La década del 60 fue para Chile una segudilla de tragedias esta es una de ellas
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Recordando la Tragedia del Lago Cabrera
3 Junio, 2012. Archivado en categoría:
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La familia Paillán Peranchiguay, junto con algunos amigos y la comunidad Rupulafken, fueron quienes donaron el forro de este monolito que recuerda a las víctimas. La placa instalada en la cruz fue rescatada de las bodegas del municipio por algunos integrantes de la comunidad mapuche Rupulafken, quienes la instalaron en el lugar el 19 de febrero del 2005.
“A las 7 de la mañana del 19 de febrero llegaron a buscarme a caballo, fueron los Toledo y los Paillanes los que llegaron a avisarme… En la noche habíamos sentido un estampido, como un trueno, pero nunca nos imaginamos que había pasado algo en el lago… Entonces me llevaron a caballo al lago, y cuando llegué… fue tan difícil… tenía la esperanza de que mi familia pudiera estar colgada de los árboles o algo así, pero nada, estaba todo destrozado, cubierto como por una lava…”.
Las lágrimas se empiezan a asomar por los ojos de Lidia Cárdenas, quien prefiere no seguir acordándose de ese día. El día en que perdió a su padre, a su madrastra y a sus 4 hermanastros en la denominada Tragedia del Lago Cabrera.
Según lo escrito por Braulio Velásquez para la revista Identidad & Cultura, editada en el 2008 por la Municipalidad de Hualaihué con el apoyo del Gobierno Regional de Los Lagos, “a las 2:00 horas de la madrugada del viernes 19, una gigantesca avalancha de piedras, árboles y tierra se desprendió de la ladera de uno de los cerros circundantes, inundando el Lago Cabrera y sepultando a 26 esperanzados colonos, mujeres y niños, borrando para siempre con su huella de agua, las ilusiones de estas vidas tranquilas, forjadas en el sacrificio y la esperanza y truncadas por la furia de la naturaleza (…)”.
Lago Cabrera hoy
Si bien Braulio Velásquez afirma que fueron 26 las víctimas, Olga Paillán y sus hijas María, Laura y Madilina Toledo aseguran que fueron 28.
Los colonos del Lago Cabrera
A los 9 años, Lidia Cárdenas llegó junto a su padre Isaías Cárdenas Gallardo, su madrastra Carmen Uribe Mansilla y sus hermanastros Juana, Ana, Amalia e Isaías Cárdenas Uribe, todos menores que ella, a trabajar en el alerce en el Lago Cabrera: “Vinimos de Río Negro (Osorno), primero llegamos ahí por BIMA, pero después la empresa se fue y quedamos arriba junto a otras familias, como los Uribe. Hacíamos basas, tejuelas, estacones… Había tanto alerce que las mismas casas nuestras eran de esta madera. Vivíamos bien cerquita del lago, ahí lavábamos, y en verano se formaba como una nata de azufre, así que teníamos que ir a buscar el agua a la mitad del lago. Teníamos siembras, animales, las familias que ahí estaban se habían adueñado de esos terrenos”.
Lidia Cárdenas junto a algunos de sus nietos.
Lidia Cárdenas cuenta que, pasados 4 a 5 años, “se cabrió”. “Mi papá hacía las tejuelas y yo las acepillaba. Teníamos que bajar las tejuelas al hombro desde el quincho. Yo bajaba 10 a 12 tejuelas, más no podía. Pero me aburrí y me vine para abajo, además, uno como mujer se aporreaba mucho en ese trabajo, con mi hermana que venía después de mí pasábamos todo el día arriba en el cerro”.
Cuando llegó a Hornopirén, Lidia Cárdenas comenzó a trabajar de empleada doméstica. “Mis hermanos estaban chicos todavía y en esos tiempos no era bien pagada la tejuela, era la tejuela larga, no la corta, mi papá bajaba 100 tejuelas a caballo, 50 a cada lado y cuando hacía hartas las bajaba con yunta de bueyes, ahí bajaba de 1.000 a 1.500 tejuelas. No me acuerdo en cuánto las vendía, pero no era mucho, entonces yo lo ayudaba con lo que ganaba”, expresa esta mujer que tras perder a su familia siguió viviendo en Hornopirén, casándose posteriormente con Moisés Peranchiguay, con quien tuvo 6 hijos y luego, tras el fallecimiento de su primer marido, con José Aurelio González Huichaquelén, con quien tuvo otros 5 hijos.
Los recuerdos de Olga Paillán y de María Toledo
Olga Paillán, la matriarca de 83 años de esta familia del sector del Lago Cabrera, se acuerda perfectamente de esta tragedia. “Para los que estaban abajo, en el lago mismo, no hubo manera de salvarse. Estaba la familia Uribe, por ejemplo, que tenía unas hijas casadas que se habían ido a Villarrica con sus maridos y que justo se volvieron un poco antes del derrumbe porque había alerta de erupción del Volcán Villarrica. Murieron junto a sus familias y otras familias más. Fueron 28 los fallecidos. Encontraron un solo cuerpo, el de la señora Zoraida Mansilla Agüero”, relata.
María Toledo, una de las hijas de Olga Paillán, solía frecuentar el Lago Cabrera, donde se entretenía con sus amigas Juana y Ana Cárdenas. “Cuando ellas bajaban del lago se quedaban en nuestra casa y yo en la de ellas cuando subía acompañando a mi papá a trabajar. Yo tenía 12 años, igual que Ana. También me acuerdo mucho de la señora Zoraida Mansilla, que siempre que yo iba me daba pan y café, era muy buena… Cuando ellas fallecieron no podía creer que ya no estaban. Tengo tan lindos recuerdos del trabajo con las tejuelas, de andar bajándolas a caballo…”, evoca.
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Recordando la Tragedia del Lago Cabrera
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La familia Paillán Peranchiguay, junto con algunos amigos y la comunidad Rupulafken, fueron quienes donaron el forro de este monolito que recuerda a las víctimas. La placa instalada en la cruz fue rescatada de las bodegas del municipio por algunos integrantes de la comunidad mapuche Rupulafken, quienes la instalaron en el lugar el 19 de febrero del 2005.
“A las 7 de la mañana del 19 de febrero llegaron a buscarme a caballo, fueron los Toledo y los Paillanes los que llegaron a avisarme… En la noche habíamos sentido un estampido, como un trueno, pero nunca nos imaginamos que había pasado algo en el lago… Entonces me llevaron a caballo al lago, y cuando llegué… fue tan difícil… tenía la esperanza de que mi familia pudiera estar colgada de los árboles o algo así, pero nada, estaba todo destrozado, cubierto como por una lava…”.
Las lágrimas se empiezan a asomar por los ojos de Lidia Cárdenas, quien prefiere no seguir acordándose de ese día. El día en que perdió a su padre, a su madrastra y a sus 4 hermanastros en la denominada Tragedia del Lago Cabrera.
Según lo escrito por Braulio Velásquez para la revista Identidad & Cultura, editada en el 2008 por la Municipalidad de Hualaihué con el apoyo del Gobierno Regional de Los Lagos, “a las 2:00 horas de la madrugada del viernes 19, una gigantesca avalancha de piedras, árboles y tierra se desprendió de la ladera de uno de los cerros circundantes, inundando el Lago Cabrera y sepultando a 26 esperanzados colonos, mujeres y niños, borrando para siempre con su huella de agua, las ilusiones de estas vidas tranquilas, forjadas en el sacrificio y la esperanza y truncadas por la furia de la naturaleza (…)”.
Lago Cabrera hoy
Si bien Braulio Velásquez afirma que fueron 26 las víctimas, Olga Paillán y sus hijas María, Laura y Madilina Toledo aseguran que fueron 28.
Los colonos del Lago Cabrera
A los 9 años, Lidia Cárdenas llegó junto a su padre Isaías Cárdenas Gallardo, su madrastra Carmen Uribe Mansilla y sus hermanastros Juana, Ana, Amalia e Isaías Cárdenas Uribe, todos menores que ella, a trabajar en el alerce en el Lago Cabrera: “Vinimos de Río Negro (Osorno), primero llegamos ahí por BIMA, pero después la empresa se fue y quedamos arriba junto a otras familias, como los Uribe. Hacíamos basas, tejuelas, estacones… Había tanto alerce que las mismas casas nuestras eran de esta madera. Vivíamos bien cerquita del lago, ahí lavábamos, y en verano se formaba como una nata de azufre, así que teníamos que ir a buscar el agua a la mitad del lago. Teníamos siembras, animales, las familias que ahí estaban se habían adueñado de esos terrenos”.
Lidia Cárdenas junto a algunos de sus nietos.
Lidia Cárdenas cuenta que, pasados 4 a 5 años, “se cabrió”. “Mi papá hacía las tejuelas y yo las acepillaba. Teníamos que bajar las tejuelas al hombro desde el quincho. Yo bajaba 10 a 12 tejuelas, más no podía. Pero me aburrí y me vine para abajo, además, uno como mujer se aporreaba mucho en ese trabajo, con mi hermana que venía después de mí pasábamos todo el día arriba en el cerro”.
Cuando llegó a Hornopirén, Lidia Cárdenas comenzó a trabajar de empleada doméstica. “Mis hermanos estaban chicos todavía y en esos tiempos no era bien pagada la tejuela, era la tejuela larga, no la corta, mi papá bajaba 100 tejuelas a caballo, 50 a cada lado y cuando hacía hartas las bajaba con yunta de bueyes, ahí bajaba de 1.000 a 1.500 tejuelas. No me acuerdo en cuánto las vendía, pero no era mucho, entonces yo lo ayudaba con lo que ganaba”, expresa esta mujer que tras perder a su familia siguió viviendo en Hornopirén, casándose posteriormente con Moisés Peranchiguay, con quien tuvo 6 hijos y luego, tras el fallecimiento de su primer marido, con José Aurelio González Huichaquelén, con quien tuvo otros 5 hijos.
Los recuerdos de Olga Paillán y de María Toledo
Olga Paillán, la matriarca de 83 años de esta familia del sector del Lago Cabrera, se acuerda perfectamente de esta tragedia. “Para los que estaban abajo, en el lago mismo, no hubo manera de salvarse. Estaba la familia Uribe, por ejemplo, que tenía unas hijas casadas que se habían ido a Villarrica con sus maridos y que justo se volvieron un poco antes del derrumbe porque había alerta de erupción del Volcán Villarrica. Murieron junto a sus familias y otras familias más. Fueron 28 los fallecidos. Encontraron un solo cuerpo, el de la señora Zoraida Mansilla Agüero”, relata.
María Toledo, una de las hijas de Olga Paillán, solía frecuentar el Lago Cabrera, donde se entretenía con sus amigas Juana y Ana Cárdenas. “Cuando ellas bajaban del lago se quedaban en nuestra casa y yo en la de ellas cuando subía acompañando a mi papá a trabajar. Yo tenía 12 años, igual que Ana. También me acuerdo mucho de la señora Zoraida Mansilla, que siempre que yo iba me daba pan y café, era muy buena… Cuando ellas fallecieron no podía creer que ya no estaban. Tengo tan lindos recuerdos del trabajo con las tejuelas, de andar bajándolas a caballo…”, evoca.