La angustia de las ciudades y pueblos de los que nadie habla tras el terremoto en Ecuador
Matías ZibellEnviado especial a Canoa y Bahía de Caraquez, BBC Mundo
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Image copyrightMatias Zibell BBC Mundo
Image captionEn Bahía de Caraquez se sienten ignorados por los medios.
"Me da pena decir que las emisoras hablan de Manta, de Portoviejo, de Esmeraldas, pero de Bahía de Caraquez no, no figuramos en el mapa, y yo no sé si el 80, el 90% de Bahía está destruido".
Cristina Ulloa suelta sus palabras una tras otra como si se le derrumbaran, mientras observa a la distancia el barrio Marianita de Jesús, el lugar donde vivía en Bahía de Caraquez antes de que el terremoto del pasado sábado la obligara a huir lejos del mar por temor a un tsunami.
Como ella, muchos de
sus vecinos sienten que la ayuda no llega lo suficientemente rápido y al dolor de la tragedia se suma la angustia de sentirse ignorados.
Aunque ya se ven bomberos, militares y rescatistas en las calles de esta ciudad costera, la falta de servicios públicos básicos como agua potable y electricidad no contribuye a un estado de ánimo colectivo que se desplomó como las casas de Marianita de Jesús.
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Image captionPara enterrar a los centenares de muertos hubo que traer ataúdes de fuera de los pueblos de la costa.
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Image captionEn el lugar describen la situación como caótica.
"La situación en el cantón es caótica. En relación al último terremoto de 1998 es cuatro veces peor. No tenemos agua. La tubería de conducción que suministra a cinco cantones ha quedado completamente desbaratada", dice a BBC Mundo July Hidalgo, concejal del cantón Sucre, que cobija a Bahía de Caraquez.
Como Cristina, July siente que su cantón ha sido ignorado frente al protagonismo de otras zonas afectadas como Pedernales al norte o las grandes ciudades al sur.
"La gente teme entrar a sus viviendas. Está durmiendo a la intemperie.
Necesitamos toldos, carpas. Pero la ayuda se está yendo a otros cantones.Todo se desvía a las ciudades más grandes: Manta, Portoviejo. Bahía de Caraquez, San Vicente, Canoa, San Isidro se están quedando sin raciones alimenticias. La gente se empieza a desesperar".
"Mi vida está aquí"
Entre los que se desesperan también están los cerca de 200 extranjeros que viven en esta ciudad.
Hugo Jiménez es un cocinero peruano que vino hace cinco años a probar suerte y ahora sólo piensa en irse. Mientras camina por la avenida costanera reconociéndose en los que aún siguen vivos recuerda los instantes posteriores al sismo:
"La gente caminaba sin rumbo, no te miraba, buscaba un lugar donde estar seguros. En el momento del desastre no hubo rescate, la gente peleó a capa y espada para salvarse entre ellos".
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Image captionTras el terremoto, el peruano Hugo Jiménez sólo piensa en irse.
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Image captionFrank Martin dice que ahora vive con la ropa que lleva puesta.
Golpeado primero por la crisis económica que vive el país, Hugo cree que el desastre natural significa para él un inapelable nocáut. Así se lo comunica a su amigo Frank Martin, un estadounidense que lleva 12 años en Bahía de Caraquez.
"Llegué en 2004 con mi novia -hoy mi esposa- en un velero y nos fascinó Bahía. Nos quedamos y en estos 12 años invertimos en varias cosas", le cuenta a BBC Mundo este hombre originario de Alabama.
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Image captionEn Bahía de Caraquez la situación es caótica.
Una de esas cosas en las que invirtió fue un edificio donde estaba la oficina de Frank y dos departamentos alquilados. El terremoto lo derrumbó matando a una pareja de canadienses que también había decidido vivir en la ciudad ecuatoriana. Frank no sabe si podrá recuperarse.
"Es demasiado pronto para preguntarme si voy a seguir en Bahía.
Mi vida está aquí. Mi hija Francesca nació aquí. Sólo sé que el viernes tenía una vida por delante y hoy vivo con la ropa que tengo puesta".
Pero si la situación de una ciudad como Bahía de Caraquez es caótica, la realidad de otras poblaciones más pequeñas de la costa ecuatoriana como Canoa roza lo grotesco.
Desconocidos
En el parque de una de las ciudades turísticas más importantes del Ecuador, famosa por sus olas para surfear y sus noches de fiesta, dos cadáveres reciben el sol cenital sobre sus rostros.
Son desconocidos, personas que nadie ha reclamado aún, rodeados por efectivos de la fiscalía del Ecuador que toman registro de sus huellas dactilares y los fotografían para que alguien pueda identificarlos en el futuro.
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Image captionLos cadáveres sin identificar serán enterrados en fosas comunes.
"En caso de que alguien los reconozca se exhumarán los cadáveres, pero
ahora a los NN los vamos a enterrar en una fosa común si nadie los reconoce antes.Esto es largo. Hay muchos extranjeros aquí. Eso va a aumentar el número de NN", dice Diómedes Solíz, miembro de la fiscalía, quien reconoce que la pesadilla recién empieza.
"
Hemos rescatado 23 cadáveres. Pero creemos que es el 20% de los cuerpos que vamos a encontrar".
A pocos metros de los dos muertos, como escuchando las premonitorias palabras de Solíz, un grupo de voluntarios descarga ataúdes nuevos recién llegados a la ciudad.
Algunos de los cofres ya han encontrado su camino al cementerio, donde las familias han comenzado a enterrar sus muertos a tal velocidad que
mientras unos lloran otros levantan tumbas a un costado, ladrillo a ladrillo, sin tiempo para que el cemento se seque.
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Image captionEn la zona se preparan para enterrar a las víctimas.