BOMBEROS EN LA PAZ Y LA GUERRA

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La Guerra del Pacífico.- La guerra que la nación hubo sostener contra el Perú y Bolivia a partir del año 1879, dió ocasión para que el Cuerpo demostrara el patriotismo que animaba a sus miembros y el alto espíritu público que inspiraba a la asociación. Muchos fueron los voluntarios que al llamado de la patria trocaron la cotona del bombero por la guerrera del soldado y en las batallas dieron muestra del valor con que habían combatido a su natural enemigo. Otros prestaron servicios eficientísimos en las secciones administrativas del ejército y contribuyeron, con su labor silenciosa, al éxito de la campaña, sin alcanzar los honores del soldado victorioso. La historia de una guerra no recoge los nombres de estos servidores, porque generalmente enfoca el aspecto puramente militar, que con su brillo eclipsa todos los otros; pero esto da precisamente, más mérito a la labor de aquellos.
La asociación misma, por su parte, por el órgano de su Directorio reunido en 4 de Abril de 1879, tomó el acuerdo de ofrecer sus servicios como cuerpo armado al Gobierno; y para este efecto, en brillante formación, llegó el Cuerpo hasta el Palacio de la Moneda dos días después, en medio de las aclamaciones del pueblo que veía en ese acto un nuevo gesto digno de aplauso de los bomberos santiaguinos. El ofrecimiento fué aceptado y desde ese momento la asociación, exceptuadas solamente las Compañías 4ª. de Bomba y 2ª. de Hachas, integradas por ciudadanos franceses según se ha dicho antes, pasó a constituirse en Cuerpo de Bomberos Armado, con oficiales elegidos por los propios voluntarios, pero debiendo aquéllos ser confirmados en sus cargos por el Gobierno de la República. El curso de la guerra no exigió la traslación del Cuerpo de bomberos Armado al campo de operaciones, pero la preparación militar que alcanzó a darse a los voluntarios y auxiliares, ciertamente habría permitido a unos y a otros poner en alto el nombre de la asociación en un acción de guerra. La actuación del Cuerpo se limitó, en consecuencia, aparte de llenar el cometido para el cual había sido formado, a cubrir guardia en los cuarteles de las tropas movilizada y en la cárcel, y a prestar ayuda en la traslación de los heridos que continuamente eran traídos del teatro de la guerra. Desempeñó esta clase de servicios hasta finalizar el año 1880, en que por decreto supremo fué puesto en receso el Cuerpo de Bomberos Armado, con expresiones de gratitud de parte de las autoridades públicas. Merecedores son de una distinción especial en este interesante período de vida de la asociación, tres hombres que con su actividad, su talento y su acertada dirección, supieron conducirla en tan difíciles circunstancias. Ellos son el Superintendente don José Besa, el Comandante don Carlos Rogers y el Secretario General don Pedro Montt, que uniendo las grandes condiciones de que cada uno de ellos se hallaba dotado, constituyeron un conjunto tan completo como las necesidades lo requerían.

http://www.cbs.cl/documentos/CBS_Ernesto_Roldan
 

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Vicente Prieto Puelma (1852-1908), Bombero de la 2ª Cía. "Bomba Sur" de Santiago, Masón, Liberal y gran Servidor Público de Chile.

Vicente Prieto Puelma nació en Valparaíso el 28 de octubre de 1852, hijo de Francisco Prieto Luna y de Carolina Puelma Castillo. Entre 1863 y 1867 hizo sus estudios en el Colegio de los Sagrados Corazones de Santiago. En 1875 se casó con Aurelia Morel Zegers en la iglesia de San Isidro de Santiago. En 1882 nace su hija Ana (1882-1977). Años más tarde en 1888 nace su hijo Gustavo y posteriormente sus hijos Rafael, Elena, María y Carlos.
Se dedica a la vida pública, ocupando cargos en la Aduana de Callao y de Mollendo durante la ocupación de 1884. Fue Gobernador de Pisagua y más tarde entre 1895 y 1897 Intendente de Tacna. En 1891 asume la secretaría de la Agencia Confidencial de Chile en la Paz, para negociar la firma de los tratados con Bolivia que fuera beneficioso para ambas partes. También desempeña el cargo de Intendente de Ñuble entre el 16 de noviembre de 1897 al 30 de septiembre de 1899.

Fue nombrado Cónsul en Mexico (1899-1901), donde fue amigo personal del Presidente General Porfirio Díaz. Posteriormente en 1902 asume el cargo de Consul General en Río de Janeiro, Brasil.
Participó activamente como miembro de la masonería en la Logia Verdad 10 y se incorpora también a mediados de la década de 1870 como voluntario a la Segunda Compañía "Bomba Sur" (hoy "Esmeralda") del cuerpo de Bomberos de Santiago.





Una vez incorporado a la "Bomba Sur" participa con mucho entusiasmo en todas las actividades propias del servicio bomberil. En 1879 con motivo de la Guerra del Pacífico, el 4 de abril un grupo de bomberos de las diferentes Compañías, solicita por escrito al Superintendente don José Besa de las Infantas, que los autorice a reunirse, de uniforme, en el Cuartel General, para ofrecer sus servicios al Gobierno y expresan en esa nota que consideran que ha llegado el momento en que puedan ser útiles a la patria y que ese ofrecimiento debe ser tan entusiasta como espontáneo. Firman la carta: Ismael Valdés Vergara, Vicente Prieto Puelma, Eugenio R. Pérez Vicuña, Antonio del Pedregal, Arístides Pinto Concha, Emiliano Llona, Manuel Avalos Prado y muchos otros. Aceptada la solicitud se organizó un Batallón de Bomberos Armados compuesto por seis Compañías, para la "Bomba Sur" se nombró Capitán a don Ambrosio Rodríguez Ojeda, Tenientes a Manuel E. Subercaseaux y Carlos Varas, siendo nombrados Sub-Tenientes Carlos R. Ovalle y Vicente Prieto Puelma.





Luego de conocerse a través de la prensa de los terribles acontecimientos ocurridos en la rada de Iquique, del sangriento combate entre la vieja "Esmeralda" de Chile y el acorazado "Huascar" del Perú, de la muerte del Comandante Arturo Prat Chacón, de sus oficiales, entre ellos el Guardiamarina Ernesto Riquelme Venegas que fue antes de la guerra, un distinguido bombero de la segunda Compañía de Santiago y de un grupo de marineros, todos estos valientes que inmolaron sus vidas en defensa de la patria el 21 de mayo de 1879, Vicente Prieto Puelma participó el 29 de mayo de ese año en la sesión de Compañía en que fue aprobado el proyecto presentado el día antes por un grupo de 18 voluntarios, en que se modificaba el Reglamento de la Compañía en su Artículo 1º. La modificación fue sustituir la designación de "Bomba Sur" por la de "Bomba Esmeralda", lo que fue aceptado por los 30 asistentes como homenaje eterno a la valentía de los marinos chilenos, en especial del Guardiamarina y Bombero Ernesto Riquelme Venegas.





Los firmantes fueron los siguientes señores voluntarios: Vicente Prieto Puelma, Eduardo Hempel González, José Miguel Besoaín Muñoz, Nicanor Molinare, Florencio Almarza, Santiago Prado Puelma, Franzoy Urzua, José Grogorio Aguirre, Carlos R. Ovalle, Luis Patiño Gana, Luis León Caballero, Carlos Vargas Clark, Endón Guzmán, Eliodoro García, Ruperto Bascuñán, Vicente Urbistondo Letelier y Elías Moreno.





Uno de los firmantes el bombero Luis León Caballero, participó también en la Guerra del Pacífico, se enroló en el Ejército, fue Teniente del 1º Regimiento de Artillería y murió en combate en la Batalla de Miraflores, Perú, el día 15 de enero de 1881.





Vicente Prieto Puelma fallece en Santiago a los 55 años el 8 de abril de 1908.





Valparaíso 1851 (hrm-cca)


HTTP://VALPARAISO-1851.BLOGSPOT.COM/2011/04/VICENTE-PRIETO-PUELMA-1852-1908-BOMBERO.HTML
 

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ERNESTO RIQUELME: EL BOMBERO DETRÁS DEL HÉROE


El siguiente texto fue distribuido por mi amigo el investigador histórico Marcelo Villalba, Director del Museo Virtual de la Guerra del Pacífico (guerradelpacifico1879.cl) y corresponde a un artículo recopilatorio de varias fuentes, incluyendo a Vicuña Mackenna y especialmente al propio website institucional de la Segunda Compañía de Bomberos de Santiago (segundinos.cl), titulado "Bomberos Héroes Guerra del Pacifico: ERNESTO RIQUELME VENEGAS 2° Cía. C.B.S.". Lo reproduzco acá por abordar un interesante aspecto de la vida del héroe de la Epopeya de Iquique, el Guardiamarina Ernesto Riquelme, como bombero voluntario de la después llamada Bomba "Esmeralda" como homenaje al mismo navío donde tuvo lugar su sacrificio.
Recién 24 horas después de terminado el Combate Naval de Iquique, se recibió una incompleta información del destino de la corbeta “Esmeralda” y su heroica tripulación. La noticia fue traída por la “Covadonga” y entregada por su comandante don Carlos Condell de la Haza, quien el 22 de mayo entró al puerto de Tocopilla con su nave impulsada sólo por sus velas, gravemente dañada y haciendo agua. El comandante Condell informó que en la "Esmeralda" se había prendido fuego a su santabárbara antes que rendirse.
Ése era el pensamiento de la tripulación, siendo aquélla la noticia oficial que recibieron vía telégrafo las autoridades chilenas encabezadas por el Presidente de la época don Aníbal Pinto Garmendia… Conocida la noticia por medio de la prensa de la época, "El Mercurio", "El Independiente", "Los Tiempos" y "El Ferrocarril", las campanas de las iglesias fueron echadas al vuelo y la población en todo el país salió a las calles a testimoniar su apoyo a los soldados que luchaban en el norte.
En Santiago se reúnen doce mil personas junto al monumento del Libertador Bernardo O'Higgins. De la Municipalidad es trasladada la bandera con que el General José San Martín había proclamado la Independencia de Chile, la que fue escoltada por Bomberos Armados de Santiago y llevada al lugar de de la reunión. Uno de los principales oradores fue don Benjamín Vicuña Mackenna (3ª Compañía, Claro y Abasolo), quien llamó a las armas, hecho que significó largas columnas frente a los cuarteles para solicitar su incorporación a las filas del ejército y la marina.
El Combate Naval de Iquique, una vez conocido en todo el mundo, gana la admiración de los marinos de todas las latitudes por la valentía demostrada en combate por los 192 tripulantes de la "Vieja Mancarrona". Se había perdido a la "Esmeralda", pero Chile había logrado la unidad nacional hasta lograr la victoria definitiva.
Iquique, sin duda alguna, es la página más brillante de la historia naval de Chile, y tiene un especial significado para los bomberos de Chile y particularmente para la Segunda Compañía de Bomberos "Esmeralda" de Santiago, pues en aquella epopeya heroica participaron dos de los suyos: el Guardiamarina Ernesto Riquelme Venegas y el Cirujano 1º Dr. Francisco Cornelio Guzmán Rocha.
RIQUELME Y SU VOCACIÓN BOMBERIL
En efecto, la Segunda Compañía llamada en esos años "Bomba Sur", recibió en sus filas en 1871, a un estudiante de Derecho de 19 años llamado Ernesto Riquelme Venegas. Este joven voluntario había nacido en Santiago el 14 de abril de 1852. Sus padres fueron don José Riquelme, el primer taquígrafo que hubo en Chile y la señora Bruna Venegas, distinguida educadora chilena.
Riquelme hizo sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional y se graduó de Bachiller en 1870. En esa época mostraba gran interés por la música, arte de su predilección. Igual cosa ocurría con la literatura y la poesía, colaborando con el periódico "El Alba" del Instituto Nacional, donde los alumnos publicaban artículos literarios.
El joven Ernesto era un muchacho muy inclinado también a las cosas del mar: se cuenta que, en 1862, viajó con su madre a Valparaíso para visitar a una amiga. En casa de ésta vio una réplica de la "Esmeralda"; quedó tan fascinado con ella que tuvieron que regalársela.
Al ingresar a la 2ª Compañía, su número de Registro en la Compañía fue el 444. Ya incorporado a la actividad bomberil en pleno, los oficiales de la 2ª Compañía ven entre sus innumerables cualidades como bombero, su inmensa vocación de servicio y compromiso con la noble causa bomberil, siendo ejemplo para sus compañeros por la pasión y responsabilidad con que toma su cargo de voluntario.

DEL CUERPO DE BOMBEROS A LA ARMADA
No obstante poseer inclinaciones marineras, siguió la carrera de Derecho y mientras estudiaba conoció a un Oficial de Marina que, con grandes sacrificios, por residir en la ciudad de Valparaíso y hallarse la mayor parte del tiempo embarcado, también esperaba titularse de Abogado, naciendo entre ellos una gran amistad. Este marino era el Capitán de Corbeta Arturo Prat Chacón, de trato atrayente y de vasta cultura, lo que habría de influir en el ánimo del joven Ernesto, a quien se le despertó el semidormido amor por el mar.
Por ello, en 1874, decidió dejar sus estudios, alejarse de Santiago e ingresar a la Armada, incorporándose el 14 de abril de ese año a la Escuela Naval, que funcionaba a bordo de la corbeta "Esmeralda". Su Director y Comandante era el Capitán de Fragata Luís Alfredo Lynch Solo de Zaldívar y el 2º Comandante y Subdirector, el Capitán de Corbeta Arturo Prat Chacón. Al alejarse de la "Bomba Sur" el día 28 de abril de 1879, envió su carta renuncia, donde muestra su cariño y admiración hacia bomberos y particularmente a su 2ª Compañía, señalando:
"Señor Secretario de la 2ª Cía. de Bomberos.
Santiago, abril 17 de 1874.
Mui señor mio
Debiendo ausentarme por un tiempo indefinido de esta capital, i no pudiendo por consiguiente seguir desempeñando en la Compañía el honroso puesto de Voluntario, me veo en la dolorosa necesidad de presentar mi renuncia. Al poner esta resolución en conocimiento de Ud., i en el de la Junta de Oficiales, le ruego, señor Secretario, se sirva manifestarles el sincero pesar con que me separo de los que han sido mis jefes, mis amigos i compañeros.
Muchos cuentan la Compañía en su seno que la han servido i la sirven como a mí no me fui dado imitarlos, pero muy pocos tendrá que al abandonarla, sientan más profundamente que yo separarme de ella.
Mis deseos y mis ilusiones eran envejecer en sus filas, pero uno propone i su destino dispone.
El mío, no ha querido que pudiera yo realizar esos deseos. Mas, por muy lejos que me halle de aquí i por más tiempo que haya pasado, siempre mantendré vivo el recuerdo de todos los que he visto junto a mí en el puesto de trabajo; siempre también estaré orgulloso de haber sido Voluntario de la 2ª Compañía de Bomberos.
Por último, no queriendo romper del todo los lazos que le ligan a la Compañía, deseando que de algún modo que se acuerden una vez siquiera de mí los que tienen todavía la fortuna de ser sus voluntarios, le ruego, señor Secretario, tenga a bien proponerme como “Socio Contribuyente”, a lo cual quedará verdaderamente reconocido su affmo. Amigo y S.S.
(fdo.) Ernesto Riquelme.
P.D. Adjunto remito mi casco".
LA PRUEBA DEL HÉROE
El 18 de noviembre de 1876, nombrado Guardiamarina, se embarca en el blindado "Cochrane", que al mando del Capitán de Navío Enrique Simpson Baeza partió a Europa, a terminar trabajos pendientes en los astilleros de Hull, en Inglaterra. Era, por ende, el primer viaje de instrucción del joven Guardiamarina. En Londres, entre otros hizo un curso de torpedos y perfeccionó sus conocimientos del idioma inglés. Asimismo, adquirió conocimientos musicales.
En 1878, de vuelta en Chile, se retiró del servicio y se estableció en Santiago, donde su espíritu de abnegación lo llevó a intentar reingresar nuevamente a su querida "Bomba Sur"; sin embargo sus deseos se vieron interrumpidos abruptamente el 5 de abril de 1879, al estallar la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia. Ante dicha situación, Ernesto Riquelme se reincorporó de inmediato a la Armada y fue destinado a la corbeta "Esmeralda".
Allí volvió a encontrarse con su antiguo amigo, el Capitán Prat, ahora Comandante de la corbeta, pues Prat había llegado al buque el día 16 de mayo de 1879, fecha en que la Escuadra chilena zarpó a El Callao y dejó a la corbeta "Esmeralda" y goleta "Virgen de Covadonga" en el bloqueo de Iquique, hasta la víspera del célebre y heroico combate.
Durante el glorioso epílogo del Combate Naval de Iquique se destaca la actuación sobresaliente del Guardiamarina Ernesto Riquelme Venegas como oficial de la "Esmeralda":
"…Y al final, cuando la proa comenzó a hundirse herida de muerte y su proa se sumergía rápidamente por los raudales de agua que le entraban, se vio una figura diminuta, aferrarse herida al último cañón de babor, y dispararlo hacia el 'Huáscar', al mismo tiempo que el corneta de órdenes volvía a tocar zafarrancho de combate, malamente, porque los jóvenes cornetas titulares habían sido muertos en cubierta… Eran ellos, el Guardiamarina Ernesto Riquelme y el Cabo Crispín Reyes, que se hundían con la querida 'Capitana', defendiendo su honor hasta el último aliento. Con ellos, dos banderas desgarradas, pero no rendidas, se hundían en la gloria…"
Este joven Guardiamarina personifica en la Historia Naval de Chile al héroe soñado de la juventud chilena: sentimental, músico, bombero, altruista, estudiante de Derecho y poeta; que fue capaz de mostrarse como un marino heroico al sellar con la última descarga de su cañón, la decisión del Comandante Prat, su amigo, su jefe, de no arriar jamás la bandera nacional ante el enemigo, aún cuando se combatiera en inferioridad de condiciones.
Guardiamarina Ernesto Riquelme en ilustración de Luis F. Rojas para el "Álbum de la Gloria de Chile" de Benjamín Vicuña Mackenna.
EL HOMENAJE DE LOS SEGUNDINOS
Conocida la noticia en Santiago, la 2ª Compañía "Bomba Sur" se reúne en Sesión de Compañía el 29 de mayo de 1879 y acuerda cambiar su nombre por "Bomba Esmeralda"en perpetuo homenaje a la gloriosa corbeta que duerme el sueño eterno en la rada de Iquique y a cuyo bordo luchó y entregó si vida heroicamente uno de sus hijos predilectos: Ernesto Riquelme Venegas. Junto con el acuerdo de cambiar nombre a la Compañía, acuerdan colocar su retrato en el Salón de Sesiones, el que por siempre se ha conservado tras su testera, presidiendo sus reuniones y actos oficiales:
"Acta de la Sesión de Compañía del día 29 de mayo de 1879.-
En ausencia del señor Director, preside la Sesión de Compañía el señor Capitán don Manuel Subercaseaux. Se abrió la Sesión a las 7,00 PM. Con asistencia de treinta (30) voluntarios. Reforma del Artículo 1º del Reglamento.
Leída y aprobada el acta de la Sesión anterior, se dio cuenta de un proyecto de acuerdo firmado por 18 miembros de la Compañía que reforma el Reglamento, sustituyendo la designación de "Bomba Sur" por la de "Bomba Esmeralda". El Capitán sostuvo el proyecto i formuló las siguientes indicaciones:
Retrato de E. Riquelme.
Para que se coloque en el Salón de Sesiones el retrato de nuestro antiguo compañero Ernesto Riquelme muerto gloriosamente a bordo de la "Esmeralda" en el memorable Combate Naval de Iquique, retrato que será costeado por suscripción entre los voluntarios corriendo de cuenta de la Compañía el déficit que pueda resultar, i para que se le nombre Miembro Honorario. Puesto en discusión el proyecto de acuerdo, preguntó el señor Ramírez H. si la Compañía tenía facultad para hacer este cambio a lo que contestó el Capitán dando lectura al artículo 66 del Reglamento que autoriza a la Compañía para reformarlo. El señor Rodríguez O. advirtió que tampoco estaba el proyecto en oposición con lo que dispone el Reglamento General, i el señor Ovalle Tulio explicó el origen del nombre de "Bomba Sur", agregando que cuando le fue dado no se consultó al Directorio.
Sometido a votación fue aprobado por unanimidad de votos. Enseguida el señor Ovalle Tulio hizo ver que la reforma debía efectuarse cuanto antes por razones fáciles de comprender, i pidió que, declarándose la urgencia i en conformidad a un acuerdo vigente, se le eximirá del plazo, en cuanto ese acuerdo lo permite. Pasando inmediatamente al Directorio. Esta indicación fue aprobada por unanimidad.
Comisión.
El mismo señor Ovalle hizo indicación a fin que se facultara al Capitán a fin de llevar a efecto el primer acuerdo autorizando la inversión de fondos necesarios. El señor Subercaseaux amplió la indicación agregando al señor Tesorero, i el señor Ramírez H. al señor Rodríguez todo lo cual fue aprobado. E. Riquelme Miembro Honorario fuéronlo igualmente por todos los votos i sin debate, la indicación del Capitán que declara a Ernesto Riquelme Miembro Honorario de la Cía. i la del señor Vicente Prieto que pide para su nombre el primer lugar de la lista.
También fue aprobada en la misma forma una indicación del Capitán para dirigir por Secretaría una nota de pésame a la señora Bruna V. de Riquelme, la que será entregada por una comisión compuesta del señor Rodríguez O., Ovalle Tulio i el Capitán. Autorización.
El señor Rodríguez O. pide autorización para invertir en gastos ocasionados por la Compañía Armada, parte de los fondos erogados por miembros de la misma. Fue aprobado por unanimidad. El señor Capitán consulta a la Compañía si debe elegirse un reemplazante a un voluntario que, siendo miembro de la Junta Admisora, ha pedido licencia por seis meses. Después de un corto debate se acordó que no debía elegirse. Se levantó la Sesión.
Manuel Subercaseaux. Capitán"
Como respuesta al acuerdo tomado por los bomberos de la 2ª Compañía de Santiago, la señora Bruna Venegas, madre de nuestro héroe, contestó a la nota con que la "Segunda" le informó del acuerdo tomado:
"Santiago, Junio 6 de 1879…
Señor:
Al contestar la nota que Directo, oficiales y voluntarios, siento no tener palabras a la altura de mi dolor y de mi gratitud para expresar a la Segunda Compañía de Bomberos de Santiago, mi profundo reconocimiento y el de todos los míos…
Ninguna de las manifestaciones que he tenido la honra de recibir, ha sido más grata a mi corazón que la de sus antiguos compañeros a cuyo lado aprendió mi hijo las máximas del honor y del deber, porque las Compañías de Bomberos son escuelas de abnegación e hidalguía...
Jamás he olvidado que la primera distinción que mi hijo alcanzara en su corta vida fue ser Bombero de la Segunda Compañía…".


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1866. 31 de marzo
Bombardeo de Valparaíso

El comandante de los Bomberos Armados, Máximo Argüelles, observa atentamente el amplio escenario donde se desarrollará la locura bélica. La calle del Cabo es el punto más angosto del puerto, apenas cincuenta metros entre cerro y mar, con tres barrios claramente definidos que son conocidos como el Puerto, San Juan de Dios y el Almendral. No escapa a sus recuerdos el gran incendio que quince años atrás significó el fin del Batallón de la Bomba de Valparaíso y el nacimiento del primer Cuerpo de Bomberos voluntarios.

Le llama la atención la casi infantil alegría de los jóvenes porteños, preparándose para el espectáculo: ellas con sus mantos negros de seda de fabricación china, y ellos con sus frondosas cabelleras, patillas, y levitas ajustadas. Es la moda europea que llega en las cargas marítimas hasta los almacenes de Valparaíso. Y ahí están, instalados en los faldeos de los cerros esperando el inicio del ataque.
El llamado plan, esa amplia explanada de territorio donde se alzan las habitaciones de las clases más acomodadas, oficinas, hoteles, templos y comercio, ha quedado vacío, porque la marea de habitantes ha desalojado sus casas y negocios el día anterior para refugiarse en las alturas. Patrullas de cívicos y bomberos armados recorren las calles para evitar los robos y el presumible pillaje.
En el punto central del puerto, el amplio edificio de la Bolsa de Comercio, pretencioso en sus dimensiones y demasiado frágil en su estructura, se presenta como un blanco potencial para el próximo bombardeo.
Desde ese punto, con sus dos cuerpos de edificación, su divisadero o torrecilla de esbelta figura, doce ventanas y un fino balcón, Argüelles y Ried tienen una visión completa del puerto y las naves. Tan privilegiada es esa ubicación que el constructor del edificio, Antonio Arcos, había instalado un telescopio en un atril de bronce para observar la bahía. Pero, si el edificio aparecía como un punto importante de comando, su debilidad y resistencia eran incompatibles como defensa. Construido con caña de Guayaquil recubierta de madera, en una perfecta albañilería, no resistiría un solo cañonazo de las fragatas españolas. Tres amplios arcos le recuerdan el apellido del extraño personaje que ha construido ese armatoste comercial.
-Si no estoy mal informado, este edificio lo construyó el padre de Santiago Arcos. ¿No es así, comandante?
-Si, señor Argüelles. - Ried se apoya en el muro del pasillo. -Un realista que desertó al ejército en Chacabuco, que luego desapareció tras el desastre de Cancha Rayada y que en 1819 ya era un famoso prestamista que tenía endeudado hasta al mismísimo O’Higgins. Finalmente, tuvo que arrancar a Europa con toda su familia.
-Es un hermoso lugar, señor Ried… De solo pensar en lo que sucederá en unos momentos más se me aprieta el corazón. ¿Usted cree que los españoles van a cumplir con la amenaza y bombardear la ciudad?
-No tengo la menor duda, conociendo lo orgulloso que es Casto Méndez Núñez. Pero, vamos a tener que abandonar este lugar. No solo está demasiado expuesto a los tiros de cañón, sino que al primer disparo se va a derrumbar.

1866. 31 de marzo.
El bombardeo.

La bruma matinal comienza a desaparecer empujada por los rayos de sol. Amanece el día 31 de marzo de 1866 en el puerto de Valparaíso. Y, aunque es Sábado de Gloria, parece una celebración de Fiestas Patrias. Todos los balcones y mástiles, desde los edificios públicos a los ranchos más desvencijados, lucen banderas chilenas que dan una imagen multicolor a la ciudad. En los cerros, la población se instala para ser espectadores de la tragedia. El ánimo es alegre, como si fueran a presenciar un espectáculo que nadie debe perderse.
-Son diez para las ocho de la mañana y ya salen los barcos mercantes, don José Luis.
Nuestro director está junto al capitán Abasolo observando el movimiento de las naves.
Yo me apoyo en una de las varas de la bomba a palancas para observar cómo se aleja una verdadera manada de naves comerciales. La imagen es impresionante. Despejado el puerto del centenar de velas y mástiles, aparece en toda su magnitud la presencia de la escuadra española. La Blanca muestra sus cañones frente a la Aduana, la Vencedora se ubica frente al sector donde están los edificios de la Bolsa y la Intendencia, y la Resolución mirando a la estación del ferrocarril. Al centro, la poderosa estructura de la Numancia, desde donde el almirante Casto Méndez Núñez apunta su catalejo.
-Me habían dicho que había otra nave, la Berenguela, director. No la he visto.
-Allá, capitán, dominando Viña del Mar.
Estoy nervioso, ante la inmensidad del mar y el poderío de las naves españolas. Como ráfagas del viento, vuelan en mi pensamiento los rostros de Rosario, Leonor y Josefina. A lo mejor es miedo lo que siento, miedo de morir. Tensión de no saber qué va a ocurrir en unas horas más.
A las ocho en punto, dos cañonazos de pólvora sin bala pintan dos pequeñas nubes en la Numancia, seguidos del impresionante estruendo, señal que anunciaba que en una hora más comenzaría el bombardeo. La respuesta al desafío es un griterío irónico y casi festivo de la población que se esconde entre las quebradas de los cerros.
Poco después, desde las playas se escucha el zafarrancho de combate que tocan a bordo de las naves.

Las noticias en la capital.

Las calles de Santiago y Concepción parecen un hervidero con un público que intenta acercarse lo más posible a los locales de los diarios, donde en grandes pizarras se van transcribiendo los telegramas que llegan desde el puerto.
Desde la oficina del telégrafo de Valparaíso, que mantiene a su personal atento, sale el primer telegrama: “Los godos a esta hora (8.45) están tocando a zafarrancho y echando vivas a su execrable reina. Esperamos por el momento el primer bombazo”.
Extrañamente, entre gritos de pánico y preocupación, estallan gritos de alegría, frases insolentes y bromas humillantes en contra de los agresores. Los ¡viva Chile! surgen espontáneos, trastocando el drama en fiesta patriótica.

Comienza el ataque.

Justo a las 9 con 15 minutos de la mañana, la Numancia ordena el inicio del bombardeo.
Como truenos liberados por una tormenta, el puerto se inunda con el sonido de explosiones, silbidos de balas que caen, de las explosiones en los edificios de mayor importancia, convirtiendo la ciudad en caos de humo y llamas. Las naves españolas se han acercado a escasa distancia para disparar sobre seguro.
Una de las balas se incrusta en la esfera del reloj de la Intendencia, deteniendo su mecanismo a las 9 y 20 minutos.
-No quieren perder ni una sola bala, José Luis.
-Cúbrase, Vicente. Nos esperan en Santiago.
Una nueva explosión detona muy cerca, remeciendo las maderas y fierros de la bomba, y cubriendo de cascajos y humo el lugar.

Pasado el primer susto, comienzan las apuestas y los gritos del público. La mala puntería de la Resolución, que intenta destruir la estación del ferrocarril, convierte en un coladero los muros de un convento situado detrás de la terminal. Una a una, las granadas estallan en los distintos sectores del puerto generándose, alrededor de las 10 de la mañana, una gran cantidad de incendios cuyas columnas de humo comienzan a cubrir el cielo de la ciudad.

Desde la Resolución, el capellán José López Andrade dispara cinco cañonazos en contra del sector donde se ubica el templo de la Compañía de Jesús. Había quedado furioso con un jesuita, a quien conociera meses antes durante la bienvenida que les diera el puerto, y quien había osado declararle que ya era hora que el clero chileno se independizase de la metrópoli y se fundara un papado latinoamericano. Cada bala que disparaba el capellán llevaba por destino al jesuita Onofre Palma.
Al notar la saña con que la Resolución disparaba, el almirante Méndez Núñez le da la orden de dirigirse hacia los almacenes fiscales.

-¡Bájese de ahí!- ordena el teniente de la 1ª de bombas al voluntario Pedro Nolasco Gómez quien, trepado en el cementerio, se ha bajado los pantalones y dando la espalda hacia los barcos españoles, se agacha mientras grita -¡Apunten aquí!
Los edificios de la aduana son el blanco preferido de la escuadra, lugar donde arden millones de pesos en mercaderías, propagándose el incendio hacia los patios interiores de las edificaciones de ladrillo y prendiendo las maderas de los malecones. Terminada su misión de exterminio, la Resolución sale de su posición para recorrer libremente la bahía disparando sin cesar a lo largo de todo el puerto. La Blanca y la Vencedora se concentran en su tarea de demoler la Intendencia, mientras a la Berenguela se le ordena retirarse de Viña y regresar al puerto para colaborar con el bombardeo.

-¡Vamos!- grita el capitán Ramón Abasolo.
Las grandes hogueras que se alzan en los edificios de la Aduana, de la Intendencia, de la Bolsa, de los conventos y otras dependencias, rompen nuestra tensa espera, y las compañías despliegan su material bajo los disparos, en una carrera por ser los primeros en llegar a los incendios. La 1ª sitúa la única bomba a vapor detrás de la Bolsa, armando cuatro pitones por la calle de la Planchada, al costado izquierdo de la Intendencia. El fuego se extiende violentamente por las construcciones. Una masa naranja busca su salida entre las grandes nubes negras.


Nuestro trabajo se concentra en los principales focos de incendio. La calle de la Planchada arde, consumiendo las cinco casas de la familia Gallo, y sus dos almacenes; al igual que las casas y bodegas de Gregorio Ossa y Cerda. La oportuna evacuación de los alojados en el Hotel de la Unión evitaba una desgracia de proporciones, ya que el edificio se desmoronaba presa de las llamas.
La bomba a vapor de la 1ª, conocida como la Poncas, se estremece con la presión, y en su caparazón de bronce se reflejan las grandes llamaradas de los incendios.
Impresionados por el incesante bombardeo, los expedicionarios europeos que acompañan a pintor Whistler han trepado a los cerros a lomo de buenas cabalgaduras y observan atónitos el espectáculo.
-¿Terminó el cuadro, mister Whistler?
Quien le habla es el mismo mozo que le llevara la cerveza la noche anterior, solo que ahora está rodeado de su familia, vestidos como para una fiesta, haciendo una merienda matinal.
-Así es, quedó terminado.
-¿Y cómo lo va a llamar, mister?
- Creo que le llamaré Nocturne in blue and gold.


Casi dos horas después de iniciada la acción, los seis buques disparan ahora coordinadamente hacia el sector del plan. El fuego, que inunda la Planchada, convierte la calle en un lugar dantesco, cruzando las llamas en todas direcciones, empujadas por el viento, hacia las calles Blanco, Clave y Cochrane y llegando hasta los pies del Cerro Cordillera.
Mirado desde los barcos, el puerto muestra dos gigantescos volcanes de llamas y humo, uno en el sector de la Aduana y el otro en el de la Intendencia. La inmensa humareda comienza a cubrir la ciudad, mientras los bomberos de Valparaíso y Santiago lanzamos los chorros de agua desde nuestros pitones armados al mar.

El telégrafo no se detiene, y sus despachos llevan el sello del momento. “Militares, bomberos y demás se pasean despreciando las balas de los miserables”.
Mientras los bomberos trabajan incansablemente para evitar la propagación de los incendios, las calles se van llenando de porteños que, pasado el miedo del comienzo, se entregan a la búsqueda de las balas, aún tibias, que cubre las calles y muros. Algunos juegan con ellas a la pelota mientras otros, más previsores, las guardan para venderlas más tarde como recuerdos del ataque.

Han sido más de dos horas y media de bombardeo, y los brazos no se nos cansan de pulsar las varas de la bomba a palancas. No puedo calcular cuántas balas de cañón han caído sobre el puerto, pero deben ser más de dos mil. José Luis Claro regresa hasta nuestra posición después de haber ido en busca de información.
-Según un rápido recuento hecho por las autoridades y la prensa, la Intendencia luce sesenta y un impactos de bala; la Bolsa, otros diecinueve, mientras las iglesias de San Ignacio, la Merced y la Matriz tienen sus muros acribillados.
-¿Y el resto de las balas, director? Porque son muchas más las que hemos sentido explotar.
-O le han dado a los cerros o han caído en la playa.
En esos momentos llega junto a nosotros el Comandante Bascuñán Guerrero.
-¿Alguna novedad, capitán?
-No señor, trabajando sin novedad.
-El Intendente Lira está furioso con esos españoles.
-Y no es para menos.
-Han destruido completamente los edificios de la aduana del puerto. ¿Se imagina usted los millones de pesos en pérdidas?
-Perdón señor, pero ¿se ha informado sobre personas heridas?
-El recuento, hasta el momento en que me vine, era de cuatro muertos y ocho heridos. Una cifra realmente baja para una ciudad indefensa como ésta.
-¿Se puede saber hasta cuándo van a seguir disparando, señor Comandante?- me atrevo a preguntar.
-Deben estar por terminar, voluntario.
Sentí la fuerte personalidad de Bascuñán Guerrero en esa breve frase.
Seguimos concentrados en nuestro trabajo, agotador, pero no solo los bomberos impulsábamos las varas, sino una población agradecida se sumaba al accionar de las palancas de la Poniente.
De pronto, el silencio.
Miramos hacia el mar y vimos a la escuadra española como detenida, como fija a las aguas que bañaban al puerto. Había terminado el bombardeo, pero se mantenía frente a nosotros, como demostrando su soberbia y poderío.
-¡A trabajar, caballeros, que incendios sobran para apagar!- nos gritó Abasolo. Una vez que terminamos de remojar los escombros de los edificios atacados, desarmamos el material de incendios y nos dirigimos hacia el punto donde se levantaban las construcciones de la Aduana, gigantescos depósitos de ladrillo que ardían sin control.
Y ahí estuvimos toda la tarde, recibiendo el afecto y algunos panes con queso y tazas de té que nos brindaba la gente.
-¡Vicente!
Era Fermín Vivaceta que llegaba hasta nosotros, luciendo una blusa de bombero de color azul.
-¡Mi amigo! Veo que está bien.
-Sí, Vicente, bien, bien. ¡Qué alegría encontrarlos aquí! Me había enterado que vendrían, pero nunca imaginé poder abrazarlos con vida.
Fermín está más delgado que cuando se fue.
-Antes de retirarse pasen a nuestro cuartel a servirse un caldo de ave. Les va a reponer las fuerzas.
Pero no tuvimos posibilidad alguna de acceder a su invitación. Esa noche, alumbrados por los chonchones de los sargentos y ayudantes, continuamos el trabajo sin descanso, cumpliendo cada cierto tiempo turnos para descansar, botados junto a nuestras máquinas que no cesaban de impulsar toneladas de agua hacia los edificios siniestrados. Cada cierto tiempo, los alegres pitos de la bomba a vapor mostraban el incansable entusiasmo de los bomberos.


1866. 3 de abril.
El regreso a la capital.

A las tres de la tarde del día 3 de abril, ingresaba el tren que nos traía desde Valparaíso. Cansados, barbudos y sucios, nos habíamos hacinados en los carros, sin importar el número de la compañía. El trabajo en el puerto nos había unido en forma impresionante y la dramática experiencia de ver una ciudad bombardeada aún gatillaba en nuestras mentes.
A las once de la mañana habíamos terminado de colocar las bombas y el material en los carros de transporte y el viaje de regreso, que había partido con cantos y gritos de triunfo, terminaba con la gran mayoría de nosotros durmiendo en los amplios asientos de cuero. Dejábamos la bomba de vapor con un grupo de primerinos por si era necesario su trabajo en Valparaíso.
Despertados bruscamente por las órdenes de nuestros oficiales, formamos rápidamente en el andén mientras los auxiliares bajaban las piezas de material mayor. Y cuando todo estuvo en su lugar, una banda militar dio comienzo al desfile triunfal por la Alameda de Santiago. No busqué rostros en la multitud, preferí concentrarme solo en llevar el compás marcial. La ciudad solo me traía recuerdos dolorosos, y miré al público sin verlos. No sé por qué se me humedecieron los ojos.
-Llorar es propio de hombres valientes- me susurró Vital Martínez, que marchaba a mi lado.
-Gracias, amigo.
Arcos de triunfo, y una multitud entusiasta que nos acompañó durante el trayecto, nos hicieron perder el cansancio y muy pronto marchábamos erguidos, orgullosos, recibiendo el aplauso del pueblo.
Finalmente enfilamos por calle Ahumada en dirección al cuartel general donde cerraríamos la formación. Allí nos esperaba el directorio completo del Cuerpo y las compañías francesas. Cerrados los discursos terminamos despidiéndonos con grandes abrazos donde se mezclaban las casacas azules y rojas, en señal de una amistad profunda surgida del agotador trabajo de tres días en el puerto.
-¡Vicente!
Giré la cabeza hacia la voz que me llamaba.
-¡Josefina! Pero, qué hace usted aquí...- le pregunté realmente sorprendido. Se veía hermosísima, sosteniendo a la pequeña Isidora en brazos. A su lado, la sirvienta Clementina me miraba sonriente.
¡Qué agradable sorpresa!- le dije mientras tomaba en brazos a mi pequeña – Realmente no esperaba verles aquí.
Luego de entregarle la niña a Clementina, me atreví a mirar a Josefina.
-Se lo dije, Vicente. La única posibilidad de quedarme por más tiempo sería por un cuartel de bomberos o un edificio en construcción. Y he cumplido mi palabra.
Agotado por tanto esfuerzo y emociones, la abracé.
-Gracias, Josefina. Muchas gracias por lo que ha hecho.

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1866, enero.
En plena guerra.

En enero se unían a nuestra escuadra las del Perú y Ecuador. Bolivia suspendía su deseo de declararnos la guerra, y se integraba a la alianza para enfrentar a la temible flota española. Los barcos peruanos y chilenos se reunían en la isla de Chiloé, hacia donde Casto Méndez Núñez envió a las poderosas fragatas Villa de Madrid y Blanca, quedándose él en la Numancia para mantener el bloqueo de Valparaíso. En febrero llegaban las naves españolas hasta Abtao, en el sur de Chile, donde mantuvieron un fuego cruzado de cañones con nuestros barcos durante más de dos horas, pero retirándose de una zona tan desconocida como peligrosa. Desde Valparaíso, Casto Méndez decidió dirigir personalmente las acciones y partió nuevamente al sur con la Numancia y la Blanca, dejando a la Villa de Madrid cuidando el bloqueo.
Era impresionante pensar en ese almirante, al mando de una escuadra de guerra y sin posibilidades de abastecerse de carbón desde Guayaquil hasta el Cabo de Hornos. Solo frente a un continente, empecinado en darnos un correctivo, y sin apoyo en toda la costa durante los largos años que duraba su aventura.
Encontró a la escuadra aliada en Calbuco, pero poco conocedor de la zona, resolvió finalmente regresar a Valparaíso apresando en Arauco al vapor Paquete del Maule, que transportaba una unidad de artillería en dirección a Chiloé. Esa era su única presa, su única victoria hasta el momento. Presionado por su gobierno, Casto Méndez Núñez resuelve bombardear Valparaíso.


1866. 29 de Marzo.
Parte el Cuerpo a Valparaíso.

Ante la emergencia, el gobierno acepta constituirnos en Cuerpo de Bomberos Armado y tras nuestro ofrecimiento para ir a defender el puerto durante el bombardeo y posteriores incendios, el Presidente agradece nuestro gesto, poniendo a nuestra disposición el tren.

Desde las tres de la tarde del 29 de marzo, la Estación de Ferrocarriles de Santiago es un hervidero de público que ha ido a despedir a sus bomberos.
En el convoy de vagones para pasajeros y máquinas se van colocando, no sin dificultades, la bomba a vapor de la 1ª compañía y la de palancas de la 3ª, dejándose el resto del material en la ciudad para el servicio de incendios.
El lento trabajo de instalar y asegurar el material queda en manos de los auxiliares de las compañías, hombres de fuerza increíble, acostumbrados al duro trabajo de las bombas a palanca.
Comienza a atardecer cuando ingresa el Cuerpo de Bomberos Armados al mando de nuestro comandante, Máximo Argüelles, acompañado por el superintendente Antonio Varas, el comandante de la sección de incendios Francisco Bascuñán Guerrero, y los miembros del directorio. Detrás, en columna de marcha, las cinco compañías que viajan, con excepción de las dos francesas, la 4ª de agua y la 2ª de hachas y escalas, que siendo neutrales en la guerra quedarán en Santiago para proteger la ciudad, y que esperan ya formadas en el andén para rendir los honores.
Los rayos de sol atraviesan la gigantesca estructura metálica, cortando con franjas naranjas el movimiento de bomberos y pueblo. Y comienza el lento abordar a los vagones. Es extraño contemplar a los bomberos portando mochilas y fusiles.
En un momento en que la guardia nacional abrió el cerrado cerco que separaba a los bomberos de sus familias, veo aparecer a Josefina que intenta acercarse a mí. Avanza entre los vapores del tren hasta alcanzar el segundo vagón donde había visto subir a mis compañeros.
Salté de mi asiento y aferrado a la manilla de bronce la esperé. Estaba tenso.
El encuentro fue tremendamente emotivo. En verdad, no la esperaba.
-Cuídese, Vicente. El peligro que va a enfrentar me destroza los nervios.
-Tranquila, mi querida Josefina. Le prometo que volveremos.
Josefina me abraza, y no sé qué hacer. Estoy tremendamente sorprendido con su aparición, y veo en ella una preocupación profunda. La siento sollozar en mis brazos.
-¿Me promete que se va a cuidar?
-¡Marcoleta, suba al vagón!
-¡Sí, mi teniente! ¡De inmediato!
Josefina me estrecha aún más.
-Nunca pensé que ante un peligro como éste, me sentiría tan abandonada, tan triste, y tan llena de miedo.- Sus ojos verdes están bañados de lágrimas
Me solté de su abrazo, la besé en la mejilla y trepé por la escalinata del vagón de madera.
Un “te amo” se pierde en medios de los silbatos del tren y los gritos de los oficiales que apuran el embarque.
A las nueve y media de la noche, partía el convoy hacia Valparaíso, arrastrado por tres poderosas locomotoras.


1866. 30 de marzo.
En Valparaíso.

Había amanecido cuando el Cuerpo de Bomberos Armado descendía de los vagones en la estación del Barón.
-¡Formar!
Los gritos de los tenientes van ordenando las filas, hasta organizar la columna, que queda encabezada por una unidad de bomberos armados y sus oficiales; luego las compañías de bomberos y auxiliares arrastrando el material de bombas e implementos de incendio, y una unidad de bomberos armados a retaguardia.
La expectación en los andenes de la estación de Barón era inmensa, y una gran multitud de vecinos nos esperaba. Los batallones cívicos de Valparaíso rompieron con la Canción Nacional, saludando a los voluntarios santiaguinos, y de inmediato iniciamos el cortejo de hombres y máquinas en medio de los gritos y aplausos del pueblo. Era emocionante recibir el tributo de una ciudad amenazada.


En el amplio salón del Directorio de los bomberos de Valparaíso se discute la estrategia a seguir el día siguiente, compartiendo sus opiniones con los oficiales de Santiago.
-Formaremos tres divisiones o brigadas, donde estarán integradas las compañías de la capital y del puerto-. Aquiles Ried, comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso señala con su dedo, en un amplio mapa de Valparaíso, las ubicaciones de las brigadas. – Hemos dividido la ciudad en tres grandes zonas, asignando un jefe especial a cargo de cada brigada. El Cuartel General estará en este punto, en el Hospicio, detrás del hospital público, donde quedará el total del material y enseres de los voluntarios.
Máximo Argüelles observa la segura personalidad del alemán Ried. Rodeando la amplia mesa del directorio, una mezcla de oficiales extranjeros y chilenos, escucha atentamente las instrucciones.
-Se establecerán guardias desde ahora, dándose las órdenes correspondientes en este punto, donde deberá encontrarse el oficial al mando de la unidad. ¿Estamos de acuerdo? Bien, entonces caballeros, a cumplir las órdenes de inmediato.

Las calles que rodean la Intendencia son un hervidero de personas: bomberos, guardias cívicos, tropas de línea, y un público delirante de patriotismo ante la historia que está viviendo. Nuestro capitán, Ramón Abasolo, nos ordena formar para iniciar cuanto antes la marcha al Hospicio. La sección de auxiliares toma los cables de la bomba a palancas y comienza a arrastrarlo hacia su punto de destino, protegidos por los tercerinos armados de fusil. El teniente Desiderio Novoa queda a cargo de la primera guardia, y lentamente, el tren de máquinas y bomberos comienza a cruzar el puerto.
-El mar… Nunca me imaginé que era así, tan inmenso-. Francisco Somarriva aprieta su fusil mientras contempla embelesado el océano Pacífico.
-Esos deben ser los barcos españoles-. Eduardo Leighton y Florencio Middletone se detienen al ver las imponentes moles de las naves enemigas estacionadas frente a la bahía. –No creo que disparen. Sería una locura, ¿o no, Eduardo?
-¡Sin detenerse, señores! Vamos, marchando.
Nuestra lenta columna prosigue su avance hasta llegar finalmente al gran edificio que alberga el hospicio. Todo está señalizado, claramente organizado, mientras los oficiales de Valparaíso van distribuyendo las mochilas, material y bombas en los amplios patios.
-Permiso para ver el puerto, mi teniente.
-Denegado. Mañana tendrán tiempo de sobra para verlo.
-Si es que los disparos y el humo nos lo permiten, señor.






1866. 30 de marzo.
La tensa espera.

Casto Méndez Núñez, almirante de la flota española, está encerrado en su camarote. En los últimos días ha debido soportar la presión de los ingleses y norteamericanos, cuyas naves de guerra también se encuentran en el puerto. Tanto Lord Denman, el almirante inglés, como el comodoro norteamericano Rodgers, habían amenazado con atacarlo si bombardeaba Valparaíso. “Ustedes son dueños de hacer lo que les parezca. Yo no tengo otro amo que mi gobierno” había sido su seca despedida a los iracundos sajones. Y ni siquiera la maniobra amedrentadora de éstos, que destaparon las baterías de sus barcos de guerra, rodeando y apuntando a las naves españolas, había conmovido al terco gallego. Sin inmutarse, había dado la orden de descubrir también sus cañones para responder si era atacado.

En un balcón del Hotel Inglés, un joven norteamericano coloca lienzo y caballete. Había llegado integrando una expedición internacional de jóvenes dispuestos a prestar su ayuda a los chilenos ante el bárbaro anuncio del ataque al puerto de Valparaíso.
-Su cerveza, mister Whistler.
-Gracias.
James McNeill Whistler tiene 32 años y goza de fama como uno de los grandes pintores norteamericanos. Ha vivido sus mejores años en Inglaterra y Francia, compartiendo su amistad con las grandes personalidades de estos días y, movido por el espíritu de aventura que arrastra a los jóvenes idealistas, ha llegado a Valparaíso en marzo, arrendando un cuarto en el hotel.
Espectador privilegiado de los atardeceres en la bahía, decide pintar un nocturno mirando los muelles y naves del puerto. Sabe que las escuadras neutrales han presionado al almirante español para que no bombardee la ciudad, pero duda del resultado de la gestión.
El atardecer del día 30 de marzo comienza a llenar de sombras el puerto, mientras se van encendiendo los faroles del muelle y de las naves. Con rápido trazo debe captar ese momento, antes que oscurezca. Y la paleta se inunda de azules y amarillos, blancos y negros. Las manchas van tomando forma. Sobre el muelle plano e inclinado, comienza a descubrir figuras como sombras que circulan por el embarcadero, en cuyo centro solo destaca la luz de un farol. Al fondo, la masa del cerro Barón sirve de telón a un enjambre de mástiles. Dos botes con sus luces vacilantes, y más atrás un barco que recorta su casco sobre un mar fosforescente.
Whistler se concentra en mezclar los mejores colores. Debe terminarlo esa misma noche, porque mañana montará a caballo para socorrer a las víctimas del insensato bombardeo.

CONTINUA EN EL POST DE ABAJO



Esa tarde del 30 de marzo, mientras el almirante español fija su plan de ataque, las naves inglesas y norteamericanas decretan su propia neutralidad, abandonando a su suerte a la población y al puerto, que no cuenta siquiera con un cañón para responder. Un intento del cónsul y de los comerciantes ingleses y norteamericanos, destinado a obtener permiso para retirar sus mercaderías que atiborraban los almacenes fiscales, es negado tajantemente por el intendente José Ramón Lira.
Casto Méndez Núñez se encomienda a la Virgen y apaga la luz de su fanal.
 

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Buena cofrades sabian ustedes que bomberos pelio en la guerra del pacifico ???

Bueno aqui la info y esta buenisima...

Aqui hay información sobre el 1° Cuerpo de Bomberos Armado del Pais, el Cuerpo de Bomberos de Copiapó.

Durante la Guerra del Pacifico, el Cuerpo de Bomberos de Copiapó que había sido fundado en 1868, siendo el 6º entre sus congeneres en el país, tuvo un relevante papel en Atacama, cumpliendo con creces sus enunciados de servir a la comunidad. De sus filas fueron muchos los Voluntarios que se incorporaron al contingente del Batallón "Atacama". Tanto como oficiales, como soldados, pasaron a engrosar las filas del legendario Batallón. Entre ellos, podemos recordar a Ramón Rosa Vallejo, Capitán de la tercera Compañía del "Atacama Nº 1", Adolfo Jenequel, Capitán de la Tercera Compañía del "Atacama Nº 2"; ambos Capitanes eran Tesoreros del Cuerpo de Bomberos, de la Primera y Segunda Copañía respectivamente, más innumerables Soldados - Voluntarios que hiceron toda la Campaña. Cuando el 27 de Mayo de 1879, estos valientes soldados marchaban a Caldera, un grupo de Bomberos los acompañó para proteger el poblado de posibles incendios ocasionados por los barcos enemigos que contínuamente merodeaban las costas de Caldera.


Con Fecha 05 de Marzo de 1879, el cuerpo de Bomberos acuerda en reunión, solicitar al Supremo Gobierno para constituirse en Cuerpo Armado y prestar así los Servicios que demandare las necesidades de la Guerra. El 22 de Abril de 1879, se ordena la creación de un Cuerpo de Voluntarios Armados, (siendo este el primero de Chile). De este recién formado Cuerpo con los miembros de la Institución, una facción parte a Caldera y el resto queda haciendo guardias diurnas y nocturnas en Copiapó. El 18 de Octubre de 1879, el Intendendente de Atacama comunica al Comandante del Cuerpo de Bomberos que los fusiles para el Cuerpo a su mando están a su disposición en el Cuartel de Policía y prestan vigilancia armada a la ciudada. Cuando meses más tarde, un prisionero boliviano se fugó del Batallón Cívico, fueron los Bomberos Armados quienes lo capturaron de nuevo. Por Noviembre comienza a llegar los primeros heridos de Pisagua, fue taréa de los Bomberos recibirlos, llevarlos al Hospital de Sangre para recibir allí las atenciones de los doctores Ramón Dávila, Juan Serapio Lois, que también eran Bomberos.


Pronto, se amplia las tareas del Cuerpo Armado, por un comunicado de Intendencia, deberían ellos también, cumplir la penosa labor de enterrar a los soldados que morían en el Hospital, entierros que debían hacerse con los honores de ordenanza.


La Muerte del soldado de la 3ª Cía del "Atacama Nº 1", Don Gregorio Cortés, ocurrida el 18 de Noviembre de 1879, fue la pauta en una serie de entierros oficiados por los Bomberos, todos ellos hechos en terrenos cedidos en el cementerio por la I.Muncipalidad, con un total aproximado de 34 tumbas, se cerró un capítulo más de los muchos y tristes hechos olvidados de la Guerra del Pacífico, ya que esos gloriosos restos quedaron prácticamente innominados, sin una relación que indicase a la posteridad su real ubicación.


El 9 de Dciembre llegan los primeros oficiales muertos en el Campo de Dolores: Ramón Rosa Vallejo, José Vicente Blanco y José Andres Wilsen. Para ellos, le correspondió a los Bomberos preparar tres cureñas en las que serían llevados al Campo Santo, el Capitán Vallejo era altamente estimado por ser uno de los fundadores del Cuerpo de Bomberos, habiendo ocupado diversos puestos en la institución. Los restos mortales de estos oficiales fueron exhumados en la bóveda de los Artesanos, así mismo fuero colocados allí, los 7 oficiales caídos en Tacna (27 de Junio de 1880) y los tres caídos en Chorrilos, el 29 de Marzo de 1881.


Como punto final de su desempeño en la Guerra del 79, el Cuerpo de Bomberos Armados se suma al contento general cuando las tropas de los dos "Atacama", ya al término de la conflagración, regresan al suelo atacameño y en sus filas, cargados de gloria, vuelvena aquellos Bomberos que pudieran salvarse. A todos estos Bravos se les tributa homenajes de héroes y los Bomberos que habían ayudado a engalanar la ciudad con flores y arcos triunfales, abandonan sus armas para trocarlas por los simples, pero no menos valiosos, materiales de prevención y combate de incendios, volviéndo a su condición de servidor anónimo, de héroe de la vida diaria, de Voluntario dispuesto a todo incondicionalmente.

Bombero Heróe, que no se nos olvide Rafael Torreblanca, reconocido por el Ejército entregando una placa a el Cuerpo de Bomberos de copiapo, homenajeando al ilustre militar , y bombero.

“Cae herido de un balazo el denodado capitán Rafael Torreblanca, el que es ultimado con dos balazos más y siete bayonetazos. Su corneta, Ceferino Román, viendo que había caído su capitán, se echó al suelo boca abajo, pudiendo así librarse del enemigo que pasó por sobre ellos.” “Por qué no respetaron las balas a la joya, al verdadero héroe de Pisagua y de los Ángeles, Torreblanca debía morir: su arrojo era temerario sus hechos no eran comunes: debía distinguirse siempre por algo heroico, por algo grande, como se distinguiera en los Ángeles y en Pisagua, como se habría también distinguido en Dolores si su compañía no hubiera estado en la reserva...” “Oh, amigo, cuántas lágrimas nos cuestas! Si no pudimos reprimir las lágrimas cuando vimos el cadáver del más querido de nuestros compañeros.”



5 de marzo de 1879: Copiapó acuerda solicitar constituir Cuerpo Armado

11 de marzo de 1879: G. Matta acusa recibo de nota del día anterior con el ofrecimiento de Copiapó y señala que elevará la solicitud al Presidente de la República.

6 de abril de 1879: Santiago marcha hasta la Moneda a ofrecer sus servicios al Presidente de la República para constituirse como Cuerpo Armado.

9 de abril de 1879: Presidente de la República dicta el decreto para que se forme el Cuerpo de Voluntarios Armados de Santiago.

15 de abril de 1879: Presidente de la República dicta el decreto para que se forme el Cuerpo de Voluntarios Armados de Copiapó.

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31 DE MARZO DE 1866:
EL BOMBARDEO DE VALPARAÍSO.


A raíz de una disputa comercial entre España y el Perú, la República de Chile
desafió a la escuadra española, enviada al Océano Pacífico para castigar a
quienes se opusieran a sus exigencias. Por lo menos, con una media docena de
modernas naves de guerra, la fuerza naval hispana se movilizó frente a
nuestras costas recibiendo dos duros reveses; primero frente al puerto de
Papudo y, después, junto a la isla de Abtao en el canal de Chacao.
El almirante Casto Méndez Núñez se vio obligado, por su gobierno, a
bombardear al primer puerto chileno; la puerta comercial de Chile. Así, sus
buques tomaron posición a las 08:00 hrs. para iniciar la acción punitiva 1 hora
después propinando un fuerte castigo, hasta pasado el medio día, con las
fragatas Blanca, Villa de Madrid, Vencedora, Resolución y el poderoso blindado
Numancia.
“El fuego artillero cayó especialmente, –nos relata el almirante Francisco
Ghisolfo Araya– sobre el populoso barrio de la Planchada, sector ocupado hoy
por las calles Serrano y contiguas, abarcando la estación de ferrocarriles y la
Intendencia (Plaza Sotomayor). Destruyeron así preferentemente, los
almacenes de aduana, los edificios públicos y el centro comercial, que
quedaron convertidos en una inmensa hoguera”.
Para lograr una visión bomberil, nos la narra el fallecido voluntario de la 3ª
Compañía don Guillermo Ernesto Meyer, a través de sus “Añoranzas
Bomberiles de Valparaíso”: “Era Comandante del Cuerpo de Bomberos
don Aquinas Ried quien, de acuerdo con las Autoridades Militares y Civiles,
dispuso que los voluntarios de Valparaíso y de Santiago, enviados a
colaborar, fueran distribuidos en tres grupos armados para la defensa en caso
de intentar el enemigo un desembarco.
Los defensores chilenos de la Artillería de Marina y de la Artillería Cívica Naval
junto con los batallones del Ejército se atrincheraron detrás de los edificios de
las calles centrales del Puerto; mientras que las Compañías de Bomberos y
Zapadores se establecieron en tres lugares importantes de la ciudad:
a) Plazuela de San Francisco con la 1ª y 2ª de Aguas y la 1ª de Hachas,
Ganchos y Escaleras (Zapadores), todas de Valparaíso; más la 2ª de
Aguas de Santiago.
b) Quebrada de Elías, con la “Pompe France” y “Les Sapeurs françaises»
(5ª de Aguas y 2ª de Hachas, Ganchos y Escaleras) más la 6ª de Aguas
de la colectividad italiana, todas Compañías porteñas; más la 1ª de Aguas de
Santiago con la bomba “Ponka”.
c) En el Hospicio, con las 3ª y 4ª de Aguas de Valparaíso; con la 3ª de Hachas de Santiago.
Durante el bombardeo, todo el voluntariado observó buen orden y disciplina y
cuando un incendio voraz, provocado por granadas incendiarias, se extendió
cerca del Hotel de la Unión en la calle de la Planchada los bomberos se
dispusieron a acudir; pero la metralla les impidió acudir en su salvación.
Entonces, las llamas se extendieron sobre los edificios vecinos quemándolos en
una considerable extensión: En la acera sur de la calle de la Planchada, desde
el hotel Lafayette hasta la plaza de la Municipalidad (Echaurren); en la acera
norte, de la misma calle, desde las casas de Edwards hasta las de
Subercaseaux; también por la calle Cochrane, en ambas aceras, se extendió
algo menos; por la calle de Blanco, acera sur, dos casas y, cerca de la plaza de
la Municipalidad, todo el costado oriente; en la calle, del Clave, dos casas
enormes y, finalmente, una casa en la subida al cerro Cordillera.
Por supuesto, que las Compañías acudieron a todos estos siniestros; por lo que
su eficacia y valentía fueron agradecidas publicamente por la Superintendencia
del Cuerpo, en conceptuosas palabras: “En cumplimiento del acuerdo
unánime del Directorio, es muy grato al infrascrito dar las más
espresivas gracias a todos los señores oficiales, tropa y particulares
que el 31 de Marzo auxiliaron eficazmente con sus servicios en esos
críticos momentos”.


Autor: Cuerpo de Bomberos de Valparaíso
 

ff_valpo

Aspirante
Miembro
Miembro Regular
9 Sep 2007
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algun cofrade de copiapo que nos pueda acercar algo de la historia bomberil de rafael torreblanca en esa ciudad antes de partir a la guerra del pacifico?
 

Elkete

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Era de la 2da de Copiapó, la "Italia".

Era tío tatarabuelo de mi madre, Anita Sotomayor Torreblanca.

Mi abuelo paterno fue bombero de la 2da de Antofagasta, yo era de la 2da de Viña, cada tantas décadas algún familiar ha estado en alguna cía con el número 2, algo que por cierto es simple coincidencia.
 

ff_valpo

Aspirante
Miembro
Miembro Regular
9 Sep 2007
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gracias por la respuesta, he buscado en la pagina de la pompa italia de copiapo y extrañamente no tienen ningun dato como año de ingreso renuncia o fotografia de tan digno defensor de nuestra patria, tu no tendras algo con que aportarme??
slds
 

envuelto en llamas

Chupe
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Miembro Regular
25 Mar 2011
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159
3
38
Estimado camarada, el dia viernes publicaran un texto en segundinos.cl en la seccion "bomberos de asfalto".

gracias por la respuesta, he buscado en la pagina de la pompa italia de copiapo y extrañamente no tienen ningun dato como año de ingreso renuncia o fotografia de tan digno defensor de nuestra patria, tu no tendras algo con que aportarme??
Slds
 

bluebird3

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Los bomberos de Iquique en la Guerra Civil de 1891

incendio+18911.jpg

Iquique, después de los incendios.



Son muchos, pero generalmente desconocidos, los antecedentes sobre la actuación de nuestros bomberos en la Guerra Civil de 1891.
El día 16 de febrero habían desembarcado las tropas congresistas, abriendo las cárceles y liberando a los presos políticos, mientras se asaltaba y quemaba la imprenta "La Voz de Chile", diario balmacedista, cuyo dueño era el voluntario y tesorero de la Séptima Compañía, "Bomba Tarapacá", señor Enrique Silva Moreno.
Fue una trabajo efectuado bajo los disparos del combate, y vale la pena recordar ese terrible instante de nuestra historia bomberil.Es por eso que me ha parecido necesario extraer un valioso documento de esos días, que se encuentra en la sección "Documentos" del Libro "Reseña Histórica del Cuerpo de Bomberos de Iquique" de los autores Leonel Lamagdelaine, Alfredo Layza Bustos, y publicada por la Universidad de Chile en Iquuique, el año 1975.
Es una nota enviada por el capitán don Tomás S. Capella, de la 4a Compañía de Bomberos Ausonia al Comandante del Cuerpo, don Santiago Sanz.
En esta nota podemos apreciar en toda su dimensión lo que fue la heroica actuación de nuestros bomberos en momentos tan sangrientos como difíciles.



Iquique, 28 de Febrero de 1891
Señor Comandante General del Cuerpo de Bomberos
Pte.

Señor Comandante General,

Cumplo con dar a Ud. cuenta del trabajo efectuado por la Compañía Italiana Ausonia No 4 en los incendios habidos durante la segunda mitad del mes que termina hoy, suplicándole disculpe la aglomeración de detalles y el retardo en razón a las circunstancias anormales atravesadas.

Días 16 y 17. En las primeras horas de la madrugada del 16, se hizo público en los cuarteles de la Guardia Urbana que la población había quedado sin fuerzas suficientes para mantener el orden. Natural era prever tumultos y en consecuencia practiqué visita a las distintas secciones en que he tenido y tengo dividida mi Compañía encontrándolas dispuestas a cumplir con su deber.

A las 8 a.m. el Señor Cónsul de Italia me comunicó que el Cuerpo iba a prestar servicio de ambulancia trasladando desde el punto en que debía detenerse el tren, al Hospital, los heridos que venían de la Pampa. Hice construir cuatro camillas de las que mi Compañía no estaba proveída, pedí otras cuatro al Hospital de Sangre y antes de los diez de la mañana numerosos voluntarios cumplían con esta humanitaria tarea. Como tuviese noticia de que en las horas de la tarde podían llegar más heridos y también para sostener el orden en ese establecimiento que se hallaba rodeado por numeroso gentío, deje una guardia de ocho hombres al mando del Teniente Señor Merani.

No eran las 12 m. cuando en la imprenta de la "Voz de Chile" se declaraba un Incendio; el fuego, esparcido en distintos puntos del edificio de dos pisos y especialmente en el entretecho de los altos, amenazó en pocos segundos no solo a la imprenta, sino a todo el circuito de la manzana.

Ud. presenció desde el primer instante con cuanto entusiasmo todo el Cuerpo de Bomberos se lanzó a cumplir con su misión y durante el incendio que fue sofocado por un diluvio de agua la 4ª alcanzó a trabajar con tres pitones pertenecientes a las secciones "Plaza Prat”, "Morro" y "Calle Tarapacá.

A las 2 de la tarde esa Comandancia convoco a Directorio General o Sesión Extraordinaria en la que se resolvió autorizar a los Bomberos poro permanecer de uniforme y dejar libres a los Capitanes de Compañía para que tomasen con el material y personal de cada una las medidas que juzgase más oportunas al mejor éxito de sus funciones.

Durante el día y a distintas horas, tres veces mi dirección volante de la Calle Tarapacá tuvo que tender material y dar agua para impedir que los cuarteles del 4º de línea y del Regimiento Cívico fuesen incendiados. A las 11 p.m. la Sección de Guardia Urbana “Calle Esmeralda" comunicaba por teléfono a la de "Plaza Prat" que el fuego se había declarado en un despacho de la Calle Barros Arana. Acudí presuroso acompañado del Ayudante Señor Merani, mas resultó infundada la alarma.

Poco antes de las 3 a.m. las campanas de incendio daban nuevamente la señal de alarma como en el dia los bomberos no se hicieron esperar y a lo 4a le cupo trabajar con las Secciones de las Calles Vivar, Tarapacá y La Torre uniendo sus esfuerzos a los de sus hermanos, dichosa de que el pronto éxito coronase el Sacrificio de todos.

A esa hora se sentían aun tiros en varias partes de la Ciudad; no obstante esta circunstancia y la que el fuego había sido intencional, apenas alcanzo a destruir la casa "Salón London" Calle Tarapacá 185, a donde tuvo origen y parte de los patios colindantes. Durante este incendio el maquinista de la "Ausonia" en cumplimiento a instrucciones dadas, levantó vapor esperando órdenes en la Plaza Montt.

Dia 19. A consecuencia del combate librado en esta fecha desde las primeras horas de la mañana, proyectiles de todo calibre cruzaban la ciudad en distintas direcciones produciendo mortífero efecto. Hago presente esta circunstancia para que pueda apreciarse con mas exactitud el trabajo de los bomberos.

Eran más o menos las 12 del dia cuando observé incendio en las cercanías de la caleta del Banco Mobiliario. Domiciliado en lo Plaza Prat frente a la Aduana o donde el tiroteo era mas vivo, tuve que escalar los techos y ganar el corredor del Teatro Municipal para conseguir Salida a la calle Gorostiaga y de esta llegar a mi Sección de la Calle Tarapacá con el gallo de la cual asistí al incendio.

Las disposiciones tomadas por el Sr. Manuel Chinchilla coordinado por el Sr. Francisco Olivan que por falta de oficiales Superiores asumió en los primeros momentos la dirección del trabajo distribuyendo el material que me había precedido, fueron las mas acertadas, y, gracias á ellas y al entusiasmo de los bomberos que acudieron, el fuego fue dominado y extinguido con poco más de una hora de trabajo. De mi compañía trabajaron las secciones Plaza Iglesia y Calle Tarapacá.

Con referencia a este incendio, no puedo menos de señalar a Ud. y al Cuerpo General el comportamiento arrojado y sereno de los señores Luis Motta y Andrés Foscarini Sargentos y Juan Motta voluntario que con la Sección destacada en la Plaza de la Iglesia fueron los primeros en llegar, tender material y dar agua con verdadero peligro para sus vidas considerando que los beligerantes no habían suspendido aún sus fuegos en la dirección amagada como lo hicieron después.

Pocos habían pasado y serían las tres p.m. cuando una espesa humareda destacándose frente al molino Deva, señaló una gran conflagración. Apenas el fuego en su principio, abarqué el inmenso peligro en que se encontraban las bombas contra incendios cuya sombra se distinguía apenas entre el humo y sin mas reflexión que salvar a Iquique del peligro que lo amenazaba me lance al escape con la sección mangueras “Plaza Prat” acompañado por el voluntario de la 4ª Sr. Luis Vassallo y del de la 7ª Sr. M. Carreño. Al atravesar la calle Aníbal Pinto se nos hizo fuego. Seguí sin embargo al trote, y en la calle Pedro Lagos me uní a otra sección de mi compañía situada en el Morro la que venía avanzando arrastrada por el Teniente Tassara y dos voluntarios más. Poco después se unió a los nombrados el Sargento E. Piagio.

Con tal precioso elemento alcancé el grifo llamado Fölsh y Martín sobre él tendí ambas secciones, dirigiendo la una por la Calle Covadonga a las bodegas del Sr. Landenta y la otra por la Calle Souper frente a las bombas y al Molino Deva a cuyo edificio las llamaradas se acercaban con rapidez. El fuego tuvo principio en el callejón que separaba el Almacén del Sr. Landeta de sus propios depósitos, y a mi llegada estos y aquel ardían con violencia.

Iba a dar el agua a pesar de las protestas de la tropa que nos quería impedir el trabajo, cuando la sección del Teniente Tassara tuvo que retroceder bajo la amenaza y ademán de hacer fuego sobre su persona; mientras acudí presuroso a este, igual escena se repitió en la otra sección cuyo pitón en poder del Sr. Vassallo tuvo también que ser retirado; Difícil situación la mía que estando con tanto peligro en el puesto del deber, tenía que presenciar inerte la inmensa ruina que caía sobre Iquique, sin poder utilizar los elementos que tenía a mi disposición y que bastaban para salvarlo todo!

En esos momentos de ansiedad se presentó el Sr. Coronel Soto quien aunque primero dio orden de retirarnos e insistió en ella, a mis instancias de que permitiese salvar las bombas contra incendio cuya destrucción importaba la desaparición de Iquique, accedió, retirando la tropa que tenía apostadas a la espalda de la Casa Landeta. Me exigió en seguida que no intentase apagar las manzanas colocadas entre la acera Norte de la Calle Serrano y el Mar, porqué no lo permitiría bajo ningún pretexto.

Las dificultades no habían terminado, el maquinista de las bombas alarmado con los repetidos proyectiles que caían en el edificio que las encierra, había paralizado su labor y al querer dar agua al material tendido resultaron las cañerías sin presión alguna a consecuencia que el agua del estanque se había sido agotada en el incendio anterior. A repetido golpes me fue abierta la puerta que encontré cerrada y apersonándome al maquinista Sr. Maturana le pedí hasta conseguir su indispensable concurso que desde ese momento presto completo y por lo cual merece el agradecimiento de todos.

Ya era tiempo pues dos minutos más tarde todo habría sido inútil.

Puedo asegurar a Ud., Sr Comandante, que cuando vi los pitones tendidos por los bomberos Tassara y Vassallo arrojar abundante chorro el primero sobre los edificios del Molino y de las Bombas próximos a inflamarse, y el segundo la casa del Señor Schmidt que principiaba á arder y por la cual el fuego iba a comunicarse a las bodegas laterales de salitre y carbón y madera de los SS. Vernal y Castro, R. Boivin, Fölsh y Martín y Banco Mobiliario fue para mi un momento de inmensa satisfacción. Armé enseguida los dos grifos interiores de las bombas y ya con cuatro pitones en activo trabajo me sentía seguro del éxito final.

Durante este tiempo el combate continuaba encarnizado y el lugar que teníamos forzosamente que ocupar era acribillado a balazos por haber estado hasta pocos momentos antes ocupado por tropas, tres veces consecutivas nos vimos envueltos en los torbellinos de escombros y fragmentos que levantaron los proyectiles al hacer explosión.

Mientras tanto, si el fuego era dominado por el Oeste y al Sur no alcanzaba a la Calle Serrano limite de defensa que se me impuso, a Este y Norte avanzaba con espantosa celeridad sin que fuese posible atacarlo. A la Seccion de mi compoñia que armando el grifo Serrano y Patricio Lynch tendió material por la calle de San Martín, le fue hecho fuego directo, y tuvo que retirar sus mangueras hasta que quedó establecido la suspensión de hostilidades poco antes de las 5 p.m. Entonces pudieron los esfuerzos unidos de las distintas compañías detener en su marcha el elemento devorador que quedó reducido a las manzanas ya abrazadas comprendidas entre las calles de Luis Uribe y Souper de Este á Oeste y de la calle Serrano al Mar, de Sur a Norte. De esas seis manzanas solo salvaron los edificios incombustibles de los SS Granja y Cª, E. Granadino y la herrería del señor Federico Sparenberg (alemán, balmacedista, y Voluntario de la Germania Nº2).

Dia 20. Cuando el armisticio espiraba, de los restos de la cigarrería Reolla Hnos. y Peluquería Universal se reavivó el fuego alcanzando amenazar el deposito fiscal de Aduanas.

Asistí con mi Sección de la Calle Tarapacá con el agua de la cual se extinguió lo incendiado.

Noche del 27. El fuego debía aún hacer una ultima aparición antes que el mes espirase.
Era la 1.40 a.m. de ayer cuando la esquina de la Plaza Gibraltar con Calle San Martín principiaba á arder. Las compañías puestas en movimiento redujeron en poco tiempo el incendio logrando utilizar mis Secciones "Vivar, Torapacá y La Torre”.

He terminado, ruda ha sido la labor que nos estaba reservada, y, aunque graves acontecimientos pueden sobrevenir aún, los bomberos de lquique deben estar satisfechos de su obra. En honor a la verdad y a la justicia que asiste al merito, suplico a Ud. anote la conducta de los voluntarios de la 4a Señores Andrés Tassara, Luis Vassallo, Luis Motta y Andres Foscarini como dignos de distinción si el Cuerpo General acuerda alguna á aquellos que olvidaron hasta el instinto de conservación para honrar la misión que desempeñan y la bandera que los alienta al Sacrificio en bien de sus semejantes.

lquique 28 Febrero de 1891
Firma: Tomas S. Capella. Capitán de la 4ª Cia.


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Nuestro primer secretario, el último de yungay

NUESTRO PRIMER SECRETARIO, EL ÚLTIMO DE YUNGAY


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Antonio Barrena Lopetégui; es de los primeros habitantes de Valparaíso en sentir la campana que al campo del deber nos llama.

Más que entusiasta Voluntario recordado por la historia que con tanto ahínco y denuedo ayudo a construir dejando a las generaciones venideras registros de incalculable valor.

Junto a Cousiño, Sartori, Carson, Torres, Benítez y Riofrío, conforma la primera oficialidad de la aquel entonces llamada Bomba “Cousiño”. Tal fue el entusiasmo que vertió en las bases de nuestra fundación, que en los viejos libros de oficiales figura entre los primeros quienes juntos a la primitiva “Cousiño” acuden al primer incendio de la nueva Compañía de Bomberos del Almendral, (Noviembre 24, 1854). La bomba salió desde nuestro “Salón de Máquinas” arrastrada a pulso hasta el lugar del incendio el que distaba de más de 20 cuadras de nuestro Cuartel, ( Tribunales de Justicia) por los señores Antonio Riofrío 4º Teniente, Alberto Carson y Antonio Barrena Lopetégui. Al año siguiente y en la primera memoria de la “Tercera”, el Secretario Barrena relataría lo siguiente respecto del trabajo de la bomba en dicho incendio:

“Colocado el pitón en el callejón formado entre la casa del señor Lyon y la del señor Guinodié, por espacio de tres horas no dejó de arrojar un torrente de agua y contribuyó a salvar el edificio de la Aduana”.

Tuvo Barrena preponderante y especial participación en la fundación de nuestra Compañía, y junto a Sartóri se convertirían en gruesos y efectivos puntales de ella.

Antonio Barrena Lopetégui al fundar la “Tercera” ya le había corrido el pecho a las balas en los campos de batalla contra la confederación, y contaba con 34 años de edad. El Profesor e historiador de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso don Santiago Lorenzo Schiaffino presenta al lector el ensayo titulado “VIDA COTIDIANA DE UN BURGUES PORTEÑO DEL SIGLO XIX”, el que se introduce al lector de la siguiente manera:

“No es mi intención hacer la biografía de Don Antonio, a pesar de que reviste innegable interés, deseo más bien, teniendo como referencia su vida, adentrarme en la sociedad porteña para conocer como era la vida familiar, el mundo del trabajo y las diversiones en Valparaíso en la segunda mitad del siglo XIX. La vida de Don Antonio sintetiza muchas de las virtudes que adornaban a la burguesía porteña en el siglo XIX. Asceta, trabajador infatigable, muy responsable frente a sus obligaciones y con un alto sentido de la beneficencia en relación con la sociedad que lo cobijó, contribuyendo a la ciudad en cargos municipales y siendo uno de los fundadores de la Tercera Compañía de Bomberos y del club Valparaíso”.

Cuando tenía tan sólo 19 años le toco participar en la última batalla que nuestro país librara contra la confederación Perú – Boliviana, conocida como la batalla de Yungay. Ocurrida en el Norte de Lima y en donde bajo las ordenes de Manuel Bulnes nuestras tropas derrotaran a las fuerzas de Andrés Santa Cruz. (Enero 20, 1839).

Este episodio se inmortalizó con la construcción de la famosa Plaza de Yungay de Santiago, y se le encargó al talentoso compositor musical don José Zapiola Cortés la creación de una marcha que pasaría a la historia como el "Himno de Yungay", aquel mismo año triunfal, con un compás tan encendido y un lirismo tan patriótico que rápidamente se incorporó en la sociedad, casi como si fuese otra canción popular, e incluso como segundo himno nacional, en aquellos tiempos donde los símbolos patrios de Chile aún eran jóvenes.


“Cantemos la gloria del triunfo marcial que el pueblo Chileno obtuvo en Yungay”
“¡Oh! Patria querida, que vidas tan caras ahora en tus aras se van a inmolar Su sangre vertida te da la victoria;su sangre a tu gloria da un brillo inmortal”.

En 1868 siendo Director, junto a Anastasio Bello Capitán, impulsan y concretan la compra de una nueva bomba para la Compañía, la que sería llamada “Cachapoal”, y prestara importantes servicios a Valparaíso.

Durante el año 1863 sirve en el cargo de Secretario General del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso.

El 28 de septiembre de 1905 aparecería el siguiente anuncio en el diario “El Mercurio”:


VETERANO. Un gran cortejo acompañó al cementerio al último veterano de Yungay, teniente Antonio Barrena.”



Publicado por Valparaíso en el tiempo.

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Ignacio Carrera Pinto un guerrero Primerino


En la antigüa revista mensual En Viaje, en su edición Nº 333 de Julio de 1961 aparece una crónica de Manuel Gandarillas, que me parece una buena ocasión para compartirla y cuyo título dice: “Intactos se conservan los corazones de los héroes después de 79 años”.
“Los corazones de los cuatro Oficiales que cayeron heroicamente en el Combate de la Concepción los días 9 y 10 de Julio de 1882 se conservan en perfecto estado en el monumento de mármol que se levanta en la nave norte, inmediata a una de las puertas de la Catedral de Santiago.
La creencia más generalizada es que la pequeña urna de mármol guarda solo las cenizas o los restos de los corazones transformados por el tiempo en unas vísceras rugosas, ennegrecidas e indefinibles.
No hay tal. Los corazones de Ignacio Carrera Pinto, Julio Montt Salamanca, Arturo Pérez Canto y Luis Cruz Martínez se conservan intactos a pesar del tiempo transcurrido, nos cuenta Monseñor Víctor Barahona, Secretario del Cabildo Metropolitano y Notario de la Catedral, prelado que por su larga permanencia en estos cargos, conoce la iglesia palmo a palmo y es la historia viviente del primero de nuestros templos.
La urna no guarda cenizas, sino los cuatro corazones de los héroes en perfectas condiciones, agrega Monseñor. Se conservan así gracias a una solución de alcohol (formalina) y cada corazón está guardado independientemente con su nombre respectivo en una pequeña redoma de cristal. Los corazones son de tamaño de un puño y la última vez que los vi, eran de un color amarillento oscuro.
¿Dice Ud. que los vio, Monseñor?. La urna se abre cada cierto tiempo para renovar el alcohol de las redomas. No hace mucho que realizamos esta operación y los vi con mis propios ojos. La urna está llena de aserrín y las pequeñas redomas, así acolchonadas, están protegidas de posibles golpes ocasionados por temblores u otros accidentes.
Los historiadores relatan el Combate de la Concepción hasta el momento en que cayó acribillado a balazos el último héroe, el Subteniente Luis Cruz Martínez, hijo predilecto de Curicó. Después siguen contando otras batallas. No se ocupan para nada de los muertos y los muertos también tienen su historia y muy en especial los corazones de estos cuatro Oficiales del Batallón Chacabuco, 6º de Línea, que comandaron el piquete de la gloria.
¿Quíén, cuando, donde y como?. Estas cuatro preguntas que constituyen parte del abecé del periodismo, nos formulamos frente al monumento en que reposan las reliquias de los héroes y de inmediato nos movilizamos en demanda de las respuestas. No tuvimos mucho que rastrear, pues la historia humana que nos interesaba, la recogimos de los doctos labios de Monseñor Barahona, quien conoció a un soldado veterano del 79, a quien le cupo la fuerte y honrosa tarea de extraer los corazones de los cadáveres a fin de conservarlos para la posteridad.
El Secretario del Cabildo se culpa y con razón, de no haber recogido el nombre de este soldado oscuro y desconocido que pudo haber pasado también junto con los héroes, al recuerdo permanente de las generaciones.
A Monseñor Barahona, en una charla al margen de las prácticas religiosas, el veterano le contó el comienzo o la primera parte de la historia de los cuatro corazones.


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Cuando llegaron a La Concepción los refuerzos chilenos y se hallaron frente a los restos de los 72 héroes, hubo un breve Consejo de Oficiales, en el cual se acordó conservar los corazones de los jefes y dar piadosa sepultura a todos los cadáveres. Esto último se hizo en la quemada iglesia de La Concepción.
La operación de extraer los corazones fue tarea ardua y difícil. En ese momento no había un médico que pudiera intervenir y los jefes tuvieron que solicitar un voluntario.
Salió tres pasos al frente un muchacho vistiendo el pantalón rojo y la casaca azul del antigüo uniforme y dijo con energía: ¡Yo me atrevo mi Capitán!. ¿Tendrás valor muchacho?. Antes de engancharme en la milicia fui matarife, mi Capitán!. Procede con cuidado… hay que sacar los cuatro corazones intactos. ¡Enteritos mi Capitán!. Empieza con el Capitán Carrera. El muchacho saludó militarmente y desenfundando el clásico corvo, abrió el pecho y extrajo el gran corazón carrerino que fue depositado con respeto en un tarro duraznero lleno de aguardiente. Igual operación se hizo con los otros tres cadáveres.
Estafetas especiales, con escolta de honor, trasladaron los modestos tarros durazneros a Lima, donde los corazones fueron colocados en cuatro redomas de cristal y enviados a la patria.
Primeramente los corazones fueron depositados en la Gratitud Nacional a iniciativa de don Ramón Ángel Jara, para recibir allí la veneración de los chilenos. En ese tiempo, aún no llegaban los Salesianos.
Más tarde, en 1900, las reliquias fueron reclamadas por el Ejército y llevadas a un museo militar, adyacente al Cuartel de Artillería. Y allí estuvieron hasta 1911, en que fueron llevadas en solemne procesión patriótica al monumento en que hoy descansan en la Catedral de Santiago.
Este traslado se hizo gracias a las gestiones de la Liga Patriótica formada por Veteranos que presidía don Domingo de Toro Herrera, hermano de Emilia Toro Herrera, casada con José Manuel Balmaceda Fernández, Presidente de Chile y de Carlos Toro Herrera, Primerino por 6 años, 10 meses y 2 días entre 1887 y 1895, ex Comandante del Batallón Chacabuco y Secretario era don Oscar Gacitúa. Estos caballeros pidieron oficialmente al Arzobispo don Juan Ignacio González Eyzaguirre y al Ministerio de la Guerra, que se entregara la guarda y custodia de estos corazones a la iglesia chilena.
El Arzobispo respondió accediendo y expresando que era un honor y una distinción para la Catedral acoger tan significativo monumento en una de sus naves.
El monumento se hizo en el mes de Junio de 1911 y los corazones fueron colocados un mes más tarde, el 9 de Julio en una impresionante ceremonia al cual asistieron el Presidente de la República don Ramón Barros Luco, Ministros de Estado, Cuerpo Diplomático, Magistrados, funcionarios, dignidades eclesiásticas, público y las tropas de la Guarnición.
El panegírico de los héroes estuvo a cargo del gran orador don Clovis Montero.
El traslado de los corazones por disposición del Ministerio de la Guerra, fue realizado por una comisión formada por el ex Comandante del Batallón Chacabuco don Domingo de Toro Herrera y de los Generales Estanislao del Canto, Elías Yáñez, José María Bari y del Contralmirante don Arturo Fernández Vial”.
Es preciso señalar que el Capitán Ignacio Carrera Pinto fue Voluntario de nuestra Compañía en dos períodos por 2 años 3 meses y 24 días, entre 1868 y 1870. Otro de los héroes, don Julio Montt Salamanca tuvo a su hermano Roberto Montt Salamanca en nuestras filas por 40 años, 10 meses y 28 días, entre 1883 y 1932.

Enrique Pérez Dreyse
Secretario Primera Compañía CBS
Cuartel Primera, Mayo del 2013.


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Enrique Valdés Vergara


Escribir sobre don Enrique Valdés Vergara, es conjugar en una sola persona tres de los hechos civiles y políticos más destacados de la segunda mitad del siglo XIX en nuestro país. La guerra del pacifico, la guerra civil de 1891 y la fundación de los cuerpos de bomberos; son hechos que sin duda marcaron la antesala de nuestro primer centenario como república independiente, en los tres don Enrique Valdés Vergara jugara un importante rol.
Nació en Santiago el año 1859, hijo del matrimonio entre don Francisco Valdés y Adúnate, y doña Antonia Vergara y Echevers. De profesión Abogado, se identificara con las ideas liberales de esa época.
Su primera irrupción en nuestra historia nacional, será con motivo de la Guerra del Pacifico, marchando al frente de batalla como miles de Chilenos, con tan solo 20 años. Don Enrique, con el grado de Cabo segundo, integro las filas de la Segunda Compañía del Primer Escuadrón Cívico Movilizado “Carabineros de Yungay”, cuya arma era la caballería. Con ellos participo en el Combate de Buenavista (18/04/1880), Batalla de Tacna o Alto Alianza (26/05/1880), Asalto al Morro de Arica (07/06/1880), Batalla de Chorrillos (13/01/1881), Batalla de Miraflores (15/01/1881), Combate de San Jerónimo (09/04/1881), Expedición del Canto (01/02/1882), Combate de Huaripampa (22/04/1882) y Combate de Ica (03/10/1882).

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En el frente siempre figuro como un soldado más, nunca saco ventaja de su relación con el Ministro de Guerra en Campaña, don José Francisco Vergara, de quien era su sobrino. Del norte volvería, con el sagrado deber patriótico de proteger nuestro pabellón cumplido, y con el grado de Sargento, reluciendo en su guerrera militar las condecoraciones “Campaña al Perú y Bolivia” y “Campaña de Lima”. En campaña estará entre el 28/05/1879 y el 18/08/1884, prácticamente todo el tiempo de duración de la Guerra del Pacífico.
Nuevamente uno de estos acontecimientos cívicos importantes de la segunda mitad del siglo XIX tendrá a don Enrique como figura principal; el participa en el grupo de vecinos Viñamarinos, que cansados de que la ciudad no contara con un servicio eficaz de extinción de incendios, buscaran imitar a varias ciudades del país que a partir de 1851 dejaban esta labor en manos de valientes voluntarios. Él junto a otros viñamarinos integrara una comisión que para mediados del año 1884 prepararan un catastro de los pozos, fuentes de aguas abiertas y del servicio de cañerías de la ciudad; así como también elaboran presupuestos y reciben suscripciones, todo destinado a dotar a Viña del mar de un cuerpo de Bomberos. Para la fecha de fundación de este cuerpo, 14 de diciembre de 1884, don Enrique figurara como uno de los fundadores de la sección de agua de la nueva institución, y la historia lo recordara como el primer Teniente Primero de la “Bomba José Francisco Vergara”. Siguiendo así la senda que el 7 de diciembre de 1873 trazaran sus hermanos Francisco, Alberto e Ismael, al fundar la Quinta compañía de Bomberos de Santiago, por ese entonces la “Bomba América” ahora “Bomba Arturo Prat”, siendo don Ismael Valdés Vergara Superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago por 11 años.
Avecindado en las tierras que su familia poseía en Viña del mar; comienza a participar activamente de la política nacional. El 2 de enero de 1888 funda en Valparaíso el diario “El Heraldo”, periódico que en su sub título reza “Diario independiente y liberal”, será desde esta tribuna donde unos años más tarde se enfrente, con duras crónicas, al gobierno de Balmaceda. En este periódico oficiara de editor y entre sus destacados cronistas se encontrara el periodista Nicaragüense Rubén Darío.
En Viña del mar ocupa durante el mes de mayo de 1888 y el 3 de septiembre de 1891, el cargo de Regidor, demostrando una vez más el compromiso con la ciudad que fundaran sus antepasados.
Pero serian pocos los años que don Enrique serviría en el Cuerpo de Bomberos de Viña del mar, su pasión por la política y la llegada al poder de José Manuel Balmaceda, lo llevara a ser uno de los más críticos opositores del gobierno; desde la tribuna de “El Heraldo” lo atacara varias veces, pero sus enfrentamientos no solo serán en la imprenta, con el paso del tiempo y el aumento de las tenciones políticas, se desencadenara una de las más tristes páginas de la historia de Chile, la Guerra civil de 1891.
Si bien el inicio oficial de esta guerra fratricida es el 6 de enero de 1891, con la sublevación de la armada; gracias a crónicas de su hermano Ismael, sabemos que don Enrique había propuesto llevar a cabo un asalto al palacio de La Moneda el año 1890, con el fin de obligar a Balmaceda a dimitir al cargo de presidente de la república, sea por la razón o la fuerza. Idea que no contó con el apoyo necesario, por lo que se esperó la sublevación de la marinería para dar inicio a las hostilidades entre Balmacedistas y Congresistas.
El primer golpe de los Congresistas será el control del norte del país, con el dominio de la zona salitrera se tenían los recursos necesarios para incursionar hacia al sur. El 12 de abril se organiza la llamada “Junta de Iquique”, ahí se desempeñaría don Enrique como secretario hasta el 12 de abril cuando nuevamente se le encomienda la función de secretario general pero esta vez de la Escuadra. Será en el cumplimiento de esta labor, en que el día 23 de abril a bordo del Blindado Blanco Encalada, sean sorprendidos por la armada Balmacedista frente a las costas de Caldera. Será un torpedo de la Lynch la que se lleve al fondo del mar al glorioso Blanco Encalada, a 11 oficiales, 171 tripulantes y civiles; entre los fallecidos se cuenta a don Enrique Valdés Vergara.
Con un certero torpedo concluía la vida de un verdadero servidor público; héroe de guerra, integrante de una familia bomberil y político incansable; sus restos descansan en el cementerio laico de Caldera junto a los caídos ese día. Una calle en el sector de El Salto, al oriente de Viña del mar, honra la memoria de un destacado vecino de la ciudad jardin.

Bibliografía.
Linares, José Agustín; El último clarín.
Dollenz, Walter Douglas; Chorrillos y Miraflores Batallas del ejército de Chile (crónicas de Eduardo Hempel, corresponsal de guerra).
http://www.genealog.cl/Chile/V/Valdes/


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1. Bomberos Ingleses durante la II Guerra Mundial (1939-1945)



Con el reconocimiento y recuerdo de aquellos Bomberos del Reino Unido y la Francia Libre que ofrendaron sus vidas en defensa de la libertad.
 
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Extracto de la historia del Cuerpo de Bomberos de La Serena


Glorioso Cuerpo de Bomberos

Corría el año 1879, y Chile declara la guerra al Perú y Bolivia, creando un conflicto que con los años sería denominado "la guerra del pacifico". Nuestro cuerpo de Bomberos no estuvo ajeno a lo anterior y combatió en el norte del país. Así El cuerpo de Bomberos de la serena conforma la conocida Batería de Artillería cívica, la cual combatió ferozmente en la batalla de Chorrillos y Miraflores como parte integrante del denominado Regimiento Coquimbo, sufriendo varias bajas, entre ellas la del capitán de ejército Marcelino irribaren, quien era voluntario de la primera compañía del cuerpo de Bomberos de La Serena falleciendo a raíz de un disparo en su abdomen. A raíz del suceso es valientemente resguardado por el teniente de ejército Francisco Machuca, quien también pertenecía a la primera compañía de Bomberos.
Ambos son recordados por historiadores militares, como valientes héroes de ésta importante gesta.
Así mismo y a raíz de que nuestra zona quedo sin resguardo policía, debieron integrantes de distintas compañías realizar las labores de policía y celadores del orden mientras duraba el conflicto en la zona norte.

En el año 1891, chile se ve sumido en un conflicto civil que nos lleva a resguardar a la ciudadanía, actuando como policías y celadores de la comunidad toda vez que las tropas del ejército habían abandonado dicha misión. Nuestro deber de tomar las armas nuevamente se hizo necesario, siempre en resguardo de los valores esenciales de respeto a la comunidad y los valores de la república.

Por último a, finales de siglo XIX y comienzos del XX, chile se ve afectado por una grave peste colérica, hecho que motiva al cuerpo de Bomberos a realizar las labores de control de salud y la población, resguardando en forma armada, los pozos de agua y ayudando a la penosa labor de entierro de los muertos afectados por ésta situación. Lo anterior podría decirse que es una de las primeras labores que acercaron a los bomberos a temas de salud y que además nuevamente les llevó a tomar las armas en defensa del orden y la institucionalidad.

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Killed Serving H.B.M. Forces

Los voluntarios de la nuestra compañía han estado siempre listos a todos los llamados de auxilio tanto por el suelo generoso que les vio nacer o que, con cariño, les acogió en este puerto de Valparaíso. Con el mismo ardor patriótico estos hombres han viajado hasta Inglaterra para defender su propio país, o el de sus antepasados e, incluso, el de la tradición comunicada fervorosamente por la Eleventh Fire Company “George Garland” a todo voluntario que la elige como cuartel en ara de realizar su espíritu de servicio en cualquier lugar que se le necesite.

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Por eso, desde 1914 a 1918, decididos acudieron varios de los voluntarios de la compañía a los homéricos campos de batalla del frente bélico occidental de Europa para luchar en los ejércitos del Rey de la Gran Bretaña. En medio de los obuses, balas y asaltos a la bayoneta, esos hombres idealistas ¡Porque nadie los obligo a jugarse así sus vidas! Enterrados en el fango vencieron, murieron o cayeron heridos siguiendo el pabellón de la “Cruz de San Patricio” o “Unión Jack”. Todos fueron valientes, todos amaron la causa por la que lucharon y, al final, pocos pudieron volver a su Valparaíso inolvidable.

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Como la lista de bajas fue, desgraciadamente, bastante numerosa solo regresaron a Valparaíso los señores: J. Cowper, Lawrence Harper, J. Ghio y A.J. Campbell; pero dieron la vida por la causa de los aliados J.M. Mc Cornick, L.H. Gibbs, J.V. Cartman, W.F Walbaum, P. Morris y Ch. Gepp.

Una corona de gloria los cobija en el sagrado recuerdo de todos los Undécimos por ser la mejor demostración del sacrificio del voluntariado.



Their Name Liveth For Evermore .

William Patullo

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Patullo. Se incorpora a la Real Fuerza Aérea, parten a Inglaterra desde Antofagasta en los albores de la Segunda Guerra Mundial, el 25 de Octubre de 1940 la compañía recibe la lamentable noticia de su fallecimiento en acto de servicio.

James Rutherford Mc. Cornick

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Era el segundo hijo del matrimonio del Sr. y la Sra. J.R. Mc. Cornick, de Hasting. Como ingles dejo Valparaíso en junio de 1915 para servir a su patria, enrolándose como voluntario en la Marina Real, siendo prontamente enviado a la base de Chatham. Lamentablemente durante unos ejercicios navales contrajo la escarlatina y, siendo atendido para recuperarle, le ataco la meningitis ocasionándole la muerte en su región natal de Hasting.


Charles Gepp

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Nació en 1894 del matrimonio Gepp residente en Valparaíso. Cuando la gran guerra comenzó voluntariamente se enrolo llegando a Inglaterra en Noviembre de 1914 enlistándose en la caballería del Rey Eduardo en las costas Oeste. Con solamente 6 meses de entrenamiento partió al frente en Mayo 1915 recibiendo su bautizo de fuego en Festhubert. En Junio tomo parte en las batallas de Givenchy y Ploegstaet, donde murió en esta ultima por un fusilero alemán.

Percy Morris

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El teniente 2º Percy Morris Había nacido en Valparaíso del matrimonio C. Morris y, además, era nieto del General Eyre, uno de los héroes de la guerra de Crimea. Voluntariamente se enlisto en el Regimiento Nº 2 de Caballería del Rey Eduardo. Al volver a Inglaterra en Septiembre 1916 ingreso al Cuerpo Real de Vuelo y, 3 meses después, regreso a Francia. El valiente Percy Morris, entregado totalmente a la guerra, murió en acción el 1 de Mayo 1917 después de derribar en el combate a 5 aviones enemigos


William F. Walbaum

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Nació en Valparaíso fue el segundo hijo del señor A.F. Walbaum y uno de los fundadores de la Undécima Compañía. Partió a Inglaterra en enero 1915 para ingresar a la Artillería de Campo Real como teniente 2º. En Octubre de ese año fue al frente bélico recibiendo su bautizo de fuego en la dura batalla de Ypres, para seguir en una serie de otras tan masivas como la del Río Iser, otra de Ypres, San Eloi y Zollebecke. En Septiembre, su trinchera fue destruida por una bomba de gas. El teniente Walbaum fue encontrado inconsciente siendo llevado al hospital de Poperinghe donde murió a causa de envenenamiento por gas.

J. Victor Cartman

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Partió a Inglaterra el 23 de Noviembre de 1916 a enlistarse al Cuerpo de Rifleros Artistas y efectuado su entrenamiento, pronto fue enviado al frente. Fue muerto en Francia el 19 de Junio 1918 después de 2 años de servicio activo. Al parecer una noche, acompañado de su capitán revisaban el terreno de nadie entre las dos trincheras enemigas cuando se aproximo demasiado a los alemanes recibiendo un tiro que lo mato instantáneamente.

Lawrence H. Gibbs

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Nacido en Valparaíso en el año 1895, hijo del Sr. y Sra. E.J. Gibbs. Partió a Inglaterra en Diciembre de 1914 para servir como voluntario al igual que sus compañeros de bomba, se enlisto en el Cuerpo de Rifleros Artistas. Después de su entrenamiento obtuvo una comisión como teniente 2° y fue transferido al 7° Lancashire del Este, marchando luego a Francia con su regimiento. El 18 de Septiembre, cuando ya terminaba la guerra y el ya era ascendido al cargo de capitán, se dio la orden a los fusileros de atacar el puente de Gauzecourt cerca de Cambrai, justo el día de la independencia de su país natal en esos instantes de tomar ese puente cae muerto en aras de sus profundas convicciones.

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