Resistiendo el dolor más grande del mundo
Entrevista a Fernando Sáez y Cynthia Saavedra, padres de los cuatro "angelitos" muertos en Chamiza
PUERTO MONTT.- La vida de los Sáez Saavedra era soñada. Vivían en una confortable casa del sector de Chamiza, con cuatro hijos preciosos que estudiaban en los mejores colegios de Puerto Montt, y sin necesidades económicas. El 27 de agosto de 2006 todo eso se volvió cenizas. El fuego arrasó con su vivienda y se llevó lo más querido, sus cuatro hijos. Daniel (9) Valentina (7) Catalina (4) y Macarena (2) fallecieron y sus padres, quemados en el cuerpo y en el alma, hasta el día de hoy se preguntan si hubiera sido mejor quedarse dentro y, así, desaparecer todos juntos.
"El Llanquihue" viajó hasta Santiago para entrevistar a Cynthia (32) y Fernando (41) quienes, separados por las circunstancias, se reunieron para contar parte de una historia que aún no termina.
La tragedia
Fernando: Llegamos de una fiesta de la Valentina. Fue una fiesta de los años '60, que se llamó "blanco y negro", en el Colegio Inmaculada Concepción. Habíamos dejado a los niños con la mamá de nuestra nana. Arribamos como a las dos de la madrugada a la casa. La señora dijo que se iba a ir en la mañana, así que se quedó a dormir. Nos fuimos a acostar y estaban los cuatro niños en nuestra cama, así que fui a dejar a los dos mayores a sus piezas y nos acostamos con las niñas más chicas. A mitad de la noche me cambié de pieza, pues estaba incómodo, y entré en un sueño profundo. En la mañana despierto porque huelo un olor horrible y escucho que Cynthia me grita "Feña, Feña". También escuché a mi hijo (Daniel) que preguntaba qué pasaba. No se veía nada, estaba todo blanco, y por la escalera subieron las llamas hacia el segundo piso y me agarraron. Me quemé la espalda, la mano, el pelo, la cara… Eso fue como a las 8.35 horas, según Bomberos. Aparentemente la señora se fue como a las 8.15 horas de la casa, y al salir dejó cargada la combustión lenta y puesto todo el tiraje. Probablemente la casa no estaba bien hecha y se recalentó una viga.
Cynthia: Yo no pienso lo mismo.
Fernando: ¿Qué piensas tú?
Cynthia: Que fue un descuido. La señora siempre dejaba el tiraje dado y la puerta abierta. Debe de haber hecho lo mismo en esa ocasión y saltó una brasa a la alfombra.
Fernando: Yo personalmente me desligué de ese asunto (buscar responsabilidades). Después ya no te interesa. No te dan ganas de buscar culpables.
Cynthia: Es que si buscas culpables, aunque los encuentres, ya no te van a devolver a tus hijos. No van a volver a estar contigo. Es sólo seguir alimentando la rabia que tienes dentro y eso no sirve para continuar sobreviviendo.
Fernando: Mira ese perrito que va ahí (pasa un perro "salchicha" por el lado de la mesa donde se desarrolla la entrevista). Nosotros teníamos uno así. Igual se quemó.
Cynthia: Se llamaba Sacha, un salchicha enano. Yo voy a volver a tener uno igual, algún día.
Fernando: Bueno (retomando el relato de la tragedia), en medio del incendio lo único que veo es a Cynthia, y ante la eventualidad de que me estaba quemando, y no había nada que hacer, la agarré (a Cynthia), le grité que saltara y le di un empujón. Después me tiré yo y debí apagarme en el pasto húmedo.
Cynthia: Cuando comenzó el incendio, me desperté y la Maquita me pidió "la papa". Yo le dije "cinco minutos más" y la pongo encima mío. De pronto sentí humo y pensé que era el viento que lo devolvía, algo que pasa frecuentemente con las estufas. Pero cuando desperté bien, me di cuenta que el humo ya no dejaba ver el techo. Pongo los pies en el suelo y éste ardía. Tomé a las niñas en mis brazos y empiezo a gritarle a Feña, pero la voz apenas me salía por el humo. Tomé a las niñas e intento bajar por la escalera, cuando una llama sube por ésta y nos agarra. Ahí el fuego tomó a una de las niñitas. Recuerdo haber sentido que se le quemaba el pelo y escucho su grito. Creo que fue la Catalina. Me devolví, y me quemé la pierna y la mano en ese momento. Dejé las niñas en el suelo y empecé a gritarle a Feña para que buscara a Daniel (el hijo mayor)… A las niñas las encontraron en nuestra cama, un amigo que es bombero me explicó que probablemente ellas vieron luz en nuestra pieza y se fueron hacia allá.
Fernando: Ellos murieron asfixiados. Un adulto no puede hablar con humo. Los pulmones chiquititos de ellos no resistieron.
Cynthia: Ellos no lloraron, yo sólo escuché un grito y nada más. La Valentina nunca la escuchamos. Se fue en el sueño… Después de dejarlas en el suelo, las perdí. Yo tengo las rodillas quemadas pues me puse a gatear para encontrarlas, pero no pude. Ahí, Feña me dice que no nos queda otra opción que saltar por la ventana. Él estaba quemado entero. No sé si tú te acuerdas (hablándole a Fernando) pero me dijiste que no podías más porque el fuego te chupaba. "El fuego me lo quitó", me dijiste. Tú le alcanzaste a tomar la manito a Daniel…
Fernando: Sí, el fuego venía como por un caño, subía con una fuerza impresionante.
Cynthia: Me acuerdo del ruido, era como el de una caldera. Ahí fue cuando Feña me agarró y me lanzó por la ventana.
¿Alguno de ustedes pensó en quedarse al interior de la casa?
Cynthia: Yo sí, pero Feña me lanzó.
Fernando: Lo dudo, pero bueno.
Cynthia: ¿Por qué?
Fernando: Es que en ese momento uno no alcanza a decidir si se queda o no. El instinto de supervivencia te empuja a salir. Cuando ya estaba afuera, ahí sí lo pensé (la posibilidad de haberse quedado adentro), y hasta el día de hoy pienso si hubiera sido mejor que nos hubiéramos quedado todos.
-Uno de ustedes no pudo asistir al funeral...
Fernando: Yo no pude, porque se me podía producir una infección a la espalda por las quemaduras y el médico no me dejó. Ese es un tema delicado y muy triste. El ciclo se hubiera cerrado de mejor forma despidiendo a mis hijos, y yo no pude.
Cynthia: Para mí eso (que Fernando no pudo asistir al funeral de sus hijos) también fue muy triste.
-¿Después de cuánto tiempo pudieron volver a hablar?
Cynthia: Después de mucho tiempo.
Fernando: Por varios temas no nos acercamos. Es que en esos momentos nadie sabe cómo se va a reaccionar. Nadie está preparado para esto. Había mucha ira y los siquiatras incluso nos cortaron la comunicación, no sólo entre nosotros, también con el mundo externo. Teníamos prohibido llamar y tampoco recibíamos llamados. Cynthia cayó a la clínica siquiátrica y seguimos caminos separados de recuperación, que es lo que todavía estamos haciendo. Personalmente, creo que esto es un renacimiento, pues se pierde todo, te sacan un chip y te ponen otro. Pierdes incluso parte de tu propia personalidad. De pronto apareces en una pieza solo, sin tus hijos, sin nada. Creo que he recorrido los primeros metros de un camino muy largo. Me estoy reconstruyendo como ser humano, después estoy reconstruyendo lo laboral. Obviamente la plata pasó a segundo grado. Lo más importante es la parte espiritual. Ver la vida de otra forma. Luego vendrá recuperar la parte afectiva. Eso está en tercer lugar. Yo ahora no puedo estar con nadie, no puedo ser pareja de alguien mientras no esté sano. Si estuviera con alguien, de alguna manera la voy a afectar.
-¿Qué hacen actualmente para superar el dolor?
Fernando: Yo hago yoga, e incluso voy a realizar un curso para ser instructor.
Cynthia: Por mi parte, estudio. Eso me ha ayudado harto. Cuando estábamos casados, con Fernando, siempre le decía que a mí me había faltado ir a la Universidad. Vivir esa vida, quedarme hasta tarde estudiando. Antes habíamos estudiado locución (así se conocieron), pero no era lo mismo. Además, las amigas son un buen sicólogo. Me encontré con dos amigas en Viña del Mar (donde estudia actualmente), que también pasaron por cosas fuertes y las tres nos potenciamos. Cuando me baja la pena a las tres de la mañana, o a la hora que sea, ellas llegan y están conmigo. Son mejor que cualquier sicólogo. De alguna forma Dios me quitó lo más maravilloso de mi vida, que era mi familia, mi matrimonio y mis hijos, pero me rodeó de gente buena también.
Fernando: El siquiatra me dice que si me viera contento, eso no estaría bien y me internaría. Van diez meses que es sólo son el comienzo de un camino muy largo. Después de la muerte de mis hijos, murió mi abuela por una infección intrahospitalaria, y justo en esa etapa a mi hermana le descubrieron un cáncer gástrico. Ella resistió dos meses y medio y acaba de fallecer hace dos semanas. Mi única hermana. Ella era mi amiga y también casi una hermana de Cynthia. Era un ángel.
Cynthia: María Pía (la hermana de Fernando) era mi mejor amiga. Ella, junto a mis papás y mi hermana, se encargó de todo después de ocurrido el incendio. Actuó como una madre.
Fernando: Era una verdadera santa. Su muerte fue súper fuerte para nosotros. Lo que le digo a la Cynthia es que tenemos que esperar, ya que tiene que venir algo bueno. Debemos sobrevivir, pues no todo puede ser tan malo.
Puerto Montt
Fernando: Quiero aprovechar de decir que el apoyo más grande lo recibí de los amigos que tengo en Puerto Montt. Han estado siempre al lado mío, han venido a verme. Especialmente, Marco Anguita.
Cynthia: Hubo gente que nos regaló los pasajes. También agradecemos a la familia Boetner, que se portó muy bien con nosotros, y los directores de los colegios de los niños, entre tanta gente.
Fernando: Hay dos becas que se hicieron en Puerto Montt. Una se llama Catalina Sáez y la otra Daniel Sáez. La de Daniel se entrega en el Colegio Puerto Montt y la de Catita se da en el jardín infantil. Fueron muestras de cariño muy grandes. La gente de allá nos ayudó mucho. Hasta el día de hoy me llaman secretarias de la clínica, y médicos como Francisco Guerrero. Tenemos muy buenos recuerdos de la gente.
-¿Están preparados para ir a Puerto Montt?
Fernando: Probablemente saque mis pasajes luego. Tengo ganas de ver a harta gente. De ahí a ir a la parcela, no sé. Creo que no. La parcela no la he vendido, y no la quiero vender. Tal vez el día de mañana me quiera ir a morir allá, pero por ahora no. Ese camino, esos árboles, traen demasiados recuerdos.
Cynthia: Yo también quiero ir a Puerto Montt. Pero a la parcela no. Es que los viajes hasta Chamiza eran muy especiales. Nosotros vivimos día a día el "te quiero" y el "te amo" con nuestros hijos. Jamás ellos nos podrían decir "tú no jugaste con nosotros o nunca nos dijiste que nos querías". En ese trayecto, entre Puerto Montt y la casa, íbamos cantando, mirando los caballitos. Sí vuelvo a Puerto Montt, no quiero hacer ese camino sola.
Fernando: Hay que evitar eso. Yo quiero ir a saludar gente. El último Fernando que vieron fue uno todo quemado, destruido.
-¿Son creyentes?
Cynthia: Absolutamente. Creo en Dios, pero no en la religión. Estuve en una clínica católica donde me ayudaron mucho y los 27 de cada mes iba a misa, pero mi cuento va mucho más allá de eso. Yo creo que mis hijos se murieron porque fueron elegidos por Dios. Estuve leyendo un libro que Fernando me prestó, que habla de la muerte de los niños. Según ese libro, mis niños cumplieron su ciclo de vida. Ellos lo cumplieron a los 9 años, a los 7 años, a los 4 años y a los 2 años. Su misión fue venir a llenarnos de amor, de regocijo, de alegría.
Fernando: Cuesta comprenderlo, pero ellos nos hicieron un regalo. El poder darnos cuenta, entender. Antes era más irreverente con la vida, me reía un poco de todo. Ahora he crecido espiritualmente. También creo en Dios y en las personas. Eso sí, no creo en la Iglesia y en el Vaticano y su oro. Pero no me cabe duda que vamos a estar juntos con nuestros hijos otra vez.
-Me imagino que los primeros días le pedían explicaciones a Dios.
Fernando: Absolutamente.
Cynthia: La pregunta más recurrente mía, hasta cuando me reencontré con Feña, era ¿Por qué? Por qué nosotros, por qué nuestra familia. Ahora la pregunta es ¿Para qué? Para qué seguir viviendo.
Fernando: Dentro de la clínica, donde me internaron después del incendio, había una monjita y un cura, y yo tiraba todos los garabatos existentes contra Dios. Hay cinco etapas en el duelo. La negación, es decir que no lo puedes creer; la ira, donde la emprendes con cualquier persona; después viene la negociación, donde pides por lo menos un poco de paz para seguir en esta vida; posteriormente, viene la depresión, donde no quieres hacer nada y dices "pa' qué chucha me levanto". Y después viene la aceptación. Pero uno se puede quedar pegado en etapas o incluso volver a éstas. Depende mucho de lo que hagas. Yo soy enemigo de las pastillas, tomo una sola.
Cynthia: Después que Feña me empujó por la ventana (el día del incendio), creo que ellos (los hijos) me dieron fuerzas. Lo que le dije a Dios fue "te los llevaste, lo único que te pido es que ellos sean mis ángeles custodios". Ahora me pasa algo bien curioso. La vida universitaria en Valparaíso y Viña del Mar es bohemia, entonces salgo harto con mis amigas. A veces estamos bailando y tocan una canción que le cantábamos a la Catalina cuando estaba chica, la "Carita de luna", y brindamos con nuestras Coca Cola Zero por los ángeles que están en el cielo, y yo lloro y boto toda la energía bailando y sé que ellos están conmigo, así como también están cuando subo a la micro en la mañana para irme a la universidad, o cuando me acuesto. Yo creo que hay una vida eterna, porque si no lo creyera, simplemente cruzaría la calle sin mirar, para así matarme.
-¿Las festividades son los días más difíciles para ustedes?
Cynthia: Todos los cumpleaños de nuestra familia Sáez Saavedra, son entre agosto y noviembre. Además, tenemos que pasar el 27 de agosto (la fecha del incendio). El día de la Mamá fue lo más triste del mundo para mí. Es que esos días eran muy divertidos. Despertaba con una canción, con desayuno en la cama, el regalo, las tarjetas de los niños…
Fernando: Personalmente, lo que más me hace sufrir es "ver". El día del Padre ves a todos con sus hijos. Me da pena el hecho de "ver" que yo también disfrutaba con mis hijos. La fechas no me afectan tanto, pues si se trata de darte pena, seis meses, o seis meses y doce días, es igual.
Cynthia: Hay días que no me levanto, por ejemplo ayer. Lloré todo el día.
Fernando: A mí también me pasa. Creo que he superado bastante la muerte de los niños, ya que creo que están bien, pero me cuesta superar que los echo mucho de menos. Con mi hijo mayor, jugábamos a Spiderman, mirábamos mujeres, escuchábamos rock. Siento esa carencia. A veces veo algo y me da ganas de compartirlo con mi hijo, lo hecho de menos. Me habría encantado verlo a los 13 ó 14 años. Conversar con él.
Los ángeles están en el cielo
La emotiva despedida
Más de seiscientas personas, entre los cuales se encontraban unos doscientos puertomontinos, participaron en los funerales de los hermanitos Sáez Saavedra, realizados en la capilla del cementerio Parque del Recuerdo de Recoleta, en Santiago.
En la eucaristía participaron amigos de la familia, los abuelos de los niños y la madre de los pequeños, Cynthia Saavedra, quien se encontraba con un permiso médico especial.
El padre de los niños, Fernando Sáez, no pudo asistir y debió quedarse internado en el recinto hospitalario mientras se efectuaron los funerales de sus hijos, ya que los especialistas se lo recomendaron para evitar que sus quemaduras -que cubrían el 14 por ciento de su cuerpo- se infectaran.
El momento más emotivo de esa ceremonia se produjo cuando la madre, Cynthia Saavedra, logró pararse de la silla de ruedas en la que estaba y con mucha dificultad le dijo a los asistentes estas palabras: "Quiero dar las gracias a mis amigos. A los que son de Santiago, pero principalmente a los que viajaron desde Puerto Montt. Jamás pensé que llegarían tantos. Me gustaría que Fernando estuviera aquí para ver el cariño que ustedes nos han dado. Los que nos conocen saben como queríamos a nuestros hijos. Eran nuestros amiguitos. Con ellos jugábamos, cantábamos y bailábamos. Todos los días veíamos nuestra teleserie favorita "Floricienta" y cantábamos una canción que ahí tocaban. Paradójicamente, ahora me llega mucho. La letra decía así: "Sabes que los niños son ángeles sin alas que los mandan al cielo para hacerlos más buenos. Ellos nos muestran el camino, dónde está lo bueno de nuestro destino. Gracias a todos por venir".
A lo que agregó: "Algún día el cielo enviará a uno de mis hijos nuevamente a la tierra y quizás uno de ustedes lo va a cuidar. Espero que así sea, porque quiero que tengan todo el amor que ya les han demostrado".
Era un miércoles 30 de agosto de 2006 y todo Chile pedía por el bienestar de la familia Sáez Saavedra.
-¿Cómo creen que informó la prensa la noticia sobre el incendio?
Fernando: En general bien, pero algunos medios tuvieron bastantes desaciertos. Algunos medios de prensa dijeron que los niños estaban solos o que habíamos llegado borrachos. Otros dijeron que las ventanas no se abrían, eso era ridículo porque nosotros nos tiramos por la ventana y las habíamos cambiado un mes antes. Nos dio pena eso. Nuestros hijos eran nuestros chiches.
Cynthia: Todos dormíamos arriba, para estar los seis juntos, y algunos medios dijeron que nosotros salimos por abajo y los niños se quedaron encerrados arriba.
[img]http://www.diariollanquihue.cl/prontus4_nots/site/artic/20070624/imag/FOTO20020070624012428.jpg
Fuente: Diario El Llanquihue

Entrevista a Fernando Sáez y Cynthia Saavedra, padres de los cuatro "angelitos" muertos en Chamiza
PUERTO MONTT.- La vida de los Sáez Saavedra era soñada. Vivían en una confortable casa del sector de Chamiza, con cuatro hijos preciosos que estudiaban en los mejores colegios de Puerto Montt, y sin necesidades económicas. El 27 de agosto de 2006 todo eso se volvió cenizas. El fuego arrasó con su vivienda y se llevó lo más querido, sus cuatro hijos. Daniel (9) Valentina (7) Catalina (4) y Macarena (2) fallecieron y sus padres, quemados en el cuerpo y en el alma, hasta el día de hoy se preguntan si hubiera sido mejor quedarse dentro y, así, desaparecer todos juntos.
"El Llanquihue" viajó hasta Santiago para entrevistar a Cynthia (32) y Fernando (41) quienes, separados por las circunstancias, se reunieron para contar parte de una historia que aún no termina.
La tragedia
Fernando: Llegamos de una fiesta de la Valentina. Fue una fiesta de los años '60, que se llamó "blanco y negro", en el Colegio Inmaculada Concepción. Habíamos dejado a los niños con la mamá de nuestra nana. Arribamos como a las dos de la madrugada a la casa. La señora dijo que se iba a ir en la mañana, así que se quedó a dormir. Nos fuimos a acostar y estaban los cuatro niños en nuestra cama, así que fui a dejar a los dos mayores a sus piezas y nos acostamos con las niñas más chicas. A mitad de la noche me cambié de pieza, pues estaba incómodo, y entré en un sueño profundo. En la mañana despierto porque huelo un olor horrible y escucho que Cynthia me grita "Feña, Feña". También escuché a mi hijo (Daniel) que preguntaba qué pasaba. No se veía nada, estaba todo blanco, y por la escalera subieron las llamas hacia el segundo piso y me agarraron. Me quemé la espalda, la mano, el pelo, la cara… Eso fue como a las 8.35 horas, según Bomberos. Aparentemente la señora se fue como a las 8.15 horas de la casa, y al salir dejó cargada la combustión lenta y puesto todo el tiraje. Probablemente la casa no estaba bien hecha y se recalentó una viga.
Cynthia: Yo no pienso lo mismo.
Fernando: ¿Qué piensas tú?
Cynthia: Que fue un descuido. La señora siempre dejaba el tiraje dado y la puerta abierta. Debe de haber hecho lo mismo en esa ocasión y saltó una brasa a la alfombra.
Fernando: Yo personalmente me desligué de ese asunto (buscar responsabilidades). Después ya no te interesa. No te dan ganas de buscar culpables.
Cynthia: Es que si buscas culpables, aunque los encuentres, ya no te van a devolver a tus hijos. No van a volver a estar contigo. Es sólo seguir alimentando la rabia que tienes dentro y eso no sirve para continuar sobreviviendo.
Fernando: Mira ese perrito que va ahí (pasa un perro "salchicha" por el lado de la mesa donde se desarrolla la entrevista). Nosotros teníamos uno así. Igual se quemó.
Cynthia: Se llamaba Sacha, un salchicha enano. Yo voy a volver a tener uno igual, algún día.
Fernando: Bueno (retomando el relato de la tragedia), en medio del incendio lo único que veo es a Cynthia, y ante la eventualidad de que me estaba quemando, y no había nada que hacer, la agarré (a Cynthia), le grité que saltara y le di un empujón. Después me tiré yo y debí apagarme en el pasto húmedo.
Cynthia: Cuando comenzó el incendio, me desperté y la Maquita me pidió "la papa". Yo le dije "cinco minutos más" y la pongo encima mío. De pronto sentí humo y pensé que era el viento que lo devolvía, algo que pasa frecuentemente con las estufas. Pero cuando desperté bien, me di cuenta que el humo ya no dejaba ver el techo. Pongo los pies en el suelo y éste ardía. Tomé a las niñas en mis brazos y empiezo a gritarle a Feña, pero la voz apenas me salía por el humo. Tomé a las niñas e intento bajar por la escalera, cuando una llama sube por ésta y nos agarra. Ahí el fuego tomó a una de las niñitas. Recuerdo haber sentido que se le quemaba el pelo y escucho su grito. Creo que fue la Catalina. Me devolví, y me quemé la pierna y la mano en ese momento. Dejé las niñas en el suelo y empecé a gritarle a Feña para que buscara a Daniel (el hijo mayor)… A las niñas las encontraron en nuestra cama, un amigo que es bombero me explicó que probablemente ellas vieron luz en nuestra pieza y se fueron hacia allá.
Fernando: Ellos murieron asfixiados. Un adulto no puede hablar con humo. Los pulmones chiquititos de ellos no resistieron.
Cynthia: Ellos no lloraron, yo sólo escuché un grito y nada más. La Valentina nunca la escuchamos. Se fue en el sueño… Después de dejarlas en el suelo, las perdí. Yo tengo las rodillas quemadas pues me puse a gatear para encontrarlas, pero no pude. Ahí, Feña me dice que no nos queda otra opción que saltar por la ventana. Él estaba quemado entero. No sé si tú te acuerdas (hablándole a Fernando) pero me dijiste que no podías más porque el fuego te chupaba. "El fuego me lo quitó", me dijiste. Tú le alcanzaste a tomar la manito a Daniel…
Fernando: Sí, el fuego venía como por un caño, subía con una fuerza impresionante.
Cynthia: Me acuerdo del ruido, era como el de una caldera. Ahí fue cuando Feña me agarró y me lanzó por la ventana.
¿Alguno de ustedes pensó en quedarse al interior de la casa?
Cynthia: Yo sí, pero Feña me lanzó.
Fernando: Lo dudo, pero bueno.
Cynthia: ¿Por qué?
Fernando: Es que en ese momento uno no alcanza a decidir si se queda o no. El instinto de supervivencia te empuja a salir. Cuando ya estaba afuera, ahí sí lo pensé (la posibilidad de haberse quedado adentro), y hasta el día de hoy pienso si hubiera sido mejor que nos hubiéramos quedado todos.
-Uno de ustedes no pudo asistir al funeral...
Fernando: Yo no pude, porque se me podía producir una infección a la espalda por las quemaduras y el médico no me dejó. Ese es un tema delicado y muy triste. El ciclo se hubiera cerrado de mejor forma despidiendo a mis hijos, y yo no pude.
Cynthia: Para mí eso (que Fernando no pudo asistir al funeral de sus hijos) también fue muy triste.
-¿Después de cuánto tiempo pudieron volver a hablar?
Cynthia: Después de mucho tiempo.
Fernando: Por varios temas no nos acercamos. Es que en esos momentos nadie sabe cómo se va a reaccionar. Nadie está preparado para esto. Había mucha ira y los siquiatras incluso nos cortaron la comunicación, no sólo entre nosotros, también con el mundo externo. Teníamos prohibido llamar y tampoco recibíamos llamados. Cynthia cayó a la clínica siquiátrica y seguimos caminos separados de recuperación, que es lo que todavía estamos haciendo. Personalmente, creo que esto es un renacimiento, pues se pierde todo, te sacan un chip y te ponen otro. Pierdes incluso parte de tu propia personalidad. De pronto apareces en una pieza solo, sin tus hijos, sin nada. Creo que he recorrido los primeros metros de un camino muy largo. Me estoy reconstruyendo como ser humano, después estoy reconstruyendo lo laboral. Obviamente la plata pasó a segundo grado. Lo más importante es la parte espiritual. Ver la vida de otra forma. Luego vendrá recuperar la parte afectiva. Eso está en tercer lugar. Yo ahora no puedo estar con nadie, no puedo ser pareja de alguien mientras no esté sano. Si estuviera con alguien, de alguna manera la voy a afectar.
-¿Qué hacen actualmente para superar el dolor?
Fernando: Yo hago yoga, e incluso voy a realizar un curso para ser instructor.
Cynthia: Por mi parte, estudio. Eso me ha ayudado harto. Cuando estábamos casados, con Fernando, siempre le decía que a mí me había faltado ir a la Universidad. Vivir esa vida, quedarme hasta tarde estudiando. Antes habíamos estudiado locución (así se conocieron), pero no era lo mismo. Además, las amigas son un buen sicólogo. Me encontré con dos amigas en Viña del Mar (donde estudia actualmente), que también pasaron por cosas fuertes y las tres nos potenciamos. Cuando me baja la pena a las tres de la mañana, o a la hora que sea, ellas llegan y están conmigo. Son mejor que cualquier sicólogo. De alguna forma Dios me quitó lo más maravilloso de mi vida, que era mi familia, mi matrimonio y mis hijos, pero me rodeó de gente buena también.
Fernando: El siquiatra me dice que si me viera contento, eso no estaría bien y me internaría. Van diez meses que es sólo son el comienzo de un camino muy largo. Después de la muerte de mis hijos, murió mi abuela por una infección intrahospitalaria, y justo en esa etapa a mi hermana le descubrieron un cáncer gástrico. Ella resistió dos meses y medio y acaba de fallecer hace dos semanas. Mi única hermana. Ella era mi amiga y también casi una hermana de Cynthia. Era un ángel.
Cynthia: María Pía (la hermana de Fernando) era mi mejor amiga. Ella, junto a mis papás y mi hermana, se encargó de todo después de ocurrido el incendio. Actuó como una madre.
Fernando: Era una verdadera santa. Su muerte fue súper fuerte para nosotros. Lo que le digo a la Cynthia es que tenemos que esperar, ya que tiene que venir algo bueno. Debemos sobrevivir, pues no todo puede ser tan malo.
Puerto Montt
Fernando: Quiero aprovechar de decir que el apoyo más grande lo recibí de los amigos que tengo en Puerto Montt. Han estado siempre al lado mío, han venido a verme. Especialmente, Marco Anguita.
Cynthia: Hubo gente que nos regaló los pasajes. También agradecemos a la familia Boetner, que se portó muy bien con nosotros, y los directores de los colegios de los niños, entre tanta gente.
Fernando: Hay dos becas que se hicieron en Puerto Montt. Una se llama Catalina Sáez y la otra Daniel Sáez. La de Daniel se entrega en el Colegio Puerto Montt y la de Catita se da en el jardín infantil. Fueron muestras de cariño muy grandes. La gente de allá nos ayudó mucho. Hasta el día de hoy me llaman secretarias de la clínica, y médicos como Francisco Guerrero. Tenemos muy buenos recuerdos de la gente.
-¿Están preparados para ir a Puerto Montt?
Fernando: Probablemente saque mis pasajes luego. Tengo ganas de ver a harta gente. De ahí a ir a la parcela, no sé. Creo que no. La parcela no la he vendido, y no la quiero vender. Tal vez el día de mañana me quiera ir a morir allá, pero por ahora no. Ese camino, esos árboles, traen demasiados recuerdos.
Cynthia: Yo también quiero ir a Puerto Montt. Pero a la parcela no. Es que los viajes hasta Chamiza eran muy especiales. Nosotros vivimos día a día el "te quiero" y el "te amo" con nuestros hijos. Jamás ellos nos podrían decir "tú no jugaste con nosotros o nunca nos dijiste que nos querías". En ese trayecto, entre Puerto Montt y la casa, íbamos cantando, mirando los caballitos. Sí vuelvo a Puerto Montt, no quiero hacer ese camino sola.
Fernando: Hay que evitar eso. Yo quiero ir a saludar gente. El último Fernando que vieron fue uno todo quemado, destruido.
-¿Son creyentes?
Cynthia: Absolutamente. Creo en Dios, pero no en la religión. Estuve en una clínica católica donde me ayudaron mucho y los 27 de cada mes iba a misa, pero mi cuento va mucho más allá de eso. Yo creo que mis hijos se murieron porque fueron elegidos por Dios. Estuve leyendo un libro que Fernando me prestó, que habla de la muerte de los niños. Según ese libro, mis niños cumplieron su ciclo de vida. Ellos lo cumplieron a los 9 años, a los 7 años, a los 4 años y a los 2 años. Su misión fue venir a llenarnos de amor, de regocijo, de alegría.
Fernando: Cuesta comprenderlo, pero ellos nos hicieron un regalo. El poder darnos cuenta, entender. Antes era más irreverente con la vida, me reía un poco de todo. Ahora he crecido espiritualmente. También creo en Dios y en las personas. Eso sí, no creo en la Iglesia y en el Vaticano y su oro. Pero no me cabe duda que vamos a estar juntos con nuestros hijos otra vez.
-Me imagino que los primeros días le pedían explicaciones a Dios.
Fernando: Absolutamente.
Cynthia: La pregunta más recurrente mía, hasta cuando me reencontré con Feña, era ¿Por qué? Por qué nosotros, por qué nuestra familia. Ahora la pregunta es ¿Para qué? Para qué seguir viviendo.
Fernando: Dentro de la clínica, donde me internaron después del incendio, había una monjita y un cura, y yo tiraba todos los garabatos existentes contra Dios. Hay cinco etapas en el duelo. La negación, es decir que no lo puedes creer; la ira, donde la emprendes con cualquier persona; después viene la negociación, donde pides por lo menos un poco de paz para seguir en esta vida; posteriormente, viene la depresión, donde no quieres hacer nada y dices "pa' qué chucha me levanto". Y después viene la aceptación. Pero uno se puede quedar pegado en etapas o incluso volver a éstas. Depende mucho de lo que hagas. Yo soy enemigo de las pastillas, tomo una sola.
Cynthia: Después que Feña me empujó por la ventana (el día del incendio), creo que ellos (los hijos) me dieron fuerzas. Lo que le dije a Dios fue "te los llevaste, lo único que te pido es que ellos sean mis ángeles custodios". Ahora me pasa algo bien curioso. La vida universitaria en Valparaíso y Viña del Mar es bohemia, entonces salgo harto con mis amigas. A veces estamos bailando y tocan una canción que le cantábamos a la Catalina cuando estaba chica, la "Carita de luna", y brindamos con nuestras Coca Cola Zero por los ángeles que están en el cielo, y yo lloro y boto toda la energía bailando y sé que ellos están conmigo, así como también están cuando subo a la micro en la mañana para irme a la universidad, o cuando me acuesto. Yo creo que hay una vida eterna, porque si no lo creyera, simplemente cruzaría la calle sin mirar, para así matarme.
-¿Las festividades son los días más difíciles para ustedes?
Cynthia: Todos los cumpleaños de nuestra familia Sáez Saavedra, son entre agosto y noviembre. Además, tenemos que pasar el 27 de agosto (la fecha del incendio). El día de la Mamá fue lo más triste del mundo para mí. Es que esos días eran muy divertidos. Despertaba con una canción, con desayuno en la cama, el regalo, las tarjetas de los niños…
Fernando: Personalmente, lo que más me hace sufrir es "ver". El día del Padre ves a todos con sus hijos. Me da pena el hecho de "ver" que yo también disfrutaba con mis hijos. La fechas no me afectan tanto, pues si se trata de darte pena, seis meses, o seis meses y doce días, es igual.
Cynthia: Hay días que no me levanto, por ejemplo ayer. Lloré todo el día.
Fernando: A mí también me pasa. Creo que he superado bastante la muerte de los niños, ya que creo que están bien, pero me cuesta superar que los echo mucho de menos. Con mi hijo mayor, jugábamos a Spiderman, mirábamos mujeres, escuchábamos rock. Siento esa carencia. A veces veo algo y me da ganas de compartirlo con mi hijo, lo hecho de menos. Me habría encantado verlo a los 13 ó 14 años. Conversar con él.

Los ángeles están en el cielo
La emotiva despedida
Más de seiscientas personas, entre los cuales se encontraban unos doscientos puertomontinos, participaron en los funerales de los hermanitos Sáez Saavedra, realizados en la capilla del cementerio Parque del Recuerdo de Recoleta, en Santiago.
En la eucaristía participaron amigos de la familia, los abuelos de los niños y la madre de los pequeños, Cynthia Saavedra, quien se encontraba con un permiso médico especial.
El padre de los niños, Fernando Sáez, no pudo asistir y debió quedarse internado en el recinto hospitalario mientras se efectuaron los funerales de sus hijos, ya que los especialistas se lo recomendaron para evitar que sus quemaduras -que cubrían el 14 por ciento de su cuerpo- se infectaran.
El momento más emotivo de esa ceremonia se produjo cuando la madre, Cynthia Saavedra, logró pararse de la silla de ruedas en la que estaba y con mucha dificultad le dijo a los asistentes estas palabras: "Quiero dar las gracias a mis amigos. A los que son de Santiago, pero principalmente a los que viajaron desde Puerto Montt. Jamás pensé que llegarían tantos. Me gustaría que Fernando estuviera aquí para ver el cariño que ustedes nos han dado. Los que nos conocen saben como queríamos a nuestros hijos. Eran nuestros amiguitos. Con ellos jugábamos, cantábamos y bailábamos. Todos los días veíamos nuestra teleserie favorita "Floricienta" y cantábamos una canción que ahí tocaban. Paradójicamente, ahora me llega mucho. La letra decía así: "Sabes que los niños son ángeles sin alas que los mandan al cielo para hacerlos más buenos. Ellos nos muestran el camino, dónde está lo bueno de nuestro destino. Gracias a todos por venir".
A lo que agregó: "Algún día el cielo enviará a uno de mis hijos nuevamente a la tierra y quizás uno de ustedes lo va a cuidar. Espero que así sea, porque quiero que tengan todo el amor que ya les han demostrado".
Era un miércoles 30 de agosto de 2006 y todo Chile pedía por el bienestar de la familia Sáez Saavedra.
-¿Cómo creen que informó la prensa la noticia sobre el incendio?
Fernando: En general bien, pero algunos medios tuvieron bastantes desaciertos. Algunos medios de prensa dijeron que los niños estaban solos o que habíamos llegado borrachos. Otros dijeron que las ventanas no se abrían, eso era ridículo porque nosotros nos tiramos por la ventana y las habíamos cambiado un mes antes. Nos dio pena eso. Nuestros hijos eran nuestros chiches.
Cynthia: Todos dormíamos arriba, para estar los seis juntos, y algunos medios dijeron que nosotros salimos por abajo y los niños se quedaron encerrados arriba.
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Fuente: Diario El Llanquihue