arlanza, y ayer mismo confesaba que acababa de salir del hospital con su marido, ingresado tras hacerse un profundo corte en una pierna con una motosierra, días atrás.

En cualquier caso, Lourdes Álvarez no se hizo muchas ilusiones: "Va a costar que se olvide en este pueblo lo que ocurrió. Esto no se va a olvidar nunca".

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Incendio y naufragio de la fragata “Lautaro”

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El día 28 de febrero de 1945, mientras realizaba un crucero de instrucción para Guardiamarinas y Grumetes de la Armada de Chile, transportando un valioso cargamento de salitres hacia los Estados Unidos de Norteamérica, se incendió mientras navegaba frente a las costas peruanas, la fragata “Lautaro”” constituyéndose este hecho, en uno de los más grandes siniestros marítimos que hayan afectado a la Marina a través de su historia.


Nadie podía presentir la tragedia que se desataría súbitamente alrededor del mediodía a bordo de la nave, que había realizado cuidadosamente la estiva de su cargamento en bodegas. Al momento de iniciado el siniestro, toda su tripulación de Comandante a Grumete acudieron presurosos a sus puestos de mando y de zafarrancho para salvar al buque, pero todo fue inútil, asfixiados por el humo y quemados por el fuego ofrendaron sus vidas en su defensa un grupo de heroicos marinos, ejemplo de disciplina, lealtad y espíritu de sacrificio


Sus nombres para la historia: Capitán de Corbeta Enrique García González (Segundo Comandante), tenientes Segundos Jorge Navarro Serrano y Rolando Frodden Trevor – Roberts; Guardiamarinas Roberto Paul O”Rafferty, Luis Barahona Moreno, Mario Ossandón Sánchez y Roberto Ugalde Julio; Suboficial Belarmino Cárdenas Cuitiño; Cabos Ernesto Lange Soto, Luis Alberto Rojas Soto y Jorge Gallardo Cuevas; Marineros Luis Márquez Vial, Rudilberto Gatica Paredes, Alex Cornejo Catalán, Rigoberto Tapia Morales y Tomás Basáez Moreno; Grumetes Gustavo Parra Parra, Manuel Arbulú Urrutia, Luis Avendaño Miño y Luis Campillay Gutiérrez.


Mientras las llamas devoraban inexorablemente el buque,, las llamadas de auxilio encontraron un doloroso eco en la América entera, el que se concreto rápida y eficazmente en un avión Catalina de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de Norteamérica que localizó al buque y náufragos, mientras los marinos argentino del vapor “Río Jachal”, a toda máquina se dirigían al sitio del siniestro y salvaban a los agotados sobrevivientes, que habían permanecido 32 horas en constante angustia, extremando sus atenciones a los náufragos, especialmente a los heridos y enfermos.


La Armada de Chile alistó el envío del Buque Madre de Submarinos “Araucano” a El Callao para traer a Valparaíso a la tripulación náufraga y a los cadáveres de esos hombres que, en cumplimiento del deber, entregaron sus vidas por salvar su fragata. Esta tragedia reveló algunos hechos referentes al temple del personal de la Marina, que no ha variado. Demostrando ser siempre fuertes y saber hacer frente a los azares de la peligrosa vida en el mar.

Atentamente

Manuel Chamorro Moreno

Suboficial (R) Armada

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Hace 40 años el incendio de Shell estremeció Guayaquil

Fuego, caos y temor. Son los elementos de una historia triste para la ciudad, que se escribió hace 40 años, cuando un incendio en los depósitos de combustible de Shell Gas alteraron el descanso de los habitantes de sectores del sur como la ciudadela 9 de Octubre y el barrio Cuba, la madrugada del 10 de marzo de 1976.

"A las dos de la madrugada de hoy, depósitos de gas ubicados al sur de la ciudad, se incendiaron y explosionaron en forma espectacular e impresionante, poniendo a un extenso sector de Guayaquil en estado de emergencia ante el tremendo peligro que se cirnió por largos minutos en un sector densamente poblado".

Así inició EL UNIVERSO la crónica en su edición de ese mismo día, donde recogía la noticia: "Emergencia en Guayaquil. Tanques de gas estallaron hoy".

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Portada y segunda página de la edición de EL UNIVERSO del 10 de marzo de 1976, donde se recogió la noticia del incendio (Archivo)


De acuerdo a lo publicado por este medio, todo inició en las primeras horas de ese miércoles en la planta ubicada entonces en el límite del barrio Cuba y la ciudadela Pradera II, entre la avenida Domingo Comín y el río Guayas, cuando un buque cisterna de bandera peruana se encontraba descargando gas. Ahí se inició un incendio que provocó "una gran masa de humo y fuego". A las 01:55, un interno del hospital del IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social), inaugurado en 1970, llamó a los bomberos.

Dos días antes de la tragedia había sido posesionado el coronel Gabriel Gómez Sánchez como primer jefe del Cuerpo de Bomberos. Bajo su mando, 1.200 bomberos llegaron al lugar de la tragedia a las 02:15. Los primeros en hacerse presentes fueron los de la Cuarta Brigada (cuarteles del sur) y luego llegó el resto.

Vea también: 39 años de explosión

Sin embargo, su presencia no garantizó una solución inmediata. El reportaje explicó el motivo: "los jefes de brigada tienen menos de 24 horas de posesionados y no contaban con la coordinación necesaria. Por otro lado, la institución bomberil no tiene el equipo necesario para luchar con flagelos de esta naturaleza". Las llamas alcanzaron los 200 metros de altura, según los reportes.

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El Malecón Simón Bolívar y la Torre Morisca (donde está el Reloj Público) en el primer plano de esta panorámica conseguida a la altura de la avenida 9 de Octubre (centro) y al fondo las llamas y el humo producidos por el incendio ocurrido en el sur (Archivo)

Por eso se pidió ayuda a los bomberos de Durán, Yaguachi, Milagro y otras ciudades vecinas. También llegaron los miembros de la Comisión de Tránsito del Guayas (ahora Comisión de Tránsito del Ecuador) para controlar la movilización de los vehículos que iban hacia el sector, y de las Fuerzas Armadas, pues se reportaron robos.

"Los moradores de las ciudadelas vecinas al incendio como la Nueve de Octubre, La Pradera, 25 de Julio, Morán Valverde, de los Periodistas, de los Maestros, de los Empleados del IESS, salieron a las calles cuando escucharon explosiones intermitentes y entonces vieron cómo las llamas enrojecían el cielo. La alarma subió de punto cuando a las 2:35 de la madrugada estalló un enorme tanque de gas, que se sintió en toda la ciudad como un estruendoso trueno", narró EL UNIVERSO.

Cinco minutos después ocurrió la segunda gran explosión, que provocó que los habitantes de estas zonas empiecen a evacuar desordenadamente. A eso se sumó que a las 03:00 se cortó el servicio de energía eléctrica. Las avenidas que llevan al Puerto Marítimo (ahora la 25 de Julio) se congestionaron con miles de vehículos de ciudadanos que iban a buscar a sus familiares y de curiosos. "Al hospital (Luis) Vernaza empezaron a llegar contusos y heridos. Unos, que en la confusión del momento y ante el temor de que sus viviendas fuesen presa de las llamas, huyeron precipitadamente en medio de la oscuridad, sufriendo lesiones en la huída desesperada. También llegaron bomberos lesionados en la lucha contra el fuego".

Este medio reportó en esa edición los nombres de los 30 heridos que en las primeras horas del incendio llegaron a los hospitales.

A las 03:10 ocurrió la tercera y mayor explosión, que destruyó vidrios de las casas y afectó estructuras. Se temía más por el barrio Cuba, pues "en su mayor parte está formada por construcciones de caña y madera y que está densamente poblada".

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Las calles de las ciudadelas 9 de Octubre (i) y La Pradera lucieron inundadas por el agua que usaron los bomberos para apagar el incendio (Archivo)

Recién a las 05:00 los bomberos reportaron que había disminuido la intensidad del incendio, cuando terminaron las explosiones de tanques de gas, lo que les permitió acercarse a combatir con mayor efectividad las llamas.

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El día después
El incendio de Shell Gas fue el "quinto de mayor envergadura que ha soportado Guayaquil a lo largo de su existencia", precisó el reportaje. Con la luz del día, la extinción de las llamas y la remoción de escombros, se pudo hacer las primeras evaluaciones. "Contaminó a importantes instalaciones industriales; hecho que determinó la pérdida de centenares de millones de sucres (la moneda que usaba Ecuador en aquel entonces) y el pánico en todo el conglomerado porteño", se añadió.

EL UNIVERSO dedicó seis páginas de su edición del 11 de marzo a resumir las consecuencias del incendio. "Industria conservera paralizaría labor ante destrucción de fábrica de envases", "Diez bomberos lesionados. La falta de equipo se suplió con arrojo y decisión de legionarios", "Llamas, destrucción, desolación y temores", "Más de 5.000'000.000 millones de sucres (200.000 dólares al cambio actual) sumarían activos de las empresas en el área siniestrada", "Decenas de indeseables detenidos por la Policía", "Gobernador: En 10 días reconstruirán instalaciones de Shell Gas", fueron los titulares.

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Imágenes que muestran el desastre en las instalaciones de Fadesa, "cuya sólida construcción y costosa maquinaria que poseía no resistió el embate formidable del armazón del tanque, que como proyectil, redujo a escombros una floreciente y necesaria industria nacional" (Archivo)

La tragedia generó el debate sobre la ubicación de las plantas de combustible. "No es posible, bajo ningún pretexto, que los depósitos de combustible sigan donde están, pues con ello se mantiene en permanente nerviosismo, que puede ocasionar incluso serias lesiones psíquicas, a millares de personas que habitan en las pintorescas y nuevas urbanizaciones que existen en esa área, y pone en peligro también la inversión de centenares de millones de sucres, efectuada por varias empresas industriales establecidas en el sector", aseguraba este medio.

Jaime Díaz Marmolejo, periodista de EL UNIVERSO, comentó: "Y no es exagerado admitir que Guayaquil corrió el riesgo de desaparecer, porque no habiendo fosos que protejan las áreas de almacenamiento de los tanques de gas y de combustibles, de haberse producido la explosión en uno de los tanques de gasolina, entonces ésta se hubiese regado por la Ría (río Guayas) y habría corrido a través del alcantarillado, con lo cual los conductos de propagación del fuego habrían sido múltiples".

Investigaciones terminaron en la salida de Shell Gas
El mismo día del incendio (los testigos dijeron que las explosiones se escucharon hasta sectores del norte como La Atarazana y que el cielo se volvió rojizo), el comisario tercero de la Policía Nacional José Aguilera Peña inició las investigaciones para determinar responsables. Se hizo reconocimiento del lugar, se evaluaron los daños a fábricas y viviendas aledañas, y se entrevistó a los gerentes de las empresas afectadas. A las indagaciones se unió la Inteligencia Militar, por orden del gobernador del Guayas Alfonso Trujillo Bustamante.

El sábado 13 de marzo, el comisario provincial de Salud del Guayas Jaime Vernaza Trujillo emitió una providencia que ordenaba a Shell Gas la suspensión del abastecimiento, envasamiento y almacenamiento de gas en las instalaciones de la avenida Domingo Comín.

La empresa también debía vaciar, en máximo cinco días, los tanques de gas existentes en la planta. "Una vez vaciados deberán ser trasladados a un lugar en el que no constituyan peligro alguno para la salud, seguridad y bienestar de la población".

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Una víctima mortal dejó el gigantesco incendio de Shell Gas. Víctor Benites, quien era guardia en la planta de gas, falleció en el hospital del IESS.

Y es que el incendio de la madrugada del 10 de marzo de 1976 no solo provocó angustia y dejó pérdidas. Marcó a los habitantes de Guayaquil que, como se dijo en EL UNIVERSO, mostraban "angustia en los rostros, porque en ese instante la ciudad estaba a merced del fuego, en sus manos y expuesta a merced de su capricho".

Cifras del incendio

- 74 carros de bomberos acudieron, entre tanqueros, carros escaleras y camionetas;

- 8 bomberos heridos;

- 1 accidente de tránsito: una motobomba del Cuerpo de Bomberos fue impactada por un camión cuando se dirigía al lugar del incendio, pero no hubo heridos;

- 11 empresas fueron mayormente afectadas: Shell Gas, Manaoil, Cridesa (Cristalería del Ecuador), Fadesa (Fábrica de Envases), IMSA (Industrias de envases y hojalata), lavandería Secomático, Molinos del Ecuador, fábrica de pinturas Sherwin Williams, Almacenera del Ecuador, Rheem Ecuador e Interama;

- 3 millones de galones de asfalto y 300.000 galones de otros químicos había en Manaoil, destinados a la preparación de aceites, según su gerente Agustín Febres-Cordero Rivadeneira;

- 1 buque tanque fue evacuado de un muelle cercano al incendio. Mundo Gas transportaba gas butano;

- 19 tanques no fueron alcanzados por las llamas: 12 tenían asfalto, gasolina y químicos; mientras 7 estaban llenos de gasolina, kérex, diesel y querosín;

- 9 horas llevó al Cuerpo de Bomberos controlar el incendio. (I)

http://www.eluniverso.com/
 

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Las cenizas que dejó el fuego

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A pocos días de estrenarse la película de Umag TV y el Tribunal Oral en lo Penal de Punta Arenas, que reconstruye el incendio de la Federación Obrera de Magallanes en 1920, resurgen una serie de opiniones y archivos judiciales sobre el proceso, sobre el significado de este hecho en la historia regional.

Un grupo de hombres está al interior de una humilde vivienda ubicada en calle Errázuriz. Se inicia un enfrentamiento con grupos armados que rodean el lugar. Entre el ruido de balas y gritos, la construcción se incendia, provocando cinco muertes y varios heridos. Se abre un proceso, se persiguen y detienen personas, y se emite un parte que responsabiliza a los habitantes del recinto del inicio del siniestro.

Este breve relato no es la sinopsis de un guión digno del mejor thriller judicial, sino la síntesis de los acontecimientos ocurridos la madrugada del 27 de julio de 1920 en Punta Arenas, cuando desapareció entre las llamas el lugar que albergaba a una de las organizaciones de trabajadores más emblemática de aquellos años: la Federación Obrera de Magallanes.

Las dos causas judiciales que se abrieron, no pudieron establecer la verdad de lo que ocurrió aquella noche. Sin embargo, como si tarde o temprano la presión de la historia surtiera efecto, hace un año se tuvo acceso al expediente y a otra documentación, lo que permitió arrinconar la hipótesis oficial, dejándola en el terreno de lo incierto.

Reconstituyendo
los hechos


Juana Enríquez tiene el mismo nombre de su tío. Con su bautizo, su familia quiso honrar la memoria de este obrero fallecido en el lugar cuatro años antes de su nacimiento. Su hermano y padre de la criatura, Andrés Enríquez, tenía la convicción de que se había tratado de un ataque policial premeditado. Ni siquiera pudo participar del funeral.

Su hija de hoy 92 años, recuerda que cuando era pequeña, él “no contaba nada, pero tenía información de que había sido un asalto”. Rosa Ruiz Enríquez, su hija, agrega que “hasta el día de hoy no sabemos dónde está sepultado mi tío abuelo, pero que a mi abuelo no lo hayan dejado participar en el sepelio, ya demuestra que había algo oscuro”.

Años después, personas preocupadas porque no pase inadvertido, se atrevieron a refutar la verdad oficial. Entre ellos están los realizadores de “Fuego”, película de Umag TV que recrea este episodio, con la producción ejecutiva del Tribunal Oral en lo Penal de Punta Arenas. Todo comenzó con el rescate de la transcripción del expediente judicial que, originalmente, se encuentra en Valparaíso, y que conservaba el fallecido profesor René “Popeye” Cárdenas.

Para el cientista político Manuel Rodríguez, este documento “abre una página de los hechos que ha sido silenciada, y que se antepone con los propios antecedentes a la versión oficial”. También llama su atención el nombre del legajo abierto por el Juez Juan Carlos Orrego. “Juzgado de Letras de Magallanes. CRIMINAL. Contra Pedro Pacheco Triviño y otros. Delito: incendio y homicidio” ya muestra una suerte de veredicto respecto de los culpables, lo que se refrenda en las preguntas que abundan para descubrir al responsable del asesinato de un policía, pero no de las muertes de los cuatro obreros.

La investigación para realizar la película incluyó información de la 2a Compañía de Bomberos. En uno de los tantos partes se consigna que tuvieron la “mala fortuna” de encontrarse sin agua, y con una actitud hostil de parte de la autoridad: “Los voluntarios Pedro Sepúlveda, Félix Herrer, Mateo Dades y Olivares, quienes llegaron primero al lugar del incendio, fueron vilmente atropellados con armas en mano por los agentes de la autoridad prefecto de Policía Aníbal Parada, Ignacio Guzmán y teniente de Carabineros J. Campos, quienes impidieron por la fuerza a que los voluntarios antes nombrados, desarrollaran su trabajo de extinción”.

A partir de estos documentos y de algunos aportes de la Sociedad de Socorro Mutuo, la Logia Masónica y otras organizaciones, Rodríguez reconstituyó los hechos, lo que sirvió para elaborar el guión de la película. Al mismo tiempo, reflexionó acerca del miedo, pues “se interpreta en la lectura de las declaraciones, que muchas de ellas están sesgadas por el clima del terror”.

La teoría
del complot


El historiador y académico de la Universidad de Magallanes, Sergio Lausic, habla, directamente, de un complot contra la Federación, considerada como uno de los grandes referentes de organización obrera. A su juicio, la revolución de los soviets en la Rusia de ese entonces, hizo temer a los gobernantes de todo el mundo. “Aquí en Magallanes y la Patagonia en general, tanto Chile como Argentina, había una gran masa de trabajadores que no trepidaron en organizarse y enfrentarse al capital. Lo acontecido aquí fue el inicio de una acción represiva (…) que se extiende a la Patagonia”.

Para Lausic, la Federación fue uno de los grandes aportes a la modernidad, tanto en el campo tecnológico como en las aspiraciones de mejoras. Por eso cree que debe existir un juicio histórico claro, que “debe ser al Estado y al Gobierno, a la nueva burguesía emergente en territorios marginales, y (…) a la sociedad del momento, que no supo defender sus derechos de manera más decidida”.

El próximo 28 de marzo, la realización audiovisual “Fuego”, cumplirá ese rol de traer a la memoria un hecho que es parte de nuestro pasado reciente como comunidad magallánica, y acerca del cual, como suele ocurrir con la historia, no existe una sola mirada.

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Recordarán incendio en el que fallecieron 6 bolivianos

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El 30 de marzo se cumplen 10 años del incendio en un taller de costura en el barrio porteño de Caballito y en el que murieron seis bolivianos, una mujer y cinco de los cuales tenían entre 15 y tres años de edad. En esa ciudad se realizarán actos recordatorios en la puerta de Tribunales el 28 de marzo y otro el 30 de marzo a las 17.00 horas en las puertas del taller y luego se llevará cabo una marcha de protesta porque el juicio contra los dueños aún continúa.


Según información en ese momento, el taller contaba con sólo una habilitación que nunca fue inspeccionada y estaba habilitada para el funcionamiento de 5 máquinas. En el momento del incendio vivían en este lugar 64 personas. 38 eran menores de edad.
Gran parte de los trabajadores provenía del cantón Cohana un pueblo ubicado a menos de 100 kilómetros de La Paz y la mayoría no tenía documentación argentina. Trabajaban desde las 7 de la mañana hasta las 22 o 23 de la noche, de lunes a sábados.
Se les pagaba 0,70 –a 1,20 pesos argentinos por prenda. Nunca cobraron. Sólo les daban adelantos de 100 pesos semanales a las familias y 50 a los solteros. Los propietarios aducían que estaban pensando en comprar más máquinas y luego les cancelarían.
Dormían todos hacinados en el piso superior, separados por telas y tabiques de madera. Había un solo baño con ducha y sin agua caliente. Entre las declaraciones se describen las largas colas de gente hasta la una o dos de la mañana para bañarse.
Si bien los propietarios, en sus declaraciones, explicaron que no querían que los trabajadores residieran en el taller “pero que era la costumbre de los bolivianos”. Sin embargo, ellos mismos los obligaron a aceptar dicha situación porque al principio los trabajadores residían fuera del taller, pero al no recibir ingreso alguno y la imposibilidad de pagar el alquiler, se vieron obligados a mudarse al lugar. Incluso uno de los dueños les dijo que era beneficioso vivir allí para ahorrar gastos.

El incendio
El 30 de marzo de 2006 un desperfecto eléctrico (efecto joule) generó el recalentamiento de la precaria instalación eléctrica, iniciando el incendio en las plantas superiores. Uno de los patrones , el bolviano Luis Sillerico , en vez de llamar a los bomberos, primero reportó del hecho a los dueños Jaime Geiler y Daniel Fischberg y no a los bomberos.
Los matafuegos están vencidos y sin el precinto de seguridad. El padre de una de las víctimas quiso rescatar a su hijo, pero el extinguidor “no andaba”. Las declaraciones de los trabajadores sostienen que los bomberos tardaron entre 45 minutos y una hora en llegar. Dijeron además que el camión no tenía agua y que para cuando llegaron las víctimas ya estaban muertas.
Quedaron encerrados y fallecieron Juana Vilca, embarazada y de 25 años, Harry Rodríguez de 3, Luis Quispe de 4 años, Rodrigo Quispe Carabajal de 4, Elías Carabajal Quispe de 10 y Wilfredo Quispe Mendoza de 15 años.

Los responsables
Jaime Geiler y Daniel Fischberg integraban una sociedad que producía una serie de marcas de indumentaria masculina que se comercializaban en la calle Avellaneda y Once. Las marcas eran JD y Wol (LDV también figura en el expediente). La fábrica está ubicada en Galicia 1241.
Ellos además tenían la titularidad del inmueble ubicado en Luis Viale 1269 (a 150 metros de la fábrica). Los dos patrones que organizan el trabajo en el taller eran Juan Manuel Correa (argentino) y Luis Sillerico (boliviano).
El padre de Correa era sastre de la fábrica de Geiler y Fischberg. Éstos le ofrecen “alquilarle” la propiedad de Luis Viale a su hijo para que arme un taller. El hijo -Juan Manuel- de 25 años decide compartir este emprendimiento con Sillerico (Correa lo conocía de antes y era el padrino de la hija de Sillerico).
Sillerico contaba con máquinas propias, Correa las pide a préstamo (en el expediente figuran los recibos de compra, todo en efectivo). Quienes le “prestan” la plata para las máquinas son Fischberg y Geiler. Sillerico vivía en el taller junto a sus seis hijos, en tanto que Correa vivía afuera.
El juicio
El Dr. Baños, fue el juez de instrucción asignado. El mismo que había participado en el juicio por Cromañón. Desde el principio se omitió instruir una investigación dirigida a profundizar en la responsabilidad de los funcionarios y de los empresarios. Los únicos acusados por el incendio (y no por las condiciones de trabajo que imperaban en el taller) son los dos talleristas: Correa y Sillerico.
Se los culpa por “incendio seguido de muerte”, al tiempo que la justicia presiona por resolverlo a través de juicio abreviado. Los familiares se resisten al juicio abreviado. El resultado es que dicho delito es excarcelable, ambos talleristas están libres, no hay ningún empresario ni funcionario investigado.
El gobierno de Buenos Aires buscó configurar una “comisión multicultural” para resolver el tema. Se inician cientos de clausuras a los talleres. Como respuesta, los costureros convocados por las mismas organizaciones del rubro con las que “dialoga” el gobierno de la Ciudad, se manifiestan multitudinariamente en contra de las clausuras.
También se presentó como querellante en algunos casos de trabajo forzoso (aunque paradójicamente el incendio del taller no fue investigado -ni la causa fue encuadrada- por las condiciones de trabajo). Todo ello es desmantelado con la asunción de Macri en la ciudad. El gobierno tras el incendio sólo les facilitó subsidios de 300 pesos argentino a las víctimas que se hospedaron precariamente en la Asociación Deportiva del Altiplano (el salario mínimo en ese momento rondaba los 800). Tardaron 52 días en recibir los cuerpos de las víctimas para ser velados.
Correa y Sillerico se presentaron a la justicia como víctimas del incendio, solicitando la restitución de la maquinaria porque “estaban endeudados”. Al mismo tiempo, Fischberg y Geiler se presentaron denunciando el incumplimiento del contrato de alquiler por parte de Correa, esgrimiendo que en los meses de funcionamiento del taller nunca se pagó una sola cuota de alquiler. Ello demuestra que el “alquiler” es ficticio y fraudulento. El contrato de alquiler y las boletas de los servicios a nombre de los fabricantes están incorporados al expediente.
Si bien en Argentina aún no se contaba con la reciente Ley de Trata ni con la de Trabajo Infantil, existían instrumentos que indicaban la responsabilidad de los empresarios.

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y prácticamente sólo han cambiado las bombas y los uniformes ¿Procedimientos y tácticas?.
 
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Centralia, el pueblo de EEUU que arde desde hace 54 años
Situado sobre la zona con mayor concentración de antracita del mundo, la idea de sus habitantes de quemar la basura de un vertedero no salió según lo planeado

Es posible que en internet hayáis visto alguna vez la llamada puerta del infierno en Darvaza, Turkmenistán, un cráter de setenta metros de diámetro formado por el colapso de una caverna llena de gas natural. Lo curioso es que, para evitar que el metano que escapaba del agujero terminara causando algún problema, los geólogos soviéticos que lo descubrieron decidieron prenderle fuego.

Esto ocurrió en 1971 y, a día de hoy, el cráter sigue ardiendo.

Por impresionantes que sean las imágenes y lo sombrío de su nombre, este agujero en llamas no ha hecho daño a nadie. Está ahí, en medio del desierto de Karakum, sin vegetación ni otros materiales inflamables en su entorno inmediato. El pueblo más cercano, Darvaza, se encuentra a alrededor de un kilómetro de distancia y está habitado por unas 350 personas que llevan un estilo de vida seminómada. Lejos de suponer un problema, el cráter ha terminado convirtiéndose en una atracción turística.

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La puerta del infierno. (SunriseOdyssey)

No todos los incendios subterráneos son tan inocuos. Si no que se lo digan a los habitantes de Centralia.

La capacidad calorífica de la antracita es casi un 50% superior a la del carbón medio y, al quemarse, produce una llama muy limpia que no deja hollín

Centralia fue un pueblo minero de Pensylvannia, EEUU, fundado sobre la zona con la mayor concentración de antracita del planeta. Al menos sobre una pequeña parte de ella, ya que los depósitos de este mineral están extendidos bajo un área de 1.250 kilómetros cuadrados.

La antracita es la variedad de carbón más densa y con más poder calorífico de todas, ya que entre un 92,1% y un 98% de su masa está compuesta por carbono puro. Curiosamente, este tipo de carbón, que brilla con un lustre casi metálico, es tan compacto y duro que ni siquiera mancha las manos al manipularlo.

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Antracita

La capacidad calorífica de la antracita es casi un 50% superior a la del carbón medio y, al quemarse, produce una llama muy limpia que no deja hollín, debido a su bajo contenido en otros compuestos volátiles. Por este motivo, la antracita se usa sobre todo en interiores y su precio puede llegar a rondar entre 150 y 350 dólares por tonelada, el doble o el triple que otros tipos de carbón.

Pero volvamos a Centralia.

El último lunes de mayo en Estados Unidos se celebra el Día de los Caídos, una jornada en la que la gente la gente honra la memoria de los soldados fallecidos dejando flores sobre sus tumbas. El 7 de mayo de 1962, tres semanas antes de esta fecha, al consejo del pueblo de Centralia le preocupaba la perspectiva de que los malos olores del vertedero, que estaba muy cerca del cementerio, arruinaran el Día de los Caídos.

Se intentó apagar el fuego inundando el vertedero con agua y arena para ahogar las llamas, pero la solución no funcionó

El vertedero era en realidad una zanja de 91 por 23 metros y una profundidad de 15 metros que había formado parte de una antigua mina al aire libre. La regulación del Estado de Pennsylvania prohibía la ignición de basura en las minas de carbón, vaticinando que no era una idea necesariamente buena. Pero, aun así, el domingo 27 de mayo de 1962, un día antes del Día de los Caídos, Centralia decidió que la basura iba a arder. No querían que el fuego ardiera a lo loco: la intención era mantener el fuego vigilado en todo momento y controlarlo con mangueras.

Rápida, barata y sencilla, parecía la solución perfecta… Si no hubiera sido porque un afloramiento de carbón asomaba por encima de la superficie, en el interior de la zanja, oculto a la vista por la basura que tenía apilada encima.

Dos días después de que el fuego de la zanja fuera sofocado, aparentemente sin incidencias, las llamas volvieron a aparecer en el vertedero el 29 de mayo. Se volvieron a apagar, pero el 4 de junio reaparecieron de nuevo. Se removió la basura con un 'bulldozer' para que los bomberos pudieran empapar cualquier rastro que quedara del incendio, y unos días más tarde se descubrió que había aparecido un agujero de 4,6 metros de diámetro al pie de la pared norte de la zanja y que estaba taponado por basura, lo que impedía el paso del agua y otros agentes usados para ahogar las llamas.

El agujero había conectado el incendio con el túnel de alguna de las antiguas minas de carbón de la zona. El fuego empezó a propagarse bajo la superficie, extendiéndose lentamente entre los depósitos de carbón subterráneos.

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Carretera en Centralia. (Wikipedia)

Se intentó apagar el fuego inundando el vertedero de la zona con agua y vertiendo arena y otros materiales no inflamables para ahogar las llamas, pero la solución no funcionó. Incluso se intentó cortar el paso del fuego cavando otras zanjas entre la zona afectada y los depósitos que aún no estaban ardiendo pero, por falta de recursos y exceso de burocracia, los trabajos de excavación no eran capaces de realizarse lo suficientemente rápido como para adelantar al incendio. De hecho, llegó un momento en el que el operario de la excavadora que se había permitido pagar el pueblo tan sólo tenía permitido trabajar en días laborables durante un máximo de 8 horas.

Finalmente no se pudo actuar lo suficientemente deprisa como para frenar el lento avance de las llamas y, poco a poco, el fuego llegó hasta el pueblo.

El pueblo ha pasado de tener mil habitantes en los 60 a sólo siete en 2013, cuya vida retrata un documental

Cuando el carbón del subsuelo se quemaba, dejaba grandes huecos que debilitaban la integridad estructural del suelo, que de vez en cuando se derrumbaba, dejando profundas zanjas. Este ya era, por sí mismo, un motivo de preocupación importante para los habitantes de Centralia y sus hogares, pero la principal amenaza del incendio que ardía bajo las casas era el riesgo de que sus ocupantes fueran envenenados por el monóxido de carbono emitido por la combustión del carbón.

Pese a todo, el Gobierno se mantuvo al margen del problema hasta que, en 1981, un niño cayó en un agujero de 46 metros de profundidad y 1,5 de ancho que se abrió bajo sus pies sin previo aviso. Por suerte, el niño pudo agarrarse a una raíz y ser rescatado, pero el suceso impidió que el Gobierno estadounidense pudiera seguir ignorando el problema y se organizó un programa de 42 millones de dólares para reubicar a la población y demoler las viviendas que se dejaran atrás.

Esta solución dividió el pueblo de Centralia en dos bandos: los que se querían marchar del lugar y los que preferían quedarse y que el dinero fuera utilizado para apagar el incendio. Al final, se permitió a que quien quisiera se quedara en el pueblo, pese a que todos los terrenos pasaron a formar parte del Estado.

En 1890, el momento de su máximo esplendor, Centralia contaba con 2.761 habitantes. En la década de los 60, con la producción de carbón menguando, había unos 1.100 habitantes. En 2013, tan sólo quedaban 7 residentes. La vida de dos de ellos está retratada en este documental sobre el suceso.

A día de hoy, los incendios de Centralia están repartidos en un área de unos 15 kilómetros cuadrados [PDF] y, al ritmo al que está ardiendo, se calcula que el fuego de Centralia puede arder durante otros 250 años.

Aunque no se escuche a menudo en los medios, los incendios subterráneos de carbón son un fenómeno bastante frecuente. Por ejemplo, en China, un país que cubre un 75% de sus necesidades energéticas con carbón, se estima que entre 20 y 200 millones de toneladas de carbón se pierden anualmente de esta manera y los gases emitidos por estos incendios llegan a representar hasta un 1% de las emisiones globales de dióxido de carbono.

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Smoking Hills. (Wikipedia)

Más anecdóticos son los casos de Brennender Berg, en Alemania, que lleva ardiendo desde 1688 o de las Smoking Hills, en la costa canadiense, que llevan siglos ardiendo.

De todos ellos, el incendio subterráneo que lleva más tiempo ardiendo es el de Burning Mountain, en Australia, que se estima que lleva nada más y nada menos que 6.000 años en llamas y avanza a un ritmo de un metro por año entre los yacimientos de carbón que hay a 30 metros bajo la superficie.

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Un mercante con un grave incendio a bordo entraba remolcado en el puerto
El «Asseburg» sufrió, en abril de 1966, una explosión en la asala de máquinas a unas cien millas de Fisterra

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A. MartíLos bomberos, echando agua sobre el «Asseburg»


El moderno Asseburg entraba prácticamente destruido en el puerto coruñés. Remolcado, sin tripulación y con un grave incendio a bordo que anunciaban las columnas de humo que se elevaban desde la cubierta.

El mercante alemán, de 2.993 toneladas, había sido construido apenas tres años antes en los astilleros de Kiel. Cubría la ruta entre Amberes y Guayaquil cuando, a unas cien millas de Fisterra, una explosión en la sala de máquinas había derivado rápidamente en un fuego fuera de control. Dando por perdido el buque, los marinos germanos habían solicitado la ayuda de un barco británico, para ser trasladados después al petrolero argentino Uruguay, que se dirigía a Alemania.

Entre tanto, el remolcador Seefalke había puesto rumbo a la zona para intentar el rescate, que finalmente completaría. Nada más llegar a A Coruña, su capitán reclamaba la ayuda de los bomberos, que acudían rápidamente a bordo del remolcador Ponte Naya. Y desde él dirigían chorros hacia las planchas incandescentes a la altura de la sala de maquinas de la nave accidentada.

La segunda vida del barco

Los bomberos seguirían trabajando durante horas, hasta que el Assenburg empezase a escorarse debido a la cantidad de agua embarcada, lo que obligaría a detener la operación. No sería hasta el 23 de abril, diez días después de su llegada, cuando el barco pudo quedar amarrado al muelle de Calvo Sotelo.

La historia del Asseburg no terminaría en A Coruña. Los daños causados por el incendio habían sido tan graves que, tras su traslado a Ferrol, sería vendido como chatarra a la compañía Financiera Montañesa. Pero la naviera española decidiría reconstruirlo y renombrarlo como El Puntal. El Ministerio de Comercio autorizaría dos años después del accidente, concretamente en marzo de 1968, su abanderamiento en España y su matriculación en Santander.

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Alarma: ¡Incendio!
Se cumplen 25 años del fuego que se declaró en el Puerta del Mar y que obligó a evacuarlo. Fue una noche larga donde brillaron el miedo y la solidaridad

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Los humanos no olvidamos con facilidad. La memoria puede arrumbar en un rincón episodios más o menos intrascendentes de nuestra vida, pero cuando algo duele de verdad, cuando se graba a sangre y fuego, los sentimientos se resienten a cada poco. Quizá por eso no habría que tomarse a la ligera cuando se habla de resentimiento, porque con ello lo que se hace es reconocer que hay acontecimientos que marcan y que se vuelven a experimentar con fuerza y nitidez casi a diario.

A los cientos de personas que vivieron el incendio del hospital Puerta del Mar que tuvo lugar en abril de 1991 les pasa algo parecido. Acaban de cumplirse 25 años de aquel suceso que conmocionó a la ciudad pero, en cuanto iniciamos este reportaje con un grupo de los profesionales del centro en la Sala de Juntas, los recuerdos son tan vívidos, las anécdotas tan frescas, que parece que el tiempo se ha detenido entre aquellas llamas.

Entre los presentes en esta especie de terapia del recuerdo planteada por Diario de Cádiz se encuentra Pepe Dorronzoro, director provincial en aquel momento y que vivió el incendio en primera persona ante la ausencia del entonces director gerente del centro, Antonio Rodríguez Zarallo, a quien el fuego pilló en Barcelona por motivos profesionales. Dorronzoro tiene una memoria prodigiosa para los detalles y lleva la voz cantante cuando se empiezan a relatar los sucesos de aquella noche del 16 de abril. "Sobre las 21:30 horas, Santiago Cousido, jefe de guardia, me dice que hay un conato de incendio en el pañol, en el sótano del hospital. Decidimos ir dando las altas que podemos y cerrar los ingresos. Ocurre que el fuego se declara justo en el cambio de turno, por lo que los que estaban saliendo se quedan para ver qué pasa y ayudar, así que tenemos el apoyo de mucha gente". A los pocos minutos, el humo ya va subiendo hacia el resto de plantas del hospital en su ala izquierda. "A las 21:45 salta el cuadro eléctrico y empezamos a llamar a la gente. Poco después ya hay humo. A las 22 horas se llama a los Bomberos, que tardan cinco minutos en llegar con dos camiones con bombas de agua".

Se empieza a trasladar a pacientes al ala opuesta a la zona del sótano que está ardiendo y se monta un centro de urgencias en el garaje del hospital para clasificar a los pacientes. En el vestíbulo se improvisa un control que decide si cada paciente se va de alta total o si es trasladado a otro centro de la provincia. Hay que tener en cuenta que aquella noche había 711 personas ingresadas, y sólo se da de alta a 276, el 38%. 167 enfermos son trasladados al hospital de Puerto Real, 143 a San Carlos, 98 a San Rafael, 17 al Clínico de Jerez, 7 al Santa María de El Puerto y 3 a la Clínica de La Salud.

Aunque se mantiene la calma, Dorronzoro recuerda que se ordena la evacuación parcial de la zona que se encuentra sobre el pañol, de la décima planta hacia abajo. Hay desconcierto pero no pánico y se funciona con normalidad. Sin embargo, a las 00:45 se produce un hecho que agrava la situación. "El fuego alcanza material inflamable y se produce una deflagración importante, es entonces cuando el incendio, que no estaba apagado pero sí controlado, se descontrola y se ordena la evacuación de todo el hospital", rememora Dorronzoro.

La temperatura en el sótano del hospital llega a alcanzar los 1.300 grados centígrados, según demuestra el informe posterior, lo que llega a afectar a algunos pilares de la estructura de un hospital que está dividido en cinco edificios con sus correspondientes juntas de dilatación.

Los protagonistas recuerdan su obsesión por impedir que el fuego alcanzara dos zonas claves del hospital: la sala de los historiales clínicos y la unidad de medicina nuclear. Existe miedo a que el fuego queme las placas de rayos X, que entonces contenían plata, y que sometida a altas temperaturas sueltan un gas que puede ser mortal en pocos minutos. En cuanto a la medicina nuclear, contaba con productos radioactivos. Los doctores Pablo Román -posteriormente concejal de Urbanismo- y Antonio García Curiel se pertrechan con trajes de amianto y bajan para comprobar el grado de derretimiento de la puerta de plomo del área, porque en caso de haber sido alcanzada se habría producido una contaminación radioactiva en Cádiz y se habría generado otro problema aún mayor.

Pero, mientras que el fuego avanza en el pañol, en el otro ala del hospital nadie nota nada. Dulce Nombre Medina, enfermera aquella noche, recuerda que no había ni olor a quemado. "Nos dijeron que había un fuego pero no le dimos importancia. De hecho, cuando nos ordenan que empezáramos a evacuar a los enfermos no nos lo creíamos".

Charo García Juárez, nombrada hace apenas unos días jefa de Enfermería del centro, vivió el suceso como enfermera en la Unidad de Infecciosos. "Como esa área tiene un sistema de aire independiente no notamos nada hasta que se ordenó que había que desalojar el edificio. Por suerte, aquel día no había pacientes en aislamiento", recuerda.

Las zonas que sí se ven afectadas rápidamente por el humo son la UCI Pediátrica y Neonatología. "No teníamos más que unas pocas incubadoras portátiles, y recuerdo que había una niña que necesitaba un respirador permanente o su vida corría peligro", recuerda Inmaculada Perteguer, enfermera de guardia aquella noche dramática. "Nos dijeron que pusiéramos toallas en la UCI porque entraba el humo por todas partes. De hecho, las paredes del hospital, hasta la sexta o séptima planta, quedaron negras completamente por el hollín", ontinúa.

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1a parte. Continua en el siguiente post
 

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viene del post anterior


Y mientras las entrañas del hospital ardían y la temperatura ya se notaba hasta en el suelo del exterior, en la tercera planta una mujer daba a luz en el paritorio. Sara Ramos y Sofía Ruiz, las matronas que la atendían, aún recuerdan aquellos momentos donde las emociones circulaban a toda velocidad. "La mujer estaba de parto y no la podíamos mover. Estábamos todos ahí, con el doctor Guillermo Boto, intentando tranquilizar a la señora y a su marido, y a la vez muertos de miedo claro, porque pensábamos que el hospital podía venirse abajo si los pilares no resistían el calor. Fue duro. Yo aún tengo pesadillas con esa noche", cuenta Sofía. Por fortuna la niña nació sin problemas, una chica que acaba de cumplir 25 años y a la que se puso por nombre Candela, para que nunca se le olvide que vino al mundo mientras las llamas amenazaban a sus padres y a los profesionales que antepusieron su nacimiento a su propia seguridad.

A los pocos minutos de dar a luz, las matronas y los celadores bajan a la mujer en una silla de ruedas por las escaleras. "Otra señora, a la que hubo que hacer una cesárea el día anterior, bajó por las escaleras de incendio a la calle sin quejarse. Lo que hace el miedo oye", cuenta Sara. "A la recién nacida me la llevé yo en una ambulancia al hospital de Puerto Real, que íbamos tan rápidos y con la carretera mojada por la lluvia que pensé que nos íbamos a matar por el camino", dice Sofía.

Vicente Puchi y Manuel Fernández eran jefes de turno del hospital durante aquella época, en el caso del primero de ellos aún sigue activo. "Cuando se ordenó evacuar empezamos a bajar a los enfermos y a dar altas. A algunos incluso los bajábamos en los ascensores, hasta que nos dijeron que no podíamos hacer eso", rememoran.

Todos los presentes aplauden cómo la ciudadanía se volcó con el incendio. "Fuimos bajando las camas para los enfermos que no podían estar levantados y las colocamos bajo el techo exterior. Llovía y hacía frío. Los vecinos traían mantas y ayudaban. Los taxistas llevaban a personas a otros hospitales, a sus casas, porque todos salimos en pijama claro. No tuvimos tiempo ni de recoger nuestras cosas".

Dorronzoro recuerda la importancia que tuvo la diligencia que mostraron los profesionales del Puerta del Mar. "El hospital contaba con un Plan de Emergencias, un documento que descubrí cuando llegué a mi puesto y me puse a pensar qué era lo peor que me podía pasar".

Esto resulta clave para que cuando Dorronzoro llegue al hospital tras declararse el incendio ordene que se monte un Centro de Decisión Único, y desde allí se oficializa la iniciativa que va tomando el propio personal del centro, que, "hay que destacarlo, tuvo una respuesta excelente", afirma.

El Ejército y el resto de centros sanitarios de la provincia también se vuelcan con el Puerta del Mar y sus profesionales. La Marina envía rápidamente varios camiones de Infantería en los que se trasladan camas y material a otros hospitales. Dorronzoro recuerda que los soldados "abrieron un corredor por la autovía de San Fernando sólo para que circularan ambulancias y vehículos militares, a fin de aligerar el traslado a San Carlos". Sin embargo, los camiones pesados no pueden acercarse hasta el hospital porque hace tanto calor en el sótano que empieza a fundirse el hormigón de la carretera, que se pega a los neumáticos. "Temíamos que uno de estos camiones hiciera que el suelo se rindiera y se viniera abajo, agravando la situación", dice Dorronzoro. Además, todas las ambulancias de la provincia esa noche se dedican a realizar traslados de enfermos.

Francisco Correro, de digestivos y Enrique Calderón, anestesista, ambos residentes en 1991, también recuerdan anécdotas de una noche imborrable y de cómo intentaban dar altas y no recibir más ingresos. "Algunos enfermos que eran de fuera de la capital y que no tenían familiares se fueron a casa de sus compañeros de habitación. Otros, tras recibir el alta, se quedaban para ayudar. Fue toda una lección de solidaridad la que se dio". De hecho, Inmaculada Ruiz-Mateos, administrativa del centro ya entonces y a la que le tocó hacer inventario habitación por habitación, planta por planta, recuerda que al día siguiente "cuando comenzamos a llamar a algunos pacientes por teléfono para saber de su situación nos decían que fulanito estaba con ellos en su casa". Otros pacientes en buenas condiciones físicas y que sólo esperan una intervención empiezan a coger el autobús de línea a San Fernando en pijama con su alta bajo el brazo.

A las seis y media de la mañana se da por apagado el fuego, aunque no se declara extinguido completamente hasta 36 horas después. Durante días el hospital permaneció cerrado y hasta el verano no volvió a trabajar con normalidad absoluta.

Recuerdan los facultativos que en los días posteriores al incendio se montó un armatoste móvil con vigas para ir avanzando por la estructura carbonizada del sótano y que técnicos de Vorsevi dieron el visto bueno para que se pudiera entrar en el centro a recoger informes médicos y objetos personales. "La espontánea colaboración de la gente fue clave", dice Dorronzoro. Y Manuel Fernández hace hincapié en que hasta el dueño de Electricidad Lora comenzó a llevar linternas y alargaderas para intentar facilitar la labor del personal en su evacuación. El trabajo del desaparecido Antonio Sauco, en tareas de coordinación, también fue recordado por sus compañeros, que elogian que nadie reclamó haber perdido objetos durante el incendio una vez realizado el inventario, en el que aparecieron cosas tan curiosas dentro del hospital como una pequeña zodiac desarmada, sillas de playa y, sobre todo, muchos saleros para saltarse la rígida y sosa dieta hospitalaria. "También -cuentan- encontramos botellas de las que se utilizaban para que los pacientes miccionaran llenas de moscatel de Chiclana". Cosas de Cádiz.

Y, curiosamente, destacan que tras el incendio y la evacuación no se produjo reclamaciones. Nadie dijo que le había desaparecido ningún objeto. Claro que entonces no había móviles. "Pero hay que agradecer que la gente no fue rentista ni intentó beneficiarse del suceso para sacar dinero al seguro", comenta Pepe Dorronzoro.

Pero, ¿dónde se originó el suceso? Pues, según el informe posterior emitido por los Bomberos, todo empezó en un cargador de baterías para linternas, que hizo una derivación y esto, mezclado con los gases existentes en una zona que se había pintado recientemente, provocó que saltara un chispazo. La cercanía de la zona del almacén y lencería, junto a algunos disolventes existentes en el sótano, hicieron de combustible inusual para un incendio que sólo quedó en un susto pero que pudo haberse convertido en una tragedia de dimensiones incalculables.

Rafael Pereiro, actual director gerente del Puerta del Mar, reconoce para finalizar que ahora un suceso de estas características se trataría de manera diferente. "Hay un Plan de Emergencia Exterior que no deja de revisarse, que se analiza constantemente, los bomberos entran en el hospital cada poco para vigilarlo todo, la sensibilidad es enorme, hay detectores de humo... en fin... los tiempos han cambiado". Y tanto, porque, en 1991 incluso se podía fumar en todo el hospital.


La madrugada del 17 de abril de 1991 se dieron algunas imágenes que forman parte ya de la historia de la ciudad. Camas con enfermos en plena avenida de la ciudad, enfermeras sosteniendo goteros, pacientes en pijamas viajando en taxis, en autobuses, el ejército desplegado para trasladar material y enfermos. Como ven en las fotografías de nuestro compañero Manuel Bernet, los ciudadanos se volcaron ayudando en la evacuación de un centro en el que había ingresado aquella noche 711 personas, de las que 276 recibieron el alta. A la derecha, también puede verse cómo el pañol del sótano del hospital quedó totalmente devastado por el fuego, durante el cual nació una niña a la que se llamó Candela

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Así nos vio la Prensa Un Día: Tres cuartas partes de “El Tránsito” Quedó destruída

Lo ocurrido en Valparaíso remeció la memoria de los habitantes de Los Ángeles que rememoraron un episodio similar que azotó a la ciudad en 1982 en el campamento En Tránsito. Un 23 de marzo, cerca de las 14 horas se desató un incendio que, aunque no dejó víctimas fatales, arrojó un total de 337 casas quemadas y más de 2 mil 120 damnificados. El hecho se habría iniciado cuando una plancha a carbón encendida alcanzó las cortinas de una “vivienda”. Después fue sólo cuestión de minutos para que las llamas se expandieran a las construcciones contiguas, todas ellas hechas de madera, forradas en plástico y cartones.

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El fuego tardó varias horas en ser controlado. La falta de agua y grifos dificultó el trabajo de las cinco compañías de bomberos de ese tiempo. Lo que resaltó prácticamente de inmediato fueron las campañas de ayuda, iniciadas en la propia ciudad por particulares, medios de comunicación y algunos empresarios, además de la enorme labor de albergar provisoriamente a los damnificados.

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El hecho se habría iniciado cuando una plancha a carbón encendida alcanzó las cortinas de una “vivienda”. Después fue sólo cuestión de minutos para que las llamas se expandieran a las construcciones contiguas, todas ellas hechas de madera, forradas en plástico y cartones.

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El fuego tardó varias horas en ser controlado. La falta de agua y grifos dificultó el trabajo de las cinco compañías de bomberos de ese tiempo.

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50 AÑOS DEL INCENDIO QUE AFECTÓ AL CORAZÓN DE LEÓN
El fuego que amenazó la Catedral de León
22/05/2016
Dentro de unos días se cumplen 50 años del incendio que afectó a la cubierta de la catedral leonesa por un rayo

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'¡La catedral se quema! ¡Incendio en la catedral!'. En medio de la incredulidad y la preocupación, este grito unánime se fue extendiendo por la ciudad de León en la tarde noche del 29 de mayo de 1966. Un rayo de una potencia superior a la que el pararrayos del templo era capaz de recoger en esa tarde tormentosa de domingo, fue el culpable de que los peores presagios se apoderaran, no solo de los leoneses sino, como demostraron las horas posteriores, también de toda España. Una de las principales catedrales góticas del país estaba seriamente amenazada.

En la festividad de Pentecostés, en la que medio país estaba pendiente de su transistor para seguir minuto a minuto las competiciones deportivas en sus últimos compases de la temporada, y en el día en el que el madrileño estadio Santiago Bernabéu acogía la final de la Copa del Generalísimo entre el Zaragoza y el Atlético de Bilbao –actual Copa del Rey de fútbol-, se rozó la tragedia en la ciudad de León.

Alrededor de las 18.30 horas, un rayo de gran potencia cayó sobre la cubierta de la catedral leonesa, aunque las primeras señales de humo no se apreciaron hasta las 20 horas y media hora más tarde, de forma paralela al momento en el que la oscuridad de la noche se hacía más visible, surgieron las primeras llamas. "Cuando se hizo de noche era muy espectacular", recuerda Primo Lucio Panero, en aquel momento secretario particular del obispo Luis Armarcha. "Estábamos en el Palacio Episcopal, no salí, pero decían que era todo un espectáculo desde arriba del Torío y en la bajada de La Virgen del Camino", añade.

Los teléfonos no dejaban de sonar en la centralita de Telefónica, aunque las telefonistas, que desde la sede de la calle Padre Isla tenían una vista terrible, a la vez que privilegiada del incendio, apenas eran capaces de descolgar los terminales ante la espectacularidad de lo que estaba ocurriendo. La actuación fue casi con carácter inmediato y al avistarse las primeras señales de humo se dio aviso a los bomberos, a la catedral, al obispo y a las autoridades.

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Según recoge el Boletín de la Diócesis de ese día, a las 21.30 horas "ardía toda la techumbre, desde el ábside hasta el hastial de la fachada principal, ofreciendo un aspecto desolador". Y tal era el desastre que se presagiaba que las emisoras de radio hacían llamadas a las provincias limítrofes, lo que movilizó hacia la ciudad equipos de bomberos de Zamora, Valladolid, de la Base Aérea de Villanubla, de Palencia, Santander, Oviedo, Avilés y llegados también de la Base Hispano-Americana de Torrejón de Ardoz, en Madrid –aunque finalmente algunos de ellos no tuvieron que intervenir y otros incluso se detuvieron en el camino al confirmarse más tarde que su intervención no era necesaria-.

La incertidumbre no es buena compañera y esa tarde parecía ser la única acompañante ante las escenas que se veían en la cubierta del templo. Pero los momentos de "verdadera alarma" se vivieron cuando se oyó el crujido del derrumbamiento del tejado y el "estruendo aterrador" de la caída en el interior de la catedral de los ocho florones de madera que colgaban de las claves de los arcos. "Se pensó de momento que las bóvedas comenzaban a derrumbarse y la imaginación veía y a toda la catedral en ruinas y las vidrieras saltando a pedazos", recoge la crónica del Boletín Diocesano.

"Hubo como dos horas o así con mucha preocupación", relata Primo Lucio Panero, en especial ante el riesgo de derrumbamiento de la cubierta y de las cúpulas. "Se pensaba que podía ser la ruina del edificio, porque el gótico es puro equilibrio y podía descompensarse", añadió. Sin embargo el arquitecto Torbado y los técnicos de Patrimonio, transmitieron un mensaje de "calma" al confirmar que la situación "no peligraba" porque el único daño se produciría en la cubierta y no habría repercusión en la parte artística del edificio.

Llamadas de todo el mundo

El incendio no solo generó una gran expectación y preocupación en la ciudad y en la provincia, sino en toda España e incluso fuera de las fronteras nacionales. Desde el Vaticano se llegó a trasladar un mensaje de interés por la situación y los daños en el templo. "Había un monseñor que tenía relación con León, llamado Justo Fernández, creo que era de Astorga, y se interesó", explica Primo Lucio Panera, además de que el propio nuncio del papa llamó esa misma noche del incendio.

También se comunicó rápidamente con el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, quien rápido trasladó la magnitud del suceso al jefe del Estado que estaba presenciando la final de Copa, quien no dudó en "movilizar toda clase de recursos y ayudas". De hecho, Primo Lucio Panera expone cómo el propio Fraga viajó a León "con un cheque" que le entregó al obispo en mano "para la reforma de la catedral".

Ya en la jornada del lunes, unas horas después del incendio, también llegaron a León numerosas autoridades. "Vino don Vicente Tarancón, arzobispo de Oviedo, y vino también don Marcelo, obispo de Astorga, y en el Ministerio lo coordinaron todo muy bien los militares", puntualiza Panero.

Restauración inmediata

Y esta preocupación e inmediatez en las intervenciones se plasmó también en el proceso de restauración. "Antes de apagarse los últimos rescoldos, ya comenzaron los trabajos de reparación", se insiste en el Boletín Diocesano. "La restauración se hizo inmediatamente", apostilló Panero, quien recuerda la colaboración de la empresa Rogelio Fernández quien "ofreció todo el sistema" y quien hizo el tejado nuevo. "Creo que en menos de un mes estaba puesto", rememora.

Tras el incendio, la catedral permaneció cerrada a las visitas, aunque las puertas permanecían abiertas para facilitar el secado de la humedad de las bóvedas. El 1 de junio, el ejemplar de Diario de León recogía una información en la que titulaba que la restauración del templo ya había comenzado. En el interior de su crónica, firmada por Félix Pacho Reyero, se alude a la visita del director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto, quien, a preguntas de los periodistas sobre la fecha de inicio de los trabajos, declaró que la restauración "ha comenzado ya porque un monumento de tan excepcional importancia no admite treguas" y lo había hecho "con la retirada de escombros, vigas quemadas y tejas partidas que hay sobre la bóveda", apuntó.

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Durante días se repusieron unas 50.000 tejas y apenas unos días más tarde del incendio, el proyecto de recomposición de la estructura ya estaba totalmente redactado para llevar a cabo las obras lo antes posible. Seis días más tarde del incendio, la catedral volvió a abrir para el culto de los fieles, en un día cargado de emoción para los leoneses.

Reconocimiento por la ayuda prestada

Laurentino Vega de Castro, propietario de la farmacia ubicada en la parte trasera de la catedral, en Puerta Obispo, vivía con su familia en el número 2 de la calle Ancha –antes conocida como calle del Generalísimo-, a escasos 100 metros del templo, según relata su hijo Roberto desde la misma botica que regentaba su padre. Al escuchar un intenso ruido, salió a la calle y se percató rápidamente de lo que estaba ocurriendo, así que se personó en las inmediaciones de la catedral.

Su amistad con el fotógrafo Manuel Martín, que conocía al dedillo el interior del templo gracias a que había tenido la ocasión de hacer fotos en su interior, y al que había acompañado en varias ocasiones, le permitió colaborar con los bomberos para que éstos pudieran acceder al templo. "Los bomberos no sabían por dónde subir, y mi padre les ayudó", reconoce Roberto Vega.

De hecho, el Ayuntamiento de León le remitió un escrito por su "celo y eficaz cooperación" que prestó al personal técnico encargado de la extinción del incendio producido en la catedral, en el que felicitaban a Laurentino Vega "por su meritoria actuación" y por la ayuda prestada "sobre todo en los primeros momentos", recoge el escrito, hechos por los que más tarde recibió una medalla de reconocimiento por parte de los órganos municipales.

No faltaron las anécdotas

Con el paso de los años y, sobre todo, después de que el fuego no causó daños mayores al patrimonio artístico de mayor relevancia, en especial las vidrieras, quienes recuerdan este día no olvidan incluso algunas anécdotas que levantan alguna sonrisa. Una de ellas llegó en forma de solidaridad desde Alemania. En el Obispado se habían recibido innumerables telegramas expresando la preocupación por los posibles daños del incendio, pero la afección fue tal que incluso un turista alemán llegó a enviar un donativo para contribuir a las tareas de restauración. También la catedral metodista de Washington hizo lo mismo recordando que sus vidrieras se basan en la inspiración de los vitrales de la seo leonesa.

La misma tarde del incendio había comenzado la misa vespertina, con especial afluencia dada la festividad de Pentecostés. "Aun avisándole de que estaba ardiendo, el canónigo que estaba diciendo la misa retiró el Santísimo de la capilla de La Virgen del Camino y lo llegó a la sacristía cruzando toda la catedral", relata Primo Lucio Panero. Afortunadamente todo quedó en un gran susto pero que no llegó a ocasionar daños irreparables en esta 'joya'. La catedral se había salvado.

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sobre los acontecimientos del 27 de julio de 1920 en Punta Arenas, conocidos como la masacre e incendio de la Federación Obrera de Magallanes.
Martes 27 de julio
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Hacia las 2 de la madrugada del día 27, los federados que montaban guardia dentro de la casona escucharon ruidos y rápidos desplazamientos de individuos en el pasillo lateral y en la vereda de calle Errázuriz. Los efectivos militares y policiales se fueron apostando hasta rodear la fachada y los accesos a la calle Errázuriz entre Armando Sanhueza y Av. España.

En el asalto a la sede de la Federación Obrera, actuaron combinadamente efectivos militares del Batallón “Magallanes”, de Carabineros, de Investigaciones e individuos de civil de las llamadas “Guardias Blancas”, pertenecientes a la Liga Patriótica. Su santo y seña era “Chile-Patria”. El oficial Aníbal Parada montado a caballo, Mayor y Prefecto de la Policía dirigía toda la acción.

Era una noche de lunes lluviosa y fría y hacia las 3 de la madrugada, los asaltantes abrieron fuego con fusiles (durante una hora aproximadamente) y posteriormente, procedieron a romper la puerta de entrada, asaltaron la casona y le prendieron fuego, lanzando bencina desde el exterior del edificio de madera y volcando el calentador del salón interior.

Algunos de los federados respondieron a los disparos desde el interior, de lo que resultó la muerte del Guardián 3° Octavio Mardones de la Policía Fiscal, según el relato en carta de Gregorio Iriarte y de acuerdo a la propia Hoja de “Resúmen Jeneral de Fuerza” de la Policía, de agosto de 1920. Una parte de los federados murieron en la acción, por efecto de los balazos y los sablazos que recibieron, otros tres murieron quemados, quedando sus cadáveres irreconocibles y otros finalmente, alcanzaron a huir heridos a través de los patios de las casas vecinas.

Los asaltantes rompieron a combos la imprenta del diario “El Trabajo”, que se encontraba al interior del recinto.

Relata el obrero Pascual Guerrero: “…ellos rodearon toda la manzana con los militares del Batallón Magallanes y después asaltaron la casa…ellos entraron y balearon a todos los que estaban adentro de la Federación y me contaba uno de los obreros golpeados, que los asaltantes corrían como locos dentro de la casa dando gritos desaforados y a sablazos golpeando a todo el que encontraban y uno andaba incluso con un hacha corriendo hachazos a los federados…Algunos obreros estaban medio vivos entonces cuando ellos rociaron la casa con kerosene y le prendieron fuego, porque se prendió como papel…”

Simultáneo al asalto e incendio de la Federación, hacia las 02.30 hs. de la madrugada se produjo el asalto del diario “El Socialista”, cuyo administrador fue sacado de su hogar y conducido por desconocidos embozados hacia los talleres de la imprenta, la que también fue destruída e incendiada.

El ataque incendiario y a tiros debió durar a lo menos dos o tres horas, y los asaltantes dispusieron de plena libertad de acción, hasta la llegada de los bomberos. Algunos de los federados que se encontraban en el interior de la casa lograron huir por los cercos y patios de las viviendas vecinas. Ciertas familias del vecindario ofrecieron su anónima y solidaria colaboración y ayuda a los heridos que lograban huir. En medio del fuego, explotó el estanque de combustible del motor de la imprenta. La versión de los federados sobrevivientes indicaba que esa explosión se originó en el motor de la imprenta, mientras que en la versión oficial habrían sido sustancias explosivas guardadas en el entretecho de la casona.


Pelicuala sobre los hechos del 2016 FUEGO
 
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Ante la falta de agua en el sector (extraña circunstancia que notaron los bomberos y que refleja también la organización y premeditación del ataque), las dos casas colindantes por Errázuriz también sufrieron daños.

En toda la ciudad se escuchaban los nutridos disparos de fusil que se hicieron contra la casa, lo que ocasionó el natural temor del vecindario.

Un grupo de efectivos armados -ubicados en las calles Errázuriz y Talca (hoy Armando Sanhueza)- impidieron la labor de los bomberos, a fin de asegurarse la destrucción de la sede. Ante la firme actitud de los “señores del fuego”, uno de cuyos comandantes llegó a amenazar con dispararse un tiro de revólver en el acto, los asaltantes y quienes los protegían, permitieron la instalación de las mangueras, pero se encontraron con una casona completamente en llamas y destruida.

Relata este detalle Pascual Guerrero: “las bocacalles estaban cerradas, entonces llegó el capitán de los bomberos y le gritó al jefe de policía que ‘si no me dejan pasar a las bombas, aquí mismo saco mi pistola y me mando un tiro’…entonces lo dejaron pasar, pero resulta que habían cortado el agua de los grifos, mientras tanto todo el edificio ya estaba en llamas…”

El parte de la 5° Compañía de Bomberos “Pompe France” dice textualmente y en un lenguaje lacónico, lo siguiente: “27/7/20. A las 3.20 a.m. se daba la alarma de incendio, que había estallado en el edificio ocupado por el Teatro Regeneración y la Federación Obrera, calle Errázuriz entre Avenida Libertad y calle Talca. Esta Compañía acudió al lugar del incendio, armando la columna en la esquina Chiloé y Errázuriz, destendiendo una sola línea de seis tiras con gemelos y dos tiras una de cada lado. La Primera Compañía conectó una línea de mangueras al otro lado de esta columna. A las 8 a.m. se ordenaba recoger el material, hora á la que esta Compañía se retiró al Cuartel. Asistieron seis Oficiales, cinco voluntarios y un abanderado. Al recogerse el material faltó un farol que se supone llevaría otra Cía. No hay novedad. E. Detaille.”.

A su vez, el parte de la Segunda Compañía de Bomberos, entra en mayores detalles y dice textualmente: “Martes 27. Hoy a las 3 de la madrugada se produjo un gran incendio en el local ocupado por la Federación Obrera, también se quemaron dos casas más, una de J.M. Villegas y J. Barassi.- La propagación del fuego fué enorme debido a la falta de agua, pues este elemento llegó cuando el fuego se había estendido a los edificios contiguos. De los escombros aparecieron varios cadáveres. Asistieron a este servicio los siguientes: Director, Teniente 1°, Teniente 2°, Secretario, Ayudante, Ayudante Jeneral, Aros, Palma, Gajardo, Olivares, Bravo, Arce, Herrera, Luis Mercado, Julio Sepúlveda, Pedro Sepúlveda, J. Santos, Infante, R. Ojeda, J. Alarcón, N. Sanhueza, Ramírez, Brand, Dadas. (Firmado) A. Ojeda. P.D.: Varios voluntarios fueron atropellados por la autoridad.”

Quién firma el parte de la 2° Compañía es el Teniente 1° Armando Ojeda. En el texto original del parte bomberil, las frases “De los escombros aparecieron varios cadáveres” y “PD.: Varios voluntarios fueron atropellados por la autoridad”, fueron escritas con pluma y tinta por una persona distinta del Teniente Armando Ojeda, pero pone en evidencia la intervención y complicidad de las autoridades militares y gubernamentales en los hechos relatados).


El testimonio posterior de Ulises Gallardo, citado más arriba, agrega además un hecho desconocido: “La biblioteca, los talleres tipográficos, el teatro obrero y demás instalaciones levantadas con el esfuerzo y entusiasmo de cada uno de los componentes de la Federación, quedaron reducidas a cenizas en breves momentos, junto a numerosos cadáveres que, en su mayor parte, no pudieron ser identificados. Para hacer imposible todo intento de salvación, los atacantes tendieron cables eléctricos alrededor del edificio, mientras otros grupos de ‘Guardias Blancas’ se distribuían por la ciudad sacando de sus hogares a los dirigentes y obreros sindicados de subversivos y agrediendo a los que se atrevían a transitar a esa hora sin conocer la consigna dispuesta de ‘Chile-Patria.”

Desde la madrugada y al despuntar el día, la noticia corrió de boca en boca por toda la ciudad.

Esa mañana, el joven obrero Pascual Guerrero se despertó temprano para ir a su trabajo y bajando por calle Errázuriz vio impresionado los efectos del asalto e incendio: “…pasé caminando como a las 6 y media, porque a las 7 tenía que entrar al trabajo. Cuando pasé por el frente, no había quedado ningún palo parado, nada, todo estaba quemado y humeando y algunos guardias montados se paseaban por la vereda y la calle, para que nadie se acerque…”

El profesor Luis Alberto Barrera también, también fue testigo presencial de los hechos, ya que residía a dos cuadras y media de la sede de la Federación, y en su relato explica que “…sería alrededor de las tres de la mañana cuando desperté al ruido de unos disparos… por la calle Rancagua desemboqué en la de Errázuriz y pude ver que en la esquina de ésta con Chiloé había varios individuos con ponchos como los del Ejército al parecer…que un poco más arriba de esa esquina se disparaba desde la calle contra el edificio de la Federación y desde un poco más debajo de la esquina de Libertad se veían fogonazos de disparos. Los disparos eran de rifle o carabina Mauser. He hecho mi servicio militar y conozco por el ruido de los tiros la clase de armas. Los disparos eran ya sueltos, ya en forma de descargas cerradas…serían como las tres y media cuando noté el reflejo del incendio. Desde una ventana de mi casa se veía cómo tomaba cuerpo rápidamente. Mientras tanto seguían los disparos…”
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En la mañana, la ciudad de Punta Arenas amaneció sobrecogida por el impacto de los hechos y bajo el estado de sitio y censura de prensa, decretado por el Gobernador Alfonso Bulnes Calvo. Los restos humeantes de la casona incendiada en calle Errázuriz, eran observados desde lejos por los atemorizados transeúntes. Las patrullas policiales montadas y a pie, recorrían las calles evitando toda reunión de dos o más personas, mientras otras unidades uniformadas y de la Sección de Seguridad allanaban casas buscando a otros dirigentes u obreros ligados a la dirigencia de la Federación Obrera.

La noche del 27, los obreros del Gremio de Mineros se reunieron en forma secreta en el domicilio del federado Ulises Gallardo y acordaron efectuar un paro en protesta por los sucesos de la madrugada en la Federación Obrera.


https://www.flickr.com/photos/28047774@N04/8750515855/in/photostream/




Félix Herrera, bombero auxiliar de la. Segunda Compañía de Bomberos, recordaría más tarde que "como a las 3 y media............... Su testimonio véanlo en la pagina 3 del documento que sigue.


http://www.archivochile.com/Historia_de_Chile/foch/HCHfoch0003.pdf
 
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El incendio de la discoteca Siete Siete, veinte años en el recuerdo de los vallisoletanos

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Vecinos, una de las víctimas y los periodistas y fotógrafos de El Norte de Castilla que realizaron aquella noche la cobertura informativa de uno de los sucesos más trágicos que ha sufrido la ciudad, rememoran la madrugada de aquel 6 de octubre de 1996

Era la discoteca de moda de la ciudad. Sus puertas estaban abiertas hasta primeras hora de la madrugada, por lo que entre sus paredes se daban cita los más trasnochadores. Aquella noche, la noche en la que cerró sus puertas para siempre, en la discoteca Siete Siete un grupo de clientes apuraban la fiesta sin ni siquiera imaginar que ese día y ese lugar entrarían a formar parte de la historia más trágica de Valladolid.
El fuego no solo destruyó el local y causó daños en el edificio de viviendas en el que se alojaba; acabó con la vida del sargento de bomberos José Luis Vidal (de 39 años, casado y con tres hijos) y su compañero Juan Carlos Matarranz (de 34 años, también casado y con un hijo), Lucía Escudero (51 años), que atendía el guardarropa y que dejó huérfanos a cuatro hijos, y María del Carmen Velasco, una clienta del local de 37 años y natural de la localidad segoviana de Cuéllar.
Ese 6 de octubre le cambió también la vida a otras dos personas: a Rafael Barca, un cliente de 51 años que sufrió quemaduras en el 54% de su cuerpos y que fue trasladado a la Unidad de Quemados de Getafe, y Gerardo Abia, el suboficial de bombero que sufrió quemaduras leves en una mano y en la oreja y que se encontraba en el interior del local cuando fallecieron sus dos compañeros.

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Como las llamas salían por el portal, nos quemamos las piernas y el pelo al intentar salir. Fue horrible»

Veinte años después, un local en venta y una zona de trasteros en alquiler ocupan el espacio de aquella discoteca de moda, cuyo incendio no han podido olvidar sus vecinos, que todavía hoy no han recibido íntegras las indemnizaciones por los daños que sufrieron. «No me han pagado nada, y me gasté más de tres millones de pesetas (18.000 euros) en reformas y arreglos», explica Socorro Pérez, la vecina más afectada, ya que su piso se encontraba justo encima de la discoteca. «Pensé que me estaban robando porque oí que se caían los cristales. Cuando me asomé por la ventana me asusté mucho porque vi el fuego y era terrible. Recuerdo que lo pasé muy mal».

Su vecina del quinto, Luchi Corraliza, recuerda que se cayó por las escaleras y tuvieron que ayudarla a bajar. «Como las llamas salían por el portal, nos quemamos las piernas y el pelo al intentar salir. Fue horrible» apunta, mientras señala el local que albergó una de las discotecas más famosas de la ciudad. «Ni hemos visto un duro ni lo vamos a ver, eso está claro».
El fuego causó también daños en el taller de coches contiguo. José Luis (sus compañeros le llaman ‘El rubio’), es el único que queda de esa época. «Me enteré del incendio cuando vine a trabajar el lunes. Estaba todo quemado y no se podía pasar», explica y añade que el taller no sufrió muchos daños; «pudo ocurrir bastante. Las paredes estaba muy calientes pero los coches no se quemaron. Recuerdo que para acceder había que salvar unas escaleras muy empinadas, pero como casi todas las discotecas en aquel tiempo».

Todos aquellos que conocían la discoteca coinciden en que la tragedia pudo ser mucho peor. Ramón Gómez, jefe de Fotografía de El Norte de Castilla, fue uno de los primeros reporteros gráficos en llegar a la zona del incendio: «La discoteca Siete Siete era un lugar donde íbamos habitualmente, porque era un sitio que cerraba tarde, era muy agradable. Cuando llegué, la primera impresión que me dio es que allí había muchas personas atrapadas. Yo conocía la discoteca y existían un montón de escaleras hasta que llegabas al agujero. El nerviosismo era palpable».

El caos, el denso humo que se veía a kilómetros y los vecinos en pijama y cubiertos con mantas son imágenes que no podrá olvidar Gabriel Villamil, también fotógrafo de El Norte de Castilla. Pero en su recuerdo, un instante está grabado en su memoria: la charla que mantuvo con uno de los bomberos que fallecieron en el Siete Siete: «Estaban dudando de si entraban o no. Parecía que el incendio estaba controlado; me acuerdo de que instalaron un ventilador muy grande en la puerta de un garaje para extraer todo el humo. Finalmente decidieron entrar y, desgraciadamente, no salieron».

«Dentro la temperatura era altísima»

Junto a Ramón Gómez y Gabriel Villamil, dos periodistas del diario decano de la prensa española acudieron esa noche a la avenida de Santa Teresa para realizar la cobertura del incendio. Fernando Bravo, redactor jefe de Valladolid en aquel tiempo, recibió la primera llamada a las siete de la madrugada: «Cuando conseguí llegar, vi un humo muy denso, que salía por la puerta del local, y mucha gente por allí, bomberos, policías, vecinos…». No puede evitar, igual que Gabriel Villamil, rememorar a aquellos dos bomberos con los que charlaron minutos antes de que fallecieran en el interior de la discoteca: «Cuando entraron creo que no había nadie dentro, había mucho humo, eso sí. Y una temperatura altísima. Tenían botellas de oxígeno y trajes autónomos y se ayudaban de una cuerda. Les vería como se afanaban para intentar abrir una puerta posterior para que saliera el humo».

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Rafael BarcaHerido en el incendio

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Me encuentro ahora muy bien, me estoy preparando oposiciones de auxiliar de Enfermería y hago la misma vida de antes»

Horas más tarde, la sala de recepciones del Ayuntamiento de Valladolid albergó la capilla ardiente con los cuerpos de los dos bomberos fallecidos. «Lo que me quedó grabado fue ver las escaleras del Consistorio, donde los bomberos lloraban mientras trasladaban los féretros de sus compañeros», relata Antonio Corbillón, también periodista de El Norte de Castilla. Aunque para Corbillón, también fue «durísimo» entrevistar a las víctimas y a los vecinos, que «como después vimos pasarían lo suyo muchos años después». Una de esas víctimas fue Rafael Barca, uno de los clientes que se encontraba aquella noche en la discoteca y que sufrió quemaduras en el 54% de su cuerpo. «Era necesario contar su historia –explica Corbillón– para que nadie se olvide de ellos».

Veinte años después, Barca encara la vida con optimismo dejando atrás la interminable terapia, los dolorosos tratamientos y las marcas que el incendio tatuó en su piel. «Me encuentro ahora muy bien, me estoy preparando oposiciones de auxiliar de Enfermería y hago la misma vida de antes», relata, y explica con entusiasmo y un punto de orgullo que trabaja en la Cruz Roja desde hace más de doce años, «y estoy feliz por poder ayudar a otras personas». A pesar del recuerdo de esa noche, Rafael Barca no ha dejado de sonreír: «Salgo todos los sábados con mis amigos, voy a la discoteca y hago la misma vida que hacía antes»


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Mitos y leyendas del Gran Incendio de Chicago

El Gran Incendio de Chicago fue uno de los desastres más devastadores del S.XIX. Sus orígenes resultan un tanto confusos y existen varias versiones de la historia. Pero todos coinciden en que el incendio que dejó a 100.000 personas sin hogar cambió la ciudad radicalmente. Para bien.

Octubre de 1871 es una fecha grabada a fuego en la historia de la ciudad de Chicago. El día 8 de ese mes comenzaba un incendio que se extendería sin control durante tres días. En toda visita turística se habla de este gran desastre que salpicó a Estados Unidos en el S.XIX, ¿pero cómo se originó el incendio? Si preguntas a un chicagüense, la respuesta siempre será más o menos la misma: "Se dice que fue culpa de la vaca de la señora O'Leary, pero seguramente no sea verdad".

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Mapa de los barrios afectados por el incendio

Por aquellos tiempos existía un cierto odio a los inmigrantes irlandeses y fue fácil culpar a la familia O'Leary. El incendio habría comenzado cuando una de las vacas de su granja dio una patada a un farol y prendió fuego. La sequía que se vivía por la ciudad en ese momento ayudó a que el fuego se propagara rápidamente. El hecho de que los bomberos fueran enviados hacia una dirección errónea permitió que las llamas se empezaran a expandir entre casa y casa.

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Ilustración sobre el incendio de Chicago

En el S.XIX la mayoría de las viviendas estaban hechas de madera. Y otro factor que ayudó a propagar las llamas: los bomberos que acudieron a apagar el incendio estaban exhaustos tras haber pasado varios días luchando contra otros fuegos menores. Todos pensaban que el Chicago River, río que divide la ciudad, haría de cortafuegos, pero desafortunadamente no fue así.

Sus aguas estaban repletas de basura y ganado muerto, lo cual permitió que las llamas saltaran fácilmente de un lado a otro. El fuego no dio tregua hasta el tercer día, momento en el que comenzó a llover y ayudó a que el incendio se extinguiera.

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Memorial del Gran Incendio de Chicago

¿El resultado? 100.000 personas se quedaron sin sus viviendas y se encontraron cien cuerpos sin vida, pero se dice que llegó a ver 300 víctimas en total (la mayoría de los cuerpos resultaron calcinados).

Mucho se ha hablado de los orígenes del fuego durante el último siglo y la ciudad de Chicago no exoneró a la señora O'Leary hasta el año 1997, cuando la familia irlandesa y su vaca fueron exculpados.

Otras teorías apuntan a que un grupo que jugaba al póker en una granja lo inició al golpear un farol sin querer. Otra idea, propagada en el año 1882 y rescatada más recientemente, es que el incendio fue provocado por el impacto de varios fragmentos del cometa Biela.

Pocas semanas después del incendio las estructuras de madera quedaron apartadas y dieron paso a viviendas más seguras. Las mejores mentes del mundo se encargaron de reconstruir una ciudad más planificada con todo tipo de medidas de seguridad para evitar futuros desastres similares. El Palmer House Hotel fue uno de los edificios afectados por el incendio. Tan solo 13 días después de haber sido inaugurado, fue víctima de las llamas. Su constructor consiguió el mayor préstamo hasta la fecha para volver a construirlo. Hoy en día, el Palmer House es considerado el hotel más antiguo de Chicago y el más longevo de Estados Unidos. En la actualidad pertenece a la famosa cadena Hilton y es anunciado como "El primer hotel a prueba de incendios".

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Recepción acctual del Palmer House Hotel

Uno de los primeros materiales utilizados en las construcciones fue el metal, predominante en el Home Insurance Building, edificado en el año 1884 y considerado el primer rascacielos del mundo, con 42 metros de alto y diez plantas. En este momento comenzó la conocida "Escuela de Chicago", de la que salieron los edificios más altos de la ciudad: el John Hancock Center y la Torre Sears (ofrecen las mejores vistas de la ciudad). Otros rascacielos mundialmente conocidos, como la Torres Petronas en Kuala Lumpur, copiaron técnicas de la Escuela de Chicago.

En el año 1956, la Academia de Bomberos de Chicago fue construida justo en el lugar en el que se hallaba la granja de los O'Leary, todo un símbolo de la ciudad.

Uno de los grandes desastres en la historia de Estados Unidos durante el S.XIX sirvió para algo positivo: cambiar la planificación urbanística de la ciudad. Grandes urbes de Estados Unidos parecen crecer a un ritmo descontrolado y con escasa planificación, como es el caso de Los Ángeles, pero Chicago resurgió de sus cenizas para convertirse en una de las ciudades con mejor planificación del país.

Arquitectos de todo el mundo luchan por ver sus ideas plasmadas en una ciudad que combina, de una manera peculiar, edificios antiguos supervivientes del incendio, con una arquitectura moderna y metalizada

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Torre del Agua de Chicago


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Estos fueron los incendios más devastadores en Lima en el siglo XXI
La muerte heroica de tres bomberos mientras luchaban contra un incendio en El Agustino se suman a las más de 200 por este tipo de tragedias en los últimos 16 años.

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El incendio de Mesa Redonda es la que más muerte causó en las últimas décadas.


El incendio de este martes en una fábrica y un almacén del Minsa en El Agustino, el cual resultó en la muerte de tres bomberos, se una a la lista de este tipo de incidentes ocurridos en el siglo XXI. Estos son los incendios que cobraron vidas humanas en los últimos 16 años.

1 El Banco de la Nación. El 28 de julio del 2000, durante la Marcha de los Cuatro Suyos en contra del régimen de Alberto Fujimori, se incendió el local de este banco en Colmena con Lampa. El hecho, obra de infiltrados del gobierno, causó la muerte de seis personas. Vladimiro Montesinos fue sentenciado a 10 años de prisión por lo ocurrido en el 2009.

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El incendio al Banco de la Nación resultó en una condena para Montesinos tras probarse que fue producto de un sabotaje.

2 Mesa Redonda. El 29 de diciembre de 2001 un artefacto pirotécnico encendido por un vendedor informal desató un incendio en la galería comercial de Mesa Redonda, nuevamente en el Cercado de Lima. El saldo fue de 277 muertos y más de 500 heridos. Pese a ello, el lugar sigue siendo punto de venta de pirotécnicos.

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El incendio de Mesa Redonda, cercano a las épocas de fiestas navideñas, resultó en nuevas medidas para regular la venta de esto productos

3. Utopía. La discoteca Utopía del Jockey Plaza, en Surco, se incendió el 20 de julio de 2002. El hecho acabó con la vida de 29 jóvenes, todos ellos entre 21 y 34 años. Otras 57 personas resultaron heridas. Los familiares siguen buscando justicia hasta el día de hoy.

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Utopía era una de las discotecas más populares de Lima

4. Centro ‘Cristo es Amor’. Un siniestro en este centro de rehabilitación el 28 de enero del 2012 resultó en la muerte de 27 personas. El incidente ocurrió en la cuadra 1 de la avenida Próceres de la Independencia, en San Juan de Lurigancho. El dueño del local fue sentenciado a 18 años de prisión en mayo del 2013

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El incendio resultó en la condena del dueño del local.

5. Cercado de Lima. El 5 de diciembre del 2013 se registró un incendio en el cruce de los jirones Ocoña y Caylloma en el Centro de Lima, afectando a las casas de la zona. Pese a los esfuerzos de los bomberos, hubo dos muertos y más de 20 familias perdieron sus viviendas.

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El incendio dejó dos muertos: una menor de 7 años de edad y un anciano.

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