INCENDIOS CON HISTORIA

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INCENDIO DE LA COMPAÑIA

En medio de la lucha por ingresar, Amelia piensa en las palabras de José Luís y, cambiando de opinión a última hora, se despide de Rosario Leiva que ya ha logrado entrar, a empujones.
-Usted se lo va a perder, mi amiga-, alcanza a escuchar. Pero tanta iluminación y tanta gente le asustan. Y prefiere observar desde la gran puerta, mientras decenas de mujeres y niños colman la explanada frente al templo, en un desesperado intento por lograr un lugar.

Faltando pocos minutos para las siete, el templo ya esta completamente iluminado y lleno de fervorosas familias. Solo falta prender la hermosa media luna de vidrio colmada de parafina y de la cual emergen los quemadores que serán el centro de atención. Junto a la media luna, impresionantes coronas de flores de tela y cera, y detrás, el gigantesco lienzo que representa a la Virgen María, y que se ha terminado de pintar esa misma tarde. Su fuerte olor a aceites y trementina invade el altar mayor.
Es casi imposible intentar avanzar por los pasillos, tratando de no pisar a las mujeres sentadas y apretujadas en medio de un calor sofocante, con los amplios vestidos inflados por las tiesas crinolinas y donde las joyas lanzan sus destellos desde collares y pendientes. Rostros embelesados contemplan el trabajo del encendido de las lámparas y luminarias.
Ya no cabe nadie. ¿Mil, dos mil, tres mil personas? Rosario Leiva, la amiga de Amelia, ha logrado alcanzar hasta el altar de Nuestra Señora del Tránsito, y se apoya en la columna de ladrillos estucados de blanco. Siente la desagradable sensación de estar transpirando, y seca la perlada frente con su pañuelo de encajes mientras sus ojos recorren el impresionante espectáculo. El alto techo está cubierto de largas guirnaldas de flores de papel, que unen el altar mayor con la entrada principal de calle de la Compañía. En cada muro se han instalado lámparas de vidrio que contienen parafina. “¿Serán cien, o más las lámparas encendidas? ¡Que belleza!”. Cada altar ha sido primorosamente arreglado y un par de niñitas de vestido blanco custodian las imágenes. “Deben ser las Hijas de María,… pobrecitas, el calor que deben sentir”.
La esbelta Rosario Leiva siente una inquietud en el pecho. Las grandes lámparas de hierro repletas de velas de cera ya iluminan los pasillos y sus ojos se detienen finalmente en el gran lienzo con la imagen de la Virgen y en la media luna de cristal con mecheros que apenas alcanza a divisar a través de las cabezas cubiertas de mantos y mantillas. Hay un hombre que esta encendiendo el primer mechero. Será mejor rezar un Avemaría y esperar a que comience la ceremonia.
El altar mayor ya tiene encendidas sus casi dos mil velas y el sacristán abre la llave de salida del gas para encender la media luna. Al accionar la llave ésta no responde y prefiere entonces encender el mechero del costado opuesto. Abre la segunda llave y escapa un violento chorro de gas que genera una gran lengua de fuego que se eleva hacia el techo.


-Si comienza a las siete, como dicen, nunca antes de las ocho y media las tendremos de vuelta, José Luis.
Al llegar a la cafetería tengo la grata sorpresa de encontrarme con Manuel Recabarren y Ángel Custodio Gallo, los que están compartiendo la mesa con José Luis.
-¡Vicente Marcoleta! ¡Qué gusto me da verle después de tanto tiempo!- me alcanza a decir Manuel mientras me estrecha en un fuerte abrazo. –Por José Luis he sabido de sus éxitos profesionales, y créame que me alegro profundamente. Y lamento mucho lo ocurrido a la señora Rosario.
Manuel Recabarren, José Luis Claro y Ángel Custodio Gallo se han juntado en la cafetería del Hotel Aubry, a escasos metros del templo. La discusión sobre estas festividades religiosas ha ocupado gran parte de las páginas de la prensa y de los debates del congreso. Los liberales radicales y masones, como Gallo y Recabarren, se han fijado como meta conquistar la libertad de pensamiento y terminar con estas ceremonias que, lo señalan sin temor y con una profunda convicción, solo intentan mostrar el poder que aún ejerce la iglesia.
-¿Alcanzaste a ver el templo por dentro, José Luis?- le pregunta Manuel.
-En verdad, no he pasado por ahí y es más, le pedí a Amelia que no fuera. Aunque es tan porfiada que debe estar ayudándole al monaguillo a encender las velas. ¿Usted alcanzó a ver algo, Vicente?
-Sí, dejé a Rosario y me quedé tan preocupado como usted. Se veía terriblemente iluminado.
-¿Y, usted, Manuel?
-También vi algo, porque llevé a mi hermana y a unas amigas de ella. Y apenas logré dejarlas en un lugar cercano al altar principal, a unos veinte metros más o menos. Y eso que aún faltaba más de una hora para el inicio. Debo reconocer que el espectáculo es impresionante. ¿Y, qué le trae por estos lugares, amigo Ángel Custodio?
Ángel Custodio Gallo hace un leve gesto de modestia, mientras huele la taza de café. Es un hombre delgado, de atractiva figura y rostro fino, enmarcado por una barbilla y bigotes pulcramente recortados. Personaje de gran fortuna tras sus aventuras mineras y el respaldo de su poderosa familia, ha dejado atrás los ejércitos revolucionarios de hace cuatro años, pero mantiene sus ideas y posiciones políticas. Es gran maestro de la masonería porteña y junto a un grupo de amigos intenta establecer una nueva sede en la capital.
-Para eso he venido, Manuel. Para que usted y gente de su calidad instale una filial de la logia en Santiago.
-¿Me permite una consulta, apreciado amigo?– José Luis Claro se siente atraído por la capacidad inagotable de Gallo, por sus éxitos económicos y su mirada romántica y revolucionaria. – Cuénteme por favor de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Valparaíso. Tengo entendido que allí también ha alcanzado los máximos cargos.
Los ojos de Ángel Custodio Gallo brillan.
-¡Ah, mi amigo! Nada, y créame lo que le digo, nada puede comprarse a la asociación de bomberos voluntarios que se fundó hace ya doce años. Es imposible de explicar la sensación maravillosa de ver a tantos jóvenes altruistas, que solo piensan en servir al prójimo, cuando sabemos que esta sociedad es tan terriblemente apática y egoísta. Si tiene un minuto, permítame contarle algunas cosas.
-¡Fuego!
Como impulsados por un resorte, miramos a un muchacho que pasa corriendo.
-¡Fuego! ¡Fuego! ¡Se quema la iglesia!
Sorprendidos y violentamente impactados, salimos a la calle y miramos hacia el poniente. Una gran columna de humo se desprende en esos momentos desde las torres de la iglesia de la Compañía. Sin decirnos una palabra corrimos hacia el lugar.
La apacible ciudad se ha convertido en segundos en un caos de angustia indescriptible. Ángel Custodio Gallo es el primero en llegar hasta la plazoleta y queda inmovilizado por el espanto. Yo corro hacia la masa de mujeres que intenta salir. El Templo de la Compañía de Jesús está envuelto en una gran nube de humo y poderosas columnas de fuego intentan abrirse paso entre los cuerpos de las miles de personas que repletan el recinto. Los gritos de terror se multiplican por mil y en la gigantesca bóveda, convertida en un infierno, comienza a desarrollarse una de las escenas más dantescas que ha vivido la ciudad. Mujeres ardiendo logran salir trepando por sobre los cuerpos que han bloqueado las puertas. Todos tratamos de rescatarlas, policías, esposos, hijos, en medio de una desesperación titánica.
El fuego, que se iniciara en la media luna de vidrio repleta de parafina, había inflamado el lienzo de la Virgen María y luego de prender las coronas y guirnaldas de papel se ha elevado hasta el techo, inflamando las recalentadas flores y adornos que recorren a lo largo la bóveda del templo. No han pasado ni siquiera cinco minutos desde el inicio del incendio, y ya las llamas coronan la cúpula, desde la que surgen intermitentes llamaradas que se elevan por los respiraderos de la construcción. En su avance, el fuego alcanza las lámparas de parafina, que estallan por la temperatura, derramando su líquido ardiendo sobre la masa de asistentes a la ceremonia.
En pocos minutos, un lago de parafina encendida envuelve a los miles de asistentes. Los gritos se oyen a dos cuadras de distancia, provocando una sensación de terror en las calles que rodean la iglesia.
-¡Que traigan los bombines de la artillería!- alcanza a gritar Gallo mientras se arroja a la masa de brazos que pide socorro. Desesperados, y casi al borde de la locura, trepamos por el muro humano y buscamos en ese infierno a nuestras esposas.
José Luis Claro se toma a cabeza con las manos. Las puertas están bloqueadas de cuerpos.
– ¡Amelia, por Dios Santo!– y tomando aire en los pulmones se une a las cuadrillas de rescate que intentan desprender a las aterradas mujeres de la trampa mortal de brazos, piernas, cabezas y de sus propios vestidos armados de alambre. En un momento en que logro mirar hacia el interior quedo aterrorizado. Cuerpos ennegrecidos caminan lentamente, las cabezas ardiendo como antorchas. Desde el cielo cae una lluvia de fuego y maderos encendidos.
-¡Ayúdenme!
El grito lanzado por el representante de la Legación norteamericana, mister Nelson, nos despierta de la pesadilla. Por una brecha entra Henry Meiggs, empapado en agua, para sacar una, dos mujeres. El joven Buenaventura Cádiz logra arrancar de la maraña de brazos a una niñita de escasos años. Los actos de heroísmo y entrega son impresionantes, pero insuficientes. Thomas Braniff, que también ha llegado al lugar, intenta rescatar a las mujeres que corren despavoridas, que abrazan a sus pequeños hijos, que se tapan los rostros quemados para ocultar su dolor.
Manuel Recabarren ha trepado por la muralla de brazos, intentando buscar inútilmente el rostro de su hermana, pero es atrapado por esos mismos brazos que buscan desesperadamente la salvación de una muerte horrorosa. Recabarren logra desprenderse, ayudado por Meiggs. Los gritos de horror aumentan cada vez más, en momentos en que las torres empiezan a botar su carga mortal hacia el interior. Los esfuerzos han permitido rescatar a las tres hermanas Gacitúa, que lloran de angustia. Sus rostros y manos están quemados, ¡pero viven!

José Rafael Echeverría, vecino del templo, no ha descansado un segundo desde que las primeras chispas comenzaron a caer sobre el techo de su casa, situada en la esquina nororiente de la calle de la Bandera y de la Compañía. Un fuerte viento sur lanza millones de chispas sobre la construcción, donde funciona la librería y agencia de El Mercurio, amenazando la manzana que termina en su extremo contrario en el edificio de la Catedral Metropolitana.

-¡José Luis!
Esa voz le desata un vuelco en el corazón. El hombre gira temiendo equivocarse.
-¡Amelia! ¡Por Dios, Amelia, mi amor, temí lo peor! - José Luis la aprieta contra su cuerpo, la estrecha, fuertemente.
-Tenías razón, tenías razón. Por favor, hay que buscar a Rosario Leiva.
-No te muevas de aquí, no te muevas. Trataré de encontrarla
José Luis Claro sabe que eso es imposible, pero igual se une a los grupos que intentamos salvar como sea a esas victimas de una hecatombe. Yo debo encontrar a mi Rosario. Pero debo salir, porque el humo y la temperatura no me dejan respirar. A pocos metros de la puerta principal, veo a un huaso a caballo que arroja su lazo a la masa de mujeres las que se aferran ante esta posible salvación, hasta que el cordel se inflama con las llamas.
-¡A mí! ¡A mí! ¡Sáquenme a mí!
Los más desgarradores lamentos se escuchan en el interior del templo.
En la plaza vagan mujeres y niños ausentes, de ropas hechas jirones y rostros y manos inflamados. Una manta, un poncho solidario cubren su dolor. Es la muerte aniquilando a las víctimas frente a los ojos de sus parientes y amigos, que impotentes las ven morir. Busco entre esos fantasmas a mi Rosario, sintiendo el corazón apretado por la angustia.
El fuego se desliza, líquido, por debajo de aquellas que aún se encuentran en el interior y las envuelve en una mortaja naranja y caliente. Finalmente, y como una apoteosis a la agonía, se derrumba la cúpula central y el campanario.
La plaza se llena de tierra y humo.
Unos escasos suspiros de dolor.
Un llanto quieto.
Son las ocho y cuarto de la noche. Una hora de pesadilla ha terminado.
Silencio total.

Los que hemos presenciado este horroroso drama nos quedamos inmóviles, como un parque fantasmagórico de estatuas llorosas contemplado el gran horno en el que han sido sacrificadas tantas vidas. Los muros de piedra y ladrillos, enrojecidos, iluminan desde el interior del templo convertido en un infierno. Bascuñan Guerrero, intendente de Santiago, cierra los ojos pensando que, por fin, su hermana ha dejado de sufrir. A su lado, el presidente de la república José Joaquín Pérez, los ministros, funcionarios y oficiales del ejército, contemplan estremecidos la escena.
Manuel Recabarren abraza a José Luis y llora desconsoladamente. Yo estoy petrificado, preso del dolor más intenso que jamás he sentido. Meiggs pasa a nuestro lado.
-Thousands, Thousands - Ennegrecido y agotado, trata de describir a un periodista de El Ferrocarril la magnitud del drama y la cantidad de muertos. La plaza es un remolino de angustiados seres preguntando por sus parientes, tratando de reconocer a sus deudos en las hileras de cuerpos semiquemados que las patrullas van alineando en la calle de la Bandera. A lo largo de las cuadras que rodean al templo, manos caritativas, policías, y soldados, van depositando los cuerpos mutilados.
Más allá, el Comandante Chacón ayuda a depositar a las víctimas en los carretones de la policía para trasladarlos hacia el hospital San Vicente, o simplemente a su cuartel. Luego se despide de nosotros y se retira para coordinar la macabra tarea de reconocimiento.


1863. 9 de Diciembre.
La madrugada.

He pasado toda la noche buscando a Rosario entre los heridos, intentando adivinar su rostro entre los cuerpos quemados. Es un terror imposible de describir.
Pero, nada.
A la una de la madrugada, en la plazoleta de la Compañía reina un mudo silencio. Sólo el ruido de los pasos de las patrullas de soldados o algunas personas que, como yo, deambulan aún impactadas por el martirio de tanta gente. Guillermo Matta ha vuelto al sitio luego de descansar un rato de la agotadora tarea de rescate. Los tizones aún arden y chisporrotean sobre cientos de cadáveres destruidos, semidesnudos, horriblemente mutilados. Las grandes puertas han sido despejadas poco a poco. Y lo veo, como un sonámbulo, ingresar al templo aun tibio. Entro junto a él.
Un grupo de mujeres arrodilladas aún mantiene sus brazos alzados pidiendo la salvación. Son estatuas muertas. Hacia las naves laterales, protegidas por los arcos de ladrillo, hileras de mujeres que habían huido de la cascada de fuego están apretadas contra el muro aún caliente. Madres con sus pequeñas hijas en brazos, cuerpos desgarrados, terriblemente quemados pero que se han mantenido en pie.
Matta sigue avanzando hasta el sector del presbiterio. Allí la escena es aún más terrible. Si lo que ha visto le semeja una larga procesión de estatuas, aquí el drama se hace evidente. Ese lugar era la salvación, pero el deseo de escapar ha hacinado cientos de cuerpos que lucharon por sobrevivir, y las expresiones del terror y de angustia aún se conservan en sus rostros grises. La luz de la luna marca aún más esas facciones, iluminadas a veces por los resplandores naranjas de los tizones que aún arden.
Me estremezco al descubrir el cuerpo de una mujer joven que está apoyada en una de las columnas, seguramente muerta por asfixia. Ha quedado inmovilizada, con la frente inclinada. Me acercó con temor y giro a su alrededor para ver si es el rostro que busco.
No me atrevo a mirarla, pero finalmente lo hago.
Es mi Rosario.
Está blanca como el mármol, con su pelo y vestido orlado de cenizas. Está quieta, sin miedo en su rostro.
Con los ojos nublados busco a Matta. Intento llamarlo, gritarle, pero no me sale la voz. Miro a Rosario, pero no me atrevo a tocarla. Me da miedo que se deshaga en cenizas. Está tan bella. No hay sufrimiento en su rostro, con los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo.
Decido quedarme a su lado para que nadie la toque.

Con las primeras luces del alba empezaron las cuadrillas a retirar los cadáveres. Manuel Chacón me volvió a la realidad.
-Salga de este lugar, Vicente- me dijo con una cálida voz. –Nosotros nos encargaremos de la señora Rosario. Ya nada tiene que hacer usted aquí.
Me apoyé en él y lloré desconsoladamente. Estaba viviendo una pesadilla que no terminaba jamás. ¿Qué decirle a Isidora? Me moví como un sonámbulo entre los grupos de soldados y policías, mientras veía a distintas personas identificando a sus muertos; pero no escuchaba ruidos ni llantos. Solo un silencio asfixiante.

Mientras los cadáveres eran retirados en los carretones de la policía, me hundí en el dolor.



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Incendio del Templo de la Compañía


1863. 8 de diciembre.
-No vayas, Amelia. Va a haber un gentío espantoso, y me han dicho que el templo va a estar lleno de guirnaldas y coronas de papel junto a no sé cuantas miles de lámparas de parafina.
Habíamos sido invitados a almorzar a casa de los Claro Solar. Era el 8 de diciembre, día en que terminaba el mes de María, y la atención estaba puesta en la liturgia que esa tarde se oficiaría en el refaccionado templo de la Compañía de Jesús.
-Dicen que va a oficiar el presbítero Alejo Eyzaguirre- Rosario inicia la conversación, como alentando la asistencia al acto.
Al parecer, José Luís y Amelia ya habían discutido el tema.
-Usted siempre poniéndome problemas, José Luís. Quedamos de juntarnos a las 5 en casa de la Rosarito Lavín de Rosende…
-¿La señora que toca el piano?
-Y muy bien que lo hace. Y no me interrumpa, José Luís. Le decía que vamos a juntarnos a las cinco en su casa y después nos vamos al templo. Si usted se ha puesto tan ateo que no va a misa, no me obligue a mí a seguir sus malas costumbres.
José Luís me mira, derrotado, ya que sabe que no puede luchar contra ella. La ama, y sabe que es preferible sonreír, decirle una palabras galantes, y todo habrá terminado.
-No me había fijado en ese hermoso vestido que lleva, Amelia.
Amelia lo mide con la mirada, conociendo sus trucos, pero tampoco tiene interés en la discusión.
-¿En verdad le gusta?
-Precioso, querida.- José Luís se acerca a Amelia, le toma las manos y la mira por unos instantes.
-¿Qué pasa, José Luís?
-Estoy preocupado.
-¿Se siente mal?
-Me tiene inquieto esa ceremonia. Anoche tuvieron un principio de incendio que, por suerte, no generó una tragedia. Pero ahora, con las miles de personas, el calor de la tarde… no sé. Más que preocupado, es angustia la que siento, y preferiría que usted no fuera, que se quedara rezando acá, o que se juntara con su amiga. Es solo eso, Amelia.
-¿Usted no va a asistir a la misa, Rosario?- le preguntó a mi señora.
-Convencí a Vicente que me dejara ir. Isidora se quedará en casa con la doméstica y Vicente se tomará la tarde libre.
Amelia le aprieta las manos a José Luís, lo mira con sus profundos ojos y le da un ligero beso.
-Gracias, José Luís. Le prometo que me voy a cuidar.

Ese martes el tema de conversación era, precisamente, el cierre del “mes de María” y las ceremonias que había programado el padre Ugarte, a cargo de la iglesia, para responder a la creciente ola opositora contra estas ceremonias religiosas. Nadie discutía en Santiago que el ambiente político estaba provocando serios problemas entre la iglesia y los distintos pensamientos laicos que pugnaban por dominar a la sociedad. Si los liberales se habían declarado en abierta rebeldía contra el poder eclesiástico, los nuevos radicales, esos ateos rojos sin Dios ni ley como ya se les identificaba, se volvían extremadamente peligrosos. Y esa era la razón por la que el padre Ugarte se había empecinado en hacer de este 8 de diciembre una fiesta religiosa inolvidable.

A las tres de la tarde nos retiramos de casa de los Claro Solar y, al pasar cerca de la plazoleta de la Compañía de Jesús ya se apreciaba una gran cantidad de señoras y familias completas que se preparaban para ingresar al templo, llevando los choapinos enrollados, único asiento para las mujeres que asistirían a la ceremonia. La ansiedad por ingresar era notoria; lo más importante era lograr una buena ubicación en el estrecho templo, estar lo más cerca del púlpito donde, según aseguraban, iba a predicar el mismísimo obispo Eyzaguirre.
Pudimos observar a las damas que comenzaban a ingresar al templo, luciendo hermosos vestidos negros, o con los últimos avances de la moda. Crinolinas de suave textura, los polizones y armados de alambre de las faldas, y las fajas francesas o inglesas, acentuaban el donaire y enclaustraban las cinturas de las cientos de damas y jovencitas que entraban en una procesión espontánea.
Nos detuvimos un instante para disfrutar el espectáculo, pero después de unos momentos preferimos regresar a casa.
-Noté muy angustiado a José Luís.
-Razón tiene, querida Rosario. Estoy de acuerdo con sus temores. Piense que algo sé de arquitectura, y el edificio de ese templo no da ninguna garantía con todos los arreglos que le han hecho. Si ocurre una tragedia, que Dios no quiera, la estructura no lo resistiría. Vamos a casa, para que se arregle para ir a su misa y a las seis voy a salir por un momento. Tal como usted lo sabe, José Luís me pidió que lo acompañara mientras Amelia va al templo de la Compañía.


La aristocracia de la palabra orgullosa y el silencioso caminar de la servidumbre, mujeres y niños de todas las clases, va tomando ubicación en las distintas divisiones internas del templo, mientras las miradas se van deteniendo en cada maravilloso arreglo que lo adorna. Cientos de guirnaldas de flores, fabricadas primorosamente en papel, tela y cera, recorren la imponente techumbre, juntándose en la cúpula central, como dedos de amor que ascienden a lo alto. A la izquierda, cerca de la sacristía y del lugar que ocupa el altar mayor, destaca el pequeño altar dedicado al Señor Crucificado, expresión del dolor humano y divino. A la derecha, donde la nave remata con la Capilla de San Ignacio, las mujeres comienzan a llenar los espacios, a extender sus pequeñas alfombras, a instalar a los niños y a las criadas, para que se embelesen de tanta belleza mística. Y las que van llegando después ocupan, a la izquierda, los altares de San Francisco de Paula, de Santa María Magdalena y de nuestra Señora del Tránsito.
Doña Candelaria Oróstica de Martínez se coloca con su familia en el Altar del Arcángel San Rafael, a la derecha del pasillo central. Y junto con ella, una a una, lo hacen sus hijas Carmen y Juana Martínez, mientras la pequeña Jesús se acomoda en su amplia falda. Casi sofocada, llega Mariana Silva de Oliva, que le saluda con una sonrisa. La joven Enriqueta, su hija, con hermosos dieciséis años, va primorosamente vestida.
-Pertenece a las Hijas de María- comenta dona Candelaria a sus hijas.
La familia Oliva llega engalanada. Si hasta su hijo Juan de Dios Segundo, un muchacho de solo 10 años, luce ropas de fiesta.
-¡Mire, mamá! Es Doña Concepción Lucero, y viene con mi amiga Natalia Orrego. Llámelas, por favor.

Dejé a Rosario en la puerta principal del templo y me despedí con cierta angustia.
-Se la contagió José Luís- me dice sonriente.
-No sé, Rosario. No me siento tranquilo con tanta temperatura y esas guirnaldas de papeles colgando. Si no se siente bien, vuelva a casa. ¿Me lo promete?
-Se lo prometo. Y si me lo permite, quiero decirle que le amo profundamente.
Sus ojos brillaban intensamente, dando a su rostro una vida que me encogió el alma.
-Yo la adoro, Rosario. Es por eso que le pido que se cuide.
Me alejé mirándola ingresar. Antes de entrar giró hacia mí, me hizo una leve reverencia y se despidió saludando con su mano en alto.


Lentamente, como preparándose para la gran función, se va llenando el reducido espacio, y la admiración por el decorado se mezcla con los saludos, las risas de los niños y las conversaciones de las señoras mientras las sirvientas vigilan que los pequeños no vayan a destrozar los bellos arreglos florales. En un rincón, las mujeres del pueblo se confunden con las familias más importantes. María Ortiz, la cocinera de 40 años que trabaja en casa de los Luco; y las dos sirvientas Juana Muñoz, que siempre se han reído por la similitud de sus nombres, se sientan juntas al lado del altar de San Francisco Javier, dejando tímidamente las mejores ubicaciones a las señoras y sus familias. Y aprovechan de conversar la Juana de 14, con la Juana de 25.
Son las seis de la tarde y casi dos mil personas repletan el templo, que comienza a iluminarse, tarea que va a requerir un complejo trabajo ya que son mas de siete mil las lámparas y velas que deben encenderse antes que comience el oficio. Tanto esplendor comienza a sofocar el ambiente, pero a medida que se prenden las luminarias, la sensación de magnificencia es cada vez mayor. Ya nada importa, ni los saludos ni las conversaciones. La masa humana que aún intenta presionar en las puertas para ingresar, observaba atónita tanta belleza. Un lugar destacado ocupa la atractiva hermana del Intendente de Santiago, doña Mercedes Bascuñan Guerrero; más allá, las hermosas hijas de Joaquín Munita. La magia de la luz mantiene los rostros inmovilizados, contemplativos.

Mientras me alejaba, una gran cantidad de señoras apresuraba el paso para no quedar fuera, y quedé impresionado por la fuerza de esas damas que, a empujones, intentaban ingresar. Seguí mi camino hacia el café donde me estaría esperando José Luís. Alcanzo a divisar a la hermosa Amelia que, junto a una amiga, llegan hasta la puerta poniente del frontis.




(CONTINUA EN EL POST SIGUIENTE)
 

Milobombero

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Interrumpo para agradecer la difusión de este material, supongo que es del libro Fuego, de Marquez Allison.

Desgarradora historia a cargo de un grande de las letras.

PD: Lastima que en Chile los libros sean tan caros. Derogemos el IVA al libro.
 

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INCENDIO DEL TEATRO MUNICIPAL DE SANTIAGO

En el año 1870 hubo once incendios menores y el trágico siniestro del
Teatro Municipal en que murió el primer mártir del Cuerpo.
Los Santiaguinos habían manifestado siempre una gran afición a los
espectáculos teatrales. En la colonia se improvisaban representaciones de
autos sacramentales y sainetes con motivo de cualquier solemnidad pero
nunca se dedicó en forma permanente un local apropiado a estas
actividades. Don Ambrosio O’Higgins autorizó el establecimiento de una
casa para comedias. Don Bernardo O’Higgins ordenó construir un teatro
en la calle de las Ramadas (hoy Esmeralda) que alcanzó a funcionar
algunos meses. Las representaciones públicas se continuaron efectuando
en locales facilitados por la Municipalidad hasta que bajo el Gobierno de
don Manuel Montt se construyó el Teatro Municipal, inaugurado en 1857,
cuyo costo alcanzó a $600.000.-
El año 1864, apenas organizado el Cuerpo de Bomberos, las autoridades
municipales solicitaron que los bomberos hicieran guardia en el teatro
todas las noches en que hubiera función.
Estas Guardias de Teatro evitaron más de una vez catástrofes como la de
la Iglesia de la Compañía ya que el edificio no tenía elementos de defensa
contra el fuego. El primero de Enero de 1868 la guardia de la Segunda
Compañía extinguió un principio de incendio durante la función de Año
Nuevo. Uno de los voluntarios resultó con quemaduras en ambas manos
pero no se produjo pánico entre los espectadores.
El 8 de Diciembre de 1870, a las once de la noche, terminó la función.
Había cantado Carlota Patti y el público que repletaba todas las
aposentadurías se retiró después de aplaudirla muy largamente. La
guardia de bomberos desde sus estratégicas ubicaciones también
aplaudieron y se fueron.
Una hora más tarde la Campana de Alarma llamaba a todos los
voluntarios de la ciudad a acudir al Teatro Municipal. También acudió el
vecindario temeroso de que se repitiera otra gran tragedia como la ocurrida
siete años justos antes.
Las llamas se apoderaron primero del escenario, lugar en que se produjo
un escape de gas y luego subieron a la techumbre. Fue imposible detener
el fuego que hizo presa de toda la sala del lujoso coliseo.
Así relata don Ruperto Marchant este incendio en sus memorias: “La
Primera escalonada en la calle de San Antonio introdujo sus mangueras,
primero por los altos de la boletería y luego por la puerta principal.
Llegamos con los pitones hasta la misma sala de espectáculos sin
arredrarnos por los tizones y pedazos de cornisas que se desprendían con
fragor. Era un anfiteatro de fuego”.
La gran sala se había convertido en un gran anfiteatro de fuego según las
palabras de Marchant y eran las palabras de un bombero que en cinco
años registró una constante asistencia a incendios. Su hoja de vida,
mientras fue pitonero primerino, es la siguiente y está firmada por don
Samuel Izquierdo:
En cinco años asistió a 170 actos y faltó sólo a 6.- Desempeñó los cargos
de Tesorero, Ayudante y Secretario, etc.
Agrega Marchant que su trabajo de bombero se prolongó hasta el día
siguiente y contrajo una súbita enfermedad pulmonar tan grave que el
doctor Valentín Saldías lo desahució dándole no más de tres días de vida.
No me muero le contestó, soy joven, quiero vivir y servir, y en sus
Memorias escribe: “Cuando muchos años después era el doctor el que se
iba lo ayudé a bien morir”.
El día 9 de Diciembre mientras el Cuerpo de Bomberos seguía trabajando
entre los escombros humeantes del Teatro Municipal aparecieron los
restos calcinados de Santos Quintanilla, empleado del Teatro.
Afanosamente se removían los escombros en busca de Germán Tenderini,
Teniente de la Compañía Salvadores y Guardia de Propiedad. No se tenía
aún la certeza de su muerte pero se sabía que junto a Quintanilla y a su
compañero Arturo Villarroel habían entrado al comienzo del incendio a
tratar de cortar las cañerías del gas.
Villarroel narró así sus peripecias: “Nos encontrábamos cerca del teatro
con varios bomberos y Quintanilla, cuando sentimos las primeras alarmas
del policial que anunciaba el incendio. Nos dirigimos precipitadamente al
teatro, y llegamos con Tenderini al proscenio donde se nos juntó
Quintanilla. Los demás voluntarios se habían ido a sus respectivos
cuarteles a buscar las bombas.
Quintanilla me proveyó de un trozo de madera, indicándome que debía
comprimir los cañones de plomo que él me señalara, a fin de cortar la
comunicación del gas.
Tenderini se dirigió mientras tanto a preparar el juego de agua que había
en el fondo del proscenio.
Subimos por varias partes de la tramoya, seguidos por Tenderini,
interrumpiendo cañones y desenvolviendo o cortando los cordeles que
sostenían los telones para arrojarlos al suelo. Tratábamos de llegar a un
punto en que Quintanilla manifestaba la mayor confianza de poder cortar
el fuego antes de que tomara mayor cuerpo. Al olor que producía el
incendio me sentí con la garganta oprimida, desvanecida la cabeza y un
zumbido en los oídos. Mis compañeros debieron sentirse tan sofocados
como yo por el humo y el olor de las sustancias que ardían. Vagamos
algunos instantes sin dirección fija porque el aire ya nos faltaba. Desde
entonces no sé lo que pasó. Conservo un recuerdo vago de que al
levantarme me he estrellado contra algún objeto, de que volviendo a caer,
he rodado en una escala. Cayendo y levantando he llegado a la calle y sólo
en la Plazuela he venido a sentirme restablecido. Tenderini era el primero
en que se habían hecho notar los efectos del humo y de la opresión del
pecho. Se sentía desfallecido y le grité como amigo ¡Viva la Italia,
Tenderini!.- ¡Viva la República! me contestó saludando con entusiasmo la
reciente emancipación de su patria”.
El voluntario que hace esta relación, Arturo Villarroel, fue llamado durante
la Guerra del Pacífico “El General Dinamita” por su habilidad y valor para
desconectar las minas de las fortificaciones peruanas.
El diario El Ferrocarril dice que cuando concluyó la función al caer el telón
de boca y como consecuencia de que tenía un fuerte contrapeso en los
extremos, rompió el cañón matriz del gas. Naturalmente luego se sintió
olor y el empleado Vásquez, guardia del teatro, encendió una linterna cuya
llama provocó la inflamación del gas. Las llamas lo alcanzaron y también
a los señores Prieto y Curti que lo acompañaban. Se libraron con algunas
quemaduras en las manos y en el rostro.

http://www.cbs.cl/documentos/Historia_CBS_Gutierrez.pdf
 

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.INCENDIO DE LA CINETECA NACIONAL. MEXICO (1982)


A 30 años del siniestro en la Cineteca Nacional, se recuerda la manera en la que las llamas consumieron el archivo fílmico y documental por más de 16 horas. Se habla de 6 mil películas perdidas


Fernando y sus amigos Roberto, Sergio y Felipe, asistieron a la Cineteca Nacional el 24 de marzo de 1982 para ver la película que se proyectaría en el Salón Rojo del complejo que se ubicaba en Tlalpan y Churubusco. En la Sala Fernando de Fuentes, la más grande de la Cineteca, se proyectaba La tierra de la gran promesa , del polaco Andrzej Wajda.

"Yo ya la había visto, y por eso convencí a mis cuates de que mejor entráramos al Salón Rojo a ver otra película, cuyo título recordé durante muchos años, pero ya no", recuerda el ahora periodista Fernando Figueroa. Fernando cuenta que mientras subían las escaleras rumbo al Salón Rojo para ver la película, les notificaron que "por fallas técnicas"se cancelaba la función, y que podían recuperar el dinero en la taquilla. Pero la función en la Fernando de Fuentes, en donde minutos después se generaría una explosión, continuaba y aún no habían sacado a la gente.

A la salida, el grupo de amigos divisó un camión de bomberos estacionado en las inmediaciones de la Cineteca, pero no lo relacionó con la cancelación de la película. A las 18:45, según los testigos presenciales, una lengüetada de fuego salió de la pantalla de la sala Fernando de Fuentes, al tratar de salir muchos fueron pisoteados, el fuego se propagó hacia las bóvedas que resguardaban las cintas de nitrato de celuosa, y de inmediato se producirían varias explosiones. Las llamas, que duraron más de 16 horas, consumieron el archivo fílmico y documental que resguardaba la institución.
A tres décadas del siniestro, el número de víctimas y los títulos de las películas que se perdieron siguen siendo un misterio. Se habla de seis mil películas, pero hacer un inventario de los títulos es imposible, ya que los documentos en que se tenía el registro de los archivos se redujeron a cenizas. "Se perdió el archivo más grande que había entonces de películas mexicanas", dice en entrevista el crítico de cine Gustavo García.

Entre otros, los negativos de las películas de Juan Orol, de Manuel Álvarez Bravo, dibujos que Serguéi Eisenstein realizó en México, material de archivo como dictámenes de censura, guiones, aparatos, cámaras, así como ediciones completas de revistas mexicanas y extranjeras.
En las instalaciones de la Cineteca, que había sido inaugurada en 1974, durante el mandato de Luis Echeverría Álvarez, se encontraba también material fílmico del archivo del ex
presidente Plutarco Elías Calles, de la Guerra Cristera. Las pérdidas materiales se cuantificaron en decenas de millones de viejos pesos, pero lo aberrante, dice García, es que nunca se supo a ciencia cierta cuántas vidas se perdieron.
"Hay varias versiones acerca del desalojo de la Sala Fernando de Fuentes: desde que fue un éxito y que no murió ningún espectador, hasta que hubo muchos quemados o aplastados por la estampida humana. No sé cuál sea la verdad, pero de lo que estoy seguro es que se tardaron demasiado en evacuar esa sala", considera Fernando Figueroa. "Sí había un camión de bomberos en Churubusco cuando mis amigos y yo salimos de ahí, eso significa que los focos rojos se habían encendido 15, 20 o 30 minutos antes, tiempo suficiente para cambiar el curso de la historia ", afirma.

EL UNIVERSAL, cuya portada del día siguiente del incendio, el 25 de marzo, reproducía a ocho columnas una imagen de las instalaciones de la Cineteca en llamas, reportaba cinco muertos, tres desaparecidos, y más de 50 lesionados, entre ellos cinco niños.
Días después, el número oscilaba entre siete y 20 muertos y 30 desaparecidos; una semana después, la cifra descendió a tres muertos: el jefe de bomberos, Venustiano González Nieto, quien fue sepultado con honores; Taide Gómez Cuevas, trabajadora de la Cineteca, y José Mercedes Castillo Cervantes.
Nuevas hipótesis sobre el incendio
Sobre las causas del siniestro existen diversas versiones, desde las especulaciones en torno a un intento de asesinato de Margarita López Portillo, hermana del entonces presidente, hasta un posible corto circuito en la sala de revelado. 30 años después, el historiador y crítico de cine Jorge Ayala Blanco pone el dedo en la llaga y señala a un único responsable: Fernando del Moral, entonces coordinador de la Cineteca Nacional.

En el documental, Los rollos pérdidos, de Gibrán Bazán, recientemente puesto en exhibición, Ayala Blanco asegura que Fernando del Moral, acostumbraba esconder en un clóset de madera, que se ubicaba detrás de las sala Fernando de Fuentes, las cintas más valiosas e importantes para ser el primero en verlas.
En entrevista , el historiador asegura que sus declaraciones se apoyan en el testimonio verbal que hace 20 años, en 1992, cuando se cumplieron los 10 años del siniestro, le hizo Francisco Marín, quien era el subdirector de cinematografía de la Cineteca cuando ocurrió el incendio. ¿Qué había detrás de la pantalla?, se pregunta Ayala Blanco: "Según el doctor Marín, había un gigantesco clóset en el que se había guardado material de nitrato de una forma absolutamente irresponsable. Del Moral personalmente había guardado un cargamento de materiales valiosos, desde el punto de vista de la investigación ", responde.

El lote de cintas de nitrato, explica, provenían de Guanajuato, habían sido movidas, lo cual los hace altamente flamables, y en el lugar donde los guardaron no había aire acondicionado.
"Era el ambiente propicio para que ocurriera un estallido", dice. Gustavo García, no comparte la hipótesis de Ayala Blanco, el crítico de cine comenta que el incendio se atribuye al motor que subía por la cortina de la pantalla de la sala Fernando de Fuentes: "Fue la falta de mantenimiento, tanto del motor de la pantalla, como el de las bóvedas, que estaban totalmente desatendidas. Fallaba el aire acondicionado y los empleados habían llamado la atención de las autoridades sin que les hicieran el menor caso; trabajar en esas bóvedas con esas condiciones era una bomba de tiempo", dice.
Francisco Gaytán, subdirector de Rescate y Restauración de la Filmoteca de la UNAM, cuenta que cuatro días antes del incendio había visitado las bóvedas de la Cineteca y desde entonces el aire acondicionado no funcionaba. "Fui a las bóvedas cuatro días antes, el aire acondicionado estaba descompuesto y se sentía mucho calor.

En el taller revise una película de nitrato, de la que habíamos comprado los derechos de autor, pero no teníamos el material, y le habíamos solicitado a la Cineteca que nos la prestara para hacer una copia.

Me la prestaron, la saqué y se salvó del incendio", cuenta. Aunque mucho del material fílmico que guardaba el inmueble se perdió, una gran parte de las cintas se pudieron recuperar porque había copias en otros lados. "Ahí no estaban los negativos de las películas más importantes de México, ni por su importancia intrínseca ni por su número", dice Francisco Gaytán, quien niega que se se haya perdido una buena parte del patrimonio del cine mexicano. Casi el 95% de los títulos estaban en las bóvedas de los laboratorios Churubusco Azteca, asegura.
Por fortuna, reitera García, muchos productores tenían copias en los estudios Churubusco, en la Filmoteca de la UNAM o en acervos particulares, además, muchos productores no confiaban en la Cineteca e insisitían en guardar su material aun cuando se les deteriorara. Y aunque el siniestro parecía ser ya un caso cerrado, el fantasma del pasado podría hacerse presente en los próximos días, ya que el realizador Gibrán Bazán planea entregar a la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados un documento que propone 10 puntos para reabrir las investigaciones del caso "Cineteca 82".

Fernando y sus amigos Roberto, Sergio y Felipe, asistieron a la Cineteca Nacional el 24 de marzo de 1982 para ver la película que se proyectaría en el Salón Rojo del complejo que se ubicaba en Tlalpan y Churubusco. En la Sala Fernando de Fuentes, la más grande de la Cineteca, se proyectaba La tierra de la gran promesa , del polaco Andrzej Wajda.

"Yo ya la había visto, y por eso convencí a mis cuates de que mejor entráramos al Salón Rojo a ver otra película, cuyo título recordé durante muchos años, pero ya no", recuerda el ahora periodista Fernando Figueroa. Fernando cuenta que mientras subían las escaleras rumbo al Salón Rojo para ver la película, les notificaron que "por fallas técnicas"se cancelaba la función, y que podían recuperar el dinero en la taquilla. Pero la función en la Fernando de Fuentes, en donde minutos después se generaría una explosión, continuaba y aún no habían sacado a la gente.

A la salida, el grupo de amigos divisó un camión de bomberos estacionado en las inmediaciones de la Cineteca, pero no lo relacionó con la cancelación de la película. A las 18:45, según los testigos presenciales, una lengüetada de fuego salió de la pantalla de la sala Fernando de Fuentes, al tratar de salir muchos fueron pisoteados, el fuego se propagó hacia las bóvedas que resguardaban las cintas de nitrato de celuosa, y de inmediato se producirían varias explosiones. Las llamas, que duraron más de 16 horas, consumieron el archivo fílmico y documental que resguardaba la institución.
A tres décadas del siniestro, el número de víctimas y los títulos de las películas que se perdieron siguen siendo un misterio. Se habla de seis mil películas, pero hacer un inventario de los títulos es imposible, ya que los documentos en que se tenía el registro de los archivos se redujeron a cenizas. "Se perdió el archivo más grande que había entonces de películas mexicanas", dice en entrevista el crítico de cine Gustavo García.

Entre otros, los negativos de las películas de Juan Orol, de Manuel Álvarez Bravo, dibujos que Serguéi Eisenstein realizó en México, material de archivo como dictámenes de censura, guiones, aparatos, cámaras, así como ediciones completas de revistas mexicanas y extranjeras.
En las instalaciones de la Cineteca, que había sido inaugurada en 1974, durante el mandato de Luis Echeverría Álvarez, se encontraba también material fílmico del archivo del ex
presidente Plutarco Elías Calles, de la Guerra Cristera. Las pérdidas materiales se cuantificaron en decenas de millones de viejos pesos, pero lo aberrante, dice García, es que nunca se supo a ciencia cierta cuántas vidas se perdieron.
"Hay varias versiones acerca del desalojo de la Sala Fernando de Fuentes: desde que fue un éxito y que no murió ningún espectador, hasta que hubo muchos quemados o aplastados por la estampida humana. No sé cuál sea la verdad, pero de lo que estoy seguro es que se tardaron demasiado en evacuar esa sala", considera Fernando Figueroa. "Sí había un camión de bomberos en Churubusco cuando mis amigos y yo salimos de ahí, eso significa que los focos rojos se habían encendido 15, 20 o 30 minutos antes, tiempo suficiente para cambiar el curso de la historia ", afirma.

EL UNIVERSAL, cuya portada del día siguiente del incendio, el 25 de marzo, reproducía a ocho columnas una imagen de las instalaciones de la Cineteca en llamas, reportaba cinco muertos, tres desaparecidos, y más de 50 lesionados, entre ellos cinco niños.
Días después, el número oscilaba entre siete y 20 muertos y 30 desaparecidos; una semana después, la cifra descendió a tres muertos: el jefe de bomberos, Venustiano González Nieto, quien fue sepultado con honores; Taide Gómez Cuevas, trabajadora de la Cineteca, y José Mercedes Castillo Cervantes.
Nuevas hipótesis sobre el incendio
Sobre las causas del siniestro existen diversas versiones, desde las especulaciones en torno a un intento de asesinato de Margarita López Portillo, hermana del entonces presidente, hasta un posible corto circuito en la sala de revelado. 30 años después, el historiador y crítico de cine Jorge Ayala Blanco pone el dedo en la llaga y señala a un único responsable: Fernando del Moral, entonces coordinador de la Cineteca Nacional.

En el documental, Los rollos pérdidos, de Gibrán Bazán, recientemente puesto en exhibición, Ayala Blanco asegura que Fernando del Moral, acostumbraba esconder en un clóset de madera, que se ubicaba detrás de las sala Fernando de Fuentes, las cintas más valiosas e importantes para ser el primero en verlas.
En entrevista , el historiador asegura que sus declaraciones se apoyan en el testimonio verbal que hace 20 años, en 1992, cuando se cumplieron los 10 años del siniestro, le hizo Francisco Marín, quien era el subdirector de cinematografía de la Cineteca cuando ocurrió el incendio. ¿Qué había detrás de la pantalla?, se pregunta Ayala Blanco: "Según el doctor Marín, había un gigantesco clóset en el que se había guardado material de nitrato de una forma absolutamente irresponsable. Del Moral personalmente había guardado un cargamento de materiales valiosos, desde el punto de vista de la investigación ", responde.

El lote de cintas de nitrato, explica, provenían de Guanajuato, habían sido movidas, lo cual los hace altamente flamables, y en el lugar donde los guardaron no había aire acondicionado.
"Era el ambiente propicio para que ocurriera un estallido", dice. Gustavo García, no comparte la hipótesis de Ayala Blanco, el crítico de cine comenta que el incendio se atribuye al motor que subía por la cortina de la pantalla de la sala Fernando de Fuentes: "Fue la falta de mantenimiento, tanto del motor de la pantalla, como el de las bóvedas, que estaban totalmente desatendidas. Fallaba el aire acondicionado y los empleados habían llamado la atención de las autoridades sin que les hicieran el menor caso; trabajar en esas bóvedas con esas condiciones era una bomba de tiempo", dice.
Francisco Gaytán, subdirector de Rescate y Restauración de la Filmoteca de la UNAM, cuenta que cuatro días antes del incendio había visitado las bóvedas de la Cineteca y desde entonces el aire acondicionado no funcionaba. "Fui a las bóvedas cuatro días antes, el aire acondicionado estaba descompuesto y se sentía mucho calor.

En el taller revise una película de nitrato, de la que habíamos comprado los derechos de autor, pero no teníamos el material, y le habíamos solicitado a la Cineteca que nos la prestara para hacer una copia.

Me la prestaron, la saqué y se salvó del incendio", cuenta. Aunque mucho del material fílmico que guardaba el inmueble se perdió, una gran parte de las cintas se pudieron recuperar porque había copias en otros lados. "Ahí no estaban los negativos de las películas más importantes de México, ni por su importancia intrínseca ni por su número", dice Francisco Gaytán, quien niega que se se haya perdido una buena parte del patrimonio del cine mexicano. Casi el 95% de los títulos estaban en las bóvedas de los laboratorios Churubusco Azteca, asegura.
Por fortuna, reitera García, muchos productores tenían copias en los estudios Churubusco, en la Filmoteca de la UNAM o en acervos particulares, además, muchos productores no confiaban en la Cineteca e insisitían en guardar su material aun cuando se les deteriorara. Y aunque el siniestro parecía ser ya un caso cerrado, el fantasma del pasado podría hacerse presente en los próximos días, ya que el realizador Gibrán Bazán planea entregar a la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados un documento que propone 10 puntos para reabrir las investigaciones del caso "Cineteca 82".
http://www.eluniversal.com.mx/notas/837866.html#1

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Se quemó 99 por ciento del acervo fílmico de ese entonces, asegura Magdalena Acosta
Dos décadas del incendio en la Cineteca; efemérides de un crimen cultural
La tragedia, signo de incompetencia cinematográfica de la administración de López Portillo
Hasta el momento se ignoran las pérdidas totales y humanas, gracias al carpetazo
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
El 24 de marzo de 1982 un incendio destruyó la Cineteca Nacional que se encontraba en Churubusco y Tlalpan. Durante 16 horas las llamas consumieron 99 por ciento del archivo fílmico nacional y extranjero que resguardaba la institución. Veinte años después, las causas del siniestro, el número de víctimas y el título de las películas que se perdieron para siempre se desconocen.
Era miércoles. La sala Fernando de Fuentes exhibía la película La tierra de la gran promesa, del polaco Andrzej Wajda. A las 15:50 de la tarde los bomberos recibieron una llamada de emergencia; a las 18:30 el público fue desalojado y 15 minutos después ocurrió una explosión en una de las bóvedas que guardaba cintas a base de nitrato de celulosa.
La entonces directora de Radio, Televisión y Cinematografía, Margarita López Portillo, hermana del presidente, visitó el lugar unas horas después del incendio y afirmó: "Yo sabía que esto iba a suceder... el archivo histórico del cine mexicano se ha perdido". Acto seguido se deslindó de cualquier responsabilidad diciendo que en varias ocasiones advirtió que la Cineteca, inaugurada en 1974 por Luis Echeverría Alvarez, "era un centro de trabajo edificado sobre una bomba", ya que las salas fueron construidas encima de las cuatro bóvedas. Una de ellas, localizada bajo la sala privada Salvador Toscano almacenaba 2 mil rollos de película a base de nitrato de celulosa.
En las bóvedas había unas 6 mil películas, un tanque de gas y varios contenedores de diesel que se utilizaba para poner en funcionamiento la planta de luz; mientras, en la sala Fernando de Fuentes 700 personas veían la función y 150 más en el Salón Rojo. En ese momento, la Toscano, con un total de 25 butacas, estaba vacía.
Al público asistente hay que sumar los clientes del restaurante Wing's, los usuarios de la biblioteca y quienes estaban en el resto de los espacios que integraban la Cineteca Nacional.
 

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(COMIENZA EN EL POST ANTERIOR ESTA ES LA SEGUNDA PARTE)

Tres versiones, cero certezas
Las versiones oficiales que circularon sobre las causas del incendio y las explosiones que lo acompañaron fueron tres: la Presidencia de la República informó que el siniestro comenzó al estallar una parrilla del Wing's localizado en la misma zona, pero lejos de las salas. La Dirección General de Policía y Tránsito, encabezada por Arturo Durazo Moreno, informó que un corto circuito provocó la explosión de 15 litros de nitrato de plata "empleado para la conservación de las cintas".
Según la tercera versión, una colilla de cigarro fue la que inició el incendio y las llamas alcanzaron los rollos de películas a base de nitrato, altamente flamable. Cuando este material hace combustión es imposible apagarlo con agua, arena o espuma convencional. De acuerdo con especialistas de la actual Cineteca Nacional se puede apagar sólo con una espuma especial que se elabora únicamente en Alemania.
De manera extraoficial se habló de un sabotaje e incluso un atentado con una bomba colocada cerca de las bóvedas. Veinte años después ninguna de las versiones ha podido ser confirmada ciento por ciento debido a la premura con la que actuaron las autoridades en ese momento: primero impidieron el acceso al lugar y en octubre del 82 demolieron las ruinas de la Cineteca, pese al compromiso de la Procuraduría General de la República de no iniciar esos trabajos hasta que se realizara una investigación a fondo.
Tampoco se ha dado a conocer el número exacto de víctimas. El día del incendio la cifra era de siete muertos ?entre ellos cuatro bomberos?, más de 20 desaparecidos y 51 heridos, varios niños incluidos, que fueron trasladados a los hospitales de la zona. Un día después, el número era de entre siete y 20 muertos y 30 desaparecidos; finalmente, menos de una semana después, la cifra descendió a tres muertos: el jefe de bomberos Venustiano González Nieto, quien fue sepultado con honores; Taide Gómez Cuevas, trabajadora de la Cineteca, y José Mercedes Castillo Cervantes, de 51 años. De los heridos, ni una palabra.
En el dictamen oficial publicado en la Memoria de la Cineteca de 1982, del que La Jornada tiene copia, no se menciona la posible causa, ni siquiera la del corto circuito que es la más aceptada, aunque sí establece que el incendio "tuvo su origen en la parte superior de la bodega (que contenía las películas a base de nitrato), o sea en las áreas comprendidas por la sala privada Salvador Toscano y las oficinas cercanas", mientras que el foco de la explosión fue "la bodega que contenía las películas a base de nitrato de celulosa".
El dictamen, presentado ante el Ministerio Público el 13 de abril de 1982 con la firma de los peritos Carlos de Navia Osorio y Juan Aymes Couche, señala además que "en virtud de que la ubicación de esta área era precisamente sobre el techo de la bóveda que almacenaba las películas a base de nitrato de celulosa, el calor que se generó por el incendio se transmitió por conducción a la bóveda indicada sobreviniendo, por esta causa, una gran elevación de temperatura en el interior de la misma". Y finaliza: "En vista de las condiciones de destrucción en la que quedó el inmueble después del incendio y la explosión, no fue posible llegar a mayores determinaciones concluyentes por falta de indicios".
Culminación de ''graves peripecias'': Joskowicz
Para Alfredo Joskowicz, en esas fechas director del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), el incendio de la Cineteca Nacional fue la culminación de una serie de "graves peripecias sufridas por el cine mexicano" durante el gobierno de José López Portillo.
En un documento que preparó para el aniversario número 25 del CCC, celebrado en 2000, el ahora titular del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) narra: "En la tarde del 24 de marzo de 1982 estalló un incendio en la Cineteca Nacional, que, como ya mencioné, estaba a unos 200 metros del CCC. Se dijo que la causa había sido la negligencia de las autoridades al conservar en malas condiciones de almacenamiento una cantidad importante del peligroso material de nitrato que guardaban en sus bóvedas. Se perdió así una parte valiosa de la memoria del cine nacional. La otra, por fortuna, estaba mejor guardada en la Filmoteca de la UNAM (...) el incendio consumió la mayor parte del edificio causando un número de víctimas del que nunca se dio cuenta clara debido a que la policía acordonó el lugar y durante meses no se permitió el acceso a nadie.
"Al transcurrir las semanas siguientes, las ruinas de la Cineteca Nacional empezaron a despedir olores de putrefacción, que eran atenuados mediante un polvo amarillo lanzado de vez en cuando desde un helicóptero.
"La patética imagen de esas ruinas contiguas al Centro, que se volvían verdaderamente siniestras durante la noche, nos acompañó hasta el mes de octubre en que fueron finalmente demolidas a toda prisa, para no dejar elementos que permitieran una posterior investigación porque el 30 de noviembre de 1982 se acababa el sexenio del presidente López Portillo."
De lo perdido, lo recuperado
En los meses posteriores al incendio, Margarita López Portillo puso en marcha el Comité Pro-Reconstrucción de la Cineteca, en el que participaron productores, distribuidores, sindicatos y diversos organismos con la meta de obtener dinero para construir la nueva Cineteca y recuperar el material perdido.
De las ruinas sólo se rescataron algunos carteles, entre ellos varios de películas rusas, fotomontajes de la Epoca de Oro y fotografías de cintas como María Candelaria, protagonizada por Dolores del Río y Pedro Armendáriz. Cuenta la leyenda que la copia de la cinta de Wajda que se proyectaba en la Fernando de Fuentes, prestada por la Filmoteca de la UNAM, se salvó íntegra, y que en cada lugar en la que se exhibe hay conatos de incendio, uno de ellos ocurrió en 1998 en la actual Cineteca sin pasar a mayores, según relatan algunos trabajadores.
La revista Proceso, en su edición del 29 de marzo de 1982, cita al ex cordinador de la Cineteca Nacional, Raúl Ortiz Urquidi, quien afirmó que "se perdieron dibujos de Einsenstein, aparatos, documentos, cámaras; originales de Diego Rivera donados por El Indio Fernández, un programa original de El perro andaluz firmado por Buñuel, y cintas extranjeras que sólo nosotros teníamos (...) entre ellas El llanero solitario y algunas coloreadas a mano, cuadro por cuadro, de principios de siglo".
El semanario agrega que entre 1978 y 1982 ingresaron a la Cineteca "tres lotes de valor desconocido": el material fílmico del archivo del presidente Plutarco Elías Calles, el archivo fílmico Guerra Zacarías y el de la oficina de prensa del presidente Manuel Avila Camacho.
El diario Uno más uno indicó en 1983: "mucho del material destruido eran originales donados o depositados por sus autores o productores. Otros eran copias únicas (o por lo menos las únicas accesibles)", y afirmó que se perdieron copias y negativos de películas nacionales y extranjeras, revistas, libros, guiones, documentos y una buena parte de la fototeca. Sin embargo, los títulos de las películas que se perdieron no se conocen a ciencia cierta porque las llamas también consumieron el catálogo''.
Del material fílmico que guardaba el inmueble sólo pudieron recuperarse las cintas que estaban prestadas o en los estudios Churubusco, de acuerdo con el actual subdirector de Acervos de la Cineteca Nacional, Salvador Alvarez, aunque la Memoria de la Cineteca de 1982 habla de 2 mil rollos "que lograron salvarse".
Con el paso de los años, agregó Alvarez, ha sido posible recuperar las cintas de Buñuel, Gavaldón, Emilio El Indio Fernández, Alejandro Galindo, Arturo Ripstein, Jorge Fons, Julio Bracho e Ismael Rodríguez, entre otros, y sostiene que lo que no se ha podido reintegrar corresponde sólo a material cinematográfico extranjero, cuyas copias están en su lugar de origen y por lo tanto no fueron pérdidas totales.
Esta versión es respaldada por la directora de la Cineteca, Magdalena Acosta Urquidi, y el director de la Filmoteca de la UNAM, Iván Trujillo, quien además es presidente de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF), a la que pertenece la Cineteca desde 1977. Cabe mencionar que la FIAF establece varios criterios en materia de seguridad del acervo que deben respetar sus miembros, pese a los cuales ocurrió el incendio en 1982.
Acosta Urquidi señala que "se quemó 99 por ciento de todo lo que se tenía en ese momento, pero afortunadamente no todo fue pérdida total. De hecho sólo una mínima parte se perdió, gracias a que los negativos estaban en otra parte: en la Filmoteca, Televisa, los Estudios Churubusco; algunas cinetecas del extranjero tenían materiales y dieron algunos a la Cineteca Nacional en años posteriores a la tragedia". Agrega que las que podrían considerarse como pérdidas totales son algunas cintas de Juan Orol, y precisa que es difícil saber cuáles fueron las cintas que se quemaron, porque "también se perdió el catálogo en el incendio, lo único que se ha podido reconstruir es lo que está en la memoria de quienes vivieron en ese tiempo, pero no se pueden acordar de 6 mil películas.
"No recuperamos todo el acervo que se tenía, pero en total de películas tenemos más que en la Cineteca (que se quemó en 1982), que en ese momento tenía 6 mil cintas y ahora tenemos más de 9 mil 800 títulos. Hay más películas, no necesariamente las mismas, pero afortunadamente mucho de lo que había estaba en otros lugares y no se perdió."
Trujillo, a su vez, expresa: "tengo mis dudas realmente de que se haya perdido tanto patrimonio del cine mexicano como se dice. Efectivamente el incendio, si no fue por la explosión de nitrato sí tocó ese material que se perdió, pero pudieron ser copias o negativos. Se sabe que había materiales de una colección de Plutarco Elías Calles y de otras colecciones, pero es posible que algunos hayan estado en laboratorios porque los estaban copiando" y ejemplifica con el caso de la cinta La mancha de sangre: "sabemos por tarjetas que había una copia en la Cineteca Nacional, pero el negativo original apareció en un depósito de Churubusco. Desafortunadamente había dos rollos en mal estado, uno de sonido y otro de imagen, pero sí existen sus negativos originales.
"Lo que sé ?continúa Trujillo? es que se perdió muchísimo dinero en copias y lo que fue realmente lamentable y que generó un desprestigio a la Cineteca fue la pérdida de vidas humanas, no se sabe cuántas, circulan numerosos rumores de que sí había gente y de cuánta murió. Eso no se supo".

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El Primer incendio del Regimiento Esmeralda
(Como la historia del glorioso 7° de línea fue defendida por bomberos y soldados)



Las celebraciones familiares de navidad de 1954 ya habían quedado atrás y el año nuevo de 1955 que recién comenzaba había de quedar marcado a fuego en la memoria de los Antofagastinos que desarrollaron buena parte de las celebraciones de fin de año en las kermeses y bailes de Gala organizados por las compañías de Bomberos en los salones de sus cuarteles. Todas estas actividades tenían por objetivo reunir fondos para la compra de materiales contra incendios y uniformes de trabajo y parada para los bomberos. Además cada Compañía entregaba en forma solidaria una parte de los dineros reunidos al Cuerpo General de Bomberos para la reconstrucción del cuartel de la Séptima Compañía “Bomba España”, cuartel que había sido consumido por las llamas en un voraz incendio que afecto a diez edificios comerciales y al local de la sociedad Italiana de la ciudad el primero de enero de 1952 y que comenzó una década marcada por grandes incendios que queriéndolo o no lograron una gran renovación urbana en la ciudad.
El verano de 1955 se comenzaba a vivir intensamente por los vecinos de Antofagasta. La juventud después de un día de playa en los baños municipales o los que tenían vehículos o motocicletas en la poza de los gringos, una vez de regreso en la ciudad y después de peinarse a la gomina y con sus zapatos cuidadosamente lustrados, comenzaban a recorrer puntualmente todas las tardes la Plaza Colon en busca de un amor de verano. Paseos vigilados siempre bajo la atenta mirada de los padres que a esa hora terminaban un día de trabajo y comenzaban a disfrutar las primeras horas de la tarde en conversaciones sociales y de amistad ciudadana. Algunos días la banda de retretas del Regimiento Esmeralda subía gallarda al odeón de la Plaza Colon y durante algunas horas interpretaba el más festivo repertorio musical que hacia disfrutar de buena música a las numerosas de familias Antofagastinas que se agolpaban a ver y escuchar esa magnifica presentación.
El día 15 de enero paso en la tranquilidad y rutina propia del verano nortino, pero de repente esa tranquilidad fue interrumpida abruptamente por la sirena de bomberos que comenzó a estremecer el silencio de la pequeña ciudad… rápidamente los atónitos vecinos dirigieron sus miradas al sector de la Avenida Brasil donde una columna de humo y llamas se levantaba como el más siniestro pilar de llamas y humo negro que levantaba entre sus torbellinos sombríos a miles de chispas incandescentes al cielo oscurecido de Antofagasta. Todas las compañías respondieron a la alarma y muy pronto las radios locales daban la noticia que el histórico y querido Regimiento Esmeralda ubicado en la calle O’Higgins esquina General Velázquez ardía en incontrolables llamas de rojizos colores. Inmediatamente el sentimiento que este no era un incendio cualquiera fue anidando en la ciudad que a esa hora ya estaba totalmente alerta y volcada a las inmediaciones del regimiento. Debido a que prácticamente todos los hombres antofagastinos habían cumplido con su servicio militar en ese histórico 7° de línea, la emoción de ver estas dependencias en llamas tenían a la multitud en un atento silencio y observación de las maniobras que desarrollaban los bomberos para sofocar el siniestro, por lo que la impresión de que parte de la historia material y gloriosa del norte en los capítulos inmortales de la Guerra del Pacifico y el asentamiento definitivo de este destacamento en la ciudad para resguardar y dar forma a nuestra definitiva chilenidad, se perdían en las reliquias inmortales de los soldados chilenos del 79, entristecía a los Antofagastinos. Desafortunadamente varias reliquias que no alcanzaron a ser rescatadas de las llamas pese al esfuerzo de los soldados y conscriptos primero y de los voluntarios que durante las largas y peligrosa horas de trabajo dieron lo mejor de sí. Esa noche cada bombero y soldado rescato una parte de la historia de Chile y Antofagasta, El vetusto edificio finalmente fue consumido por las llamas y estas en un último intento de atrapar la historia del norte comenzaron a quemar el glorioso mástil que un 7 de junio de 1880 coronaba el Morro de Arica cuando las tropas Chilenas tomaron ese bastión Peruano en 55 minutos durante la Guerra del Pacifico. Este mástil por muchos años se mantuvo como un baluarte en el patio principal del Regimiento Esmeralda, donde cada mañana era izada nuestra bandera nacional como recordatorio inmutable de la valentía y sangre derramada por el soldado chileno, para asentar la soberanía nacional en forma definitiva en este rico y fecundo norte de mineral para Chile.
Finalmente a la tristeza que significo para la ciudad, la pérdida de irremplazables piezas que se atesoraban en las dependencias de este antiguo edificio también se tuvo que lamentar la pérdida de un menor fallecido y cinco heridos de distinta consideración que hondaron aun más la congoja de sentir que una parte de la historia primera de la ciudad plenamente Chilena se fue con las llamas al cielo de Antofagasta.

Ricardo Rabanal Bustos
Profesor


http://bomberosantofagasta.cl/v1/in...o-rabanal-bustos&catid=38:cronicas&Itemid=100
 

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Incendio del supermercado Ycuá Bolaños (PARAGUAY)



El incendio del supermercado Ycuá Bolaños es la tragedia civil más grande sucedida en Paraguay; ocurrida el domingo 1 de agosto de 2004 en la ciudad capital Asunción. El domingo, 1 de agosto de 2004, aproximadamente a las 11:25 (hora local) se produjeron dos grandes explosiones al interior del recinto comercial que albergaba, entre varias cosas, el supermercado, un estacionamiento para vehículos, oficinas comerciales y un restaurante. En las cocinas de este último lugar hubo una explosión que provocó un gigantesco incendio.
Según informes policiales, al momento de producirse el accidente, los guardias de seguridad cerraron las puertas del recinto para evitar que las personas, que colmaban el centro comercial, escaparan con bienes que no hubieran pagado. Como resultado 396 personas murieron (la mitad de ellas niños) y dejando a más de 500 con heridas de diversa consideración, incluyendo a 56 personas con quemaduras de tercer grado.1
El juicio seguido contra el dueño de la cadena Juan Pío Paiva, su hijo Víctor Daniel Paiva y al guardia Daniel Areco, que duró más de cuatro meses, culminó en primera instancia el martes 5 de diciembre de 2006, cuando el tribunal, con los votos de dos de sus tres jueces, los condenó como responsables de "homicidio culposo" con una pena de 5 años de prisión, en vez de los 25 años que solicitaban los querellantes y la fiscalía como autores del delito de "homicidio doloso agravado". Esta decisión provocó graves incidentes en la capital de Paraguay,2 al considerarse que las penas eran muy bajas. Mientras el último juez leía los fundamentos de su decisión, las víctimas saltaron de sus asientos y tiraron las sillas contra los jueces, viéndose interrumpida la lectura de la sentencia. Este hecho ha sido argumentado por diversas instancias judiciales y por querellantes para sostener que en este juicio no hubo sentencia, puesto que no se leyó completamente la decisión de los jueces y el proceso quedó interrumpido antes de su conclusión


El incendio


Una de las muchas cajas registradoras que frueron afectadas por el fuego.
El incendio se inició a las 11:25 (hora local), cuando el recinto se encontraba abarrotado por más de 800 personas. Según los primeros informes de los bomberos, se produjo una explosión en el sistema de gas de la cocina, que se propagó hacia la cafetería y arrasó con las dos plantas del edificio, incluyendo el estacionamiento. Según informes de supervivientes, eso provocó una estampida hacia las salidas durante la cual el recinto se llenó de humo y se produjo un apagón. Al llegar a las puertas, los compradores descubrieron que estas se encontraban cerradas, por lo que no pudieron huir, quedando todos encerrados en una gran pira funeraria. Según la prensa y las declaraciones vertidas durante el proceso criminal, las puertas fueron cerradas por órdenes de los superiores, con el fin de no dejar que nadie saliera sin pagar por los bienes del supermercado.4
Para extinguirlo fue necesaria la presencia de más de cincuenta carros bomba y más de 1.000 bomberos, que fueron ayudados a su vez por miembros del ejército y de la policía.5 La extinción completa tomó cerca de cuatro horas, durante las cuales los primeros heridos fueron derivados a distintos hospitales de la capital, los cuales se vieron superados por la magnitud de la tragedia. A solicitud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el presidente de Brasil, Lula da Silva, ordenó la donación de 30 a 50 respiradores mecánicos,6 mientras que Argentina por orden del presidente Néstor Kirchner ordenó el envío de un avión Hércules con insumos, suminitros, y personal médico pocas horas después del desastre, de la misma manera que puso a disposición de Paraguay de 50 camas UTI y 200 camas de internación clínica, para superar la sobredemanda.7 Chile, por su parte, por orden del presidente Ricardo Lagos, puso a disposición un hospital de campaña, suministros médicos y médicos y enfermeras especialistas en quemaduras de COANIQUEM (Corporación de Ayuda al Niño Quemado).8 9



http://es.wikipedia.org/wiki/Incendio_del_supermercado_Ycuá_Bolaños



Lunes, 2 de agosto de 2004 - 01:44 GMT



Casi 300 muertos por incendio en Paraguay


Al menos 280 personas fallecieron en un incendio ocurrido el domingo en un centro comercial de Asunción, la capital paraguaya.
Las autoridades indican que la cifra de muertos sigue ascendiendo a medida que los socorristas sacan a los cuerpos calcinados de entre los escombros.
El número de heridos también podría ascender a varios centenares debido a la gran cantidad de personas que se encontraban en el interior o las inmediaciones del edificio donde se originó el siniestro.
Un portavoz policial expresó que de acuerdo con la información que disponen las autoridades se registraron dos explosiones.
La policía sostiene la tesis de que la tragedia ocurrió como consecuencia del estallido de una bombona de gas en una cocina del centro comercial Ikuá Bolaños.
Improvisación
La tragedia ha colmado la capacidad de los servicios de emergencia del país.
La policía se vio forzada a llevar a los heridos en camiones debido a la escasez de ambulancias y algunos de los muertos han sido depositados en morgues improvisadas.
Según la agencia noticiosa Reuters, la televisión local mostró imágenes de bomberos intentando sellar los agujeros de las mangueras y se ha exhortado al público a donar suministros básicos a los hospitales.
Uno de los peores
Fuentes periodísticas indican que las llamas se extendieron rápidamente por todo el edificio y que las puertas se cerraron impidiendo la salida de personas.
Sin embargo, Julio Giménez, asesor jurídico del centro comercial, dijo a la agencia de noticias Reuters que esas versiones son falsas.
"En ningún momento se ha cerrado nada. Toda la gente que pudo salir en este desgraciado acontecimiento lo pudo hacer", explicó Giménez.
El presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, se trasladó al lugar del incendio y manifestó el pesar del país por la tragedia.
"Es un momento de mucho dolor y tensión que estamos viviendo y estamos acá para dar una voz de aliento a la gente que está siendo golpeada", declaró el mandatario.
Medios de prensa han calificado al incendio como uno de los peores ocurridos en los últimos años en el país.
Salidas de emergencia
De acuerdo con la agencia de noticias EFE, portavoces de la policía confirmaron que el centro comercial no disponía de salidas de emergencia.
Por esa razón se cree que varias personas tuvieron que romper los vidrios para poder escapar del incendio.
También según EFE, el jefe de la policía de Asunción, Umberto Núñez, dijo que por el momento no se ha podido establecer una lista con los nombres de los fallecidos debido a las dificultades para identificar a los cadáveres que han ingresado calcinados en los hospitales.
"Hay mucha gente irreconocible para la identificación de las personas", indicó Núñez.
En los hospitales de la capital paraguaya se han adoptado medidas de emergencia para atender a las víctimas.
Brigadas del ejército y alrededor de 1000 policías se han sumado a los bomberos en el operativo de rescate.
Enfermeros, médicos, estudiantes y taxistas se desplazaron hasta el lugar del siniestro para brindar su ayuda.



http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_3526000/3526438.stm


Lunes, 2 de agosto de 2004 - 12:37 GMT


Paraguay/incendio: "puertas cerradas"


Tras el trágico incendio en un hipermercado de Asunción del Paraguay, que dejó un saldo de alrededor de 300 muertos y más de 100 heridos, el gobierno ordenó investigar las denuncias de que las puertas del lugar fueron cerradas al sonar la alarma para evitar robos.
El siniestro comenzó el domingo al mediodía, en la plaza de comidas de un local de la cadena de supermercados Ycuá Bolaños, ubicado en un barrio obrero en la periferia de la capital paraguaya.
Una serie de explosiones del sistema de distribución de gas provocaron el derrumbe de un sector del techo, al tiempo que las llamas se propagaron rápidamente por el establecimiento, repleto de familias.
El ministro de Salud, Julio César Velázquez, confirmó las versiones de diversos testigos que afirmaron que las puertas del supermercado estaban cerradas y acusó al personal del centro comercial.
"Hay que decir que el sistema de emergencia que tenía el centro comercial estaba soldado. Y ante la alarma, la puerta fue cerrada por el personal de seguridad", subrayó el funcionario.
Pero el propietario del hipermercado, Juan Pío Paiva, rechazó categóricamente la presunta orden de cerrar las puertas para evitar atracos.
Pavía se entregó a las autoridades, tras ser requerido por la Fiscalía paraguaya como sospechoso del delito de "homicidio culposo, lesión grave y otros hechos punibles".
El presidente Duarte Frutos decretó un duelo oficial de tres días, y prometió apoyar las investigaciones para esclarecer los hechos y castigar a los culpables "con todo el peso de la ley".
"Comprometo todo el esfuerzo institucional en la investigación para el esclarecimiento de las causas de esta tragedia, de modo que se aplique la ley y que se imponga la justicia", señaló.
Asimismo, adelantó la creación de una comisión para prevenir la repetición de este tipo de siniestros y coordinar las operaciones de emergencia en el futuro.
Trampa mortal
"Hay testigos que declararon que al iniciarse el fuego las puertas fueron cerradas para evitar robos", señaló el jefe de la Policía Nacional, Humberto Núñez, a la agencia de noticias Reuters.
Y agregó: "Cuando los bomberos llegaron, estaba cerrado el protón principal de acceso".
Pero el asesor jurídico del hipermercado, Julio Giménez, señaló a Reuters que "en ningún momento se ha cerrado nada; toda la gente que pudo salir en este desgraciado acontecimiento lo pudo hacer".
Por su parte, la corresponsal de la BBC en Paraguay, Andrea Machain, informó que ante el pánico causado por las explosiones y las llamas, "algunos que se encontraban fuera del edificio, empezaron a romper las gruesas paredes de vidrio con piedras y palos para dejar salir a la gente, muchos de ellos bebés y niños".
En cuanto a los servicios de socorro, nuestra corresponsal indicó que los bomberos y la policía respondieron rápidamente, pero la confusión y la desorganización jugaron en contra: la única boca de salida de agua para los bomberos tardó una hora y media en funcionar.
A las ambulancias, que no dieron abasto, se sumaron camionetas de la policía que trasladaban los heridos y algunos muertos.
Los bomberos improvisaron una morgue en un club nocturno aledaño y en el patio de una iglesia, donde pronto se apilaron los cadáveres.
Pero, apuntó nuestra corresponsal, lo peor fue la tragedia humana:
"Una de las escenas más dramáticas que nos tocó vivir fue la de tres niños calcinados, abrazados, dentro de una camioneta en el estacionamiento del supermercado", señala Andrea Machain.
Solidaridad de adentro y afuera
La tragedia llevó a la unión de todos los hospitales, públicos y privados, para la atención de los heridos, así como también a la entrega de importantes donaciones de medicamentos e insumos clínicos.
Asimismo, se habilitaron varias cuentas bancarias para recaudar fondos para las víctimas.
Varios países de la región pusieron a disposición de las autoridades paraguayas equipos e insumos para asistir a los sobrevivientes.


http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_3527000/3527568.stm



 
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Valparaíso. Incendio Cochrane esquina Plaza Echaurren.- 04-05-1914


GRAN INCENDIO EN VALPARAISO
( Pacífico Magazine, mayo de 1914 )


Poco "A las 12 y media de la madrugada del 4 del mes en curso, se produjo una explosión en un almacén de la calle Cochrane, esquina de la plaza Echáurren, en Valparaíso, y diez minutos más tarde ardía el enorme edificio de cuatro pisos que ocupaba toda una manzana.

Sin tiempo para prestar socorros a los numerosos habitantes de la propiedad, los bomberos concretaron su trabajo a impedir el incendio de las casas vecinas. De las trescientas personas que allí vivían, más de un centenar fueron víctimas de las llamas, quedando carbonizadas entre los escombros o escapando con graves quemaduras. Otras personas se arrojaron por los balcones y murieron o quedaron gravemente heridas.

La prensa y la sociedad han reunido socorros para los damnificados.

Los representantes de Valparaíso en el Congreso han solicitado un auxilio fiscal de 50 mil pesos; y se ha instruido un activo proceso a fin de esclarecer las presunciones de que el incendio fuera intencional. Hasta ahora las diligencias no arrojan resultado decisivo, y es de creer que una vez pasada la excitación pública, todo vuelva a quedar en las condiciones de inseguridad en que hasta ahora permanecen las poblaciones por falta de elementos capaces de evitar una catástrofe.

No esperemos que se repita

¿Cuántas personas murieron en el incendio del 5 del corriente en Valparaíso?

No se ha sabido de fijo. Pero se conoce el número de familias desamparadas, la privación absoluta de recursos en unas, el desastre moral no menos traducible en pérdidas de intereses en otras. Por sus proporciones, por la rapidez asoladora del fuego, por las escenas de dolor y de desesperación que provocó el incendio al abrasar por todos sus costados un edificio en que albergaba la población de una aldea entera; la catástrofe de Valparaíso puede compararse en horror a esos desastres marítimos en que el buque aislado como aquel edificio, por una cortina de llamas, sirve de tumba a cuantos lo ocupaban. Ha sido más horrible aún; un naufragio al alcance de la tierra, con todos los recursos humanos muy cerca de allí, pero sin que casi nadie de los que sufrían en la impotencia el espectáculo de la agonía de centenares de personas, pudiera favorecerlas y aliviar su sufrimiento.

Valparaíso estuvo durante varios días sumido en el estupor de esa nueva desgracia, tan inesperada por sus proporciones y que probablemente no tenía antecedentes parecidos desde el incendio de la Compañía, más de medio siglo atrás. La prensa acompañó con toda su alma el duelo porteño, y surgió rápidamente la idea de socorrer con recursos públicos y privados a los sobrevivientes de la catástrofe. Esto es sólo el cumplimiento de una parte de nuestro deber.

Cumplido ese homenaje piadoso a favor de los deudos de tanta gente sacrificada a la codicia, seguía subsistente y más imperativo aún, el deber de velar por todos los vivos que quedan en situación de peligro semejante en Valparaíso y Santiago y en otras ciudades del país. Se ha denunciado desde luego una enorme construcción de tablas que cubre la falda del cerro frente a la plaza Condell del puerto, y periódicamente no faltará quien haga presente la inminencia de un desastre en los innumerables teatrillos, citées y demás construcciones inadecuadas de una y otra ciudad. ¿Se ve ahora claro lo que sería cualquiera de esos castillos de madera si el fuego prendiera en ellos? ¿Se han preguntado las autoridades lo que podría ocurrir en las ciudades del norte si los criminales fueran ayudados por las circunstancias en la obra de incendiar poblaciones de calles angostas, de tabiques resecos y con dotación de agua insuficiente hasta para la bebida? Y las casas de Valdivia y Temuco; ¿no podría repetirse la catástrofe un día u otro en esas mismas ciudades o en otras de la zona austral construidas como ellas?

Al legislador toca recoger la experiencia que el público impresionable olvida tan rápidamente como llegan a conmoverle las desgracias de sus semejantes, sin mirar bastante por su propia seguridad.



http://www.bomberosvalparaiso.cl/historia_hitos.html#gran
 

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Oueblo de Rilan. Castro, Chiloe


A fines de 1970 la alarma de incendio indicó como lugar amagado el pueblo de Rilán que
se distanciaba de nuestra ciudad en 27 kms. Contra el reloj, los quintinos volaron en su
carro bomba y otros en vehículos o motocicletas encontrándose en el único camino de
entrada con una calle de tierra cerrada por el fuego y el humo. Parecía imposible pasar sin
arriesgar- seriamente, a los bomberos sujetos a la máquina y, ella misma. Los segundos
de decisión se rompieron cuando Gastón Guarda Barrientos, maquinista que venía
conduciendo sólo pensó en los afectados, y la destrucción paulatina de una quincena de
casas. Sin más, lanzó el carro ford al medio de¡ fuego sin visibilidad en el calor infernal,
pasando el cordón de llamas que abrazaba las casas. Los vecinos de Rilán vieron en
medio de su apocalipsis que con la acción bomberil, se podría desde esos segundos
salvar la Iglesia y detener definitivamente el siniestro. La máquina quintina acelerando, con
sus voluntarios tendidos sobre la "cama" de mangueras deteniéndose en la Plaza. Allí, los
pitones con agua, barrieron las casas previas a la Iglesia, semiderruidas, botando los dos
mil quinientos litros de¡ estanque en unos minutos. Sin agua, rápidamente y con ayuda de
las otras Cías. que llegaron después, se hizo un pozo artificial desde el río cercano, con
calaminas de fierro, porque el de la esquina de la plaza ya no fue suficiente. Esta
"tomafuente" sirvió para el convoy de carros-bomba que, por sus estanques entregaron el
agua necesaria para extinguir definitivamente el gran incendio, a través del carro Ford
quintino en su condición de máquina de ataque. Agua que llegó hasta los verdes pitones de
esos bomberos que, como los de hoy arriesgan todo por el servicio a la comunidad chiloense.

http://www.quintacastro.cl/pdf/historia_completa.pdf
 

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(SEGUNDA PARTE)


"San Francisco se ha ido", escribió Jack London, a una nación hambrienta de información sobre el terremoto. "Su sector industrial es aniquilado. Su sección de negocios es aniquilado. Su sección social y residencial es aniquilado. Las fábricas y almacenes, los almacenes grandes y los edificios de periódicos, los hoteles y los palacios de los nababs, se han ido


Las consecuencias
A pocos días del terremoto, el gobernador George Pardee de California ordenó una investigación exhaustiva del terremoto y nombró a Andrew Lawson, de la Universidad de California, Berkeley, profesor de geología, que la guíe. En lo que ahora comúnmente se conoce como el Informe de Lawson, los investigadores asignados cerca de 300 kilómetros de línea de falla rotura y daños estructurales ampliamente documentado en relación con la geología local y la intensidad del temblor.

Sin embargo, los cómos y porqués del terremoto de 1906 aún no estaban bien comprendidos. Basándose en las observaciones recogidas en el informe, Henry Fielding, profesor de geología en la Universidad Johns Hopkins, más tarde propuso la teoría del rebote elástico, en el que la presión en la corteza de la Tierra, se edifica y luego puesto en libertad como una goma se rompió. La teoría de la tectónica de placas no ganar credibilidad para los próximos 50 años, pero que coloca "lo tenía todo bien", dice Mary Lou Zoback, geólogo del Servicio Geológico de EE.UU.. La investigación es la base de toda la investigación terremoto que siguió, Zoback añade, y todavía se utiliza hoy en día.

Otro producto duradero del terremoto de 1906 es la reconstrucción que siguió. Contrariamente a la opinión popular, el desastre no se ha traducido en mejores códigos de construcción. Ese honor le corresponde a un terremoto de 1933 que arrasó varias escuelas en Long Beach, California Los funcionarios argumentaron que los códigos onerosas se estancaría la reconstrucción de la ciudad. Incluso hoy en día, gran parte de San Francisco se mantiene en situación de riesgo.

"Todavía hay miles de edificios reconstruidos, a toda prisa de mampostería no reforzada la mejilla por papada con estructuras de madera sin paredes resistentes al fuego entre ellos", informó el diario San Francisco Chronicle en abril de 2006. Un estudio realizado por la Asociación de Gobiernos del Área de la Bahía predice que un terremoto de magnitud 7,3 a lo largo de la Falla de San Andrés, cerca de San Francisco, pueda perjudicar gravemente 66.000 viviendas y obligar a casi un cuarto de millón de personas en las calles.

La ciudad ha mejorado su sistema de distribución de agua, limpiado los escombros y reconstruir rápidamente. Doce compañías de seguros se declaró en quiebra, pero la industria pagó cerca de US $ 220 millones en reclamaciones. A los pocos meses, los coches famosos de San Francisco de cable estaban llevando a los pasajeros subir y bajar las calles de la ciudad, una vez más.




http://translate.google.cl/translat...nce% 2Fenvironment/natural-disasters/4219864



Grandes incendios
1906 Gran Terremoto y Fuego
El incendio que destruyó una gran parte de San Francisco en tres días, a partir del 18 de abril 1906, fue de los más grandes seres humanos conflagración he presenciado.
En la mañana del 18 de abril de 1906 el primer choque de la sacudida de un terremoto ocurrió a las 5:12 am y duró 28 segundos. En esa fatídica mañana la población se despertó con la terrible espectáculo de la destrucción de su ciudad. A las pocas horas 52 incendios habían comenzado, muchos de los cuales habría sido de alarma general arde, incluso en condiciones normales. Antes de que las llamas se extinguieron tres días más tarde, 478 personas habían muerto, incluyendo al Jefe del Departamento de Bomberos, Dennis T. Sullivan , y la pérdida de la propiedad era 350.000.000 dólares. El área quemada fue de 4,7 millas millas cuadradas, que incluye la totalidad del territorio del centro.
Un incendio de tres alarmas se había desatado durante la primera parte de la mañana en la bahía y las calles de Mason, y la mayoría de los bomberos en el distrito centro de la ciudad se había convertido sólo en, muerto de cansancio, cuando ocurrió el sismo. El sistema de alarma salió en el primer choque. De las 600 baterías de cristal húmedas que operan el sistema, el terremoto rompió 556 de ellos. Como resultado, no una alarma sonó siempre para el más grande de todos los fuegos!
Los reservorios principales de la ciudad había veinte kilómetros de distancia, a seis millas de la distancia se dio a conocer que a lo largo de "falla" del terremoto y fue destruido. Otras líneas de tuberías resultó ser en tierra llena y se rompieron. El agua tenía que ser succionado de las cisternas que pronto seca, incluso de las alcantarillas principales de gran tamaño.
Una lavandería china en el lado sur de Howard cerca de la Tercera fue uno de los primeros en prenderse fuego. Fue al cruzar la calle desde el número 4 del motor. No había agua para luchar con, y pronto se salió de control. Hidrante hidrante después se puso a prueba sin recibir una gota.
A lo lejos, en la Western Addition dos grandes incendios se había roto en el plazo de dos cuadras el uno del otro, y otro estaba ardiendo en la esquina de las calles 22 y Misión. En el centro, decenas de incendios estaban estallando. Tres motores, que trabajan conjuntamente, se bombea el agua de 3.000 metros para apagar los fuegos de Western Addition, bloques de agua se encuentran lejos extinguieron el fuego de la calle Misión. El aparato se abrió camino hacia el centro de la ciudad enorme incendio.
Dos barcos bomberos estaban combatiendo los incendios del Estado frente al mar. (No había barcos bomberos de la ciudad de entonces.) La voladura de edificios enormes se recurrió a, pero el polvo de gigante y nitro-glicerina, que se está utilizando, las explosiones sólo se transmite a las llamas.
Aunque la mayor parte del departamento luchó en el centro, las empresas también se lucha contra los incendios grandes en Hayes y La Laguna, Buchanan y Hayes, el Golden Gate y Buchanan, Fulton y Octavia, y otras más pequeñas en muchas otras secciones. Un incendio que se inició en horas de Hayes y Gough varios después del terremoto, se salió de control porque no había agua cerca. Se extendió por el Western Addition de Octavia y el sur de la avenida Golden Gate, cruzó el mercado cerca de la Novena y se convirtió en el distrito de la Misión hasta que se detiene en la calle XX al tercer día por el agua de una cisterna en el XIX y Shotwell y una boca de riego en la Iglesia y XX . Se impidió cruzar la calle Dolores de ancho por voluntarios con cubos y sacos mojados.
La ruptura en el principal de 24 pulgadas de Howard y XVII lavado un gran agujero, que pronto se llena de agua. A partir de ese sumidero, cuatro motores de bombeo.
El departamento nunca dejó de luchar, sus hombres cayendo de cansancio y de sueño, ya que estaba en la calle durante unos minutos y luego levantarse e ir después de que el fuego de nuevo. Era casi imposible para conseguir alimento o agua para los caballos, e incluso a veces el agua dulce para la caldera. Cerca de la línea de costa de agua dulce fue tomada de los barcos para los motores. Así es como la escasez de agua era.
El fuego había alcanzado tales proporciones que una cisterna en las calles Segunda y Folsom, la celebración de 100,000 galones, fue drenado sin hacer la menor impresión. La mayoría de los incendios del centro de las grandes se habían combinado en uno solo, con las llamas que se acercan a la vez que tiene un frente de cinco kilómetros. Los bomberos, retrocediendo con obstinación y la lucha sin coordinación, porque toda la comunicación se había ido, empezó lentamente hasta el dobladillo en el fuego como el abastecimiento de agua y pequeñas dinamita fueron efectivos en las afueras.
Fue desgarrador el trabajo, por una y otra vez cuando parecía que un incendio estaba siendo golpeado, el agua se redujo de los hidrantes o cisternas y regateó a una parada. Luego vino la búsqueda de un "grifo". Un fuerte viento del oeste se había levantado demasiado, causando una gran dificultad. Palabra que a su amado el ingeniero en jefe de Dennis T. Sullivan estaba muriendo de las heridas del terremoto impulsó a los hombres a hacer una valiente batalla para él, como él hubiera querido hacer, si hubiera sido capaz de dirigir.
Una lucha implacable de las llamas fue a través de los días y las noches de la. 18, 19 y 20 En la madrugada del 21 de abril, el gran incendio había sido golpeado. El departamento había finalmente ganó, pero a un costo tremendo. El departamento de objetos perdidos de veinte de sus instalaciones y catorce piezas de equipo. Más de la mitad de todas las mangueras departamento también fue destruido por las llamas. Su oficial de mayor rango había muerto. Sin embargo, el fuego se había apagado en el último.
Debido a los heroicos esfuerzos de los bomberos de San Francisco, con ayuda de soldados, policías y los ciudadanos de la ciudad, gran parte del casco antiguo de San Francisco se salvó. Fue debido al hecho de que el Departamento de Bomberos de San Francisco era moderna para su época que el gran incendio después del terremoto del 18 de abril 1906 no fue mucho más desastrosa.

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INFORME DEL DEPARTAMENTO DE BOMBEROS
El 17 de abril de 1906, el Departamento de Bomberos de la Ciudad y Condado de San Francisco se compone de 38 compañías de motores de vapor de bomberos, 10 de ganchos y las empresas de camiones de escalera. 8 empresas químicas del motor, una torre de agua de la empresa, y 2 baterías de monitores, con una fuerza no formada de 584 hombres. Ellos estaban en buen estado y en servicio regular en el Departamento en ese momento.
En adición a lo anterior, también hubo los siguientes aparatos para fines de socorro, emergencia y otros: 14 camiones de bomberos de vapor, 16 vagones de manguera, 2 torres de agua, 2 baterías del monitor, gancho de 4 y camiones de escalera, buggies 14 oficiales, el 6 carros hidrantes , 10 carros de entrega, 2 vagones de suministro, una grúa de cuello de camiones, un carro tanque de aceite, 1 ambulancia de caballo, un carro de heno.
Los edificios del entonces Departamento compuesto por 44 casas de máquinas, 2 patios de la corporación y talleres de reparación, 2 torres de perforación, las caballerizas y establos de departamento, corporación de patio y de la sede del jefe de batallón, lo que hace cincuenta edificios en total.
A los veinticuatro segundos y la Misión de la Calle, se produjo un incendio en un gran edificio de tres pisos, que fue ocupado como almacén de productos secos, y que ocupaba casi una cuarta parte de un bloque. A través de los enérgicos esfuerzos de las empresas del motor estacionados en esa vecindad inmediata, y con la ayuda de la poca agua que se obtuvo de una cisterna en la esquina de las calles de la Vigésima Segunda y Shotwell, que era, afortunadamente, a su disposición, este fuego se limitaba al edificio en el que se originó. De lo contrario, toda la sección de la Misión de la ciudad hubiera sido destruida.
El resultado fue que el fuego se verificó allí y no se habría extendido más hacia el oeste, pero por un incendio que estalló en el barrio de Gough y Hayes calles alrededor de las diez de la mañana, había estado allí, pero la menor cantidad de agua se puede obtener cuando el fuego este último fue descubierto, podría fácilmente haber sido extinguido, pero nos vimos obligados a verlo arder y se extendió. Este es el fuego que causó la destrucción del barrio de la Misión, así como la sección de Hayes Valley, incluyendo el Pabellón de Mecánica y el Ayuntamiento.
En el norte del distrito al por mayor de la calle del mercado, muchos de los incendios se desató. Aunque no era imposible comprobar, el departamento fue incapaz de parar a causa de la falta de agua.
El incendio duró tres días completos, y al final del mismo, los miembros de este departamento, que había sido de forma continua en el servicio, sin dormir y la comida de cebada suficiente, eran poco menos que agotada.
En conclusión diremos que el cuerpo de bomberos de nuestro municipio es hoy en día en tan buenas condiciones en cuanto a disciplina, eficiencia, etc, como lo fue el 17 de abril de 1906, y con la adquisición de aparatos adicionales, herramientas, etc, para reemplazar a los destruidos, y el establecimiento de un taller de reparaciones de gran cómoda, para la reparación y fabricación de nuestro aparato, junto con la construcción de edificios importantes para sustituir a las estructuras temporales erigidas a toda prisa para albergar a las empresas quemadas después del incendio, que tenemos Sin vacilar, declarando que el Departamento de Bomberos de San Francisco volverá a asumir su lugar en la primera fila de los departamentos de bomberos del mundo en cuanto a su eficiencia y la integridad de su equipo y aparatos para luchar contra el fuego.

Informe Municipal de San Francisco
 
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EL GRAN INCENDIO DE SAN FRANCISCO. USA. 1906

Grandes incendios
1906 Gran Terremoto y Fuego


A la vuelta del siglo pasado, San Francisco, bastante podía contar como una de las ciudades más grandes del mundo. Formado fuera de la fiebre del oro de 1849, se transformó de un pueblo minero en bruto y caer en un centro cosmopolita de 400.000 personas. Locales que se aspira lo llamó el París del Oeste. No estaban de moda los grandes almacenes, hoteles moderados y una nueva sala de la ciudad en expansión, dijo ser el más grande en el oeste, y un Grand Opera House que albergó el mejor tenor de ese momento, Enrico Caruso. Todo eso cambió el 18 de abril de 1906.

A las 5:12 am, un terremoto de gran alcance centrada frente a la costa de San Francisco agarró por el cuello y casi lo sacudió hasta la muerte. El sismo de magnitud 7,8 llegó a dos pulsos, el segundo más poderoso que el primero. "[Es] lanzó la cama contra una pared de enfrente", escribió Burke Emma, la esposa de un abogado local. "Creció constantemente que es peor, el ruido ensordecedor; el choque de los platos, las imágenes que caen, el ruido de el techo de lámina plana, estanterías que se volcó, el piano lanzó a través de la sala, el gemido y el esfuerzo del propio edificio, vidrios rotos y la caída yeso, hizo un rugido que no hay ruido de una se podía distinguir. "

Los capitanes de mar dijo que se sentía como si sus barcos se había quedado en un mar de rocas. Casas de madera astillado, agrietado y se derrumbó, mientras que los edificios de ladrillo mal armado cayó al suelo. Los residentes corrieron hacia las calles legañosos que se ondulantes como las olas y disparando adoquines. Los árboles whipsawed, postes de teléfono se rompió y el cinturón rieles del tranvía. Entre el ruido, todos de San Francisco-torre de la iglesia sonaron las campanas, sonando una alarma extraña que duró hasta que el temblor se detuvo cerca de un minuto después de haber comenzado.


Si el epicentro del terremoto fue de 2 millas en el mar, en la Falla de San Andrés, el punto focal de los daños del terremoto se encontraba en el sur de barrio de clase trabajadora de la calle Market. Cuando las ondas de choque recorrió la zona pantanosa reclamada, temporalmente licuado del suelo hecha por el hombre, causando decenas de edificios a colapsar. Varios hoteles fueron destruidos, incluyendo el hotel de cuatro pisos de la calle Valencia, que se derrumbaron al nivel de la calle; piso superior huéspedes simplemente salió. Chinatown, justo al norte de la calle Market, también fue particularmente afectada por el uso extensivo de mampostería de ladrillo sin refuerzo.

Al igual que la onda de choque sísmica en segundo lugar, el terremoto provocó decenas de incendios a la vida, causando un segundo impulso, más potente de la destrucción. Los temblores se había roto el sistema de la ciudad de alarma de incendio, los bomberos, pero podía ver lo suficiente humo que salía hasta saber a dónde ir. Ellos conectaron las mangueras a los hidrantes, pero cuando se abrieron las válvulas de agua no brotaba. La mayoría de las líneas de agua de la ciudad se había roto, también.

La apretada con marco de madera de la construcción concentra al sur de Market Street hizo rápido de combustible para un incendio que saltó de un edificio a otro y de un bloque a otro. Lo que se denominó más tarde, el "fuego jamón y los huevos" se quemó la casa de un desayuno de la cocina de la familia y luego barrió el este hasta que se había destruido por completo a una universidad local, Hall de San Francisco de los Registros y el Ayuntamiento masiva. Las paredes de fuego convergieron desde todos los ángulos hasta que el humo llenó el cielo, como si el propio San Francisco había entrado en erupción.

"Dentro de una hora después de la conmoción del terremoto, el humo de la quema de San Francisco era una torre espeluznante visibles de un centenar de kilómetros de distancia", escribió de Jack London, que iba desde su rancho en Glen Ellen a San Francisco en el día del terremoto. "Y durante tres días y noches de esta torre espeluznante se mecían en el cielo, enrojecimiento del sol, oscureciendo el día, y llenar la tierra con el humo."

San Francisco se retiró rápidamente, arrastrando en los troncos de lo que lo que podían. Los barcos de la Armada y los bomberos locales habían salvado muelle de la ciudad, una hazaña que permitió a decenas de miles de personas a salir de la ciudad. Otros huyeron a terrenos altos en Telegraph Hill y en la plaza Lafayette, en el Western Addition. Los hombres con corbata oscuros y sombreros de hongo y las mujeres en vestidos pesados miró con incredulidad como el infierno de 2.000 grados incinerado su ciudad.


La suerte para los que siguen atrapados por los escombros del terremoto fue mucho, mucho peor. En los escombros del Hotel de la calle Valencia, equipos de rescate cavaron sin descanso para los sobrevivientes libres, pero se vieron obligados a retirarse cuando el fuego descendió. Se estima que 100 personas no lo hacen de entre los escombros.

El fuego era tan fuerte que incluso creó su modelo propio tiempo, aprovechando los vientos de fuerza de tormentas para alimentarse con el oxígeno. "Cerca de las llamas, el viento era a menudo la mitad de un vendaval, tan poderoso era el chupe", escribió en Londres. Con las bocas vacías, los bomberos trataban de extraer la poca agua que pudieron salir de las líneas de drenaje por debajo de las calles - no fue gran cosa.

El jefe de la ciudad, el fuego, Dennis Sullivan, aprecia los peligros de una ciudad estrechamente agrupadas con edificios de madera, y en el año antes del terremoto había hablado de dinamitar edificios para crear cortafuegos en el caso de los incendios masivos. Pero el jefe fue herido de muerte en los primeros minutos del terremoto de 1906, y con él se fue toda apariencia de un plan. Su sucesor, John Dougherty, no tenía ninguna experiencia con dinamita. Se puso en contacto la base del Ejército en el Presidio y les pidió su ayuda. El general Frederick Funston, el general de brigada al mando, ordenó a sus tropas a las calles para mantener el orden y para ayudar en la demolición con explosivos.

En una historia que él escribió en el 07 1906 de la revista Cosmopolitan, Funston recordó el experimento de la dinamita. "Dudo que nadie sabrá nunca la cantidad de dinamita y pólvora de algodón utilizado en la voladura de edificios, pero debe haber sido enorme, ya que hubo momentos en que las explosiones eran tan continua como para parecerse a un bombardeo."

De hecho, la dinamita destinada la mayor parte de la ciudad que no fue quemado ya, haciendo que sus propios incendios y recarga de combustible que otros. En el Barrio Chino, se estima que 60 incendios fueron iniciados de esta manera. Agrava aún más esta estrategia equivocada, el Ejército utiliza a menudo la pólvora en lugar de la dinamita, que establece los edificios en llamas en vez de derribarlas. Según el San Francisco Chronicle, en un momento dado las tropas bombardearon edificios en realidad con fuego de artillería. Cuando se hizo uso de la dinamita real, escombros de edificios en llamas encendidas de gas natural de las líneas de ruptura y de los edificios vecinos atrapados en el fuego.

A las 8 de la tarde del miércoles, de Jack London se encontró en Union Square en el corazón de la ciudad. "Estaba lleno de refugiados. Miles de ellos habían ido a dormir sobre la hierba. Tiendas de campaña del Gobierno se había establecido, la cena fue cocinada ser, y los refugiados hacían cola para recibir comidas gratis." Seis horas más tarde, la plaza estaba desierta y en llamas en tres lados. Los refugiados se habían ido.

Al día siguiente el fuego - y la dinamita - continuación. El viernes, con el centro de la ciudad ardiendo, los bomberos montaron una final, la destrucción total-campaña para mantener el fuego en Van Ness Avenue. El cortafuegos trabajado. Sin embargo, la ciudad estaba en ruinas. Según el San Francisco Chronicle, "522 cuadras de la ciudad, a 4 kilómetros cuadrados, ... 2593 acres, [y] 28.188 edificios", fueron totalmente destruidos.

Los saqueos en los días después del terremoto se decía que era rampante. De acuerdo con la Universidad de Chicago, el profesor de historia Mae Ngai gran parte de ella fue perpetrado por la Guardia Nacional. El alcalde emitió un ilegal "disparar a matar" para detener el saqueo, y el Ejército presiona a los ciudadanos en los equipos de trabajo a punta de pistola. Ante el temor de prensa peor, líderes políticos y empresariales de la ciudad informó de la cifra oficial de muertos en menos de 500. Los historiadores han argumentado que en cualquier lugar de 3000 a 6000 personas perdieron la vida. Unos 300.000 habían evacuado en ferry y tren.


(CONTINUA EN EL POST SIGUIENTE)
 
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Reportaje y fotos publicado en www.septimavaldivia.cl el Miércoles 04 de Enero de 2006:

http://www.septimavaldivia.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=26&Itemid=44


13 y 14 de diciembre de 1909 EL GRAN INCENDIO DE VALDIVIA: EL PEOR INCENDIO EN LA HISTORIA DE CHILE

El gran incendio de 1909 es la fecha más triste de toda nuestra historia – a decir del historiador, Padre Gabriel Guarda Geywitz - porque es el más grande acaecido en ninguna ciudad de Chile. Empezó en la calle Ramón Picarte a la altura del actual número 343, siguió a la plaza. Siete horas después, a las siete de la mañana del 14 de diciembre de 1909 el incendio había consumido 18 manzanas edificadas. Llegó hasta las lanchas cargadas de mercaderías en el río por el fuerte viento reinante. Se desplomaron también los edificios de la calle Prat; ardían los tablones de las calles y hasta árboles y casas de la isla Teja sufrieron daños.

Llegaron Bomberos de Temuco, Osorno, La Unión y otras localidades, además del ejército a combatir el siniestro.

El Presidente Pedro Montt y el Ministro del Interior, don Ismael Tocornal, llegaron a la ciudad para prestar socorro a la población.

Los afectados eran personas del centro, acomodadas y lo pobres no sufrieron tanto. Todo el centro: bancos, residencias, Intendencia, Iglesia Matriz y Obispado reducidos a cenizas. Después de él surge una nueva Valdivia, con malecones de cemento, redes de agua potable y alcantarillado y pavimentación.

Se cierra un ciclo histórico en que la ciudad había alcanzado gran progreso, para renacer nueva como el Ave Fénix, hacia el siglo XX.

EL AVE FÉNIX

Según la mitología antigua, el Ave Fénix era única en su especie y tenía la característica de dejarse quemar en una hoguera para luego volver a renacer de sus cenizas. En sentido figurado se usa la imagen mitológica para comparar la labor tesonera de los hombres o pueblos que, haciendo acopio de las energías espirituales y físicas del ancestro, logran sobreponerse a los grandes desastres de su historia personal o colectiva.

Nada más oportuno, pues en la “Noche Triste” de Valdivia del 13 de diciembre de 1909, cuando las llamas devoraron en un incendio sin precedentes en la Historia Nacional, el corazón, el nervio y hasta – nos atrevemos a afirmar – el cerebro, de su organismo esforzado y tesonero, comparar la resurrección mitológica con este episodio singular de la historia valdiviana.

En efecto, en esa ocasión, Santa María la Blanca de Valdivia amaneció aquel lejano 13 de diciembre, vestida con el luto de sus tizones y con los harapos de su grandeza, habiendo pasado por el martirio del fuego purificador y creador, a la postre, de un orden nuevo de trabajo y de progreso.

El ciclo histórico que comenzó con la colonización alemana de 1850, se cerró en 1909, para dar paso a una ciudad pujante, con una fisonomía nueva, orientada especialmente hacia la industria y el comercio, actividades que crecerían en progresión geométrica, para culminar nuevamente en 1960, con otro desastre de proporciones, producido ahora por la naturaleza, pero no por ello menos original y único en sus características y repercusiones. Es curioso observar cómo los factores humanos se conjugaban como fuerzas manejadas por una mano invisible para orientar rumbos a las colectividades urbanas.

En este sentido, Valdivia puede servir de modelo a la geografía humana por su desarrollo en ciclos, en cuyos extremos hay fenómenos de magnitud tal que han transformado fisonomía una y otra vez.

La nueva etapa histórica iniciada en 1909, empezó simplemente como un incendio más, a las 00:30 horas de aquel día fatídico, cuando las campanas de alarma indicaban como sitio amagado la propiedad de don Max Montecinos, arrendado por Teófilo Seiter y a la sazón deshabitada, en calle Ramón Picarte a la altura del 323. Nadie pudo imaginarse las proporciones que habría de adquirir el siniestro, con la complicidad del fuerte viento sur reinante y del frágil material de las construcciones de aquellos tiempos. El deforme Vulcano, Dios del fuego, había encontrado un aliado poderoso que impulsaría sus lenguas ígneas como verdaderos torbellinos de venganza por la primera cuadra de Picarte – a ambos lados de la calle – para seguir luego por Camilo Henríquez hacia la propiedad de don Carl Ewertz, que ocupaba la esquina del actual edificio Prales. Esa cuadra y las que continúan la calle Pérez Rosales o de San Francisco, fueron rápidas presas de las llamas, consumiéndose con facilidad las manzanas de la Imprenta Borneck, Intendencia y Obispado, para continuar en su camino voraz y desvastador hacia el río.

UN TRONO PARA EL DIOS DEL FUEGO

A estas alturas de la ciudad era el infierno mismo del Dante y es facil imaginar que las propiedades desde la Aduana hasta Williamson Balfour (ex –Escuela Técnica) y desde Independencia hasta Avenida Prat , sirvieron de trono al dios del fuego que veía reflejada su furia en el río, transformado en refugio – poco seguro también – de “la colosal catástrofe”.

Dicen la crónicas de la época que fueron 18 manzanas consumidas por el fuego, pero en el plano levantado en enero de 1910 por don Lorenzo Claro Lastarria, ingeniero civil liquidador de las compañías de seguros, se puede apreciar con toda claridad, que son 20 manzanas completas, o sea el nervio motor de nuestra economía. Milagrosamente se salvaron de de ser reducidos a escombros edificios como el Banco Alemán Trasatlántico y el Banco de Chile. Este se mantuvo tal cual hasta el sismo de 1960 y con la altura de más de un metro sobre la plaza que tenía también la ex – catedral y la Intendencia. La plaza misma tuvo que ser rebajada para su nueva remodelación cuentan los antiguos, que era de rigor para los niños de la época, jugar en el hoyo preparado para recibir el actual kiosco, instalado más o menos en 1912.

El edificio Wachsmann “esplendido establecimiento, se defendió heroicamente dentro de sus altas murallas de cal y ladrillo, pero el enemigo era más fuerte que él y lo redujo también a la nada”. En el plano económico, los saldos dejados por el siniestro afectaban a numerosas firmas que, si bien tenían seguros comprometidos – en moneda nacional y extranjera – no es menos cierto que las pérdidas superaban con creces a esa compesación.

Según la edición especial de “El Correo de Valdivia”, aparecida el 16 de diciembre, número suelto N° 4.172, el total de pérdidas subía de los 20 millones de pesos de ese entonces.

El fuego había empezado…¿inocentemente?...en la noche del domingo, pudo ser dominado sólo en la tarde del lunes.

En consecuencia Valdivia estuvo entregada más de 15 horas a las llamas y las siete Compañías de Bomberos, sus Voluntarios y los solidarios de Temuco, Osorno, La Unión, Gorbea, Loncoche no daban abasto y no tenían respiro.

LA EPOPEYA BOMBERIL

Una tarea sobrehumana cumplieron los Voluntarios valdivianos. A pesar del infierno que enfrentaron, salieron adelante. “Sus materiales quedaron inutilizados o muy averiados”. “Verdaderas oleadas de fuego – dice don Santiago Schüller, Comandante del Cuerpo de Bomberos en su informe al Superintendente – pusieron en peligro la vida de los voluntarios, los cuales envueltos en un mar de llamas que pasaban sobre sus cabezas y que se estrellaban en los edificios, tuvieron que retroceder varias veces, perdiendo parte considerable del material”.

Distinguidos vecinos – bomberos abnegados en aquel siniestro – y sobrevivientes a esta catástrofe reciben hoy emocionados el homenaje de sus conciudadanos, al reconocer en ellos, el valor, desprendimiento generosidad y sacrificio de todo el cuerpo, de los llamados caballeros del fuego. Son ellos: don Teodoro Rudloff Smith, de la Primera Compañía; don Santiago Adriazola, de la Segunda Compañía, maquinista incansable que, durante los días del siniestro no reconoció fatiga, cumpliendo con su deber con actitud ejemplarizadora; don Max Riedemann Braeuning, de la Sexta Cía. Y don Prudencio Garrido Salazar, de la Quinta Cía. Para ellos, la gratitud de Valdivia entero.

En cuanto a material se refiere la adquisición de la potente Bomba Valdivia, fue la mayor conquista y el orgullo de los bomberos valdivianos por largos años, dada su potencia que equivale a todas la compañías juntas.

Fuente:
Suplemento: "El Siglo XX de Valdivia", Fin de Milenio de El Diario Austral Valdivia. Autora: Profesora de Historia Sra. Digna Rodríguez Lamas.
Publicado el 31 de diciembre de 1999
 

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Explosión del 1° de Enero de 1953 , Cuerpo de Bomberos de Valparaíso.

Reportaje referente al fatídico primero de Enero de 1953, en que siendo las 03:10 horas de la madrugada se agregan lamentablemente 36 nuevos Mártires más al Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, que para todos los que abrazamos esta profesión, son las luces que debemos seguir para cumplir nuestro quehacer diario.

Reportaje de Mega:

 
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45 Minutos de Pánico: El día en que Valparaíso perdió la cabeza.

Mini-documental sobre el incendio del gasómetro de Valparaíso en 1994:

 
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Explosión calle Serrano - Valparaíso.

Explosión causada por GLP (Gas Líquido de Petroleo) y posterior incendio que arrasó con varios inmuebles en pleno barrio patrimonial de la ciudad puerto. Visión de uno de los bomberos que participó en esta lamentable tragedia desde los primeros momentos.

 
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Incendio de la Torre Santa María en Providencia - Santiago.

El 21 de marzo de 1981, cerca de las 10 am, en el décimo piso de la torre más alta de Santiago de esos tiempos, un incendio sin precedentes dejó 11 muertos, entre ellas un bombero.

 
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Incendio edificio y centro de convenciones Diego Portales.

El domingo 5 de Marzo de 2006 a las 16:45 Hrs. ardió en llamas el edificio y centro de convenciones Diego Portales ubicado en el centro de la ciudad de Santiago en donde doce compañías de Bomberos, conformada por 20 carros y 300 voluntarios, haciendo uso de tres escalas mecánicas, además de tres vehículos de rescate y dos ambulancias, y sumándose a su vez efectivos de la primera comisaría de Carabineros y miembros del Ejército también se hicieron presentes para ayudar a controlar la situación, el cual tardaron cerca de una hora para controlar el grave incendio que afectó la histórica construcción; el informe oficial entregado por el Cuerpo de Bomberos de Santiago, declaró que el incendio se habría originado por un recalentamiento en la red eléctrica, la cual se encontraba sin mantención, producto de remodelaciones que se estaban realizando en el subterráneo del lado oriente. En el interior del edificio se encontraba una pintura de Roberto Matta, la cual hasta la fecha no se sabe si resultó dañada o no.

A las 17:15 se desplomó la estructura de la techumbre metálica del salón plenario, lugar en la cual y durante mucho tiempo Augusto Pinochet y la Junta de Gobierno de ese entonces realizaba sus actividades más importantes. El edificio Diego Portales fue construido entre diciembre de 1971 y marzo de 1972, diseñado por los arquitectos Juan Echeñique y Miguel Lawner para albergar la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD III).

En un principio se le conoció como Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, pero en 1973, cuando se convirtió en la sede del Poder Ejecutivo, se le cambió la denominación a "Diego Portales". La sede de gobierno -y también el Poder Legislativo- permaneció acogida en este edificio hasta en 1981. Desde 1990 se convirtió en la sede del Ministerio de Defensa Nacional.

Éstas imágenes corresponden a uno de los extras de Teletrece de Canal 13, entre las cuales muestra el momento en que cae la estructura de la techumbre del salón plenario.

(C) Canal 13 Chile, 2006.-

 
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Litografía del incendio de la Iglesia de la Compañía.


Acuarela que retrata el incendio.


Fotografía de 1863 que muestra la Iglesia en ruinas y el retiro de los cadáveres en carretas


Inauguración del monumento a las víctimas del incendio de la Compañía (8 de diciembre de 1873).


Monumento símbolo del dolor de la ciudad, en plaza de ingreso del Cementerio General de Santiago.


Detalle del monumento.


Las campanas de la iglesia en la Plaza de la Constitución.

http://es.wikipedia.org/wiki/Incendio_de_la_Iglesia_de_la_Compañía


En medio de la lucha por ingresar, Amelia piensa en las palabras de José Luís y, cambiando de opinión a última hora, se despide de Rosario Leiva que ya ha logrado entrar, a empujones.
-Usted se lo va a perder, mi amiga-, alcanza a escuchar. Pero tanta iluminación y tanta gente le asustan. Y prefiere observar desde la gran puerta, mientras decenas de mujeres y niños colman la explanada frente al templo, en un desesperado intento por lograr un lugar.

Faltando pocos minutos para las siete, el templo ya esta completamente iluminado y lleno de fervorosas familias. Solo falta prender la hermosa media luna de vidrio colmada de parafina y de la cual emergen los quemadores que serán el centro de atención. Junto a la media luna, impresionantes coronas de flores de tela y cera, y detrás, el gigantesco lienzo que representa a la Virgen María, y que se ha terminado de pintar esa misma tarde. Su fuerte olor a aceites y trementina invade el altar mayor.
Es casi imposible intentar avanzar por los pasillos, tratando de no pisar a las mujeres sentadas y apretujadas en medio de un calor sofocante, con los amplios vestidos inflados por las tiesas crinolinas y donde las joyas lanzan sus destellos desde collares y pendientes. Rostros embelesados contemplan el trabajo del encendido de las lámparas y luminarias.
Ya no cabe nadie. ¿Mil, dos mil, tres mil personas? Rosario Leiva, la amiga de Amelia, ha logrado alcanzar hasta el altar de Nuestra Señora del Tránsito, y se apoya en la columna de ladrillos estucados de blanco. Siente la desagradable sensación de estar transpirando, y seca la perlada frente con su pañuelo de encajes mientras sus ojos recorren el impresionante espectáculo. El alto techo está cubierto de largas guirnaldas de flores de papel, que unen el altar mayor con la entrada principal de calle de la Compañía. En cada muro se han instalado lámparas de vidrio que contienen parafina. “¿Serán cien, o más las lámparas encendidas? ¡Que belleza!”. Cada altar ha sido primorosamente arreglado y un par de niñitas de vestido blanco custodian las imágenes. “Deben ser las Hijas de María,… pobrecitas, el calor que deben sentir”.
La esbelta Rosario Leiva siente una inquietud en el pecho. Las grandes lámparas de hierro repletas de velas de cera ya iluminan los pasillos y sus ojos se detienen finalmente en el gran lienzo con la imagen de la Virgen y en la media luna de cristal con mecheros que apenas alcanza a divisar a través de las cabezas cubiertas de mantos y mantillas. Hay un hombre que esta encendiendo el primer mechero. Será mejor rezar un Avemaría y esperar a que comience la ceremonia.
El altar mayor ya tiene encendidas sus casi dos mil velas y el sacristán abre la llave de salida del gas para encender la media luna. Al accionar la llave ésta no responde y prefiere entonces encender el mechero del costado opuesto. Abre la segunda llave y escapa un violento chorro de gas que genera una gran lengua de fuego que se eleva hacia el techo.


-Si comienza a las siete, como dicen, nunca antes de las ocho y media las tendremos de vuelta, José Luis.
Al llegar a la cafetería tengo la grata sorpresa de encontrarme con Manuel Recabarren y Ángel Custodio Gallo, los que están compartiendo la mesa con José Luis.
-¡Vicente Marcoleta! ¡Qué gusto me da verle después de tanto tiempo!- me alcanza a decir Manuel mientras me estrecha en un fuerte abrazo. –Por José Luis he sabido de sus éxitos profesionales, y créame que me alegro profundamente. Y lamento mucho lo ocurrido a la señora Rosario.
Manuel Recabarren, José Luis Claro y Ángel Custodio Gallo se han juntado en la cafetería del Hotel Aubry, a escasos metros del templo. La discusión sobre estas festividades religiosas ha ocupado gran parte de las páginas de la prensa y de los debates del congreso. Los liberales radicales y masones, como Gallo y Recabarren, se han fijado como meta conquistar la libertad de pensamiento y terminar con estas ceremonias que, lo señalan sin temor y con una profunda convicción, solo intentan mostrar el poder que aún ejerce la iglesia.
-¿Alcanzaste a ver el templo por dentro, José Luis?- le pregunta Manuel.
-En verdad, no he pasado por ahí y es más, le pedí a Amelia que no fuera. Aunque es tan porfiada que debe estar ayudándole al monaguillo a encender las velas. ¿Usted alcanzó a ver algo, Vicente?
-Sí, dejé a Rosario y me quedé tan preocupado como usted. Se veía terriblemente iluminado.
-¿Y, usted, Manuel?
-También vi algo, porque llevé a mi hermana y a unas amigas de ella. Y apenas logré dejarlas en un lugar cercano al altar principal, a unos veinte metros más o menos. Y eso que aún faltaba más de una hora para el inicio. Debo reconocer que el espectáculo es impresionante. ¿Y, qué le trae por estos lugares, amigo Ángel Custodio?
Ángel Custodio Gallo hace un leve gesto de modestia, mientras huele la taza de café. Es un hombre delgado, de atractiva figura y rostro fino, enmarcado por una barbilla y bigotes pulcramente recortados. Personaje de gran fortuna tras sus aventuras mineras y el respaldo de su poderosa familia, ha dejado atrás los ejércitos revolucionarios de hace cuatro años, pero mantiene sus ideas y posiciones políticas. Es gran maestro de la masonería porteña y junto a un grupo de amigos intenta establecer una nueva sede en la capital.
-Para eso he venido, Manuel. Para que usted y gente de su calidad instale una filial de la logia en Santiago.
-¿Me permite una consulta, apreciado amigo?– José Luis Claro se siente atraído por la capacidad inagotable de Gallo, por sus éxitos económicos y su mirada romántica y revolucionaria. – Cuénteme por favor de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Valparaíso. Tengo entendido que allí también ha alcanzado los máximos cargos.
Los ojos de Ángel Custodio Gallo brillan.
-¡Ah, mi amigo! Nada, y créame lo que le digo, nada puede comprarse a la asociación de bomberos voluntarios que se fundó hace ya doce años. Es imposible de explicar la sensación maravillosa de ver a tantos jóvenes altruistas, que solo piensan en servir al prójimo, cuando sabemos que esta sociedad es tan terriblemente apática y egoísta. Si tiene un minuto, permítame contarle algunas cosas.
-¡Fuego!
Como impulsados por un resorte, miramos a un muchacho que pasa corriendo.
-¡Fuego! ¡Fuego! ¡Se quema la iglesia!
Sorprendidos y violentamente impactados, salimos a la calle y miramos hacia el poniente. Una gran columna de humo se desprende en esos momentos desde las torres de la iglesia de la Compañía. Sin decirnos una palabra corrimos hacia el lugar.
La apacible ciudad se ha convertido en segundos en un caos de angustia indescriptible. Ángel Custodio Gallo es el primero en llegar hasta la plazoleta y queda inmovilizado por el espanto. Yo corro hacia la masa de mujeres que intenta salir. El Templo de la Compañía de Jesús está envuelto en una gran nube de humo y poderosas columnas de fuego intentan abrirse paso entre los cuerpos de las miles de personas que repletan el recinto. Los gritos de terror se multiplican por mil y en la gigantesca bóveda, convertida en un infierno, comienza a desarrollarse una de las escenas más dantescas que ha vivido la ciudad. Mujeres ardiendo logran salir trepando por sobre los cuerpos que han bloqueado las puertas. Todos tratamos de rescatarlas, policías, esposos, hijos, en medio de una desesperación titánica.
El fuego, que se iniciara en la media luna de vidrio repleta de parafina, había inflamado el lienzo de la Virgen María y luego de prender las coronas y guirnaldas de papel se ha elevado hasta el techo, inflamando las recalentadas flores y adornos que recorren a lo largo la bóveda del templo. No han pasado ni siquiera cinco minutos desde el inicio del incendio, y ya las llamas coronan la cúpula, desde la que surgen intermitentes llamaradas que se elevan por los respiraderos de la construcción. En su avance, el fuego alcanza las lámparas de parafina, que estallan por la temperatura, derramando su líquido ardiendo sobre la masa de asistentes a la ceremonia.
En pocos minutos, un lago de parafina encendida envuelve a los miles de asistentes. Los gritos se oyen a dos cuadras de distancia, provocando una sensación de terror en las calles que rodean la iglesia.
-¡Que traigan los bombines de la artillería!- alcanza a gritar Gallo mientras se arroja a la masa de brazos que pide socorro. Desesperados, y casi al borde de la locura, trepamos por el muro humano y buscamos en ese infierno a nuestras esposas.
José Luis Claro se toma a cabeza con las manos. Las puertas están bloqueadas de cuerpos.
– ¡Amelia, por Dios Santo!– y tomando aire en los pulmones se une a las cuadrillas de rescate que intentan desprender a las aterradas mujeres de la trampa mortal de brazos, piernas, cabezas y de sus propios vestidos armados de alambre. En un momento en que logro mirar hacia el interior quedo aterrorizado. Cuerpos ennegrecidos caminan lentamente, las cabezas ardiendo como antorchas. Desde el cielo cae una lluvia de fuego y maderos encendidos.
-¡Ayúdenme!
El grito lanzado por el representante de la Legación norteamericana, mister Nelson, nos despierta de la pesadilla. Por una brecha entra Henry Meiggs, empapado en agua, para sacar una, dos mujeres. El joven Buenaventura Cádiz logra arrancar de la maraña de brazos a una niñita de escasos años. Los actos de heroísmo y entrega son impresionantes, pero insuficientes. Thomas Braniff, que también ha llegado al lugar, intenta rescatar a las mujeres que corren despavoridas, que abrazan a sus pequeños hijos, que se tapan los rostros quemados para ocultar su dolor.
Manuel Recabarren ha trepado por la muralla de brazos, intentando buscar inútilmente el rostro de su hermana, pero es atrapado por esos mismos brazos que buscan desesperadamente la salvación de una muerte horrorosa. Recabarren logra desprenderse, ayudado por Meiggs. Los gritos de horror aumentan cada vez más, en momentos en que las torres empiezan a botar su carga mortal hacia el interior. Los esfuerzos han permitido rescatar a las tres hermanas Gacitúa, que lloran de angustia. Sus rostros y manos están quemados, ¡pero viven!

José Rafael Echeverría, vecino del templo, no ha descansado un segundo desde que las primeras chispas comenzaron a caer sobre el techo de su casa, situada en la esquina nororiente de la calle de la Bandera y de la Compañía. Un fuerte viento sur lanza millones de chispas sobre la construcción, donde funciona la librería y agencia de El Mercurio, amenazando la manzana que termina en su extremo contrario en el edificio de la Catedral Metropolitana.

-¡José Luis!
Esa voz le desata un vuelco en el corazón. El hombre gira temiendo equivocarse.
-¡Amelia! ¡Por Dios, Amelia, mi amor, temí lo peor! - José Luis la aprieta contra su cuerpo, la estrecha, fuertemente.
-Tenías razón, tenías razón. Por favor, hay que buscar a Rosario Leiva.
-No te muevas de aquí, no te muevas. Trataré de encontrarla
José Luis Claro sabe que eso es imposible, pero igual se une a los grupos que intentamos salvar como sea a esas victimas de una hecatombe. Yo debo encontrar a mi Rosario. Pero debo salir, porque el humo y la temperatura no me dejan respirar. A pocos metros de la puerta principal, veo a un huaso a caballo que arroja su lazo a la masa de mujeres las que se aferran ante esta posible salvación, hasta que el cordel se inflama con las llamas.
-¡A mí! ¡A mí! ¡Sáquenme a mí!
Los más desgarradores lamentos se escuchan en el interior del templo.
En la plaza vagan mujeres y niños ausentes, de ropas hechas jirones y rostros y manos inflamados. Una manta, un poncho solidario cubren su dolor. Es la muerte aniquilando a las víctimas frente a los ojos de sus parientes y amigos, que impotentes las ven morir. Busco entre esos fantasmas a mi Rosario, sintiendo el corazón apretado por la angustia.
El fuego se desliza, líquido, por debajo de aquellas que aún se encuentran en el interior y las envuelve en una mortaja naranja y caliente. Finalmente, y como una apoteosis a la agonía, se derrumba la cúpula central y el campanario.
La plaza se llena de tierra y humo.
Unos escasos suspiros de dolor.
Un llanto quieto.
Son las ocho y cuarto de la noche. Una hora de pesadilla ha terminado.
Silencio total.

Los que hemos presenciado este horroroso drama nos quedamos inmóviles, como un parque fantasmagórico de estatuas llorosas contemplado el gran horno en el que han sido sacrificadas tantas vidas. Los muros de piedra y ladrillos, enrojecidos, iluminan desde el interior del templo convertido en un infierno. Bascuñan Guerrero, intendente de Santiago, cierra los ojos pensando que, por fin, su hermana ha dejado de sufrir. A su lado, el presidente de la república José Joaquín Pérez, los ministros, funcionarios y oficiales del ejército, contemplan estremecidos la escena.
Manuel Recabarren abraza a José Luis y llora desconsoladamente. Yo estoy petrificado, preso del dolor más intenso que jamás he sentido. Meiggs pasa a nuestro lado.
-Thousands, Thousands - Ennegrecido y agotado, trata de describir a un periodista de El Ferrocarril la magnitud del drama y la cantidad de muertos. La plaza es un remolino de angustiados seres preguntando por sus parientes, tratando de reconocer a sus deudos en las hileras de cuerpos semiquemados que las patrullas van alineando en la calle de la Bandera. A lo largo de las cuadras que rodean al templo, manos caritativas, policías, y soldados, van depositando los cuerpos mutilados.
Más allá, el Comandante Chacón ayuda a depositar a las víctimas en los carretones de la policía para trasladarlos hacia el hospital San Vicente, o simplemente a su cuartel. Luego se despide de nosotros y se retira para coordinar la macabra tarea de reconocimiento.


1863. 9 de Diciembre.
La madrugada.

He pasado toda la noche buscando a Rosario entre los heridos, intentando adivinar su rostro entre los cuerpos quemados. Es un terror imposible de describir.
Pero, nada.
A la una de la madrugada, en la plazoleta de la Compañía reina un mudo silencio. Sólo el ruido de los pasos de las patrullas de soldados o algunas personas que, como yo, deambulan aún impactadas por el martirio de tanta gente. Guillermo Matta ha vuelto al sitio luego de descansar un rato de la agotadora tarea de rescate. Los tizones aún arden y chisporrotean sobre cientos de cadáveres destruidos, semidesnudos, horriblemente mutilados. Las grandes puertas han sido despejadas poco a poco. Y lo veo, como un sonámbulo, ingresar al templo aun tibio. Entro junto a él.
Un grupo de mujeres arrodilladas aún mantiene sus brazos alzados pidiendo la salvación. Son estatuas muertas. Hacia las naves laterales, protegidas por los arcos de ladrillo, hileras de mujeres que habían huido de la cascada de fuego están apretadas contra el muro aún caliente. Madres con sus pequeñas hijas en brazos, cuerpos desgarrados, terriblemente quemados pero que se han mantenido en pie.
Matta sigue avanzando hasta el sector del presbiterio. Allí la escena es aún más terrible. Si lo que ha visto le semeja una larga procesión de estatuas, aquí el drama se hace evidente. Ese lugar era la salvación, pero el deseo de escapar ha hacinado cientos de cuerpos que lucharon por sobrevivir, y las expresiones del terror y de angustia aún se conservan en sus rostros grises. La luz de la luna marca aún más esas facciones, iluminadas a veces por los resplandores naranjas de los tizones que aún arden.
Me estremezco al descubrir el cuerpo de una mujer joven que está apoyada en una de las columnas, seguramente muerta por asfixia. Ha quedado inmovilizada, con la frente inclinada. Me acercó con temor y giro a su alrededor para ver si es el rostro que busco.
No me atrevo a mirarla, pero finalmente lo hago.
Es mi Rosario.
Está blanca como el mármol, con su pelo y vestido orlado de cenizas. Está quieta, sin miedo en su rostro.
Con los ojos nublados busco a Matta. Intento llamarlo, gritarle, pero no me sale la voz. Miro a Rosario, pero no me atrevo a tocarla. Me da miedo que se deshaga en cenizas. Está tan bella. No hay sufrimiento en su rostro, con los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo.
Decido quedarme a su lado para que nadie la toque.

Con las primeras luces del alba empezaron las cuadrillas a retirar los cadáveres. Manuel Chacón me volvió a la realidad.
-Salga de este lugar, Vicente- me dijo con una cálida voz. –Nosotros nos encargaremos de la señora Rosario. Ya nada tiene que hacer usted aquí.
Me apoyé en él y lloré desconsoladamente. Estaba viviendo una pesadilla que no terminaba jamás. ¿Qué decirle a Isidora? Me moví como un sonámbulo entre los grupos de soldados y policías, mientras veía a distintas personas identificando a sus muertos; pero no escuchaba ruidos ni llantos. Solo un silencio asfixiante.

Mientras los cadáveres eran retirados en los carretones de la policía, me hundí en el dolor.



http://antoniomarquezallison.blogspot.com/2011/12/incendio-del-templo-de-la-compania.html
 

bluebird3

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Causa (s) de las explosiones de alcantarillado


Pemex inicialmente se declaró inocente de la explosión, sigue insistiendo en que la empresa de aceite de cocina era el culpable. Sin embargo, La Central fue capaz de limpiar su nombre. "Los ingenieros químicos de acuerdo en que una explosión de esta magnitud hubiera requerido de cientos de miles de litros de hexano en el alcantarillado. La Central explicó que manejan menos de 3000 litros de hexano al día, y tenía una capacidad máxima de almacenamiento de 60.000. Lo que es más, el tanque de La Central de hexano todavía estaba lleno después de la explosión y la propia central estaba intacta. El ingeniero químico Alejandro Villaseñor le dijo a un reportero de Proceso, que si La Central, de hecho, ha sido la fuente de la filtración, la fábrica habría sido el primer lugar de explotar. "(17)
Mientras tanto, los periodistas que cubren las explosiones astutos tomó nota de un grupo de búsqueda muy grande, buscando una fuga de gasolina en La Nogalera, la gasolina Pemex instalación de almacenamiento. El 23 de abril de 1992, Pemex anunció la detección de una fuga el día anterior en algún lugar de la línea sur de tubería de la gasolina de Salamanca, y había apagado la estación de bombeo en esta línea al mediodía el 22 de abril de 1992. En la tarde del 23 de abril de 1992, Pemex anunció la ubicación de la fuga en una tubería de 12 pulgadas alrededor de 3,300 pies de distancia de La Nogalera. Este llamado "Alamo Industrial" área mixta residencial e industrial, edificios ya habían sido evacuados en la tarde del 22 de abril de 1992, por las autoridades cuando recibieron la nueva información de Pemex.
Pemex llamó a expertos internacionales para ayudar a la fuga bajo control, afirmando que las explosiones causaron la fuga, en lugar de al revés. El 24 de abril de 1992, había quedado claro que "una cantidad extraordinaria de la gasolina se había escapado. Por una estimación, el suelo estaba saturado de metro con un metro de espesor de un metro [] manta del combustible que cubre 16 manzanas cerca de La Nogalera. "(17) Una comisión de 18 diputados federales viajaron a Guadalajara para evaluar la situación, pero le fue negada el acceso a La Nogalera. Trabajadores de Pemex admitió en privado que se les prohibió hablar de la situación a los forasteros.

Preguntas y Teorías

En ausencia de información, la gente teorizó sobre una serie de observaciones. ¿Por qué las lecturas de explosividad aumentó después de haber caído durante la noche antes de las explosiones? Se supuso que las temperaturas frías causó la gasolina para mover más al estado líquido, eludiendo así la detección por los explosímetros vapor de lectura. Otra teoría era acerca de la posible contribución de las obras de construcción del tren ligero de las explosiones. Tal vez las tuberías de alcantarillado de la ciudad desviados con una serie de giros angulares, y que estos giros se había creado un "tapón", copias de seguridad de los gases en el sistema.
Una tercera teoría es que "los trabajadores de Pemex se había malversación de gasolina a través de las instalaciones de La Nogalera y había aprendido que la oficina del procurador general estaba a punto de inspeccionar las instalaciones. Temeroso de ser atrapado con un exceso de oferta de gasolina ... [que] el exceso de combustible vertido por el desagüe. (18)
Una cuarta cuestión es la identidad del funcionario encargado de tomar la decisión de evacuar un área. ¿Fue el gobernador del estado o el alcalde de la ciudad? El gobernador dijo que el alcalde debería tener ese poder. Pero en realidad, como señala Varley, la capacidad de cualquier funcionario local para pedir una evacuación se basa en el grado en que gozaba de la confianza del gobernador, en lugar de su posición oficial. (18)
El agujero en la tubería que se filtró

La causa de la explosión de alcantarillado se remontan a la instalación de una tubería de agua por un contratista varios años antes de la explosión, que se filtró agua en una línea de gasolina se extiende por debajo, de acuerdo con un experto. (19) Las posterior corrosión de la tubería de la gasolina, a su vez, causó pérdidas masivas de la gasolina en las alcantarillas.
Resumen
Las explosiones de alcantarillado de Guadalajara no fueron causados por un acto terrorista. Sin embargo, demuestran el daño potencial que puede afectar a una ciudad por los volátiles presentes en el encendido de nido de abeja de líneas de alcantarillado en la mayoría de las grandes ciudades.

http://translate.google.cl/translat...q=xplosion+jalisco+1992&hl=es&sa=N&prmd=imvns



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CRONOLOGIA DE LOS HECHOS

Cronología de los hechos
Antes de las explosiones:
• 19 de abril: Vecinos de la calle Gante envían reportes al Ayuntamiento de Guadalajara informando que hay un fuerte olor a gasolina y ésta también salía de las tomas de agua, además salía humo de las alcantarillas.
• 21 de abril: Trabajadores del ayuntamiento y de la dirección de Protección Civil, tardaron dos días en acudir a la calle Gante para hacer revisiones, encontrándose fuertes niveles de gasolina y otros hidrocarburos, sin embargo se dijo que no era necesaria la evacuación de la zona. Lo cual produjo la pérdida de vidas humanas.
• Se registra una temperatura muy calurosa de casi 36 °C
22 de abril:
• 10:00: Las tapas de las alcantarillas comienzan a botar y columnas de humo de color blanco comienzan a salir de ellas
• 10:05: Se registran las dos primeras explosiones, la primera en la esquina de la Calzada Independencia y la calle Aldama, y la segunda en el cruce de las calles Gante y 20 de noviembre.
• 10:06: Se recibe la primera llamada en el 060.
• 10:08: Tercera explosión, un autobús de la ruta 333 pertenenciente a la empresa Alianza de Camioneros Jalisco A.C.(hoy Tutsa) es proyectado por los aires, en la esquina de Gante y Nicolás Bravo.
• 10:12: Cuarta explosión, ésta se registra en la Av. González Gallo.
• 10:15: Trabajadores de fábricas ubicadas a los largo de la Av. González Gallo comienzan a ser evacuados.
• 10:16: Comienzan a llegar cuerpos de rescate y voluntarios a las zonas afectadas por las explosiones.
• 10:23: Quinta explosión, ocurre en el cruce de Gante y Calzada del Ejército.
• 10:29: El barrio de Mexicaltzingo es evacuado.
• 10:31: Sexta explosión, se registra en el cruce de las calles 5 de Febrero y Río Bravo.
• 10:43: Séptima explosión, esquina de calles Gante y Silverio García.
• 11:00: Continúan llegando más cuerpos de rescate a zonas afectadas.
• 11:02: Octava explosión, ésta ocurre en el cruce de Av. Río Nilo y Río Bravo.
• 11:03: Las colonias Atlas, Álamo Industrial, El Rosario, Quinta Velarde, Fraccionamiento Revolución y el centro del municipio de Tlaquepaque, son evacuadas.
• 11:16: Últimas dos explosiones registradas, una en el cruce de Río Pecos y Río Álamo, y la otra en González Gallo y Río Suchiate.
• Después de las 12:00: Ante el miedo de que ocurran más tragedias, personas de toda el área metropolitana comienzan a destapar las alcantariilas, para en caso de haber gases, estos salieran.
• 01:38: Se les informa a los habitantes de colonias como Zona Industrial, 18 de marzo, Fresno, 8 de julio, Ferrocarril, La Nogalera, Morelos, Echeverría, Polanco, 5 de mayo y Miravalle, que estén alertas ante cualquier evento que pudiera ocurrir.
Después de las explosiones:
• 25 de abril: Pánico en las colonias 5 de Mayo, el dean, Echeverría y Polanco, bomberos piden que no se encienda ningún tipo de flama, debido a un fuerte olor a gas, pero después se confirmó que fue una fuga en una tubería de Pemex.
http://es.wikipedia.org/wiki/Explosiones_de_Guadalajara_de_1992

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LO PRIMERO QUE PUBLICO LA PRENSA


jueves, 23 de abril de 1992
Al menos 150 muertos tras 12 explosiones de gas en la ciudad mexicana de Guadalajara
Estimaciones oficiales cifraban en más de 150 el número de muertos y más de 300 el de heridos como consecuencia de las explosiones de gas producidas en la ciudad de Guadalajara, situada aproximadamente a 500 kilómetros al noroeste de la capital mexicana. Las 12 explosiones en cadena que en cuestión de segundos reventaron ocho kilómetros de calles, afectando a un total de 20 manzanas, se sucedieron en medio del pánico general que afectó a los miles de vecinos de una de las zonas más densamente pobladas de Guadalajara.
Muchos de los afectados ni siquiera tuvieron tiempo de desalojar sus hogares antes de que techos y paredes se vinieran abajo con la primera explosión de gas. Al término de los estallidos el paisaje del barrio Reforma, a unos 200 metros del casco viejo de la capital tapatía, ofrecía un aspecto desolador. La mayoría de las casas habían sido destruidas y decenas de automóviles asomaban entre las ruinas. El agua derramada por las tuberías rotas formaba lagunas artificiales, arroyos de agua turbia que discurrían entre montañas de escombros. Encima de las casas derruidas la gente se apiñaba para sacar los cascotes y tratar de rescatar a aquellos familiares sepultados por la explosión. Se trataba del mismo paisaje dantesco que ofrecía el centro de la Ciudad de México cuando fue golpeado por el terremoto de 1985.Apenas iniciadas las labores de rescate, en las que junto con bomberos y Cruz Roja participan soldados del Ejército mexicano, la tragedia se fue multiplicando a medida que eran descubiertos los cadáveres y la gente se preguntaba por los familiares desaparecidos. En este sentido, la cifra oficial de 150 muertos, ofrecida al cierre de esta edición (dos de la madrugada, hora peninsular española) por el gobernador del Estado de Jalisco, Guillermo Cossío, podría aumentar dramáticamente en las próximas horas cuando termine el desescombrado. Según el funcionario, podría haber también más de 500 heridos.
Por lo pronto, los hospitales de Guadalajara se encuentran saturados. Apenas alcanza el personal médico para ofrecer los primeros auxilios. La escasez de material y de medicinas para atender una demanda de tales proporciones está siendo compensada con el envío urgente, y desde la capital mexicana, de útiles y medicamentos de primeros auxilios, además de maquinaria pesada y una compañía de zapadores que se encargará de auxiliar en las tareas de rescate.
Junto al drama provocado por las explosiones de gas la indignación también cunde entre los vecinos del ahora casi desaparecido barrio de Reforma y en las colonias Álamos, Atlas, Olímpica y Analco, las más afectadas. Hasta ahora la versión más fidedigna apunta a la negligencia de una importante compañía de Guadalajara. La Central, así se llama la empresa aceitera, habría derramado cantidades industriales de gas en el interior del drenaje de la capital tapatía. El gas, al parecer del tipo exano, se fue acumulando en las alcantarillas hasta provocar las explosiones en cadena.
Negligencia oficial
Sin embargo, y más allá de la fiabilidad de esta versión, los hechos demuestran que los vecinos de Reforma habían denunciado la fuga de gas 24 horas antes de que se produjera el accidente.
Según algunos residentes de la zona el olor a gas era tan penetrante que no dudaron en llamar a los bomberos. Cuando éstos se presentaron inspeccionaron a ojo de buen cubero las instalación a la denuncia. Pero el olor a gas iba en aumento. Apenas 15 minutos antes de la primera explosión y ante la insistente alarma de los vecinos el Cuerpo de Bomberos de Guadalajara dio instrucciones precisas: "No hay de qué preocuparse, abran las ventanas de sus casas y el olor a gas irá desapareciendo". Minutos después reventaba el barrio de Reforma y cientos de casas eran reducidas a escombros, como si la zona hubiera sido sometida a un intenso bombardeo.
El gobernador Cosío Vidaurri salió al paso de las denuncias que se multiplicaron tras las explosiones y que hablaban de la indiferencia de las autoridades. Según el funcionario, el Cuerpo de Bomberos hizo todo lo que estaba en sus manos para impedir la tragedia. Los vecinos del barrio Reforma no piensan igual. Y el resentimiento ha calado hondo

http://elpais.com/diario/1992/04/23/internacional/703980013_850215.html


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ENTREVISTA AL JEFE DE BOMBEROS 30 AÑOS DESPUES.



El Ayuntamiento desconocía el riesgo que había: López Rivas

En 1992, el mayor era jefe de Bomberos de Guadalajara, corporación que, afirma, nunca abandonó el sitio de la tragedia.
El mayor Trinidad López, director de la unidad estatal de Proteccion civil y Bomberos de Jalisco dice que resulta trágico vivir un desastre para adquirir experiencia.
GUADALAJARA, JALISCO (20/ABR/2012).- La tragedia, dice el mayor Trinidad López Rivas, director de la Unidad Estatal de Protección Civil y Bomberos de Jalisco, tiene varias aristas, y una es cuán trágico resulta tener que vivir un desastre para adquirir experiencia.

—¿Ha sido la peor experiencia de su vida?

—Ha sido la única en mi vida. En 50 años (de servicio público), la única.

El 21 de abril de 1992, cuando al cuerpo de Bomberos de Guadalajara le informaron que en el Sector Reforma había olor a gasolina en el drenaje, se dirigieron a la zona para vigilar que las personas no se cayeran a las alcantarillas destapadas que emanaban columnas de vapor. A las 6:50 de la mañana, un reportero le preguntó a Trinidad López Rivas qué ocurría; el entonces jefe de Bomberos de Guadalajara lo ignoraba.

“No participamos más que solamente en eso. Ahí había dependencias federales, estatales y municipales. Ya existía la Unidad de Protección Civil Jalisco. Bomberos Guadalajara era y sigue siendo una instancia municipal. Como municipio, yo creo que Guadalajara cumplió. Lamentablemente, había desconocimiento absoluto por las instancias que tenían el compromiso de investigar. No dieron la información, no detectaron el riesgo y la causa, y en eso se pasaron las horas del día 21”.

A las 9:00 de la mañana, le reportaron que a gasolina en la calle Sierra Morena, en la Colonia Independencia. Trinidad López recordó que en la Semana Santa o de Pascua de 1983 hubo una explosión en esa zona; fue hasta allá con varios bomberos. Hicieron la revisión y regresaron a la calle Gante. Cuando la camioneta cruzó Prisciliano Sánchez al cruce con la Calzada Independencia, Trinidad López vio cómo una explosión hacía volar 20 metros a un tanque que transportaba 10 mil litros de gas. El grupo de bomberos saltó de la camioneta a buscar heridos.

De los 10 bomberos ubicados en la calle de Gante, dos salieron disparados por los aires: “¿Por qué no hubo lesionados de ninguna corporación policiaca, de ninguna institución de atención hospitalaria y solamente de Bomberos? Porque ahí estuvimos toda la noche y no nos retiramos un solo momento”.

“En ese momento te imaginas el dolor, la preocupación de estar entre una tragedia. Más tarde me di cuenta de los heridos y muertos de Bomberos: dos muertos y cuatro o cinco heridos, muy graves. Y eso nos pasó por estar cumpliendo con un deber, con una obligación de servir. Y dudo mucho que algún bombero se arrepienta. El Ayuntamiento cumplió con ese compromiso (...)realmente desconocía el motivo y el nivel de riesgo”.


http://www.informador.com.mx/jalisc...esconocia-el-riesgo-que-habia-lopez-rivas.htm