HISTORIAS REALES DE BOMBEROS.

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El bombero del año en América Latina es caleño

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El 20 de septiembre pasado, rodó 300 metros al sofocar un incendio rural. Se recupera.

Carlos Alberto Ortiz Sepúlveda solo se dio cuenta de que estaba en la sin salida de las llamas cuando comenzó a sentir el olor a vello chamuscado. Llevaba ahí metido 10 minutos, sin hacer el debido relevo para regular la temperatura, tratando de apagar unas llamas de tres metros de altura con un batefuego; que es como tratar de matar un león con una escoba.
El jueves 20 de septiembre, el cuerpo de bomberos de la Estación Forestal del Aguacatal había recibido una llamada a las 19 horas en la que los alertaban de un incendio en el kilómetro siete entre Cali y la Vía al Mar, en El Palo de la Bruja, laderas vecinas de 'la sucursal del cielo'. La desesperada voz al otro lado de la línea había vaticinado:
¿Si no vienen rápido, las llamas pueden alcanzar los ranchos al pie de la loma y nos quedamos en la mismísima calle.
En el viejo carro rojo de sirenas dañadas se alistaron cuatro unidades: el maquinista, dos bomberos y Carlos Alberto, que actuaba esa noche como jefe de turno.
Al llegar, hicieron bajar a los jovencitos que querían apagar el incendio a punta de baldados de agua, con los que mojaban un metro cuadrado pero se prendían dos. Parquearon al borde del camino de herradura el carrotanque con 180 galones de agua, desenrollaron la manguera de 200 metros de largo y abrieron el chorro a presión.
Desafortunadamente solo pudieron extinguir el 80 por ciento de las llamas; el resto tenían que hacerlo manualmente.
Decidieron subir a pie con la vieja indumentaria usada desde hace un par de años: uniformes antiflama, la monja que cubre el rostro, guantes, gafas y las botas de cuero. A sus espaldas cargaban las mochilas extintoras con galón y medio de agua cada una; en la cintura, un tarro del preciado líquido para hidratarse y en sus manos, ese palo largo de metal que al final tiene una aleta de caucho al que llaman batefuegos.
Arriba, Carlos Alberto evaluó el perímetro del incendio que faltaba por rematar, calculó que eran cien metros cuadrados más de pendiente. Iniciaron labores de combate manual, aplastando las llamas como quien mata cucarachas con traperos, pero que si se dejan vivas se convierten en indomables fieras amarillas.
Oscuridad, humo, viento, calor, sudor en los ojos. Olor a ropa secada con plancha. De pronto Carlos Alberto perdió la noción del tiempo para salir de la humareda.
De los cinco minutos que dice el protocolo, el caleño llevaba diez. Sin darse cuenta, una de sus botas comenzó a enredarse en una madeja de piola que descansaba en aquella loma en la que los niños elevan cometas. Entonces tropezó e inició una caída al vacío.
Carlos Alberto rodó 300 metros cuesta abajo golpeándose con piedras, ramas y troncos, que era como caerse del último piso de la Torre Colpatria y darse contra las 47 ventanas hasta chocar con el pavimento de la Séptima. Afortunadamente, muchos años atrás la suerte había sembrado un seto de cañabrava que frenó su paso a la muerte.
Su casco, el maletín de agua y el radio fueron encontrados carbonizados. Un grupo de bomberos que había llegado como refuerzo trasladó a Carlos Alberto a la Clínica de Los Remedios, donde despertó al día siguiente preguntando si habían logrado sofocar el incendio.
Un año complicado
Los médicos le dijeron que sí, pero que le tenían malas noticias.
Dictaminaron una lesión severa en la órbita ocular izquierda, múltiples lesiones en todo el cuerpo y por tanto debían operarlo de inmediato. Realizaron una intervención en la que tuvieron que hacerle un corte en U, de oreja a oreja. Le reconstruyeron el globo ocular, e instalaron cuatro piezas de platino ajustadas en su cabeza por una fractura en el cráneo.
La tragedia de Carlos no paraba ahí. Su desdicha había empezado cinco meses antes. El 10 de abril de 2012 su esposa había muerto después de luchar seis años con un cáncer de seno. A Miriam Medina la había conocido en 1993, se casaron, vivieron juntos 17 años y tuvieron un hijo al que bautizaron Nicolás. "Se le vinieron todas encima", dice su compañero Ricardo Arias.
Con la muerte de su esposa y el accidente, los papás de Carlos tuvieron que dejar su casa en Palmira y venirse a vivir a Cali para ayudarlo en su recuperación y velar por su nieto, que hoy tiene 15 años. El pequeño Nicolás está pasando por la encrucijada de la adolescencia, pues busca decidir qué quiere estudiar, pero algo tiene claro: no será bombero como su papá. No le gusta.
De 24 a 8 horas
Carlos Alberto entró a los bomberos en1992, al cumplir la mayoría de edad. Recuerda que lo llevó una amiga de su casa; entonces, le gustaron las dinámicas de rescate y la tarea diaria de salvar vidas.
En su ascenso por la valiente carrera, realizó todos los cursos necesarios para ser profesional. Pasó por las ocho estaciones de la capital del Valle como unidad permanente, hizo algunos ciclos como cabeza de mando, hasta que en el 2012 fue nombrado jefe de turno de la Estación Forestal del Aguacatal.
Hoy hace parte del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Cali, junto con 199 profesionales y 250 voluntarios. Carlos Alberto arriesga todos los días su vida por un salario mínimo más el pago de horas extras y dominicales, un promedio de un millón y medio de pesos al mes. Hasta el año 2007 los bomberos debían hacer turnos de 24 por 24 -trabajaban 24 horas y descansaban otras 24-.
Favorablemente con la ley del trabajo, ahora trabajan las ocho horas reglamentarias.
La estación del Aguacatal atiende en promedio treinta incendios forestales a la semana, una veintena de imprudencias caseras y una decena de accidentes de tránsito. No hay un día en el que no se pongan el casco, el overol y las botas.
Casi tres incendios por día
Durante el 2012 los bomberos de Cali han atendido un total de 666 incendios urbanos, 205 rurales, un promedio de 803 hectáreas defendidas del fuego. La capital del Valle del Cauca se ha convertido en una de las ciudades con más incidentes de este tipo en el sur del continente.
Tal vez por dicha razón, el mes pasado, el municipio adquirió nueve máquinas -ocho carrotanques y una máquina de altura- por un valor de cinco millones de dólares. El cuerpo de bomberos más moderno del país.
El 2 de octubre Carlos Alberto Ortiz Sepúlveda fue homenajeado con el premio al Mejor Bombero del Año en el Extranjero. Este reconocimiento lo hace la Oficina de Atención a Desastres de Estados Unidos (Usaid), quienes buscan entre los miles de bomberos de Latinoamérica al rescatista con mayor número de emergencias atendidas eficazmente.
A sus compañeros de trabajo se les nota el aprecio y el respeto cuando hablan de su bombero estrella. "Paradójicamente, una de las virtudes de Carlos era su visión fotográfica. Era un tipo que con solo ver a alguien una vez lo podía dibujar de manera exacta. Nos hace reír con sus caricaturas y nos da tranquilidad con su energía", cuenta Ricardo Arias Llano, quien ha trabajado al lado suyo los últimos 12 años.
Hoy a Carlos le llora el ojo izquierdo constantemente. Lleva tres meses en terapias. Ha recuperado el encuadre de la visión, pero ha perdido el 80 por ciento del parpadeo. Con una sonrisa habla de su vanidad. En lugar de poner el parche en el ojo derecho para darle movimiento al afectado, se lo ponía en el izquierdo para que no le vieran gotear ríos de lágrimas descontroladas.
Como su casa queda a tres cuadras de la estación, cada mañana pasa a darle vuelta a su segundo hogar, así esté incapacitado hasta nuevo aviso. Trata de evitar el vacío que dejó su esposa y el estar pensando en que quizás no pueda volver a ejercer lo que para él significa el mejor oficio del mundo: el de salvar vidas.


Pacho Escobar

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La Cuna del Cuerpo de Bomberos


Resulta emocionante conocer respecto de la vida de don Benjamín Vicuña Mackenna, que punto a parte no tiene nada que ver con la fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago, pero que es quien hace posible a través del folletín titulado “La Cuna del Cuerpo de Bomberos”, podamos enterarnos y sorprendernos una vez más, de lo cuan lejos y cuan alto, ha llegado el nombre de la Tercera de Valparaíso durante sus 155 años de vida.
Siguiendo con don Benjamín; por resaltar tan solo algunas de su vivencias podemos decir que poco antes de cumplir 20 años ya había participado en un motín, por el cual, es condenado a muerte, hecho que no ocurre debido a que logra escapar desde prisión disfrazado de mujer. Se traslada hasta La Serena donde participa en otro levantamiento armado (septiembre de 1851), nuevamente es derrotado y huye hasta la localidad de Tabolango, y luego a Valparaíso. Es en este puerto donde su padre lo embarca con la misión de vender 2.000 quintales de harina en la
ciudad de California.
A su regreso en 1856, se incorpora al movimiento político opositor de gobierno, no pasó mucho tiempo hasta que fuera nuevamente desterrado (Liverpool-Inglaterra) a raíz de una nueva acción opositora en contra del Presidente Manuel Montt Torres. (La revolución del Colihue 1858)
Regresa nuevamente en 1861, de sus nuevas actividades destaca su estreno como periodista en diario “El Mercurio” de Valparaíso.
Diputado por La Ligua entre los años 1864 – 1867. Al estallar el conflicto armado con España en el Pacífico, se dirigió al Perú y a Estados Unidos (1865) a cumplir misiones secretas encargadas por el gobierno de Pérez.
En New York fundó el periódico “La Voz de América”, donde publicó artículos contra España. A su regreso a Chile en 1866, publicó las memorias de ese viaje: “Diez Meses de Misión en Estados Unidos”. Se dedicó a sus actividades periodísticas y a las campañas políticas, siendo elegido diputado por Valdivia en el período comprendido entre 1867 y 1870. Intendente de Santiago en 1872, Senador por Santiago entre 1876-1879, y por Coquimbo entre 1879-1885.
Vicuña Mackenna contrae matrimonio con su prima doña Victoria Subercaseaux Vicuña, el 4 de marzo de 1867. Sus últimos días los pasa en su hacienda de Santa Rosa de Colmo (Concón). Fallece a los 55 años de edad el 25 de enero de 1886.
Ingresa a la Tercera Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago “Poniente” el 08 de diciembre de 1879, siendo elegido Director esa misma sesión. Permanece en la 3ª hasta el día
de su muerte. A continuación leeremos el documento de su autoría.
“La Cuna del Cuerpo de Bomberos”
…El ínclito y glorioso Cuerpo de Bomberos de Santiago, no nació de un Incendio. Nació de una hoguera, de una hecatombe humana, la mayor del mundo moderno, producida por el fuego. Fue su cuna un templo fatídico en que perecieron dos mil doscientas almas inocentes, y la cotona roja que hasta hoy visten en Santiago los soldados del fuego, no es sino un reflejo de las llamas que un día nefasto sembraron de luto todos los campos y todas las ciudades de la República.
Cuarenta y ocho horas después de ocurrida la espantosa catástrofe de la Compañía de Jesús, en la tarde del memorable 8 de Diciembre de 1863, un joven animoso y entusiasta que había conocido en California los milagros de las asociaciones contra el fuego y contra el crimen, hizo en efecto un llamamiento a la generosa juventud, y ese grito fue escuchado de una manera que en aquellos días de pavor y de tímido egoísmo causó asombro. El nombre del iniciador era José Luis Claro, y su apelación a las armas, copiada de los diarios de la época, decía así, sencillamente: “Al público: se cita a los jóvenes que deseen llevar a cabo la idea del establecimiento de una compañía de bomberos, para el día 14 del presente, a la una de la tarde, al escritorio del que suscribe. José Luis Claro” La chispa y ardida todavía, había partido del centro de los horribles y humeantes escombros del templo, en los momentos en que centenares de carretones de la policía o alquilados en el comercio “a tanto el bulto”, extraían los cadáveres carbonizados y horriblemente irreconocibles de millares de madres, de hermanas, de esposas amadas, de tiernas hijas, de inocentes vírgenes mutiladas, y por esto, aquel primer toque de llamada, unido a las lágrimas que por doquiera corrían, formó en los conmovidos corazones el cimiento de la más noble institución de la República, el ejercito de los que los salvan y mueren risueños salvando a los demás…..¡Sublime y bien cumplida misión!. Pocos eran, entretanto, los que creían que la simple convocatoria de un hombre de buena voluntad fuese oída. Menos los que esperaban que fuese seguida. Y con tal propósito, el diario más importante de la capital en aquella época, al día siguiente de la cita hecha por un aviso personal en sus columnas, se limitaba a decir y casi a presagiar tristemente lo que estas palabras dadas a luz el doce de diciembre por “El Ferrocarril” entonces significaban: “Las terribles lecciones dadas por dolorosas experiencias y angustiosos casos, ¿serán el poderoso móvil que arrancará de la inacción y la indiferencia a los hombres de la capital que pueden concurrir a formar las filas del proyectado Cuerpo de Bomberos?. ¡Se verá!”. Ese “¡se verá!” no podía ser más glacial ni más incrédulo. Pero ya se ha visto en la prueba incesante de veinte años, porque la única asociación de hombres que ha enterrado en el dintel de su puerta y echado al fogón de sus máquinas su egoísmo, esta negación de la divinidad del hombre, son los cuerpos de bomberos de la República desde Tacna a Osorno, desde Valparaíso, promotor ilustre, a San Felipe, último vástago de su potente savia. El lector de estos recuerdos se habrá fijado probablemente en que el aviso de la cita primitiva, hablaba de la formación de una Compañía de Bomberos. Las esperanzas y los esfuerzos no iban ni podían ir entonces más allá. Santiago era una ciudad soñolienta y no se había acostumbrado todavía a escuchar el bronce de la medianoche que llama a los hijos de las llamas a las llamas.
Apenas si pasaban las oraciones, las gentes, después de persignarse deteniéndose en la acera, escuchaban, a la luz de los faroles de parafina o de sebo, el toque lúgubre y acompasado de las ánimas benditas que los campanarios todavía tocan a las ocho de la noche. Pero contra los que temían o no esperaban, y aun contra los que no ambicionaban poseer para la ciudad sino “una Compañía de Bomberos” (una sola decía el aviso de la cita), reuniéronse en el salón de la antigua filarmónica, que era entonces un Casino, doscientos ciudadanos y se inscribieron los primeros en el rol. Nombrase allí mismo un Directorio provisional de entre los presentes, y tuvieron señalada honra de ser elegidos para este puesto de iniciativa y de ardua organización: Don José Luis Claro, Don José Besa, Don Ángel Custodio Gallo y Don Enrique Meiggs. Preciso es advertir aquí como un acto de justicia póstuma, que el iniciador Don José Luis Claro, había tenido en las primeras horas de su generosa propaganda, dos auxiliares poderosos. El uno había sido un ilustre americano del Norte, Don Enrique Meiggs, quién arrojándose en medio del atroz e implacable incendio, rifó varias veces en la nefasta tarde del 8 de diciembre su vida en el salvamento personal de las víctimas de la Compañía. El que esto escribe y recuerda, vio al valiente anciano en aquel lúgubre crepúsculo, cubierto de cálido sudor y destilando todas sus ropas el agua que el mismo arrojara en vano a la voraz hoguera, y al preguntarle con angustia cuantos habían perecido, exclamo: “¡Thousands!” (miles). Y esa era la horrible verdad de aquella hora horrible. Y, ¿quién fue el otro de los nobilísimos y ya olvidados cooperadores de la iniciativa?. Un modesto pero digno querido y simpático joven chileno, a quién ingrata y prematura tumba se tragó en sus antros cuando en torno suyo acababa de sonreírle en esperanzas: Wenceslao Vidal, antiguo oficial del Segundo de Línea, y que si hubiera seguido en las filas y bajo las banderas de su cuerpo, sería hoy un brillante Coronel de nuestro ejército, había tomado a su cargo por esos días el Casino, y gracias a su buena voluntad en esa ocasión, como en todos los difíciles lances de la organización del Cuerpo de Bomberos, prestó su casa, su brazo y su alma para formar la cohesión de todos los ánimos en una sola mira: la salvación de la ciudad. A la primera reunión del 14 de Diciembre de 1863, concurrieron, en consecuencia, muchos hombres de corazón, algunos de los cuales han desaparecido ya de la vorágine de la vida, mientras otros luchan todavía en la vorágine: Wenceslao Vidal, Francisco Javier Ovalle Olivares, Roberto Souper, Ramón Abasolo, Emilio Bello, José Toribio Lira, Francisco Somarriva, Tito de la Fuente, para no nombrar sino a los muertos ya olvidados, entre otros que probablemente no serán olvidados. Y, ¡resultado tan admirable como no esperado!. En aquella primera reunión, sin trámites, sin papeles, sin consultas, sin asesores, sin abogados y sin capítulos, quedaron nombrados dos Compañías en lugar de una sola, es decir, quedó nombrado el cuerpo de Bomberos de Santiago. Esas Compañías fueron la Guardia de Propiedad, que eligió más tarde por Director a don Ángel Custodio Gallo, uno de los más entusiastas organizadores del cuerpo bajo la planta veterana del de Valparaíso, que él conocía, y la Compañía de Bomberos propiamente tal que se llamó entonces “del Poniente”, y después simplemente, y en número, “la Tercera”. Designo ésta, para su jefe, al que había echo oír el primer toque de llamada a los valientes dispuestos a lidiar contra el más terrible enemigo del hombre, contra el fuego hijo del rayo, don José Luis Claro. Entre los primeros soldados de aquel grupo contáronse voluntarios de todas las posiciones y procedencias, especialmente de la juventud, que ama el peligro y rinde culto, sin doblez, a todos los deberes. Pasaron de esta suerte la primera lista Alejandro Vidal, Adolfo Ortúzar, Antonio del Pedregal, Ángel Custodio Gallo, Domingo Toro Herrera, José Luis Larraín, Buenaventura Cádiz, Carlos Walker Martínez, Washington Lastarria, Francisco Gandarillas, Ezequiel Silva, Alberto Mackenna, Eduardo Brickles, Juan Esteban Ortúzar, y cien más. Eran 126 en el grupo. Todos “terceranos”, como hoy se dice en el ejercito, y venían al campamento de la fraternidad, de todos los campamentos políticos de la ciudad y de las discordias no apagadas todavía: el fuego es un terrible nivelador.
Los primeros fundadores de la Guardia de Propiedad fueron, a su turno, 28. Entre ellos se contaba a Manuel Antonio Matta, J. H. Álamos, J. N. Espejo, A. Lurquín, P. Marcoleta, R. Vial, Damián Miquel y 44 auxiliares, cuyo tipo fue el cargador Juan Díaz, que llego a echarse catorce arrobas al hombro, y cuyo retrato “Taita Juan”, conserva en su sala de sesiones como un timbre de honor, la invicta y fundadora “Tercera”, que es la “Guardia Vieja” de los combatientes del fuego. La centella sagrada del deber había, en efecto, tomado vuelo con rapidez verdaderamente vertiginosa, y el lunes 21 de diciembre de 1863, esto es, trece días después del Incendio de la Compañía, el Cuerpo de Bomberos quedaba definitivamente constituido y agrupado en tres compañías que no tenían número de orden, sino el del barrio que iban a servir. Sus jefes y oficiales fueron nombrados fraternalmente, sin que se falsificase una sola acta, ni siquiera un solo voto, y resultaron designados, a titulo provisional para 1864, los directores y Capitanes que en seguida, para larga y honrosa memoria apuntamos: Bomba del Poniente (Hoy Tercera) Director Enrique Meiggs, Capitán José Luis Claro; Bomba del Oriente (Hoy Primera) Director José Besa, Capitán Wenceslao Vidal; y Guardia de Propiedad Director Manuel Antonio Matta, Capitán Alejandro Lurquín. En ese mismo día, que es el verdadero aniversario normal de nacimiento y existencia del Cuerpo de Bomberos de Santiago, nombrase también el primer Directorio, el cual quedó constituido de la manera siguiente: Superintendente, José Tomás Urmeneta; Vicesuperintendente, José Besa; Comandante, Ángel Custodio Gallo; (Ex miembro de la Tercera) Segundo Comandante, A. P. Prieto; Tesorero, J. T. Smith; Secretario, Máximo Arguelles; Directores Manuel Antonio Matta y Enrique Meiggs. Tres días después, es decir, el 24 de Diciembre, la Compañía Poniente, presidida por su Capitán, se reunía en la sala filarmónica para ejecutar su primer ejercicio doctrinal, y adoptaba por unanimidad de votos para constituirse definitivamente, los estatutos de la aguerrida Tercera Compañía de Bomberos de Valparaíso. Y fue por este motivo que desde entonces la bomba Poniente comenzó a denominarse “Tercera”, como un homenaje fraternal, que después se confirmo en la distribución numérica del cuerpo. La Tercera Compañía vino de esta manera al mundo en la noche buena de 1863. Por fin, el domingo 11 de enero de 1864 el Cuerpo de Bomberos presentase de gran parada en la Plaza de Armas de Santiago a hacer su primer ejercicio general, en medio de los aplausos de inmensa muchedumbre convocada que asistía con embeleso a espectáculo tan nuevo, tan animado y tan “vistoso”. “Todo revela”, decía con este motivo un diario de la capital al día siguiente del primer ejercicio general, “todo revela que hay un verdadero entusiasmo y decisión en los jóvenes que componen las Compañías del Cuerpo de Bomberos; y a juzgar por lo que se ve, no hay duda de que dentro de poco tiempo tendrá Santiago sus compañías de bomberos tan útiles y bien organizadas como Valparaíso”. Y, en efecto, a consecuencia del éxito tan aprisa alcanzado, y a fin de soltar las alas del entusiasmo, desatando hasta sus últimas amarras, un decreto superior expedido el 20 de enero de 1864, vigésimo quinto aniversario de la batalla de Yungay, declaraba exentos del servicio de las armas en la Guardia Nacional a los bomberos de la capital hasta el número de ¡800!. La Compañía única a que tímidamente había dado cita el Capitán Claro el 10 de diciembre de 1863, se había convertido en el espacio de cuarenta días en un verdadero ejercito. Organizada
así la hueste de combatientes, faltábale mostrarse en el campo de batalla tan lucida como en la parada de lujo de la Plaza de Armas, y esto no tardó sino días en verificarse después de uno o dos amagos felizmente extinguidos los cuales ocurrieron en la calle del Carmen y en la de las Monjitas. En la noche del 8 de junio de 1864, mientras caía el agua a torrentes, comenzó a incendiarse el monasterio de las Monjas Agustinas de Santiago, santuario vedado durante tres siglos que contaban de existencia a los profanos. Pero los bomberos, puntuales a la primera cita de honor, arrimaron sus escaleras a los tejados y asaltaron el foco del incendio, yendo la Tercera Compañía “de frente” y las demás, que ya se llamaban del Centro y del Oriente, por sus flancos. El combate fue rudo, y la Tercera, probada contra el fuego y contra el agua, saco en las heridas de algunos de sus miembros los testimonios de su denuedo. El Director Meiggs salió contuso en una mano y los voluntarios Vital Martínez y Adolfo Castro Cienfuegos heridos, el último de alguna gravedad.
Es digno de ser conmemorado íntegramente el primer boletín de prensa de aquel bautizo de fuego del Cuerpo de Bomberos de Santiago como lo sería el salvamento de la casa del ex Presidente Bulnes, por la Tercera, en la tarde misma de la llegada de su primera bomba de palanca (Septiembre, 4 de 1864), y la salvación de la ciudad entera en el terrible cataclismo del Cuartel de Artillería, ocurrido dieciséis años más tarde, pero no cabiendo en tan estrecho marco como el de este homenaje de aniversario hechos de tan señalado heroísmo, reproducimos sólo de la prensa libre, la relación de la primera batalla ganada por el ejercito de las cotonas rojas, que un diario de Santiago contó de la siguiente manera: “Anteanoche (8 de junio de 1864) a las ocho y cuarto, se declaró un incendio alarmante en el monasterio de las Agustinas, en el costado que da a la calle Ahumada. El fuego dio principio por la pieza habitada por una modista que en ese momento se encontraba sola. Bien pronto las llamas salieron por una ventana y toda la ciudad se puso en alarma. Los bomberos salieron inmediatamente. La Compañía Primera y Segunda desplegaron una actividad extraordinaria para dar agua. a pesar de la mucha precipitación con que habían acudido. La tercera atacó de frente al voraz enemigo con un arrojo que le hace honor y, merced a estos esfuerzos combinados, dos horas después el fuego que amenazaba toda la manzana se hallaba enteramente cortado. La Compañía francesa y la de hachas y escaleras se portaron al mismo tiempo con un arrojo denodado. Los estragos sólo se extendieron a las dos piezas contiguas a las que ocupaba un pintor, cuyo establecimiento no sabemos aún las averías que haya sufrido, como es muy natural.- La noche favorecio también los esfuerzos de nuestros bomberos, pues caía desde media hora antes, una lluvia tan abundante, que inundaba completamente nuestras calles, convirtiéndolas poco menos que en ríos. Es el temporal que continua con tanta o más fuerza que al principio, y que esta vez ha servido de poderoso auxiliar para extinguir las llamas de un incendio que amenazaba ser considerable. Las pérdidas no son de consideración, merced a la oportunidad con que acudieron nuestros bomberos y a su enérgico esfuerzo. Hubo algunas desgracias. Los que las experimentaron son don Enrique Meiggs, Director de Tercera Compañía, que salió herido en una mano, y el sargento de la primera sección de la misma Compañía, don Adolfo Castro Cienfuegos, que se encuentra gravemente enfermo de una herida que recibió en la cabeza por la caída de una teja. También, uno de los bomberos de la Tercera, don Vital Martínez, quedo gravemente maltratado a consecuencia de haberse hundido el techo de una de las habitaciones incendiadas, arrastrándole y envolviéndole entre sus escombros”. El cien veces glorioso y justamente glorificado Cuerpo de Bomberos de Santiago, recibía así su bautismo de sangre, y la Tercera compañía había conquistado, sin ninguna rivalidad ni torpe emulación, el puesto de vanguardia que en las horas del combate se ha esforzado siempre en mantener entre sus nobles y valerosas compañeras que más de una vez la han aplaudido en el trabajo, en la lucha y en la muerte. Germán Tenderini y Adolfo Ossa, dos héroes muertos, eran soldados de esa bandera, y sus efigies se hallan por esto conservadas en el muro con un grato y fraternal respeto. A virtud de todo esto, y desde entonces (han transcurrido ya veinte años, que hoy se cumplen) la Tercera Compañía de Bomberos de Santiago ha sido siempre en el ejercito sin paga y sin pólvora, sin yatagán y sin sangre, de los generosos, sublimes y abnegados salvadores del hogar y de la vida, el “Buin 1º de Línea” en la nómina de sus heroicos combatientes…


BENJAMÍN VICUÑA MACKENNA
Folletín: “La Cuna del Cuerpo de Bomberos”
Santiago, diciembre 23 de 1883.

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EL TERREMOTO DE 1906

A las 7.55 pm. del día 16 de agosto, un violento sismo derribó algunas casas en Santiago dañando casi todos los edificios. Esa noche se declararon 3 incendios. La ciudad quedó aislada y sin noticias del resto del país.
Cuando se restablecieron las comunicaciones se supo que el epicentro del terremoto fue Valparaíso y que ahí los daños eran enormes y numerosos los incendios.
El diario Las Ultimas Noticias había publicado un informe del Capitán de Corbeta don Arturo Middleton que basado en sus estudios sobre la Conjunción de Neptuno con la Luna señalaba con precisión el día y la zona afectada por el sismo.
La gente criticaba el anuncio alarmista sin darle crédito hasta que fue sorprendida por el fuerte temblor y el tañido de la campana del Cuerpo de Bomberos. El antiguo cuartelero Nicanor Castro subió a la torre a tocar « la Paila « en pleno terremoto.

Veamos como reaccionaron los bomberos al llamado del deber. Seguiremos al joven quintino Alfredo Santa María Sánchez, ingresado el año anterior a la Compañía, y de cuyos pasos fue testigo su hermano menor, nuestro compañero, ingeniero, ex Ministro de Estado, Domingo Santa María.

La noche del terremoto se encontraba estudiando en casa y al sentir la campana se colocó el uniforme de bombero y salió corriendo hacia el Cuartel de la Quinta.
El joven estudiante de derecho no regresó al hogar esa noche pues trabajó en la extinción de los 3 incendios que provocó el sismo.
Cuando se conocieron los informes dramáticos llegados desde Valparaíso, el Superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago, don Ismael Valdés Vergara, dispuso acudir en su auxilio con una legión de voluntarios. Pidió 10 hombres por Cía. dispuestos a ausentarse de sus casas por el tiempo que fuese necesario y marchó con ellos al puerto. Entre los primeros en enrolarse estuvo Alfredo Santa María.
En su casa le prepararon una maleta con sus efectos personales y algún alimento. Cargado con su propio bagaje el joven Santa María comprendió que no podía seguir el endemoniado tren de marcha que impuso a la delegación quintina el jefe de ella y a orillas del accidentado camino abandonó su valija. Ese gesto de absoluto desprendimiento material, de espontánea generosidad y de sacrificio por el prójimo, retrata desde su inicio la vida del que llegaría a ser el más ilustre
de los voluntarios.
Otro quintino que publicó detalles de esa noche de incendios fue Alberto Ried, quién cuenta que llovía con tenaz persistencia y que al escuchar, en lo más violento del temblor, el tañido de la campana salió con sus hermanos, en medio de la sorpresa de sus padres y hermanas, corriendo hacia el Cuartel por la resbaladiza calle Teatinos. Ried relata que al llegar a Valparaíso después de la agotadora jornada fueron recibidos por un oficial que a manera de bienvenida les dijo que la consigna del día era:» hombre que sea sorprendido con una botella es hombre muerto».
La Quinta envió a los siguientes voluntarios a Valparaíso: Carlos Swinburn Urmeneta, Ismael Valdés Alfonso, Guillermo de Agüero, Marcos García Huidobro, Luis Desmadryl, Alberto Ried, Alfredo Santa María, Gaspar Toro, Jorge Rodríguez Altamirano, Roberto Pérez Ruiz Tagle, Claudio Vila y Guillermo García Huidobro. Superando así el número solicitado por el Superintendente.
Fue nombrado jefe de la delegación el maquinista 1º voluntario Carlos Swinburn Urmeneta quién informó a la Comandancia en los siguientes términos:

RELACION DEL VIAJE DE LA COMISION DE LA QUINTA PASADA POR EL SR. CARLOS SWINBURN A LA COMANDANCIA.

« La noche del 19 dormimos en Limache en el mismo carro que salimos de Santiago y hubo que desalojar a un señor que trató de quedarse ahí mismo, a pesar de no caber ni siquiera de pie y que llegó usando un lenguaje inconveniente, cuando ya todos estaban durmiendo.
A las 5:35 am. nos pusimos en marcha por la vía férrea en compañía del Cuerpo, pero como la marcha de la cabeza fuera demasiado floja, para efectuar en buenas condiciones una marcha de resistencia como era aquella, pasé a tomar la punta con mi Compañía con la debida autorización del Capitán Ayudante Sr. Mansfeld, quién además me ordenó seguir tomando delantera en calidad de avanzada y tratar de tener preparado algo de comer para el resto del Cuerpo en población por donde pasábamos.
A las 8 am. llegué con mi Cía. a Peñablanca, habiendo recorrido 16 kms.
Allí pude hacer preparar en unos ranchos un poco de café y porotos, que estaban listos cuando llegó el Cuerpo media hora más tarde.
A las 8:50 partimos en compañía del Cuerpo, tomándoles luego la delantera.
El camino en esa parte estaba bastante malo, la vía hundida, los terraplenes rasgados y con bastante derrumbe de los cerros.
Pasamos por Villa Alemana, puente y túnel de Las Cucharas, llegando a Quilpué a las 10.20 A.M. habiendo recorrido 12 kms. En esta forma se consiguió recorrer 7 kms. en 1 hora.
En Quilpué encontramos que la familia Wood y el Sr. Ríos González (Subdelegado) esperaban al Cuerpo de Bomberos con diversos alimentos. El Cuerpo llegó ¾ de hora después. A las 11:45 am. partimos acompañados de 4 voluntarios de la 7ª Cía. llegando al Salto a la 1:15 pm. después de recorrer 10 kms. o sea un total de 38 kms. en 7 horas y 40 minutos incluyendo descansos. Toda la Compañía llegó en buen estado para seguir trabajando y con sus rollos.
En el Salto encontré un tren de carga que había ido a buscar agua, así es que ordené al conductor y maquinista que esperara al resto del Cuerpo, lo que fue ½ hora después, salvo algunos rezagados que siguieron viaje más tarde.
Momentos después llegábamos a Viña del Mar, donde aguardamos otro tren que venía del Salto con los rezagados, en el que continuamos viaje al Barón, llegando a las 4 pm. de allí nos dirigimos a la Gran Avenida recibiendo orden de la Comandancia, que se la trasmití a mi Cía. de no hacer la menor observación sobre los efectos de la ley marcial, bajo la cual está Valparaíso
Por la Gran Avenida nos dirigimos hasta llegar a la Plaza de La Victoria, donde esperamos órdenes del Gobernador de la Plaza Sr. Gómez Carreño, quién puso al Cuerpo bajo el mando del 2º jefe de la Plaza Sr. Schonemayer.
Este jefe nos fijó como vivac el jardín que hay en La Gran Avenida frente a Bellavista. Ahí se nos ordenó armar una serie de pilastras, con los ladrillos de los edificios derrumbados, dentro de una gran pila que hay en ese jardín y cubrirla después con madera. Esta orden fue cumplida.
Se nos dio después una carpa que armamos en dicho jardín y a la cual invitamos a los voluntarios de la 1ª y 9ª Cía. A las 7 ½ P.M. más o menos se declaró un violento incendio en el quinto piso del edificio situado frente a nuestro vivac. Recibimos orden, minutos después de salvar lo que pudiéramos del edificio, que estaba desplomado y ardiendo. Se procedió a descerrajar las
puertas y se subió hasta el 4º piso principiando el salvamento, pero debido a que todas las murallas estaban rasgadas y desplomadas, luego se hundió el techo por lo cual el Capitán Ayudante San Román, nos dio orden de bajar resultando todos ilesos.
En el edificio contiguo nos sucedió idéntica cosa, por lo cual hubimos de concretarnos a salvar las camas y equipajes del Gran Hotel, lo que se efectuó con todo orden y rápidamente no dejando nada que pudiera servir de abrigo. Se sacaron además las cortinas de las ventanas, abriendo éstas y las puertas a fin de evitar el calentamiento de los marcos de madera por reflexión, pues el fuego estaba aún calle por medio. Los vidrios estaban caldeados y era tal el tiraje que las ventanas y puertas había que abrirlas entre dos y acuñarlas para evitar que se cerraran.
El que suscribe viendo la imposibilidad de contener el fuego, pidió al mayor Schonemayer dinamita para volar el edificio, pero se contestó que no se tenía.
Después se procedió a sacar una cantidad enorme de mercadería, de una casa situada al lado del Gran Hotel y que se componía principalmente de pañuelos de reboso, mantas, frazadas, casimires, etc., todo lo cual se dejó en la Gran Avenida para abrigar a la gente menesterosa.
Mientras tanto todos los edificios que estaban presa de las llamas, crujían y se derrumbaban con gran estrépito, toda una manzana era ya presa de las llamas, produciéndose grandes detonaciones a consecuencia de las materias inflamables o explosivas contenidas en las bodegas.
La 7ª Cía. de Valparaíso había conseguido armar un pistón que estaba refrescando la manzana del lado Norte, pero como la presión no era suficiente su radio de acción era muy limitado y el fuego amenazaba saltar a esa otra manzana, en vista de lo cual esta Cía. pidió permiso para entrar con ese pistón hasta el medio del callejón entre los dos edificios que amenazaban derrumbarse, logrando así refrescar el edificio en su longitud cuando ya comenzaba a arder.
Por el otro lado, la manzana del lado Sur, es decir donde se encontraba el Gran Hotel, principiaba ya a arder. Los esfuerzos del Capitán Ayudante, San Román y de los voluntarios Sres. Alberto Ried de la 5ª, Francisco Blanchetau de la 2ª y Ponce de la 6ª que subiendo hasta la mansarda y arrojando cuanto tiesto con agua encontraron en el Hotel fueron inútiles, la caldeadura del edificio era ya tan grande que momentos después ardía íntegro.
En vista de la inutilidad de nuestros esfuerzos para poder contener el fuego, por la carencia absoluta de material, recibimos orden de retirarnos a descansar a las 3 am. del Martes.
A las 7 am. volvíamos de nuevo al trabajo, armamos material por la calle Edwards, dándonos agua un bombín de una lancha de la Armada.
Durante este trabajo se nos derrumbó la muralla de la calle de 3 pisos pasando por nuestras cabezas y salvando bajo el umbral de una de las puertas.
A las 9 suspendimos el trabajo anterior, por quedar ya solo escombros.
El resto de la mañana se ocupó en el transporte de víveres.
Después de mediodía se envió una comisión de voluntarios de todas las Compañías a enterrar muertos, operación que duró todo el día.
A las 11 ½ P.M. cuando todos estaban rendidos por las fatigas del día, el Capitán Ayudante Sr. San Román dio orden de levantarse a la 5ª para apagar los escombros que amenazaban de nuevo propagar a la casa Saavedra Benard y Cía.
Inmediatamente se comenzó a trabajar con las Bombas y material de la 3ª y 6ª Compañía de Valparaíso armadas en la Plaza Victoria y Malecón, respectivamente, logrando hacer desaparecer todo peligro a las 7 A.M. del Miércoles, hora en que recibimos orden de alistarnos para regresar a Santiago.
A las 8 am. tomábamos el tren en el Barón dejando en el Puerto por asuntos particulares a los voluntarios Roberto Pérez y Guillermo Huidobro y en Viña del Mar al voluntario Ismael Valdés Alfonso.
El viaje a pie hasta Villa Alemana lo hicimos sin novedad, almorzando en Quilpué.
Al caer la tarde tomamos un tren lastrero que nos llevó hasta Limache, sin más novedad que haber tenido que obligar, el que suscribe, al maquinista de la locomotora llegar a dicho punto lo que se negaba a hacer alegando falta de agua en el caldero lo que resultó inexacto.
Comimos en Limache, alojándonos después en un comedor de las casas de D. Alberto Cousiño.
El Jueves a las 8 A.M. tomábamos el tren que nos trajo a éste, efectuando en el túnel de las Palmas el difícil trasbordo del Sr. Miguel Velasco que venía herido en una pierna, desde Limache.
A las 4 ½ pm. llegábamos a Santiago sin más incidente que el que tuve con el maquinista del tren, por haber bajado la cuesta del Tabón en la parte llamada San Ramón, que está llena de curvas, con una velocidad media de 85 Kms. Por hora, con grave peligro de ser volcado el tren, que venía repleto de señoras y niños huérfanos.
En Santiago desembarcamos de nuevo al Sr. Velasco y también los 60 huerfanitos que venían de Limache.
Momentos después entraba la Compañía formada por el medio de la Alameda hasta el Club de la Unión, de donde se retiraron los voluntarios después de hacerle presente el que suscribe que el mayor von Schonemayer le había encargado manifestarles se encontraba satisfecho de su trabajo y disciplina

C. Swinburn U. Maquinista 1º


Texto tomado del Libro FIRME LA QUINTA, de Agustín Gutiérrez V.

www.firmelaquinta.c


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Buscando a míster Smith

Un domingo de febrero al atardecer conversaba con mi amigo Guillermo Villouta, distinguido voluntario de la 5a. compañía y apasionado de la Historia, y surgió entre otros el nombre de Juan Tomás Smith, quien fuera el primer tesorero general del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Y su pregunta, entendible por lo demás, fue: "¿tú conoces el segundo apellido del señor Smith?" a lo que respondí "no tengo idea" "¿Cómo lo podemos averiguar?" y empezó la odisea de internet, árboles genealógicos, apareció de pronto una familia Smith del Campo, y rastreando por las ramas del histórico árbol llegamos a una señora llamada Buenaventura del Campo, madre de los tres Smith del Campo, hasta que averiguamos que había casado con un señor Smith Lawerenson, fallecido en 1882. ¡Por fin aparecía el segundo apellido ¡Lawerenson! ya que míster Smith, nuestro míster Smith, también había fallecido en 1882.
Teníamos el segundo apellido. Ahora, había que verificar dónde estaba su tumba.

El miércoles siguiente, Guillermo Villouta me pasaba a buscar a mi casa
a las 10:30 y partíamos al cementerio para ir al cementerio en su auto (verde, como corresponde a un quintino que se precie de tal). La reunión debía terminar a más tardar a las 4, porque yo tenía otra reunión a las 4 de la tarde.
Averiguando llegamos hasta una oficina de informaciones donde nos atendió un amable señor Parra-Aguirre, y nos dedicamos a buscar los libros del año 1882, hasta que apareció el bueno de míster Smith, con su segundo apellido Lawerenson, y donde figuraba sepultado en el patio de disidentes tumba 247, que tenía 74 años y que había sido enterrado con 1a. categoría, es decir, con carroza negra y percherones negros con gualdrapas negras. El patio de disidentes correspondía a lo que se conoce como el patio histórico, siendo los disidentes aquellos que no profesaban la religión católica.
Y partimos a buscar el patio aquel, que se nos indicó quedaba frente a la capilla. Al pasar por el lugar santo, Guillermo me señaló que la campana de la capilla había sido del Templo de la Compañía, a la que saqué foto, porque llevé mi cámara para registrar la peregrinación
Comenzamos a buscar la tumba en el sector llamado "histórico", pero la maleza, los árboles crecidos sobre las tumbas, las lápidas destrozadas por los terremotos y los años, hacía muy complicada la búsqueda. Además, las numeraciones (donde quedaba alguna) parecían no tener lógica. Llevábamos unos quince minutos cuando me puse a razonar, buscando esa lógica extraviada. Miré el número aún visible de una tumba, y era la 321. Y fui revisando una a una, siendo la primera la de Gumecindo Claro y Cruz, hermano del fundador del Cuerpo José Luis Claro. Avancé unos pasos hacia el norte en busca de otras tumbas con número y luego de raspar con el pie una lápida gris cubierta de musgo seco, apareció el 341. Teníamos la primera pista. Bajé hacia el oriente a la siguiente hilera de tumbas, y avancé hasta el inicio. Eran las marcadas con los números 200. Paso a paso, raspando algunas, revisando otras más visibles, llegué a una reja rectangular, llena de malezas y sin lápida. Sentí que esa era, pero tenía que seguir. Miré la del lado, también con reja, y que mostraba un raquítico pero frondoso árbol y malezas en altura. No había posibilidad de leer su escondida lápida vertical, por lo que metí la cabeza entre las ramas y me acerqué lo más que pude a la sombreada lápida. "Smith", Y abajo, casi invisible, el número 247.
"¡Guillermo. La encontré!"
Me sentí cual Schliemann en la tumba de Agamenón.

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Guillermo Villouta junto a la tumba de J. T. Smith


Saqué las fotos correspondientes y sentí que habíamos rendido un homenaje de reconocimiento a un hombre que forjó una institución y que hoy lo mantiene en el más absoluto olvido. Será bueno avisarle a la 8a. para que vayan a la tumba y le echen una "amonanadita". ¿Quién fue realmente Juan Tomás Smith? Seguro que se llamaba John Thomas Smith Lawerenson, que había nacido en Inglaterra, que había llegado a Chile y que, presumiblemente era contador, como mi abuelo gringo, porque fue nombrado Tesorero General el día de la fundación del Cuerpo, y se mantuvo en el cargo por largos años hasta 1879. En las memorias del Cuerpo de Bomberos aparece como miembro del Directorio, sin compañía, pero en la 8a. aparece como voluntario. Seguramente en Chile conoció a doña Buenaventura del Campo con la que se casó y tuvo hijos. Y hasta ahí llega la información. De su rostro queda el cuadro del primer directorio pintado por Lemoine.
Nos despedimos de míster Smith, sintiendo la emoción de haber cumplido la silenciosa como anónima misión. Seguramente míster Smith sonrió por un instante.


http://antoniomarquezallison.blogspot.com/
 
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Mi Capitán “El Tobalaba” ya no parte!

La ruidosa campanilla del teléfono a esa hora de la noche?

Era obvio…

Llamado de Comandancia o Salvamento y los cuatro “cabros” de la Guardia a ventearse otra vez más, bien agarrados de las correas de cuero que les evitaban mandar sus cuerpos a volar contra algún poste o árbol, en otra loca e incierta carrera del añoso Studebaker ’39 “El Tobalaba”.

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Solo había un problema, más de 10 minutos de batalla contra el pedal y el motor del viejo Portaescalas de la Sexta aún no tenía ni ganas de partir, los intentos, la rabia, empujarlo entre cuatro, abrir el capó, ES LA BATERÍA!! (todos ingenieros mecánicos por arte de magia)… y nada… “este cacharro sigue ‘echao”.

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No era la primera vez, los duros y largos años de servicio de esta máquina fiel, la falta de sus descontinuados repuestos, los escasos recursos del Cuerpo en ese entonces, hicieron necesario pensar en una solución más definitiva a la precaria situación.

Y si le quitamos peso?

- Usted está loco y donde llevamos las escalas, las hachas, la lona, los focos? corriendo acaso?

Y si le cambiamos el motor?

- Usted está chiflado! y de donde piensa sacar la plata o cree que a los Bomberos nos pagan? usted sabe lo caro que sería eso, de donde sacamos un motor de 8 cilindros en línea Studebaker del ’39, ah?

Y si mandamos a fabricar uno nuevo y lo hacemos como nosotros queremos?

- ……JAJAJAJAJAAAA! Usted ya se rayó ya JAJAJAJAJAAAAAA!

En serio, yo creo que ya es hora que la Sexta tenga un nuevo y moderno Portaescalas, el “Tobalaba” ya no tiene arreglo.

Podría parecer imposible considerando la falta de recursos de una Compañía con tan solo 10 años de Servicio, pero en una Compañía de Escalas? IMPOSIBLE ES NADA!

El más grande de los apuros en la historia de la Sexta, no contar con un Portaescalas. Peor aún y la cantidad de dólares que piden estos “gringos” por fabricar uno, es mucha plata, pero… un Sextino, tuvo una idea. La Campaña Económica de la Sexta empezó ese mismo año, cada fin de semana, lloviera o tronara, a veces con un sol infernal, los Sextinos pusieron en práctica el segundo valor de su sagrado lema, “Abnegación”.

Pero había que seguir destechando, accediendo y salvando, había que tener un Portaescalas mientras tanto, en reemplazo del viejo Studebaker y desde ese difícil 1969 el Seis cromado pasó al frente del viejo Carro Mack de la 3ª Cia. y poco después, del antiguo Carro Químico Metz de la 2ª, ambos tapizados con las Escalas del “Tobalaba” sobre su parte superior.

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El Ford Ward-LaFrance

Diseñar un carro Portaescalas puede parecer fácil, sobre todo considerando que a esas alturas estos grandes carros ya gozaban de un estándar al igual que las bombas, y que ya habían fabricantes que los producían en gran cantidad para Chile, los europeos ya tenían claro lo de los pasillos y las Escalas por los costados, pero un Portaescalas, esas son palabras mayores, los pesos, la maniobrabilidad, la seguridad (nula hasta entonces). La potencia era y sigue siendo todo un tema en las Compañías de los sectores más cercanos a la Cordillera, era necesario un motor capaz de tirar dos toneladas de Escalas, miles de kilos de material y al menos quince Bomberos, todo esto cerro arriba y con la rapidez de una flecha.

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Comisión formada, oficiales, maquinista, conductores y parte la discusión, tiempo hay para afinar los detalles, tiempo se necesita para juntar el dinero, el tremendo valor de fabricar el segundo carro en la historia Sextina.


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En consecuencia, es necesario que los Voluntarios vayan adentro en ese pasillo que se usa ahora, el que se puede aprovechar para poner más material y uniformes, cerrando además la cabina y protegemos también al conductor y al a cargo, las Escalas se pueden sujetar y soltar con un sistema de aire y sería bueno que sea corta la distancia entre ejes, algunos sectores requieren gran facilidad de maniobrar, y no solo está claro que el motor debe ser poderoso sino que debemos pensar en una mecánica de relativa fácil mantención, osea que… estamos de acuerdo, el carro debiese ser americano en lo posible, como esos Chevrolet o esos Ford tan “carne ‘e perro”.

Ya está decidido, la Sexta se va a desarrollar y va a modernizar la operación de Escalas & Salvamento durante las próximas décadas, sobre este futuro y moderno diseño. Si los años ‘60s marcaron nuestro esfuerzo en formarnos y organizarnos como una sólida Compañía del CBÑ, los ‘70s serán el comienzo de nuestro crecimiento, solidez y perfeccionamiento del servicio, el cual debemos liderar e innovar como pujante unidad de hombres jóvenes e idealistas!

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El candidato: Un sólido y macizo carrozado Ward-LaFrance sobre un chassis de la Serie “C” de la Ford, con poderoso motor V8 bencinero.

El problema: Dejar de soñar por un rato y dedicar los esfuerzos a recaudar el dinero que esta tremenda empresa, ya decidida, demandaba a los Sextinos.

La meta, a veces inalcanzable, empujaba de vez en cuando a los jóvenes Sextinos al punto del agotamiento o la desmotivación, pero solo se puede ser “abnegado” si antes de todo se es por completo “Leal” a la causa que nos une mancomunados por un mismo fin, ese… era por sobre todas las cosas y como de costumbre, la Sexta. Y jamás nunca y por más de dos largos y difíciles años, alguien colgó el casco ni se restó de la tarea, así cada noche de sábado y hasta domingo la cuenta de las monedas y los pocos billetes se prolongaba hasta altas horas de la noche, para ser depositados los lunes en la ya creciente cuenta del Banco.

Y lo logramos, todos juntos, lo logramos, y ya nunca un Sextino va a empujar su Portaescalas al llamado, y ya nunca van a haber imposibles en su historia ni mucho menos quien repita esa palabra derrotista en el Cuartel de La Reina, desde el principio, desde ahora y para siempre en la Sexta los obstáculos… son para vencerlos!

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La necesidad de este nuevo carro, el brillante, el cromado, el poderoso y siempre veloz L-6 y la historia de su exitosa campaña, significó el punto de partida de las siguientes campañas económicas del CBÑ, como modelo a seguir, replicada a lo largo del país por otros Cuerpos con el paso de los años, siendo la instancia unificadora por excelencia de toda institución bomberil, cuando el fin común de todo puñado de hombres en pro de un objetivo, se presenta como mera prueba al espíritu del Bombero Voluntario, siempre vencedor si se trata de luchar con la convicción de superar las limitaciones.

La importancia un poco incomprensible por un montón de fierros, seguramente ninguna, la importancia de su historia en generaciones de ya viejos Bomberos: la más Sextina de las enseñanzas…

…que el Portaescalas no está hecho solo de metal, los Portaescalas son los propios Bomberos cargando con fuerza las Escalas que la vida nos brinda para superar el problema, por gigante que se nos presente, nosotros, unidos siempre, somos el Portaescalas!

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Anecdotario: “Mi Amigo Hernán”

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Cuando hablábamos, tenía la curiosa costumbre de llevar su mano hacia el pómulo derecho y presionar con suavidad. Hernán, había sufrido en su juventud una grave afección nasal que lo tuvo muy complicado. Con los años, las secuelas de su enfermedad se habían presentado nuevamente. Presionar su pómulo por un instante le permitía respirar, aunque brevemente, un poco mejor y por cierto, continuar con sus relatos que tanto me agradaba escuchar.

Hernán Vaccaro Podestá, bellísima y encantadora persona, tenía la no usual condición de haber pertenecido a tres compañías del Cuerpo de Bomberos de Santiago. En todas, llegó a ser honorario y consta en cada una de ellas, una destacada hoja de servicios. Me comentó que sin duda, la muerte en actos del servicio de su amigo y compañero de bomba don René Carvallo, fue algo que hasta ese día lo afectaba. Recuerda además que, como buen voluntario de la primera, gustaba de usar calcetas color rojo, muy gruesas, en los fríos incendios de invierno. Sin duda extrañaba su viejo Cuartel Primera, estilo castillo feudal, como él lo describía, en calle San Antonio. Una vez, siendo Capitán de la Primera, de urgencia, fueron algunos voluntarios a buscarlo a su domicilio para que fuese a ver lo sucedido con el temporal de lluvia en el Cuartel. El agua, había inundado la fina lona que cubría el cielo del Salón de Sesiones. Se había repletado de agua transformando el techo en un gran globo que amenazaba con reventar en cualquier momento y trasformar el elegante Salón de Sesiones en una improvisada laguna.

Cómo para escribir un libro, don Hernán, tenía en su memoria todos los acontecimientos y anécdotas acontecidos cuando fundó la Decimotercera en Providencia, compañía a la cual también perteneció y llegó a ser su Director pero, es en la Sexta, su querida Sexta, en donde nos deteníamos para hablar horas y horas en su departamento de calle Suecia o bien, en su residencia posterior cerca de Manquehue Sur con Isabel la Católica.

Hernán Vaccaro, mi amigo Hernán como me permitía decirle, siendo aún muy joven, se incorporó a la Sexta en el año 1930. Recordaba que luego de los incendios, cuando secaba al sol su casco magirus de suela, éste se encogía mucho presionando su frente y causando gran molestia. Mandó entonces, a confeccionar una horma de madera y así logró evitar que se encogiera. Recuerda además, que en esos años la Sexta tenía el carro Mann, escrito con dos "enes" y que para dar partida al motor, se tenía que dar vuelta a una manivela ubicada en la nariz del carro. La dirección de ésta máquina, según lo dicho por él, era sólo para sextinos, debido a la titánica fuerza que se requería en el viraje. Describe el Cuartel de la Sexta de calle Santo Domingo como muy oscuro, casi tenebroso, y sin muchos lujos, sin embargo el calor humano y estilo bomberil desbordante en aquel lugar, eran sencillamente incomparables. Cuando se refería a él, siempre esbozaba una sonrisa.

Siendo ya un flamante voluntario de la Sexta, la primera comisión que se le encomendó, recuerda, fue la de ocupar el cargo de Sargento; rango en el que debía servir de nexo entre los señores Voluntarios y el personal de Auxiliares que, como sabemos, en esos años existía en el Cuerpo de Bomberos de Santiago. Pese a que el exceso de confianza entre un voluntario y un auxiliar no estaba permitido, y el no cumplimiento a ésta costumbre era causal de una fuerte sanción; don Hernán, de igual forma, me confiesa, mantenía un especial trato y estima hacia un viejo auxiliar sextino llamado Saulo, y de quién me ha sido imposible recordar su apellido.

Saulo, me contaba don Hernán, lo ayudaba muchas veces en el difícil trato hacia el personal de auxiliares como también, en la búsqueda de soluciones a situaciones complejas que para un joven veinteañero como él, no eran fáciles de resolver; ya que con frecuencia, debía tratar con auxiliares de mucha mayor edad y no menor experiencia de vida.

Por las tardes, los portones de la sala de máquinas en el Cuartel de Santo Domingo, se subían hasta la mitad. Eran portones de lata con pequeñas curvaturas que, con un solo "toque", se subían hasta el techo. Aprovechando la panorámica, algunos auxiliares se acostaban de "guatita" bajo los carros, para de ese modo tener una mejor visión de las piernas de las mujeres que, en la mejor etapa de su juventud, pasaban por calle Santo Domingo en dirección al Templo del mismo nombre ubicado en la esquina con 21 de Mayo. Al ser sorprendidos por don Hernán u otro oficial, argumentaban estar revisando o reparando goteras de aceite del carro.

Mi amigo Hernán integró varios equipos de competencia, siendo el más recordado el del año 1934 en donde, sin necesidad de recurrir a registros, sabe dictarme con absoluta seguridad y exactitud el tiempo logrado en cancha: Tres minutos con diez segundos. Cero falta.

Mi amigo Hernán, partió hacia lo desconocido una triste noche de Septiembre del año 2004, dejando lindos recuerdos en su paso por tres compañías de ésta noble Institución. En su funeral, se me encomendó el honor de cargar su guerrera y casco; misión que desempeñé con especial cariño y respeto por el amigo que partía para siempre.


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Hernán en edad madura. En algún equipo de competencia.

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Hernán Vaccaro al centro, junto a Juan Fleismann y Santiago Webb. Años 1933.


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El ángel que no rescata bancos sino personas

El bombero madrileño Antonio Poncela, después de haberse enfrentado durante treinta años a incendios pavorosos como los de la Torre Windsor o los Almacenes Arias, donde vio morir a diez compañeros, reclama más medios para luchar contra el fuego


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El bombero madrileño Antonio Poncela


Cuando la gente huye despavorida, ellos entran en el edificio en llamas. "Un fuego alcanza en cinco minutos una dimensión tremenda", explica mientras mece la espuma de un café ya templado, condición que se presupone en un bombero.

"De hecho, no hace falta ser un supermán. Más que fuerza, hay que tener sangre fría y echarle valor, y eso no lo da estar cachas". Ya se sabe que una cosa son los apagafuegos hercúleos de pómulo tiznado que salen en las películas y otra, las personas como Antonio Poncela (Bercero, 1956), con más de ángel canoso que de actor de Hollywood. Entran con calzador en el estereotipo, pero son quienes le salvan la vida a la hora de la verdad.

Cada vez que el CIS pregunta, los encuestados lo tienen claro: nueve de cada diez ciudadanos depositan mucha o bastante confianza en el cuerpo, o sea, en el gremio. "Aparte de peligroso, este trabajo es gratificante, maravilloso, perfecto". Lo dice como si estuviese hablando debajo del agua y cada palabra fuese una burbuja. Hay un poso melancólico, como de elefante sabio. "Después de treinta años en primera línea, llevo dos en apoyo técnico y ya echo de menos la acción directa", confiesa con cierto pesar este bombero municipal de Madrid, más cerca de los sesenta que de los cincuenta, una edad en la que deben pasar a segunda actividad y dejar la manguera por el teléfono, el papeleo o el almacén.

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"Cuando los antidisturbios nos plantan cara durante una manifestación, no ves a un compañero sino a un represor que castiga por orden del Gobierno de turno"

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"Pero bueno, a lo que iba, la gente nos quiere. Sobre todo, en esta época de conflictos y de calle, porque estamos ahí, con el pueblo. Nos han llamado para hacer el cordón de seguridad en las mareas. Ha habido compañeros que se han negado a forzar las puertas de las casas de los desahuciados. Hemos apoyado con nuestras sirenas la causa del 15-M. Nosotros no rescatamos bancos... rescatamos personas". Inevitablemente, la estampa de muchos Antonios frente a decenas de Robocops se proyecta sobre la mesa. "Cuando te enfrentas a los antidisturbios, lo vives como un ciudadano más. En mi mente están los palos que han dado a personas indefensas y no puedo considerarlos compañeros. Yo veo a un represor, a un personaje que castiga por orden del Gobierno de turno".

El pánico lo ha sentido frente a otros colosos. En su retina arden los Almacenes Arias, arrasados en 1987 por un espeluznante incendio. Algunos bomberos llegaron a quedarse sin bombonas de oxígeno durante la extinción, pero tras tomar aire en la calle, hechos ciscos, trataban de burlar infructuosamente a los camilleros para volver a combatir el fuego, que iba y venía. "Entonces alguien gritó: ¡Fuera, fuera, que se hunde, que se hunde!", recuerda este madrileño encastado, que vio morir en Montera a diez colegas sepultados por vigas y cascotes.

"En un parque de bomberos no tienes compañeros sino amigos. Jugarte la vida hace que confíes en la persona que está a tu lado"
"Claro que pasas miedo. Cuando se calcinó el Windsor, era inevitable pensar en el derrumbe de las Torres Gemelas. El edificio, además, se estaba quemando vivo y el agua se evaporaba antes de llegar al fuego". Experiencias así, por no hablar del 11-M, "un día que se ofrecieron tantos voluntarios que nos pidieron que no acudiésemos más", han hecho que no tenga compañeros sino amigos. "Jugártela hace que confíes en la persona que está a tu lado". Y a él se entregan, lejos del parque, unos y otros: "En mi comunidad, en mi barrio y hasta en el cole de mis hijos, soy Antonio el Bombero, una etiqueta que llevaré toda mi vida".

También lo es para su mujer, que vivía "acojonada" cuando estaba en vanguardia, aunque al final terminó, "entre comillas", acostumbrándose. "Siempre le decía que mi trabajo es como salir de casa por la mañana y comprar un décimo de lotería. Casi nunca toca, pero puede que te caiga un reintegro o incluso el gordo", aventura este veterano bombero mientras apura la taza en una terraza del viejo Madrid, "una ratonera de callejuelas estrechas, pisos antiguos con estructura de madera, carboneras en los sótanos y muchos ancianos". Por eso, no se levanta sin antes denunciar la falta de medios y defender la necesidad del parque de la calle Imperial, a espaldas de la Plaza Mayor, sobre el que pende la amenaza de cierre. "Porque a veces el lobo asoma y le ves las orejas".

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Un bombero que sobrevivió al infierno

El catalán Rafael Olalla se refugia en Nerja tras quedarse ciego en 2006 en una explosión de gas

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«Cuando la vida te deja desnudo sin avisar, lo mejor es reír y amar, porque la vida es tan bonita y extraordinaria que merece la pena vivirla a tope cada segundo, es un espectáculo». Con este alegato optimista y totalmente positivo resume Rafael Olalla (Barcelona, 16 de agosto de 1966) su actitud vital después de la traumática experiencia que le cambió por completo su existencia. Ocurrió el 12 de agosto de 2006. Una explosión de gas, en la que murieron dos personas, le destrozó la cara y le dejó ciego.
«He sobrevivido al infierno, sé lo que es estar a punto de morir, ver el camino hacia la muerte, ese largo túnel, en el que efectivamente toda tu vida pasa por delanteen solo unos segundos», confiesa siete años y medio después, recuperado gracias a trece intervenciones quirúrgicas, en las que a este exbombero le han reconstruido por completo el cráneo con más de 70 tornillos. «Son concretamente 73, pero me resultaba más cachondo lo de poner 69 tornillos en el título del libro», confiesa con voz socarrona este profesional, hijo de nerjeños emigrantes en Barcelona.
En la localidad del Balcón de Europa, a la que Olalla lleva viniendo a pasar sus vacaciones desde pequeño, ha encontrado su particular «paraíso y su válvula de escape» tras aquel trágico suceso en el que estuvo a punto de perder la vida. «Aquí me encuentro muy a gusto, aunque no veo tres en un burro, porque solo conservo un 2% de visión en uno de los dos ojos, el otro es una prótesis de cristal, me conozco cada esquina, cada rincón y casi puedo moverme sin ayuda, apenas si salgo con el bastón», confiesa.
«Al principio lo pasé realmente mal, estuve tres meses en coma, casi un año en el hospital, y lo peor fue cuando me pude mirar por primera vez a un espejo, no me reconocí», sostiene con la voz entrecortada, aunque añade: «Ese tiempo ya pasó, gracias a los magníficos profesionales médicos que me han tratado, hoy tengo un rostro reconocible, y lo que es más importante, puedo sonreír, mover la boca y hablar», añade Olalla.
Toda su experiencia vital desde aquel 12 de enero está recogida en el libro '69 tornillos y ciego, ¿Ahora qué?', publicado a finales del pasado año por la editorial Éirde Ediciones, que ha escrito gracias a la ayuda de la periodista Ana Belén Callado. «Desde que desperté del coma sentí la profunda necesidad de contar todo lo que había vivido, primero intenté escribirlo, pero como mis anotaciones eran incomprensibles, opté por usar una grabadora. Grabé muchas horas de recuerdos, que gracias a Callado se han podido plasmar en este libro», detalla Olalla, quien recuerda los instantes previos al momento en el que su vida dio un giro de 180 grados, aquel 12 de enero de 2006 en una céntrica calle de Santa Coloma de Gramanet.
Practica 'kite-surf'
«Esa madrugada no me tocaba trabajar, pero le había hecho el favor a un compañero y le había cambiado la guardia para que se pudiera ir a una fiesta en su pueblo», recuerda. «Cuando llegamos al lugar alertados por un vecino que decía que había un fuerte olor a gas, nos dimos cuenta desde el principio que aquello podía resultar peligroso, pero claro nosotros no podíamos cortar la llave, y teníamos que esperar a los técnicos de Gas Natural», recuerda el ex bombero.
«En un momento en el que entré al edificio situado justo al lado de la arqueta se produjo la deflagración. Parece ser que al cortar el agua, los investigadores apuntan a que el gas pasó por debajo del pasamuros, entrando en el interior del edificio de enfrente de la trampilla, y que una chispa, producida al encender la luz del bloque, produjo la explosión», cuenta.
«El traje de bombero me salvó, pero me quedé ciego y con la cara destrozada», sostiene este profesional, que se sigue sintiendo bombero. «Muchos de mis compañeros son hoy jefes de parque», admite. Sin embargo, Olalla, divorciado y con un hijo de 18 años, Rafa, que acaba de terminar 2.º de Bachillerato, quiere hacer INEF y opositar también para bombero, no ha dejado de disfrutar de la vida «ni un solo segundo». «He viajado a París con la ONCE, he conducido un 'kart', he continuado siendo el entrenador del equipo de fútbol de los bomberos de la Generalitat de Barcelona, he hecho 'kite-surf' y hasta he metido un penalti sin ver tres en un burro», sostiene. «Mi experiencia es un ejemplo de cómo con risas y mucho amor se puede salir adelante cuando el mundo se pone a girar del revés», añade.
En Nerja tiene muchos amigos, entre los que están los integrantes del grupo de rock La Vihen Zanta, que han compuesto el tema 'La cara', en homenaje a la experiencia de Olalla. «Incluso canto con ellos», asegura.


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Abrazó a una mujer y se hizo bombero


Joaquín Herrera Tarango tuvo que rescatar a una dama que cayó a un sumidero.


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TIJUANA, Baja California.- El descenso a una fosa séptica cuando tenía 15 años de edad, marcó la vida de Joaquín Herrera Tarango, y extendió en él la tradición familiar de ser bombero, una carrera en dos vertientes: riesgo y servicio.

En charla con Notimex, Herrera Tarango no tiene empacho en recordar el momento en que se decidió a seguir con la tradición familiar y enfundarse en el uniforme de bombero, al rememorar la gratitud de aquella mujer a quien de forma singular salvó la vida, dio a conocer Notimex.

Con cierta emoción en sus palabras y con un brillo especial en sus ojos al recordar el momento, Joaquín transporta su mente a sus 15 años, cuando acudió, como sus primos y demás familiares, al cuartel general de la colonia Obrera, donde laboraba su padre.

"A los 15 años asistí, como todas las guardias de mi padre, a apoyarlo a la estación, porque no tenía la autorización para salir a servicio", recuerda Herrera Tarango, de 1.70 metros de estatura y fornido por el ejercicio propio de esa profesión.

A escasas dos cuadras de la estación de la colonia Obrera, en aquel tiempo (1982) en el suburbio sur de Tijuana, "una señora cayó en una fosa séptica" y los bomberos que acudieron a prestarle auxilio se veían imposibilitados para sacarla de ese lugar.

'Te vas a meter a la fosa'
"En ese entonces, yo estaba más delgado y mi papá (el jefe de bomberos) me mandó llamar con un primo, al momento de llegar, me empezaron a amarrar y sin preguntarme me dijeron, te vas a meter a la fosa", una orden que de momento lo desconcertó.

Sin darle tiempo a reaccionar y ante las órdenes del jefe, le dijeron que una vez que descendiera a la fosa séptica "en cuento sientas a la señora, en cuanto la abraces, me vas a gritar para subirte".

Con un sonrisa, añade, "en aquellos años, estábamos más escasos de equipo y en ese momento supe que yo iba a ser bombero, cuando la señora me abrazó y no pude gritar, por el hecho que era la primera vez que estaba en una situación de esa índole".

De nuevo un nudo se le atora en la garganta y la emoción retorna al rostro de Joaquín al evocar esos sus comienzos y momentos de decisión de abrazar una profesión en la que tenía además, mostrar un rostro duro y aparentemente insensible.

'Supe que quería ser bombero'

"Desde ese momento supe que quería ser bombero, porque la señora me besaba, me agradecía y aun en la situación que estábamos, la señora no dejaba de hacerlo entonces yo dije, quiero ser bombero como mi familia y voy a ponerle todo el empeño", dice.

En su charla con el reportero y fotógrafo de Notimex, no tiene que mostrar una dureza y frialdad como la que debe asumir cuando lleva a cabo su trabajo, por esa razón por momentos se dobla al mencionar situaciones que le han roto el corazón.

"En realidad, todo deja huella, en cualquier situación es algo nuevo, cada salida que tenemos es algo nuevo. Hemos acudido a infinidad de servicios, en los que nos acordamos que estamos ahí para ayudar", dice en la paradoja de siempre: servir y arriesgar.

Al entrar en detalles, expone que lo que más le duele son los niños, "en una ocasión un niño iba apresurado, en la colonia El Tecolote, para presumir sus tenis que le habían costado 250 pesos a su papá, era la primera vez que él tenia unos tenis nuevos".

"Se les había hecho un poco tarde y el niño corrió para alcanzar el camión, iba acompañado de su mamá, al momento de pasar frente al camión el niño resbaló y cayó, lamentablemente el camión pasó por encima de su cabeza".

'Por dentro sí sentimos'
En esos instantes, agrega, "uno se percata en la situación en la que está, han dicho que los bomberos nos hacemos fuertes, eso es por fuera, porque por dentro sí sentimos, nos duele lo que acontece, pero no podemos doblegarnos, por la misma gente".

Al margen del riesgo ajeno, está el propio; él y su familia lo saben, "nosotros salimos y no sabemos si regresaremos, siempre se ha comentado y no tenemos una V de vuelta", indica, sin ninguna cortapisa.

No obstante, está consciente de los riesgos que corre y a sus casi 46 años, los cumplirá el 26 de julio, comparte con su familia, Martha Alicia su esposa y
Ricardo Joaquín, su hijo, que las situaciones son distintas y adversas, "pero siempre tratamos de regresar".

"Ricardo me dio una motivación, me dijo que él quería mandarme a mi, le contesté que para mandarme a mi, tenía que estudiar, debes de poner empeño", refiere.

Al igual que muchos compañeros, con quienes ha platicado, "no quisiera que mi hijo fuera bombero". Más bien, quisiera que el pequeño Ricardo tuviera la oportunidad de tener una carrera universitaria.

"Aunque me he dado cuenta que mucha gente tiene su carrera universitaria y esta ahí en bomberos, porque es algo que se trae en la sangre y si él quiere ser, todo el apoyo lo va a tener de mi parte", señala.

No cualquiera se atreve
Al respecto, el pequeño Ricardo dice admirar a su padre, "es muy valiente, no cualquiera se atreve a entrar a casas incendiadas para ayudar a personas a riesgo de su vida" y aunque reconoce el peligro "a él le gusta".

Al habla de sí mismo, Ricardo señala "quisiera ser arquitecto, aunque me atrae ser bombero; en realidad cualquiera de los dos".

En tanto que Martha Alicia expone que el de su esposo es un oficio que no cualquiera se atreve a hacerlo "es muy riesgoso, muy noble muy humano, y que es un gran orgullo y a la ciudadanía le sirve mucho".

De los riesgos dice, "prefiero no saberlo, él me cuenta ciertas cosas, prefiero que las más graves las omita. Para la esposa de un bombero él sale a un trabajo normal, y regresan hasta el otro día en la madrugada".

Prefiere pensar en que el de su esposo es un trabajo como cualquier otro, "cuando les gusta es muy satisfactorio, cuando salvan a una persona, eso es lo bueno para ellos y a los demás, que haya personas tan valientes y de buen corazón".

http://sipse.com/
 

Milobombero

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Realmente lindas historias, ahora que estoy con vacaciones me he dedicado a leer varias.

Fue muy emocionante leer la busqueda de la tumba del primer tesorero general del CBS de don Antonio Márquez, especialmente cuando yo mismo he andado hurgando en los libros de los cementerios para descubrir las tumbas de los fundadores de mi compañía.

Gracias bluebird por traernos toda esta información. Sé que muchas veces la historia no es muy popular, pero si habemos algunos que vibramos con ella.
 

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El bombero de los muertos
Domingo, 25 de Agosto de 2013

Esta es la historia de un hombre que por 11 años se ha dedicado a prestar el servicio en el cuerpo de bomberos de Neiva, pero durante ese tiempo le perdió el miedo a sumergirse en profundidades superiores a los 10 metros bajo el agua, teniendo una sola misión, recuperar los cuerpos de las personas ahogadas

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Wilington recuerda cómo recuperaron el cuerpo de un joven que se ahogó en el río.

“Vivo para contar esta historia”, con esa frase que le llegó a la mente de Wilington Díaz Manchola, comienza este reportaje, él es una persona que cada vez que escucha el llamado de emergencia donde están anunciando que hay un ahogado, alista su equipo de buceo y se prepara psicológicamente para comenzar un rescate que puede durar desde unas horas hasta ocho o más días de búsqueda.

Y aunque para él, cualquier día o momento puede ser el propicio para morir de una u otra manera, la siente más de cerca al recuperar un cuerpo de un ahogado o cuando se da a la tarea de salvar una persona que queda atrapada al desbordarse el río. En ese momento es cuando cruza la línea que está entre la vida y la muerte.

Los bomberos saben que son pocos los minutos que tienen para apagar un incendio y así evitan que alguien que está entre las llamas muera calcinada, pero la vida de Wilington es como una contrarreloj, sus días pasan en medio de los muchos llantos que ha escuchado por la pérdida de personas que se meten en el Magdalena o en las Ceibas y que después de unos pocos minutos no aparecen, Díaz empieza su carrera por recuperar el cuerpo.

Un salvamento que le marcó el alma fue el ahogamiento de dos hermanos, “uno de ellos era un niño especial, tal vez unos nueve años, se cayó al río Magdalena, se ahogó y su hermano en el intento de salvarlo también murió, fueron tres días buscando los cuerpos, fue muy triste, dos familiares y al ver sus progenitores destrozados, me dolió”.

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Una misión que inicia con una llamada

Este hombre está marcado por muchas anécdotas, unas buenas, otras dolorosas, “muy dolorosos”; y todos los días agradece al cielo por su familia, es creyente y siempre de su boca saldrá una oración, hasta por las personas fallecidas trágicamente y que a él le toca recuperar cuando están en la profundidad del agua.

“Cuando reportan un ahogado aquí llaman al 119, se toma el reporte del desaparecido y los datos para ubicar a los familiares, pero nos toca esperar 24 horas para empezar la búsqueda y eso que también depende del río porque el caudal sube y baja constantemente, si el caudal está grande va a ser muy difícil encontrarlo pero nosotros hacemos el acompañamiento a los familiares; en estos momentos, la oficina de Gestión y Riesgos está en el proceso de conseguir un psicólogo que esté con las familias en esos momentos de dolor”.

Pero tan solo 24 horas después de desaparecer una persona en el río y cuando se puede saber que se ha ahogado, el cuerpo puede salir a la vista de las personas que están en la búsqueda, “los pulmones se llenan de agua y por eso se hunde y adquiere peso. Cuando el muerto lleva un tiempo en el fondo comienza la descomposición bacteriana de su cuerpo, tanto interna como externamente y hace que se produzcan gases como el metano y el dióxido de carbono que se acumulan en el interior y forman bolsas de aire, de esta forma hacen que el cadáver salga a la superficie. Este proceso puede durar hasta 24 horas”, afirma Díaz.

Una tarea difícil

Hay dos tipos de agua, las quietas y las que tienen corriente, o las confinadas o abiertas y muchas veces, el cuerpo del ahogado no se encuentra en el mismo sitio y esto se da en las aguas abiertas, el río se encarga de arrastrar el cuerpo lejos de donde sucedió el hecho, “por eso es que nos demoramos varios días en encontrar el cadáver y si a ello le agregamos que el afluente está crecido es complicado dar con él”.

Wilington es claro a la hora de decir que al Cuerpo de Bomberos Neiva le toca la búsqueda hasta el puerto de Villavieja y de ahí en adelante le corresponde al municipio de Aipe; entre las dos estaciones se colaboran para recuperar a los fallecidos, “y los pescadores juegan un papel muy importante porque ellos se solidarizan y llevando rescatistas y familiares empiezan una jornada de colaboración, además, ellos conocen muy bien el río, se la pasan en él pescando, viven al lado, entonces saben cómo es”.

Una cuenta que quiere perder

Pero muchas veces los cuerpos en aguas abiertas se quedan en la profundidad del mismo sitio de donde se cayeron, “ellos se enredan con unas ramas o quedan atrapados en una piedra o las palizadas los hunde y ahí quedan en el sitio, pero cuando el río está crecido no podemos lanzarnos hasta lo profundo para buscar y nos toca esperar que el caudal baje”.

Este bombero perdió la cuenta del número de los cuerpos de ahogados que ha recuperado, en su memoria está intacto el caso de un joven que en El Venado se lanzó de un árbol y no volvió a salir, “fue a bañarse al Magdalena con sus amigos y ellos dicen que siempre iban a ese sitio, que él sabia nadar muy bien, que conocía a la perfección el río y que no saben qué pasó, familiares, compañeros, Defensa Civil y nosotros, estuvimos en la búsqueda, pero no dimos con su paradero, casi nueve días después y cuando el río bajó su nivel pude entrar al agua y en diferentes sitios me lanzaba y no lo encontraba, hasta que me tiré en el mismo lado de donde él entró al agua y en el fondo logré tocar una de sus manos, estaba enredado, pensábamos que por tener un caudal alto el Magdalena y tener unas corrientes muy fuertes no estaría ahí”.

Pero cada vez que reportan un desparecido en el río Magdalena o Las Ceibas, este hombre no descansa hasta encontrar el cuerpo; y su tarea termina cuando lo entrega al Cuerpo del CTI quienes se encargan del levantamiento; ahí, una vez más, le da gracias a Dios porque terminó una misión pero también siente el dolor de los familiares.

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http://www.diariodelhuila.com/
 

CFlamma

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Pucha la pegüita del compadre. Como para sacarse el sombrero...

A la pasada, su ciudad (Neiva) es capital de Departamento, casi al centro de Colombia y cuenta con unos 500.000 habitantes.

El río Magdalena es el principal de ese país hermano y tiene casi 1.500 kilómetros de longuitud, gran parte de ellos navegable incluso por embarcaciones grandes. Tiene un gran caudal y de mucha actividad humana.
 

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Primer bombero que entró a La Moneda tras el golpe: "Fue un impacto fuertísimo"


Alejandro Artigas fue convocado por los militares para apagar el incendio tras el bombardeo.
Recordó en Cooperativa cómo "de manera involuntaria, accidental", vio el cadáver de Salvador Allende.

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Alejandro Artigas, miembro del directorio del Cuerpo de Bomberos de Santiago, miembro honorario del directorio del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso y rector de la Escuela de Bomberos, recordó este martes en Cooperativa cómo fue haber estado acuartelado en el centro de la capital el 11 de septiembre de 1973 y luego apagar el incendio del Palacio de La Moneda tras el bombardeo de la Fuerza Aérea.

Artigas explicó que en 1973 él tenía 24 años y era estudiante de Derecho en la Universidad de Chile en 1973. El 11 de septiembre se desempeñaba como teniente de la primera compañía de Bomberos de Santiago, ubicada en la intersección de Moneda con San Antonio, "a exactas cuatro cuadras de La Moneda".

"Pasamos una mañana de una espera muy tensa, porque desde luego se anunciaba el bombardeo, teníamos mucho fuego de armas –metralletas, rifles, fusiles- muy cercano al cuartel, se sentían explosiones (...) Para nosotros era un hecho irreversible que nos íbamos a encontrar con mucho fuego e íbamos a tener que salir", dijo a El Diario de Cooperativa.

"Nosotros llegamos al Palacio de La Moneda alrededor de las tres (de la tarde). La visión que tenemos es muy fuerte (...) Cuando llegamos la cosa era muy grave, había mucha gente disparando, había gente tendida en el piso, muchos heridos dentro de éstos", recordó.

Entre quienes vio en el lugar "había un muchacho compañero de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, que era el hijo del secretario privado de don Salvador Allende (Luis Osvaldo Puccio); me estoy refiriendo a Osvaldo Puccio (...) Cuando yo lo vio ahí fue también una cosa impactante, en términos de decir: 'Esto abarca de lado a lado'... Uno tiene la mitad de la cabeza en su misión de bombero, de apagar el fuego, y la otra en la parte humana", indicó Artigas.

"La primera bomba en llegar fue la de la primera compañía, y yo soy la primera persona en entrar al Palacio de La Moneda, porque es la misión de un oficial de mando entrar, evaluar y ordenar", subrayó.


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Artigas tenía 24 años en 1973, estudiaba Derecho en la Universidad de Chile y era teniente de Bomberos. Este martes visitó los estudios de Cooperativa.


Allende "se quitó la vida"
Alejandro Artigas relató a Cooperativa cómo fue que "accidentalmente" observó el cadáver del Presidente Allende y luego, de manera similar confirmó la noticia de su deceso a la prensa extranjera.

Recordó que en el bombardeo al palacio la oficina de Allende había sido destruida y él se había trasladado hacia el interior, "a metros de la puerta de Morandé 80, lo que se conocía como 'el Salón de la Independencia'. Es ése el lugar donde yo tengo la posibilidad accidental, involuntaria, casual, de estar en el lugar donde estaba el cadáver del Presidente Allende (...) Estaba sentado, semi acostado, con la cabeza inclinada", indicó.

Verlo así fue "un golpe fuertísimo", dijo Artigas.

"Yo ingresé ahí porque había otro muchacho que tenía que ingresar con un foco de luz para una filmación de periodistas que estaban ahí, y este muchacho quedó paralizado con esta imagen. Entonces yo tomo el foco –no me correspondía- y el impacto es gigantesco", dijo el bombero, resaltado que si "uno ve cualquier ser humano fallecido eso ya lo impacta"; más aun en este contexto.

Por este episodio, años más tarde, "en dos o tres oportunidades fui interrogado" por "actuarios o secretarios" del juez Mario Carroza, "y repetí exactamente lo mismo: a mi juicio -porque yo no vi, naturalmente, el desenlace- por la posición, por las cosas que vi, efectivamente el Presidente efectivamente se quitó la vida", dijo.

subir Confirmación a la prensa
El bombero añadió que luego, al día siguiente del golpe, "en forma absolutamente accidental" le confirmó a la BBC que Salvador Allende había muerto.

"Estaba cansadísimo, muy agotado por lo que había pasado, tras muchas horas de trabajo, muchas horas de tensión, yo recibí un llamado muy temprano el día 12 de septiembre. Alguien me habla, me pregunta, y yo le digo que por instrucciones reglamentarias no puedo darle ningún antecedente", explicó.

"Estamos averiguando esto y es muy importante que alguien nos confirme...", dijo la voz al otro lado de la línea.

"Yo no puedo darle ningún antecedente", respondió Artigas, "y la persona al otro lado de la línea dice: 'Por lo menos confírmeme algo: ¿El Presidente está muerto?'".

Artigas añadió que "yo todo lo que dije fue: 'Sí'. 'Muchas gracias', me dijo y hasta ahí llegó la conversación. Al rato después, supimos que la noticia se había difundido".

VER EL LINK

http://www.cooperativa.cl/noticias/...-un-impacto-fuertisimo/2013-09-03/092842.html
 

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Los recuerdos de un voluntario el 11 de septiembre de 1973

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"En muchas esquinas había patrullas militares, las que al vernos vestidos de Bomberos nos dejaron pasar. Al acercarnos al cuartel ya se oían balaceras", relata López.


Estos son los recuerdos del voluntario 5ª compañía, Arturo López, tras el incendio a la Moneda el 11 de Septiembre de 1973.

"En Santiago de Chile, a 15 de Septiembre de 1973.

El martes 11 de septiembre de 1973, no había clases. La Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile estaba en huelga. Desde que entré en 1971, no habíamos tenido un solo semestre normal. Huelga tras huelga, tomas, asambleas, marchas, etc. Cuando no eran los alumnos eran los profesores, cuando no eran los partidarios del gobierno, era la oposición. Esa mañana me encontraba en mi casa. Había programada una marcha de los estudiantes por la Alameda, a la que me disponía a asistir. Me despertaron como a las ocho de la mañana para que pusiera la radio. En ella se escuchaban Himnos militares y se daban los bandos emitidos por la Junta de Comandantes en Jefe, que se había hecho cargo del país.

El Presidente Allende se negó a renunciar y a abandonar la Moneda, por lo que ésta fue atacada por aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea con rockets incendiarios. Posteriormente fue tomada por asalto por fuerzas de infantería apoyadas por unidades blindadas. El bombardeo provocó un gran incendio en el Palacio de la Moneda, por lo que los militares llamaron a los bomberos para su extinción. Se pidió por la televisión que los voluntarios se dirigieran al incendio vestidos de uniforme, el que les serviría de salvoconducto.

Como ya dije me encontraba en mi casa y ante este llamado me dirigí en mi citroneta al cuartel de la 14ª Compañía que quedaba cerca para confirmar que podíamos ir al centro de la ciudad. La Bomba de la 14 aún no tenía orden de salir al Incendio. En ese lugar me encontré con un compañero Quintino (de la quinta Compañía), Juan Luis Vial C., con quién decidimos que teníamos que correr el riesgo y dirigirnos al incendio. Nos subimos a la Citroneta y bajamos por Bilbao hacia el centro. En muchas esquinas había patrullas militares, las que al vernos vestidos de Bomberos nos dejaron pasar. Al acercarnos al cuartel ya se oían balaceras y se veía mucho más movimiento militar, sin embargo pudimos llegar sin problemas a la "calle chica" donde nos estacionamos.

Al entrar al Cuartel, vimos que estaba instalada en él, la plana mayor del Regimiento Blindado N°2. Había soldados en las ventanas del tercer piso que disparaban ocasionalmente hacia los edificios vecinos. En otras dependencias había algunos heridos e incluso un soldado muerto yacía en la sala de lockers. La Bomba estaba en el Incendio. A pesar de que había balazos en la Plaza Bulnes decidimos cruzarla para presentarnos al Capitán en la Moneda. Nos fuimos pegados a los muros de los edificios y con gran susto cruzamos la Alameda. Entramos al edificio por la puerta del entonces Ministerio de Relaciones Exteriores y la cruzamos por dentro hacia el norte. El Incendio estaba concentrado en el sector nor-poniente del edificio, otros sectores estaban dañados, pero sin incendiarse.

Nos dirigimos a Moneda y Morandé dónde estaba armada la Bomba y nos presentamos al Capitán. El Capitán me ordenó subir al segundo piso para apoyar a un pitonero que allí se encontraba. Como ya dije el sector nor-oriente de la Moneda, dónde se encontraban las oficinas de la Presidencia de la República, no se encontraba en llamas gracias a que la Quinta logró evitar la propagación del fuego desde lo que era el Ministerio del Interior en el sector nor-poniente. Subí por una escala colocada en la segunda o tercera ventana del segundo piso por calle Moneda y me encontré en una oficina, no muy grande, que según me dijeron era la oficina privada del presidente. Tenía un escritorio con una pequeña bandera chilena encima y varias vitrinas con diversos objetos entre los que recuerdo un ajedrez de marfil y una Enciclopedia Espasa completa. En ese lugar un compañero Quintino (de la quinta Compañía), me informó que el Presidente Allende estaba muerto en un salón a poca distancia y me indicó como llegar a él.

Atravesé otra oficina y llegué a un hall de distribución. Por una puerta entreabierta se veía en un salón movimiento de militares y algunos civiles que ponían el cuerpo del Presidente Allende en una camilla. Al poco rato cerraron la puerta desde adentro y no vi más, por lo que regresé al sector Norte. Al pasar nuevamente por la oficina privada del Presidente, se me ocurrió tomar un teléfono y al ver que tenía línea desde ahí llamé a mi señora, que en esa época era sólo polola y le conté lo que había visto y lo que pasaba en el centro. También llamé a mi madre para contarle lo mismo.
Posteriormente me dediqué a las labores habituales de un incendio, pitonero por un rato, luego rectificar armadas, agregar o quitar tiras, etc. El sonido de balazos no paró en toda la tarde y a pesar de que los bomberos no tomamos ninguna precaución especial y entrábamos y salíamos del edificio según se necesitara y caminábamos por las calles alrededor de las Bombas de Incendio, no hubo ningún voluntario herido por las balas. Como había bastantes voluntarios asistentes, tuvimos tiempo para curiosear un rato por el interior del edificio. Volví nuevamente al salón donde había muerto el Presidente. Se encontraba vacío y pude observarlo con detención. Había un sillón de felpa rojo en el que fue encontrado recostado sobre un costado el cuerpo de Allende. Había restos de sesos en el sillón y esparcidos por su alrededor, especialmente en un Gobelino que colgaba en la muralla. A continuación de este salón hacia el Sur, había un comedor en el que había restos de comida en platos sobre la mesa.

Nos llamó la atención la Galería de los Presidentes en un corredor cerrado del segundo piso en que estaban los bustos de los ex presidentes hechos en yeso, algunos dañados por el agua. Las cocinas y reposteros de la Moneda tenían gran cantidad de alimentos y bebidas de todos tipos, en una época en la que había que hacer colas para comprar los alimentos básicos, Había una abundante provisión de Whisky importado en una bodega. (En esa época no se podía importar licores al país). En los patios de la Moneda unos pocos militares resguardaban una gran cantidad de armas de diversos tipos encontradas en el edificio: desde pistolas calibre 22, subametralladoras, morteros y hasta granadas antitanques de fabricación rusa. Aproximadamente a las nueve y media de la noche nos retiramos al cuartel por calle Teatinos. El tiroteo aún seguía en el sector.

La Moneda se encontraba semi-destruida. Todas sus fachadas con numerosos impactos de balas. El sector del Ministerio del Interior totalmente destruido. En él quedaban solo las murallas paradas aún humeantes. El resto del edificio con muchos daños pero no se alcanzó a quemar por la oportuna acción de los bomberos. Cuando llegamos al Cuartel, todavía se encontraban en él los militares, los que se fueron alrededor de las once y media de la noche. Nos quedamos 28 voluntarios en el Cuartel esa noche, por lo que no había camas para todos en la guardia nocturna. En todo caso las balas siguieron sonando toda la noche, por lo que no era mucho lo que se podía dormir. Al día siguiente el tiroteo continuó aunque ya disminuido. En la calle sólo se veían patrullas militares debido al toque de queda. Nosotros pasamos casi todo el día viendo Televisión o escuchando noticias en la radio. Con precaución nos acercábamos a las ventanas: vimos llevar detenidos al Ministerio de Defensa, vidrios quebrados en los edificios colindantes e incluso lo que parecían ser cadáveres enredados en cortinas venecianas en unos edificios de la Av. Bulnes. Nos tocó ver también como caía herido un soldado al parecer por un disparo de un francotirador. Esto desató un baleo bastante largo. Esa noche, seguíamos los 28 voluntarios en el Cuartel, y poco se pudo dormir a pesar de que los disparos eran más aislados".

Relato de Arturo López U.

Voluntario 5ª compañía del CBS.


http://www.cbs.cl/noticias.php?619-los-recuerdos-de-un-voluntario-el-11-de-septiembre-de-1973
 

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FALLECIMIENTO DE DON CARLOS VAN BUREN VALLEJO

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Compañeros:

…Hicieron ayer justamente diez años!... En una gris mañana otoñal, mientras en la huerta florida del hombre que gusta gozar de los encantos de la naturaleza después del rudo batallar cotidiano, las hojas de los árboles, exhaustas y faltas de sol, iban cayendo una en pos de otras, adentro, en el hogar, se extinguía apaciblemente la vida de un hombre bueno y generoso!... y ese caer incesante y copioso de las hojas, parecía hacer compás con las últimas palpitaciones de su alma, que también falto del calor que vivifica, se iba desprendiendo de su envoltura temporal para remontarse a lo Alto, en busca de una vida infinitamente mejor!...


Así nuestro animoso Secretario; Guillermo Ernesto Meyer, en un trabajo leído en Sesión Solemne celebrada el 26 de abril de 1939 recuerda a quien tanto diera por la ciudad y la “Tercera” a diez años de su partida. Hoy a pocos días de conmemorar los 80 años del fallecimiento de quien fuera uno de los más destacados hombres que haya pasado por nuestras filas, hemos de transcribir algunos datos referentes a la vida y obra de don Carlos Van Buren, los que esperamos, sean de vuestro interés.

Don Carlos Van Buren Vallejo nació en la ciudad de Copiapó un 1 de octubre de 1868. Sus padres fueron Don Juan Melitón Van Buren, descendiente de una antigua familia flamenca avecindada en el sur de los Estados Unidos, y que dio a ese país su octavo Presidente, y Doña Damiana Vallejo, hija de una distinguida familia atacameña que proporcionó a su Provincia preclaros servidores.
Don Juan Melitón Van Buren había llegado a Chile contratado para las obras del ferrocarril de Caldera a Copiapó, el primero construido en Sudamérica.

La familia Van Buren Vallejo tenía su residencia en el barrio de la Chimba, en la calle El Pino, y ahí pasó Don Carlos los primeros años de su niñez.

Muy niño, Don Carlos fue enviado al Liceo de Copiapó, a aprender sus primeras letras, y donde su hermano mayor Juan ya cursaba humanidades, destacándose ambos por resultar ser aventajados alumnos.
Varias décadas después, y a raíz del terremoto que azotó a Atacama el año 1922, volvería Don Carlos a los corredores que lo vieran forjarse en el hombre piadoso y caritativo en que se convertiría con el correr de los años. Como prueba del cariño que emanaba de sus recuerdos estudiantiles, obsequió a su viejo Liceo una valiosa colección de la “Enciclopedia Espasa”, la que el Liceo conservó en un sitio de honor durante muchos años junto al retrato del donante. A este regalo agregaría la obra de Frank H. Simmonds “Historia de la Guerra del Mundo”, ampliando así dicha biblioteca, considerada una de las más importantes de Chile del primer cuarto del siglo XX.

Ya situado en los estudios secundarios Don Carlos es enviado a Valparaíso donde ingresa al Colegio Ingles del Cerro Alegre, en donde adquirió una sólida y completa preparación comercial.
Egresado de dicho establecimiento Don Carlos pasa a ocupar su primer trabajo en el Banco de A. Edwards y Cia., presentado allí por otro buen servidor de la “Tercera”, su buen amigo Don Roberto Felipe Délano Ross, trabajo que no habría de abandonar jamás. Paulatinamente desde su ingreso como empleado corriente desde 1885 comienza a demostrar sus dotes de hombre responsable y bien premunido de los conocimientos que se hacen necesarios para desenvolverse de manera óptima y aventajada en el acontecer de sus actividades, llegando así, a ocupar la Gerencia de dicho establecimiento el año 1913.
En el año de 1920 dejaría la Presidencia del Banco de A. Edwards y Cia, otro buen amigo, y también destacado porteño y tercerino, me refiero a Don Ricardo H. de Ferrari, situación por la cual Don Carlos pasaría a ocupar la más elevada jerarquía de la institución, la que mantendría hasta el día de su muerte.

Accionista en diversas sociedades comerciales, el señor Van Buren fue muy pronto llevado al seno de sus Consejos Directivos, y en ellas aportó con la luz de su inteligencia y conocimiento en forma eficaz y beneficiosa. Puestos de ésta naturaleza ocupó en la Compañía Sudamericana de Vapores, Compañía de Cervecería Unidas, Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, entre otras.

…Por la profunda versación que el señor Van Buren llego a adquirir en el manejo de los negocios era considerado en el comercio un verdadero mago de las finanzas; pero, como ya lo dije en una oportunidad, aun en estas actividades, en las que generalmente el egoísmo y la reserva se imponen como necesidad esencial para obtener el éxito, se dejaba ver también la natural bondad de esta hombre todo corazón; amigo de sus amigos, que jamás emprendía una negociación sin iniciar a sus íntimos en los secretos del éxito. Ganando él, ganaban sus amigos!...


Pero como nos referimos a un hombre bueno!... Sería mezquino de nuestra parte no nombrar a aquellas instituciones que nada aportan en cuanto a ganancias económicas, pero que tanto ayudan al engrandecimiento de las virtudes de los hombres; Don Carlos participó activamente en la Liga de los Estudiantes Pobres, La Sociedad Protectora de la infancia, La Beneficencia Pública, el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, el Centro de Propaganda Contra la Tuberculosis, en el Círculo de la Prensa, en la Liga de Sociedades Obreras, en la Sociedad de Instrucción Primaria, en la Escuela Federico Varela, además fue gran benefactor de la Asociación de Artesanos, entre otras.

Designado Administrador ad honores del Hospital San Juan de Dios, Don Carlos ingresa a la tarea de reconstruirlo después del terremoto de 1906. Con verdadero cariño ve concretada su noble obra años mas tarde, transformando así un casi inservible edificio, en un moderno centro hospitalario, resguardo para todo aquel que así lo requiriese.
Pero no sólo del giro de cheques se conformaba su ayuda, sino también, de la inesperada y tan necesaria visita que practicaba con tanto placer para acompañar en su lecho a los más enfermos y desamparados de la ciudad. No era raro verlo llegar al Hospital cargando un puñado de fuñingues, que eran los cigarrillos que gustaban al pueblo, de los cuales en más de alguna oportunidad se le vio compartiendo al borde de la cama junto los enfermos.

Cuando Valparaíso requirió de sus servicios, no dudo, pese a su delicado estado de salud debido a los excesos que se permitió con el tabaco, en aceptar la labor de Alcalde, la que si bien no fue prolongada debido a sus afecciones, demostró grandes adelantos y legó a la ciudad más que necesarios servicios.

El 11 de noviembre de 1887 ingresaba a la “Tercera” a la cual serviría tan espléndidamente con sus servicios, incluso hasta después de su muerte.
Es elegido Secretario en 1889, Ayudante en 1892, Sargento y Elector de Oficiales Generales en 1894, y en 1895 es elegido Capitán, puesto que conserva hasta 1898, siendo en 1900 elegido nuevamente Capitán, para en 1902 servir brillantemente en el puesto de 2º Comandante, y desde 1903 hasta 1913 como Consejero. El año 1914 es designado Miembro Honorario del Directorio General en virtud a los dilatados servicios que prestara al Cuerpo de Bomberos. En 1917 es elegido Director de Compañía, y en 1921 Superintendente del Cuerpo, puesto que por problemas de salud debe abandonar el año 1923, siendo nombrado al año siguiente Superintendente Honorario.

En el año 1913 el señor Van Buren encarga a Europa una moderna bomba automóvil marca Benz, la que es inaugurada el 8 de marzo de 1914. Años mas tarde proporcionaría los recursos necesarios para adquirir el reemplazo de dicha bomba.
En las fiestas que organizó la Compañía para celebrar la llegada de la nueva bomba, se le consultó al señor Van Buren que indicara, según su parecer, cuál sería la forma más conveniente para celebrar la llegada de tan moderno y novedoso elemento. El señor Van Buren resolvió que la Compañía se presentara vistiendo uniforme en el Hospital San Juan de Dios para visitar a los enfermos y obsequiarles cigarrillos y golosinas.

No solo a la “Tercera” donó el señor Van Buren moderno material, varias otras Compañías gozaron de ese justo privilegio.

… Don Carlos era para sus amigos de la “Tercera” un camarada leal y afectuoso, y en la vida cotidiana del Cuartel borraba los linderos de la jerarquía, haciendo sentir a todos, en los viejos y en los jóvenes, el calor de la amistad. Gustaba contar lo que había visto y observado en sus diversos viajes por el extranjero, y era muy aficionado a los chistes y anécdotas, de las que tenía un gran repertorio. El señor Van Buren era metódico, y casi siempre se presentaba al Cuartel, especialmente en las fiestas, después de haberse dado un baño y tomado una ligera colación, y esto hacía que resistiera con mayor lucidez que los demás, los efectos de esos agentes que en toda época se han usado para animar el espíritu!...

Habiendo observado la importancia que tienen en los Hospitales los servicios de las Enfermeras, en su testamento otorgó una cuantiosa suma de dinero para la construcción de una Escuela de Enfermeras, procurando así que las generaciones venideras, pudieran disfrutar de los invaluables y delicados servicios que prestan estas abnegadas servidoras.

Transcurrido un mes de la muerte del señor Van Buren, una Junta de Beneficencia pidió al Ministro de Bienestar Social (actual Ministerio de Salud), cambiar el nombre del entonces Hospital “San Juan de Dios” al de “Carlos Van Buren”, realizándose por Decreto 974 del 24 de mayo de 1929.

Tampoco se olvido de la “Tercera” a la cual proveyó de una cuantiosa suma de dinero para dotarla de buen material durante varios años.

He aquí, escrita someramente la vida de un gran hombre que supo servir a Valparaíso con el título de Filántropo.

…El señor Van Buren flota como una luz que orienta y anima; y, que cuando después de los Actos del Servicio se proclama su nombre como el más ilustre de nuestros Voluntarios, es como si lo viéramos de nuevo, con su noble rostro, señalándonos la senda honrosa del futuro!...

Don Carlos Van Buren Vallejo fallece en Viña del Mar el 25 de abril de 1929 rodeado de hombres y mujeres que han de agradecer por siempre la gran obra que ha de dejar en ellos la bondad de nuestro más preclaro benefactor y Voluntario Ilustre.
Publicado por Valparaíso en el tiempo.

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Brigada III, el turno fatídico
El equipo que acudió en un primer momento al Muelle es el mismo que ya actuó allí en agosto, en el fuego del edificio de viviendas de la calle Brasil o en el hundimiento del Vaporcito

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16 de junio de 2011; se declara un virulento incendio en la calle Brasil. 30 de agosto de 2011; se hunde el Vaporcito en el Muelle. 9 de agosto de 2013; pequeño incendio en la cámara frigorífica del interior del Puerto. 8 de octubre de 2013; gran incendio de esta misma nave de Pleamar Frost. En líneas generales, estos son los sucesos más relevantes para el Cuerpo de Bomberos en los últimos años en la ciudad. Y por extraño que parezca, todos ellos tienen un elemento en común: la Brigada Tercera. Este turno (de los cinco que tiene el parque de bomberos de Cádiz) es el que ha coincidido de guardia en todos estos sucesos de importancia.

"Preferimos pensar que no somos una nube negra, sino que estamos tocados por los dioses", afirma Rafael, uno de los que conforman este equipo de doce personas, quien dice que a raíz de esta coincidencia hay cierta "envidia sana" entre el resto de compañeros "porque en casos así se aprende mucho".

Otro de los miembros de esta brigada recuerda otros casos en los que también han tomado parte, como las inundaciones que hubo en 2011, o algún que otro accidente de gravedad. "Eso son solo coincidencias", dice otro de los bomberos de esta brigada.

Del último de los grandes incendios en los que han actuado, las primeras valoraciones que realizan estos miembros de la Brigada Tercera es que "terminamos muy cansados". Los turnos de doce horas empleados en la fábrica de hielo, las altas temperaturas en el interior del edificio y la carga de equipos, mangueras y otros elementos provocó un importante desgaste entre estos bomberos. "Ha habido secuelas de este servicio en el personal. En los pies, en los hombros, pequeñas quemaduras...", cuentan en el interior de Parque mientras realizan algunas prácticas con mangueras y equipos, reconociendo que esta última actuación ha provocado una "gran carga de stress y física". "Pero para eso estamos, así es nuestra profesión", se apresura a decir Bienvenido.

Todos coinciden en señalar que el último de los incendios ha sido el más trabajoso. Pero en la mente de esta brigada está el del edificio de la calle Brasil. "Fue un milagro que allí no pasara nada", recuerda Rafael, que califica esta actuación como el servicio "más potente" al que se han tenido que enfrentar. Él mismo se encargó de las tareas de evacuación del edificio, donde Ignacio recuerda que se vivieron "muchas situaciones dantescas".

Pero de todos estos casos, lo que se destaca es la experiencia que acumulan y los conocimientos que adquieren como bomberos estos miembros de la Brigada Tercera. "Allí se aprende en un momento mucho más que en horas de teoría y prácticas", indica uno de ellos.

A la espera de una próxima emergencia de consideración, Andrés, Bienvenido, David, Mario, Paco, Rafael, Paqui, Pepe, Flequi y Bolaños sigue entrenando y preparándose día a día, como el resto de equipos. Pero ellos son la Brigada Tercera. El turno tocado por los dioses.

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Bombero salva a abuelita minusválida en Incendio en comuna de la Florida.

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Pocas veces el destino logra juntar los factores necesarios para qué dos personas vivan una experiencia cercana a la muerte y logren salir sin problemas de esta.

Asi es la Historia del voluntario de Bomberos, Diego López Zamora, Bombero Voluntario de la 10ma Cia. de Bomberos de Ñuñoa y quien por mas de 8 años, se a comprometido con la causa bomberil y al igual que sus compañeros de bomba, siempre están atentos y dispuesto para servir a su comunidad.

De esa forma Corría la mañana del lunes 5 de Noviembre del 2013 , cuando los Guardianes de la Décima Compañía se encontraban prontos a salir del cuartel a sus labores diarias, cuando cerca de las 10:20hrs, caen los tonos de alarma informando Radialmente que se despachaba a la Sexta, Novena y Décima Compañía a un llamado de comandancia por fuego estructural en casa habitación.

Rápidamente los 4 voluntarios salen raudos de la guardia nocturna para ponerse sus equipos y dirigirse a su carro B-10 para salir al llamado de auxilio, que de forma desesperado indicaba un violento incendio estaba afectando a una casa en avda. Diego Portales cerca de Vicuña Macakenna, comuna de La Florida. Los Teléfonos de la central de alarmas y comunicaciones del nivel 132 de Bomberos de Ñuñoa ( quien cubre jurisdicción en comuna de la Florida) sonaban fuerte y contantente mientras las operadoras despachaban Radialmente los carros.

Una vez en la cabina de Carro B-.10 y en cosa de pocos minutos la tripulación de 4 Bomberos salían por Avda. Colombia en Dirección a Diego Portales al lugar del incendio.

Con un fuerte ulular de sirenas y raudamente por las calles ya cerca de San Pedro y San Jorge lograban divisar a la distancia que se trataba de un llamado de proporciones , por la gran columna de humo que se veía a la distancia, inmediatamente la tripulación del carro, dentro de ellos el Voluntario Diego Lopez, prontamente se instalan sus equipos de respiración autónoma (ERA) para llegar a lo que seria un llamado de gran complejidad.

De esa forma y según consta, en menos de 5 minutos llega Carro B.-10 al lugar del incendio en donde el voluntario a cargo Radialmente informa a la central que “Se trata de Casa Habitación que arde violentamente con peligro, se trabaja” inmediatamente los 4 voluntarios toman posición para efectuar un ataque ofensivo y directo contra el violento incendio que estaba consumiendo la vivienda, cuando gritos desesperados de vecinos que estaban observando dantesco escenario GRITAN DE FORMA DESCONTROLADA, hay una señora atrapada adentro de la casa, ayúdenla por amor de dios!!!

A partir de ese momento el tiempo se de tiente prácticamente para los voluntarios de bomberos que llegaban al lugar, quienes rápidamente se distribuyen para efectuar un trabajo de ataque a las llamas y efectuar a la vez labores de Búsqueda y Rescate.

Como los antaños zapadores bomberiles rápidamente, proveído de su hacha y de su equipo de respiración autónoma, el voluntario Diego Lopez ingresa al segundo nivel de la casa en llamas el cual en ese minuto estaba completamente lleno de humo y comenzando a arden por sus 4 costados, sin mediar mas que solo el hecho de lograr un solo objetivo ubicar, rescatar y salvar a una posible victima en su interior, luego de algunos minutos de procedimiento de búsqueda y cuando ya las condiciones interiores eran de un riesgo inminente para el voluntario, este logra escuchar los quejidos de una mujer adulta que clama por su vida en medio de las tinieblas del humo, quien seguramente solo logro ver la luz de la linterna que llevaba el voluntario López como una señal inequívoca que la ayuda estaba llegando.

Rápidamente el voluntario de bomberos se acerca al lugar de donde se escucha el llamado de auxilio y logra escuchar la voz de una mujer que le dice con voz temblorosa “por favor ayúdeme soy invalida y no puedo caminar”. Ante tal situación, inmediatamente y sin poder pensar o meditar al respecto, es donde aflora el instinto de protección del bombero , lo cual lo lleva a tomar su propio equipo de respiración y compartirlo con la señora el aire de este, hasta poder llegar a la ventana donde se encontraba el balcón de salida.

Si bien pueden haber sido unos pocos metros en donde se encontraban dentro de la estructura en llamas, respirar o tratar de respirar bajo esas condiciones de humo y temperatura era un riesgo inminente tanto para el voluntario como para la persona rescatada, pero ya la lucha no era contra el fuego ni el tiempo, esos pocos metros significaban la diferencia entre la vida y la muerte.

Son seguramente en esos momentos de la vida en donde el espíritu heroico de quienes han jurado dar la vida si es necesario por los demás se pone frente a cualquier tipo de riesgo inclusive para uno mismo, ese es el sentimiento de muchos bomberos voluntarios en nuestro país, quienes con un sentimiento de compromiso inigualable han logrado en varias oportunidades salvar vidas y bienes a lo largo de todo Chile, en este caso el escenario era la comuna de la Florida.

Es difícil poder saber, incluso para el mismo voluntario Diego Lopez que pasaba por su mente en esos minutos que salía con la señora desde el interior de la estructura o de donde sacaba las fuerza o energías para poder aguantar el humo y el calor sofocante dentro de una casa en llamas, pero lo que si es muy seguro que el espíritu de su padre fallecido y del fundador de la decima cia. Patricio Conejeros, lo estaban ayudando a cumplir un rescate exitoso. Rescate que se complemento una vez llegado al Balcón gracias a los otros voluntarios de la décima y otras compañías hermanas que se encontraban fuera de lugar para prestar el pronto apoyo a su compañero y a la persona rescatada.

Una vez fuera de la estructura la señora fue derivada inmediatamente a un centro asistencial en donde se recupera satisfactoriamente de sus lesiones y problemas respiratorios productos del incendio.



A su vez el voluntario Diego López horas después del incendio tuvo que se derivado a un centro asistencial ya que presentaba problemas respiratorios y de agotamiento físico por la sobre fuerza ejercida en el rescate de la señora.

Hoy ambos ya se encuentra bien de salud y con el recuerdo imborrable de un dia lunes 5 de noviembre en donde el Voluntario Diego Lopez salvo de una muerte Segura a la Señora atrapada en el segundo piso de la casa en llamas.

En un mundo en donde los noticiarios y medios de prensa constantemente están dando tribuna a noticias de farándula, delincuencia o guerras, es el momento de poder compartir esta historia de vida que marca para siempre la vida de 2 personas y nos deja la reflexión de que aun existen personas de gran corazón y que incluso son capaces de poner su propia vida en riesgo por la de otros, como Chilenos debemos estar muy orgullos de nuestros Bomberos, ya que Voluntarios de Bomberos como Diego Lopez hay mas de 35.000 en todo el Pais, pronto a ayudar y salvar vidas y bienes en pro de su comunidad.



Pedro Berrios Molina
[email protected]


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Dr. Italo Martini Zerega

El ex-Director Dr. Italo Martini Zerega nació el año 1885 y se doctoró en medicina en 1908 de la Universidad de Chile; ingresó a la Pompa Italia el año 1932 cuando ya era un reconocido oftalmólogo.

En sus albores fue ayudante de la cátedra de oftalmología del profesor Máximo Cienfuegos, en su casa de estudios; para pasar en 1909 al servicio de oftalmología del Hospital San Francisco de Borja en calidad de ayudante del doctor Juan Céspedes, a quien rindió culto por sus enseñanzas y su ejemplo, y a quien lo unió una gran amistad

Quizo perfeccionar sus conocimientos en el extranjero, y así en 1925 hizo una exitosa gira por Europa, que redundó en gran provecho para la oftalmología nacional. Junto a los doctores Carlos Charlin y Cristóbal Espíldora es considerado uno de los tres maestros de la oftalmología chilena

En 1913 llegó a la jefatura del servicio de oftalmología del Hospital San Francisco de Borja, cargo que desempeñó hasta el año 1948. En este lapso de 35 años formó, con su saber y experiencia, a muchas generaciones de médicos que recibieron sus valiosas enseñanzas tanto en su cátedra de oftalmología en la Universidad de Chile como bajo el cargo que ostentaba en el centro hospitalario.

Durante muchos años fue Presidente de la Sociedad Chilena de Oftalmología, a la que dirigió con entusiasmo y singular dedicación llevándola a un plano de tan alto valor científico que le brindó a nuestro país el alto honor de que en él se realizara un brillante torneo internacional, como fue el V Congreso Panamericano de Oftalmología, realizado en Santiago de Chile en enero de 1956 y del cual fue su Presidente Honorario.

La prioridad de sus aportes en el tratamiento quirúrgico del estrabismo, en la práctica de injertos plásticos y especialmente en la valorización por métodos personales del examen de fondo de ojo y de su técnica propia de la dacriocistorinostomía, constituyen avances oftalmológicos evidentes, debidos al esfuerzo, al tesón y a Ia preparación de Italo Martini.

Dentro de su círculo cercano era conocido por sus grandes características, sin embargo hay una que lo distingue: su extraordinaria bonhomía, una que unida a la propia de los hombres sanos y con confianza en si mismos, orientan las actividades de su existencia, ya que disfrutaba de una vida interior muy profunda y muy firme, y que servía como guía para quienes lo rodeaban.

Mas una desgracia lo afligió gran parte de su vida: la trágica muerte de su hijo Oscar, cadete de la Escuela Militar, en el accidente acaecido en Alpatacal en 1927, lo llevó a un aislamiento que lo hizo separarse un tanto del resto del mundo. En 1948, en su discurso de despedida del Hospital San Francisco de Borja, decía que "al recibir el más cruel golpe que el destino asestó a su vida afectiva, también recibió el testimonio más tierno de la bondad del hogar hospitalario" que lloró con él en esos días de luto.

Hay una placa en la sala Prof. Italo Martini, que recuerda al hijo inmolado y también frente al escritorio de su padre siempre estuvo un pergamino con la firma de los médicos del Hospital San Francisco de Borja que le atestiguaron su adhesión en la terrible pena. La placa y el pergamino fueron para don Italo Martini, el padre acongojado, un lenitivo a su dolor, por el espíritu de solidaridad conmovedora que le sirvió de supremo consuelo y perenne sostén espiritual. Hoy dentro de la oficina del director de la Compañía, una fotografía recuerda a aquel hijo fallecido en medio de un gran dolor que sigue reflejando vivo testimonio.

Poseía una cultura extraordinaria, que pocos conocieron ya que no hacía alarde de ella. Vivía en una mística intelectual que lo derivó a ser un artista, experto en pintura y escultura. Dentro de sus inclinaciones por el arte, fue un gran filatélico, siendo al mismo tiempo amante del dibujo anatómico. Incursionó en la literatura, escribiendo y publicando una novela llamada "La Historia de Pánfilo Belenes" bajo el seudónimo anagramático de Nilato Zirmati.

Dar cumplimiento a sus múltiples deberes y obligaciones era el norte de sus pasos y el objeto de su ambición. Nada pretendió para sí, prefirió la obligación a la fama y el reconocimiento público, hizo el bien sin ostentación ni vanidad, siempre sencillo, siempre humilde, siempre olvidado de sí mismo, como parte de su loable bonhomía, respetando siempre los valores del servicio publico y la entrega hacia los demás, tanto en su profesión como en la causa bomberil.

Durante su brillante estadía en la Pompa Italia ocupó con grandes honores el cargo de Director de Compañía y de Vicesuperintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago, encumbrándose como uno de los más grandes directores que haya guiado los destinos de la Pompa Italia. Hoy en nuestro cuartel la oficina del Director lleva su nombre.

Falleció el 27 de diciembre de 1956 y como legado patrimonial donó a la Pompa Italia el terreno que hasta el día de hoy ostenta en la esquina norponiente de Av. Manuel Antonio Matta y Santa Rosa.

vigilidelfuoco.cl
 

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Historias Bomberiles: El desayuno de guardia y un Llamado de Comandancia

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Esta historia, real y aplicable a cualquier Cuerpo de Bomberos, fue enviada por el señor Guillermo Del Canto, miembro de la Compañía del Silencio y gran amigo de esta Institución.

Un viernes por la noche de fin de mes, en una de esas características conversaciones de guardianes nocturnos, el jefe propuso que al día siguiente a media mañana podrían darse el lujo de ir a tomar un rico desayuno para variar del típico que diariamente les entregaba su Compañía : café con leche, un pan con margarina y mortadela. Así quedó acordado.

Esta historia, chascarro o “sucedido” fue contado recientemente, en torno a un aromático café, por el actor principal de aquel suceso. Como han transcurrido más de tres décadas de aquel hecho, nos permitimos hacerlo público suponiendo que cualquier delito reglamentario bomberil o de código legal ya están más que prescritos.

Sábado, once de la mañana.


Cinco guardianes listos, perfumados, después de una larga e interminable ducha (Junta de Oficiales nunca pudo entender por qué el calefón de la Guardia Nocturna se “fundía” antes del término del plazo de garantía) estaban preparados vistiendo la parte inferior del “mono”, pantalón y botas. Ya en la calle, el Jefe de Guardia, a quien llamaremos “Kabe”, se devolvió al cuartel para ir hasta la casa del cuartelero.

Claudito: por “si’aca”, vamos donde siempre a tomar desayuno, si algo pasa, usted ya sabe. Claudio (ya fallecido), viejo “ducho”, respondió con una sonrisa cómplice dibujada en su característica cara de cuartelero: O.K.

La “fuente de soda” ubicada a no más de tres cuadras al norte del cuartel era lugar de visita frecuente de estos bomberos guardianes. Al llegar, el jefe de los mozos, Juanito, les dio la bienvenida,
- ¡los bomberos!... ¿lo de siempre?

-¡Por supuesto!, respondió “Kabe”, excepto que alguno de los muchachos quiera algo especial. ¡No!, fue la respuesta del grupo. Kabe agregó: Juanito, tú ya sabes, si tenemos que irnos de repente, nos vamos, pero volvemos.
- No es necesario que me lo diga pues amigo bombero respondió el amable mozo.Mientras el grupo de amigos esperaba el suculento y merecido desayuno de fin de mes, de pronto uno de ellos gritó, ¡la bomba! El aguzado y educado oído de bombero había escuchado la sirena Sterling y papí de su bomba. Salieron a la calle, y efectivamente, la bomba se acercaba, deteniéndose frente a ellos para que la tripularan, Claudito había cumplido las instrucciones previas.Cuatro se subieron a la parte posterior de la cabina, y Kabe al momento de tomar la manilla de la puerta delantera, sintió tres golpes en su hombro derecho a la vez que escuchó una voz grave, pausada y muy familiar:
“parece que yo soy más antiguo que usted voluntario, por favor tripule atrás” Kabe giró y se encontró de frente con el UNO…sus piernas flaquearon mientras veía que UNO se subía y sentaba en el asiento del que va a cargo.
El trayecto hasta el llamado, que era hacia el sur del cuartel, fue de silencio, nervios, especialmente Kabe que sentía que por su cuerpo corría un sudor frío… ¡hasta aquí llegué como bombero!, pensaba. Fue su peor viaje en toda su vida de bombero tripulando un carro bomba.

Llegados al lugar de la alarma, que al parecer resultó falsa (“nerviosismo del vecindario”), UNO tomó el micrófono de la radio de la bomba:


-Uno a Central
-Adelante Comandante
- Preinforme, a cargo UNO, se trató de…….el material se retira
-Comprendido Comandante, a cargo……

Conductor, bomberos, no hicieron comentario alguno cuando UNO subió a la máquina instruyendo al conductor: “camino al cuartel déjeme en la esquina de mi casa, en X y J”. Antes de bajar se dirigió a Kabe: “Cuando me baje, pase para adelante, usted quedará a cargo y lo espero este lunes, junto al cuartelero, a las 19,00 horas en mi oficina del Cuartel General.Empezaba la pesadilla. Cuando la bomba llegó al cuartel y Kabe gritó “tierra”, los tripulantes lo rodearon nerviosos preguntándole ¿y ahora que nos va a pasar? ¡Nada, es mi problema!, respondió, ¡yo soy el responsable!, remarcando estas últimas palabras.

Empezaron más de 48 horas de pesadilla para Kabe y don Claudio. No había ninguna explicación válida. Las disposiciones reglamentarias del servicio eran muy claras, el material mayor una vez despachado por directo o por radio no podía detenerse por ningún motivo en el trayecto para ser tripulado.La señora del cuartelero no entendía porque éste comía a medias encerrado en un mutismo que no comprendía. Kabe, en ese tiempo entusiasta “pololo” recibía los reproches de su amada por su extraña actitud, ausente, en otra.
Pasó el domingo.

Noches de guardia en silencio.

Llegó el lunes.


18.50 hrs.


Kabe y Claudio, de chaqueta y corbata, se presentan en la oficina del Comandante. Los atiende el Inspector General, secretario del Comandante, compañero de bomba de Kabe, quien protocolarmente les preguntó:
-¿Qué hacen por acá?

-Estamos citados por el Comandante, respondió Kabe.
-Le avisaré, dijo seriamente el Inspector.Transcurrieron angustiosos minutos y apareció el Inspector.
-El Comandante dice que lo esperen.Empezó una espera angustiosa. El sudor empezó a cubrir las manos de los citados. Uno piensa: ¡”soné” como bombero!


El otro: ¡en que estuve que los pasé a buscar, se acabó mi larga trayectoria en el Cuerpo!20,00 hrs.
Comandantes, Inspectores, Ayudantes, Capitanes entraban y salían de la oficina del Comandante, y a ellos nada…esperaban y esperaban con sus nervios al máximo.21,00 hrs.


Los dos que esperan observaron como el Inspector ordenó los papeles de su escritorio y con una gran sonrisa se despidió diciéndoles ¡que les vaya bien!A esta hora los nervios y la transpiración fría cubrían por completo a nuestros dos personajes que esperaban resignados ser atendidos por el señor Comandante.21.30 hrs.


Se abre la puerta de la oficina, aparece el Comandante, que de seguro miró con sorpresa a esas dos personas pálidas como una vela, preguntándoles:


-¿Y ustedes?-Lo esperamos a usted Comandante, nos citó…
-¡Ah, ya, pasen!Los nerviosos personajes citados ingresan a la oficina.
-¡Asiento!... ¿por qué los cité?, pregunta el Comandante
-Por de lo del llamado del sábado pasado en la mañana Comandante, respondió Kabe.
--Ah!... dijo el Comandante echándose atrás en su asiento.


-Ahora me acuerdo…alzó la voz… ¡ESO NO SE HACE!...ya, estamos listos, `pueden retirarse.Con el alma vuelta al cuerpo, Kabe y Claudio se retiraron del Cuartel General y ya en la calle Santo Domingo se dieron un fuerte abrazo.


*******REFLEXIÓN


“El que esté libre de culpa que arroje la primera piedra”


***Juanito, el de la fuente de soda, por primera vez en mucho tiempo se quedó con el pedido preparado de sus clientes bomberos.
***
Sucedió en el siglo pasado, eran otros tiempos (*)


***Escrito en homenaje a uno de los grandes Comandantes del Cuerpo de Bomberos de Santiago, camarada de tantos techos, humo y agua, que hasta hoy, con su presencia enorgullece a la Institución.(*)

Agregado del protagonista principal.Escrito por
Guillermo del Canto Lazo
Febrero 2013.

Publicado en www.bombadecima.cl


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Así vivieron dos bomberos el voraz incendio de Rinconada

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El incendio forestal de Rinconada de Maipú aún se encuentra activo desde el sábado y afectando a tres fundos: La ovejera, Universidad de Chile y San Francisco.
PUBLICADO : Hoy 17:02 h.
CATALINA SAGREDO / PUBLIMETRO WEB

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Estos últimos días la zona centro-sur del país se ha visto afectada por una ola de incendios forestales, arrasando con todo a su paso, dejando personas damnificadas y miles de hectáreas quemadas.

Han sido bomberos y personeros de Conaf quienes han debido luchar contra el fuego exponiendo su vida en el combate de las llamas. Publimetro conversó con algunos de los voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Maipú(CBM) quienes debieron concurrir al sector deRinconada, uno de los focos que provocó que la Onemi decretara Alerta Amarilla en la Provincia de Santiago durante esta semana.

El Comandante del CBM, Ricardo Becerra contó a Publimetro que este fue uno de los incendios de mayor complejidad debido a la geografía del lugar y los cambios constantes del viento, haciendo que su propagación fuera muy rápida.

Gonzalo Barrios es voluntario hace cuatro años de la 1era Cía. de Maipú, y detalló cómo ha sido su trabajo en estos últimos días y lo peligroso que puede ser para ellos. Así también lo hace Daniela Bastías, miembro hace dos años de la 5ta Cía de Maipú.

"Salimos a eso de las 18:30 al llamado, para mí era otro pasto en el cual nos íbamos a demorar un poco más de lo habitual. Mientras nos acercábamos al lugar del siniestro no veíamos nada. Al llegar al fundo de Universidad de Chile, todos bajamos del carro y al ver la extensión de lo que se quemaba, dije 'esto va ha estar complicado'. Vimos a lo lejos una casa y el fuego estaba avanzando hacia ella", dice el voluntario.

Agrega que: "Estuvimos en mucho peligro en ese lugar, había llamas muy altas y solo teníamos agua para tres minutos, extinguimos bien ese lugar y nos mandaron a una parte de la escuela de suboficiales en que mantienen las armas y municiones, las cuales tenían peligro de quemarse. El cansancio era mucho, hacíamos grupos para ir relevando, teníamos mucha hambre y sed. Llegó un momento que pensé: 'la gente no sabe esto que hacemos, no sabe todo lo que damos, a lo que nos arriesgamos'. Terminamos en el lugar del incendio y vimos hacia el oeste, se había prendido el cerro del fundo San Francisco. No podíamos hacer nada, nos dieron la retirada. Llegamos al cuartel a eso de la medianoche", recuerda Gonzalo.

En el segundo día del incendio de Rinconada Daniela recuerda, "eran cerros y cerros con llamas por todos lados, avanzaban a unos neumáticos y ese era el miedo que teníamos, además había una parte en que se emanaban gases de procesamiento. Tuve mucho miedo por nuestra seguridad. Aunque en Rinconada no había tanto peligro, porque eran árboles pequeños, en Melipilla el fuego nos encerró y no teníamos cómo escapar, con la poca agua que teníamos tuvimos que hacer un paso para poder escapar con el carro".

El incendio de Melipilla del pasado 4 de enero y que cubrió de humo a todo Santiago, empezó el mismo día que el de Rinconada. En este Daniela revela que su hermana, bombero al igual que su padre, se intoxicó con monóxido de carbono, presentando mareos, náuseas y un agudo dolor de cabeza. "Mi papá por mucha experiencia que tenga, se asustó. Fue una preocupación mutua. Mi mamá es la que queda con el alma en un hilo".

La joven también recalca las complicaciones que se presentan en este tipo de emergencia, como la deshidratación por el excesiva sudoración que genera un lugar en llamas. Además de la falta de energía por la ardua labor que desempeñan, motivo más que suficiente para alabar un trabajo que puede llegar a costarle la vida.

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