Reminicencias de un Dia como Hoy hace Mucho Tiempo

Nacho

Comandante de Guardia
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Por lo general la historia es conocida por fechas, nombres y un simple resumen, hay que sumergirse en los hombres que la vivieron para pesar lo que verdaderamente significa.


Conversación entre Salvo y Bolognesi

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Quitada la venda de los ojos de Salvo, fue introducido a presencia del jefe peruano, que de pie recibió a nuestro enviado.
Bolognesi era un anciano de marcial apostura; de frente ancha despejada, nariz si se quiere recta pero un poco ancha; usaba pera y bigote y tenía todo el aspecto de un viejo veterano.
En esos momentos llevaba un sencillo uniforme cubierto por un paletot azul abrochado militarmente; sus pantalones eran color garanse, es decir, grana o colorado, como los que antaño usamos nosotros, con franja de oro en ambas piernas; y cubría su cabeza el tradicional quepis de estilo francés, llevando al frente el escudo peruano, que era un sol de oro:
«Un momento después el oficial chileno llegó a la presencia del jefe de la plaza; su conferencia fue breve, digna y casi solemne de una y otra parte.
'El coronel Bolognesi había invitado al mayor Salvo a sentarse a su lado en un pobre sofá colocado en la testera de un salón entablado pero sin alfombra y sin más arreos que una mesa de escribir y unas cuantas sillas.
Y cuando en profundo silencio ambos estuvieron el uno frente al otro, se entabló el siguiente diálogo:
-Lo oigo a Ud., señor -dijo Bolognesi-, con voz completamente tranquila.
-Señor -contestó Salvo-, el general en jefe del Ejército de Chile, deseoso de evitar un derramamiento inútil de sangre, después de haber vencido en Tacna al grueso del Ejército Aliado, me envía a pedir la rendición de esta plaza, cuyos recursos en hombres, víveres y municiones conocemos.
-Tengo deberes sagrados, repuso el gobernador de la plaza, y los cumpliré quemando el último cartucho.
-Entonces está cumplida mi misión, dijo el parlamentario, levantándose.
-Lo que he dicho a Ud. -repuso con calma el anciano-, es mi opinión personal; pero debo consultar a los jefes; y a las dos de la tarde mandaré mi respuesta al Cuartel General chileno.
Pero el mayor Salvo, más previsor que nuestros diplomáticos, le replicó en el acto:
-No, señor comandante general. Esa demora está prevista, porque en la situación en que respectivamente nos hallamos, una hora puede decidir de la suerte de la plaza. Me retiro.
-Dígnese Ud. aguardar un instante, replicó el gobernador de la plaza. Voy a hacer la consulta aquí mismo, en presencia de Ud.
Y agitando una campanilla llamó un ayudante, al que impartió orden de conducir inmediatamente a consejo a todos los jefes.
Mientras éstos llegaban conversaron los dos militares sobre asuntos generales; pero el jefe sitiado insistió sobre la necesidad de regularizar la guerra, lo que pareció traicionar cierta ansiedad por su vida y la de los suyos; mas no se llegó a una discusión formal, porque con dilación de pocos minutos comenzaron a entrar todos los jefes a la sala.
El primero de ellos fue Moore, vestido de paisano, pero con corbata blanca de marino; enseguida Alfonso Ugarte, cuya humilde figura hacía contraste con el brillo de sus arreos; el modesto y honrado Inclán; el viejo Arias; los comandantes O'Donovan, Zavala, Sáenz Peña, los tres Cornejo y varios más.
Cuando estuvieron todos sentados, en pocas y dignas palabras el gobernador de la plaza reprodujo en substancia su conversación con el emisario chileno, y al llegar a la respuesta que había dado a la intimación, se levantó tranquilamente Moore y dijo:
-Ésa es también mi opinión.
Siguieron los demás en el mismo orden, por el de su graduación, y entonces dejando a su vez su asiento el mayor Salvo, volvió a repetir:
-Señores, mi misión está concluida... Lo siento mucho.
Y luego, alargando la mano a algunos de los jefes que le tendían la suya cordialmente, fue diciéndoles sin sarcasmo, pero con acentuación:
-Hasta luego.

Despedido enseguida en el mismo orden en que había sido recibido, llegaba el mayor Salvo a su batería, a las 8:30 de la mañana, y sin cuidarse mucho de decir cuál había sido el resultado de su comisión, pedía un alza y un nivel para apuntar sus piezas de campaña a los fuertes del norte que tenía a su frente'».
Vicuña Mackenna termina esta interesante página con la anotación siguiente:
«La escena y el diálogo de la intimación de Arica, nos fue referida por el mayor Salvo a los pocos días de su llegada a Santiago, en junio de 1880, conduciendo en el Itata, los prisioneros de Tacna y Arica, y la hemos conservado con toda la fidelidad de un calco»

Relato del Capitán del 4º de Línea don Ricardo Silva Arriagada
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Mandaba la 4.ª del 2.º -me decía don Ricardo Silva Arriagada, no ha mucho- Mi compañía contaba los mejores cazadores del antiguo 4.º
Tenía muy buenos oficiales; se me honró dándome la descubierta en el ataque. Sobre nuestra izquierda, a tomar el Este, marchó el 1.er batallón; a nosotros, los del 2.º, nos enviaron a los fuertes de la costa, a los de La Lisera; eran cuatro, con cinco trincheras, foseadas en forma de media luna.
Partimos oblicuando sobre la izquierda, con esta en cabeza, en movimiento envolvente; el ataque fue rapidísimo; no hicimos fuego sino cuando ya estábamos encima; todo el 2.º batallón, ciego y con rapidez asombrosa, tomamos todos los fuertes de la playa y llegamos al recinto mismo del Morro; sentimos el toque de «¡Alto el fuego!»
Nos detuvimos un momento, y como hubieran muchas bajas, de acuerdo todos seguimos el asalto y penetramos a la gran plazuela, y me dirigí a un fuerte cuadrado y con rieles que había en el medio.
Cuando llegué al mástil, que enarbolaba la insignia peruana con varios de sus soldados, nadie, de nuestro ejército, se había adelantado a mí.
Más tarde pude ver los cadáveres de Bolognesi, Moore y Ugarte. Todos decían que después de haberse rendido vulgarmente, la tropa los había ultimado a culatazos, porque, con felonía, estando rendida la plaza, le dieron fuego a los cañones, reventándolos.
El cadáver de Alfonso Ugarte se encontraba en una casucha ubicada cerca del mástil, al lado del mar, mirando hacia el pueblo; en ese lugar, las rabonas del Morro cocinaban el rancho; y ahí, esas pobres mujeres, tenían oculto el cadáver de Alfonso Ugarte; era un hombre chico, moreno, el rostro picado de viruelas, los dientes muy orificados, de bigote negro.
Aquellas mujeres tenían profundo cariño por Ugarte, y para guardar su cadáver, lo habían vestido con un uniforme quitado a un muerto chileno.
Pude saber que era el coronel Ugarte, porque el doctor boliviano Quint cuando lo vio, exclamó:
-¡Pobre coronel Ugarte; no hace mucho, lo he visto vivo!
Más tarde se dio la orden de arrojar al mar todos los cadáveres; sin duda que botaron también el de Alfonso Ugarte, porque no se pudo encontrar.
En ese mismo día, ofreció su familia 5.000 soles plata por los restos del coronel; se buscaron mucho; di noticias, detallé lo ocurrido, pero nada se descubrió.
Esto ocurrió largo rato después de rendida la plaza.
Iba a descender al plan por un senderito que vecino al mástil se encontraba, cuando varios jefes peruanos subían a la altura; uno de ellos me dijo:
-¡Sálvenos, señor; estamos rendidos!
Eran los señores comandantes don Manuel C. de La Torre, don Roque Sáenz Peña y el mayor don Francisco Chocano, que arrancando de la furia de los soldados chilenos, se rendían a discreción.
La Torre me entregó su revólver; don Roque Sáenz Peña estaba herido en el brazo derecho. En el acto tomé las medidas del caso para salvarlos.

La tropa que venía atacándolos, continuo disparando; mandé hacer «¡Alto el fuego!», y sólo haciendo esfuerzos soberanos, pude mantener a nuestros hombres.
-ENTRÉGUENOS LOS JEFES CHOLOS, PARA MATARLOS, MI CAPITÁN -gritaban y vociferaban todos a la vez.
La Torre y Chocano pedían a gritos perdón; Sáenz Peña se mostró tranquilo, sereno, imperturbable; si hubo miedo, en don Roque, no lo demostró; aquello resaltó más y se grabó mejor en mi memoria, por cuanto los dos prisioneros peruanos clamaban ridículamente por sus vidas.
Cierto que el trance fue duro, apurado, y él subió de punto cuando al pasar cerca de una de las piezas del Morro, reventó ésta, en circunstancias que, revólver y espada en mano, defendía a mis prisioneros.
La explosión fue tremenda; la muñonera del cañón, por poco no mata a uno de ellos; la tropa, ciega, se vino encima gritando:
-ENTRÉGUENOS LOS CHOLOS TRAIDORES, MI CAPITÁN».
El comandante La Torre agrega:
-Nosotros no somos culpables; esas piezas, posiblemente, tenían mechas de tiempo; no nos maten; nada sabemos; no tenemos participación.
Chocano une sus súplicas a La Torre, y al fin consigo salvarlos. Don Roque Sáenz Peña, mudo, no habla, no despliega sus labios; pálido se aguanta, ¡y se aguanta!
En esos momentos, varios soldados persiguen a tiros a unos infelices, y éstos se precipitan por una puerta que existe en el suelo, nuestros hombres llegan y hacen fuego. La Torre y Chocano, que ven aquello, gritan:
-Por Dios, no hagan fuego; ésa es la Santa Bárbara del Morro, la mina grande; hay más de 150 quintales de dinamita; está llena de pólvora y balas; ¡va a estallar!
La tropa se detiene, y ante la declaración de La Torre, que es el jefe de Estado Mayor enemigo, comprende la suprema necesidad de salvar a esos prisioneros, y se tranquiliza.
Las geremiadas de los prisioneros peruanos continúan, y solícitos a todo, dan muestras de miedo, pero de mucho miedo.
Don Roque Sáenz Peña sigue tranquilo, impasible; alguien me dice que es argentino; me fijo entonces más en él; es alto, lleva bigote y barba puntudita; su porte no es muy marcial, porque es algo gibado; representa unos 32 años; viste levita azul negra, como de marino; el cinturón, los tiros del sable, que no tiene, encima del levita; pantalón borlón, de color un poco gris; botas granaderas y gorra, que mantiene militarmente.
A primera vista se nota al hombre culto, de mundo.
Más tarde entrego mis prisioneros a la Superioridad Militar, que los deposita, primero en la Aduana, y después los embarcan en el Itata.
Relato del Teniente del 4º de Línea Carlos Aldunate Bascuñan
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«Pertenecía a la 1.ª del 1.º; mi capitán La Barrera era todo un valiente; Ricardo Gormaz, veterano del 4.º, ejercía de teniente; como subteniente de mi compañía, y en orden de antigüedad, servíamos el Maucho Meza, yo y Julio Paciente de La Sotta. Esa mañana teníamos 93 hombres, de capitán a tambor; la jornada había sido muy dura, muy cruda; nosotros perdimos ahí diez o doce hombres muertos, y los heridos de la 1.ª alcanzaron a 22. De la Sotta y Meza quedaron como arneros. Sólo mi capitán, Ricardo Gormaz, y yo, estábamos ilesos.
Nuestras clases habían peleado bien; el 1.º Jara y los sargentos Domingo Sepúlveda, Juan Francisco García, todos se habían conducido admirablemente.
Mi comandante San Martín cayó cerca del Morro, al salir del último bajo; la tropa lo supo, y los polvorazos, minas o la muerte de mi comandante, se decía que había perecido, enfurecieron a todo el mundo.
En estas circunstancias, después de 45 ó 50 minutos de pelea, llegamos al centro de la Plaza del Morro; me acompañaban cuatro o cinco soldados y un sargento; a mi retaguardia corría todo el regimiento.
No en el mismo centro, un poco cerca de las piezas que daban al mar estaba Bolognesi, don Juan Guillermo Moore, vestido de paisano; Espinosa, chiquito, y otros jefes peruanos más.
La tropa, obediente a mi voz, se detuvo y rodeó a los comandantes enemigos.
Bolognesi se dirigió a mí y me dijo:
-Estoy rendido; no me mate, que estoy herido; ¡soy un pobre viejo cargado de hijos!
En el acto contesté:
-Los oficiales chilenos no matan a los heridos ni a los prisioneros.
Bolognesi, en señal de rendición, gritó a los suyos:
-¡Alto el fuego! ¡Alto el fuego!
Sobre la marcha, recibí de manos del coronel don Francisco Bolognesi, su espada, y del capitán Espinosa, la suya.
Esas armas las poseen hoy, don Juan Miguel Dávila Baeza, la de Bolognesi y la familia de mi capitán don José Losedano Fuenzalida, la de Espinosa.
Don Juan Guillermo Moore, Bolognesi y Espinosa, fueron inmediatamente puestos bajo custodia, para librarlos de la furia de los soldados que no querían dar cuartel.
Yo continué mi camino, acompañado por mi sargento Briones y tropa de mi compañía, y en demanda de otra situación.
Por desgracia, habiendo cesado el fuego y dándose por todos la orden de no continuarlo, y estando rendido aquel poderoso reducto, un infeliz soldado, dicen algunos, ¡jamás se sabrá quien fue, creo yo, hizo reventar uno de los grandes cañones de la batería del mar!
Esa felonía volvió loco a todo el mundo, y a nadie se perdonó entonces la vida.
Más tarde pude ver juntos los cadáveres de Bolognesi, Moore y otros que no recuerdo. Bolognesi tenía roto, destapado el cráneo de un culatazo.
La tropa, furiosa, los mató estando rendidos».
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Tras la huída de las tropas aliadas luego del triunfo chileno en la Batalla de Tacna, en el Campo de la Alianza, la dotación peruana apostada en Arica quedaba completamente aislada, huérfana de ayuda y a merced del Ejército chileno.
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Por su parte el General Manuel Baquedano, ya pensando en el ataque a la Capital peruana, no estaba dispuesto a dejar fuerzas enemigas a sus espaldas y menos una plaza tan importante como lo era el Puerto de Arica, decidiendo el ataque sobre el Coronel Bolognesi y sus hombres, designando para dicha misión al Coronel Pedro Lagos, con un total de 5.380 hombres pertenecientes a los Regimientos Buin, 3º de Línea, 4º de Línea, Lautaro, Bulnes, dos Escuadrones del Carabinero de Yungay, dos Escuadrones del Cazadores a Caballo y cuatro Baterías de Artillería, suficiente cantidad de hombres para asegurar un nuevo triunfo para las armas chilenas.
El Coronel Francisco Bolognesi, enterado del fracaso aliado en Tacna, envía varios telegramas al 2º Ejercito del Sur, apostado en Arequipa, que comandaba el Coronel Leiva, pidiéndole que acudiera en auxilio de sus posiciones, pero lamentablemente para él y sus tropas no hubo contestación positiva. Cada vez estaban más solos en Arica.
El día 1 de Junio el Comandante Rafael Vargas comandando las fuerzas de caballería partieron rumbo al Puerto de Arica, y al llegar al río Lluta son atacados sorpresivamente. Una vez reorganizados, se lanzan en persecución de los atacantes capturando a dos individuos, el Ingeniero Teodoro Elmore y su Ayudante, quienes portaban planos en los cuales se indicaban las posiciones donde se encontraban ubicadas las minas que llenaban la ciudad.
El 4 de Junio, las fuerzas de Lagos comenzaron a coronar el plan chileno, enviando a la Artillería de Campaña al N. E. de la ciudad.
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Convencido de la futura victoria, el Jefe chileno decide enviar al Coronel José de la Cruz Salvo como parlamentario ante Bolognesi, pidiéndole rendición, para evitar así un innecesario derramamiento de sangre. El siguiente es el dialogo que hubo según Vicuña Mackenna en su libro La Campaña de Tacna y Arica:

Bolognesi.- Le oigo a usted señor.
Salvo.- Señor, el General en Jefe del Ejército de Chile, deseoso de evitar un derramamiento inútil de sangre, después de haber vencido en Tacna al grueso del Ejercito aliado, me envía a pedir la rendición de esta plaza, cuyos recursos en hombres, víveres y municiones conocemos.
Bolognesi.- Tengo deberes sagrados y los cumpliré quemando el último cartucho.
Salvo.- Entonces está cumplida mi misión
Bolognesi.- Lo que he dicho a usted es mi opinión personal; pero debo consultar a los jefes, y a las dos de la tarde mandaré mi respuesta al Cuartel General chileno.
Salvo.- No señor Comandante General, esta demora está prevista, porque en la situación que previamente nos hallamos una hora puede re decidir de la suerte de plaza. Me retiro.
Bolognesi.- Dígnese usted aguardar un instante, voy a hacer la consulta aquí mismo y en presencia de usted.
Fue unánime el apoyo a la decisión de Bolognesi. Todos decidieron pelear hasta quemar el último cartucho.
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De vuelta al Cuartel chileno, el Coronel Salvo da cuenta del resultado de su misión. La suerte esta sellada para la guarnición ariqueña.
Los días venideros hubo escaramuzas entre la Artillería de ambos bandos, pero sin causar daños de consideración.
El 6 de Junio, el Coronel Lagos envió un segundo parlamentario, eligiendo esta vez al Ingeniero Elmore, quien ni siquiera fue recibido por el Jefe peruano. Fracasadas las tentativas, el Jefe chileno decide atacar a la brevedad.
Bolognesi sabía perfectamente que el ataque chileno se realizaría pronto, por lo que decidió hacer una redistribución de sus fuerzas. El coronel Inclan con los granaderos se situaron en el Fuerte Este. Los soldados que formaban el regimiento Artesanos de Tacna, ocuparon el Fuerte Ciudadela. El capitán Moore con los cazadores de Piérola se ocuparon de las defensas de las baterías del Morro, allí estaban también el coronel Bolognesi y sus servidores de artillería.
Aprovechando la oscuridad de la noche, el 3º y el 4º de línea bajaron hacia el Valle de Azapa y luego al sector de serranías. El 3º quedo frente al Fuerte Ciudadela y el 4º frente al Fuerte Este.
Los centinelas del Ciudadela, sorprendieron el avance de los chilenos e hicieron fuego, alertando a los defensores que corrieron a sus puestos. Los del 3º de línea al ser descubiertos, se lanzaron al asalto a toda carrera. Una vez atravesados los mil metros que los separaban del fuerte cayeron sobre las trincheras abriéndolas con los corvos, saltando luego al interior de ellas. El primero en hacerlo fue el subteniente José Ignacio López, quien arrió el pabellón bicolor peruano. Al ingresar mas atacantes al Ciudadela, estallaron dos minas haciendo volar por el aire a algunos soldados chilenos. El uso de las minas enfureció a los atacantes, quienes se precipitaron sobre sus enemigos, dando muerte a cuanto defensor que hallaron, sin importar si se rendía o no. Los oficiales trataron de calmar a sus soldados, pero eso fue imposible. Mientras a las 4 AM el 4º de Línea se dirigía al Fuerte Este.
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Apenas aclaro el día, su avance fue descubierto por la infantería y artillería peruana que abrió fuego contra ellos. Al igual que contra el Fuerte Ciudadela, los asaltantes al conquistarlo, dan muerte a todo enemigo que alcanzaron.

La lucha fue mas corta que la del 3º de línea, pues la mayor parte de los defensores emprendieron retirada hacia el Morro.
Mientras tanto, el regimiento Lautaro, a las ordenes del coronel Barbosa, capturaba la batería San José. Los fuertes Santa Rosa y 2 de Mayo fueron dinamitados por sus propios defensores.
Cuando el 3º y 4º de línea ya habían conquistado sus posiciones, se lanzaron en pos del Morro, olvidándose de las ordenes recibidas de esperar al regimiento Buin.
Una verdadera lluvia de balas caía sobre los chilenos, causando gran mortandad en sus filas; pero con sin igual furia siguieron avanzando. En pocos momentos alcanzaron la cima de la fortaleza, cayendo sobre los enemigos dando muerte de forma brutal a los oficiales Francisco Bolognesi y Juan Moore, salvando la vida de los demás oficiales peruanos, la oportuna llegada de oficiales chilenos que calmaron a sus hombres, evitando así mas derramamiento innecesario de sangre. Cuando la bandera chilena fue izada en el mástil del Morro por el teniente del 4º de línea Casimiro Ibáñez, el capitán del buque peruano Manco Cápac, abriendo las válvulas de su monitor lo hundió en el mar.
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Parte Oficial de Orozimbo Barboza sobre la batalla de Arica

Parte Oficial de Orozimbo Barboza sobre la batalla de Arica


4ª DIVISIÓN DEL EJÉRCITO DEL NORTE


Arica, Junio 9 de 1880.
Señor Jefe del Estado Mayor General:


A continuación, tengo el honor de dar cuenta a V. S. de la parte que le cupo desempeñar a la 4ª División de mi mando, representada por su Estado Mayor y el Regimiento Lautaro, en la jornada del 7, que dió por resultado la toma por asalto de esta plaza de Arica.


Cumpliendo con la orden que recibí del señor General en Jefe del ejército la noche del 6 del presente, dispuse que el Regimiento Lautaro saliese del campamento de Lluta para Arica a las 4 A.M. del día 7, anticipando la marcha una hora con el objeto que la tropa se encontrase más descansada para entrar al combate. Pocos momentos después seguí la misma dirección, acompañado del Jefe de Estado Mayor de la División, sargento mayor don Baldomero Dublé A., y de los ayudantes, capitanes don Hermógenes Cámus, don Pedro Frederichsen y agregados de la misma clase don Enríque del Canto de Zapadores, y don Alejo San Martín, ex capitán de guardias nacionales.

A las 6 A.M., estando la tropa del Lautaro convenientemente situada y a tiro de fusil del enemigo, se procedió a atacar los tres fuertes del bajo, o sea del Norte, y las obras avanzadas de fortificación de campaña del enemigo, habiendo ya principiado el ataque de los fuertes de las alturas, o sea del Sur, por los regimientos 3º y 4º de línea.


El enemigo opuso débil resistencia al ataque del Lautaro, abandonando sus posiciones fortificadas a vanguardia de sus fuertes y haciendo estallar éstos y los cañones con que estaban armados por medio de minas preparadas de antemano, cuya explosión sólo produjo bajas en gran número a sus defensores. Estos sostuvieron un corto tiroteo con el Lautaro, dispersándose enseguida en todas direcciones al ver que estaban rodeados por nuestras tropas y dominados de las alturas por los regimientos de línea citados, que se habían apoderado de los fuertes del Sur. Inmediatamente una parte del Lautaro tomó posesión de los tres fuertes de la plaza, y con el resto se procedió a perseguir al enemigo en derrota.


Durante la acción, el Lautaro tuvo ocho individuos de tropa heridos. En cambio hizo un gran número de bajas al enemigo, capturándole cerca de 300 individuos de tropa y 15 jefes y oficiales. Como 100 de los primeros y 8 de los últimos fueron tomados durante el combate por el Jefe de Estado Mayor de la División, sargento mayor don Baldomero Dublé A., acompañado de su ayudante, capitán don Hermógenes Cámus.


El capitán ayudante del Regimiento Lautaro, señor Santana, también capturó algunos prisioneros que se unieron a los ya tomados anteriormente.


El Lautaro también tomó al enemigo más de 30 banderas y banderolas. La más importante de las primeras fue obsequiada personalmente por mí, como trofeo de la victoria, al señor General en Jefe del ejército, quien la remitió al blindado Almirante Cochrane.


El comandante accidental del Regimiento Lautaro, en su parte, detallará a V. S. los incidentes del combate.


Durante la acción me acompañó y transmitió mis órdenes de una manera muy satisfactoria el capitán del Cuerpo de Ingenieros Militares, don Daniel Silva Vergara.


Me hago un deber en recomendar a la consideración de V. S. la conducta observada, durante la acción y después de ella, por mi Jefe de Estado Mayor don Baldomero Dublé A. y ayudantes ya citados.


Igual recomendación debo hacer de los señores jefes del Regimiento Lautaro, teniente coronel don Eulogio Robles y sargento mayor don Ramón Carvallo O., cuya conducta ha sido una repetición de la observada en Tacna, al conducir sus tropas al combate, dándoles ejemplo de valor y serenidad.


Los señores oficiales, clases y tropa del regimiento también se han hecho acreedores a una recomendación honorable de parte del que suscribe.


Al terminar esta parte, me complazco en felicitar a V. S. muy calurosamente por el triunfo alcanzado en la brillante jornada del 7, en la que hubiera deseado que el Regimiento Lautaro hubiese tenido oportunidad de imitar las proezas que han distinguido a los regimientos 3º y 4º de línea, lo que no le permitió la débil resistencia que le opuso el enemigo, como ya lo he expresado.


Dios guarde a V. S.
OROZIMBO BARBOZA


Al señor Coronel Jefe de Estado Mayor General del ejército de operaciones del Norte.
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Parte Oficial del Coronel Pedro Lagos sobre la batalla de Arica


COMANDANCIA EN JEFE DE LA EXPEDICIÓN SOBRE ARICA


Arica, Junio 11 de 1880.
Señor Coronel:


En cumplimiento de la orden de V. S. de 5 del actual, a la madrugada del día siguiente me dirigí al valle de Azapa con los ayudantes del Estado Mayor General, sargento mayor don Julio Argomedo, capitanes don Belisario Campos y don Enríque Salcedo, y alférez don Ricardo Walker y el capitán de la comandancia general de equipajes don Segundo Fajardo, donde tomé el mando de los regimientos de línea, Buin número 1, 3º y 4º y 100 hombres de caballería, que se hallaban en dicho punto. A estas fuerzas acompañaban el comandante accidental de ingenieros, sargento mayor don Francisco Javier Zelaya, y los capitanes don Enrique Munizaga y don Manuel Romero.

A las 2 P.M. del mismo día, acompañado de los jefes de los referidos regimientos, ingenieros y ayudantes, practiqué un reconocimiento cerca de las posesiones enemigas, llamándoles previamente la atención por el Noreste con una compañía de guerrillas del Buin, a fin de que no se apercibieran del verdadero punto que deseaba reconocer.


En conocimiento, en lo posible, del terreno, ordené que el 3º de línea debía atacar al amanecer del próximo día el fuerte del Este, el 4º de línea el del centro y demás posesiones que defendían la ciudadela del Morro, fortificaciones todas coronando las alturas llamadas Cerro Colorado, Chuño, Gordo y Baterías del Morro, y el Buin el punto central más a propósito para auxiliar las fuerzas antedichas. La compañía de guerrilla, ya citada, se retiró a una hora avanzada sin ser vista por el enemigo, quien la creía aún protegida por las lomas.


A las 7 P.M. ordené que la división dejara su campamento, acompañándola hacia el campo que debía atacara al amanecer del día 7, haciendo que la tropa se proveyera de agua al pasar por Buenavista. El Regimiento 3º siguió su marcha directamente al fuerte del Este, protegido por las lomas, donde acampó a un kilómetro de distancia; el 4º de línea y el Buin marcharon por la izquierda a las lomas, también protegidos por ellas, hasta una distancia de kilómetro y medio del fuerte que debía atacar el primero de éstos, donde también acamparon.


La caballería que quedó en el campamento se encargó de mantener los fuegos durante la noche, para que el enemigo no sospechara nuestra aproximación hasta la hora en que debía ponerse en movimiento, lo que efectuó a las 12 P.M. pasando por el lugar donde acampaban el Buin y 4º de línea, debiendo recorrer el llano que se extiende a retaguardia de los fuertes citados y que abraza una extensión de dos kilómetros, más o menos, hasta llegar al cordón que domina el mar, con orden de colocarse en el centro de dichos fuertes, a retaguardia y a la distancia conveniente de la reserva para no ser heridos por los fuegos de las baterías, una vez empeñado el ataque. Esta sección de la división la comandaba el capitán don Alberto Novoa G., acompañándolo el ayudante del Estado Mayor General, capitán don Enríque Salcedo.


A las 4 P.M. del 6, usando de las facultades discrecionales que verbalmente me concedió el señor General en Jefe al darme el mando de la división, creí conveniente mandar al prisionero de guerra, ingeniero don Teodoro Elmore, con una misión al Jefe de la plaza de Arica, coronel Bolognesi, pidiendo por última vez la capitulación de la plaza, por creer ineficaces los esfuerzos que pudieran hacer para rechazar nuestro ataque, y por humanidad pues conocía la indignación que produjo en nuestra tropa el estallido de las minas de Chacalluta y temía que, al suceder lo mismo en el Morro y población, se excitaran aún más los espíritus, y deseaba evitar por este medio el inútil derramamiento de sangre.


El señor Elmore regresó a media noche, cumpliendo así su palabra empeñada, y me entregó el documento que acompaño, que no impidió el ataque por no acceder el citado jefe a lo que se le pedía. El documento a que me refiero va certificado por el señor Elmore, debiendo agregar que este caballero ha pedido que se consigne este hecho en el parte oficial que tengo el honor de dirigir a V. S.


A las 4 A.M. ordené al ayudante, capitán don Belisario Campos, que se uniera al 3º de línea y que lo acompañara en el ataque al fuerte que debía tomar al aclarar; a la misma hora marchó el capitán de ingenieros don Enríque Munizaga, con igual fin, al 4º de línea. A las 5 A.M. me puse en marcha hacia el centro de los fuertes, con el Regimiento Buin, que debía servir de reserva, uniéndose poco después la caballería.


A las 6 A.M. el enemigo rompió sus fuegos sobre el 3º, que lo atacaba; y momentos después, el otro fuerte sobre el 4º; recibiendo, la sección de reserva, algunos disparos de cañón y rifle de las baterías del Morro y del Fuerte Santa Rosa, al Norte de la población.


A esta misma hora y cuando nuestras tropas debían coronar las alturas, el Regimiento Lautaro tenía orden de atacar el Fuerte San José, situado en la costa al Norte de la población.


El Regimiento 3º de línea atacó con dos compañías, siendo reforzado por tres más, al mando del teniente coronel don José Antonio Gutiérrez, consiguiendo apagar sus fuegos y tomarlo 40 minutos después del primer disparo.


En este fuerte estallaron dos minas; siendo de advertir que teníamos conocimiento que el Morro y fuertes estaban completamente minados, conocimiento que tenían también nuestros soldados, pero que no arredraron en nada a nuestros bravos. La intrepidez del ataque, tanto en éste cuanto en los otros fuertes, desconcertó al enemigo hasta el punto de impedir que hicieran uso a tiempo de las baterías eléctricas, cuyas redes están esparcidas en todas direcciones, tanto en los cerros del Morro como en la población y sus bajos.


A la misma hora, el 4º de línea, que marchaba por el cordón que domina los fuertes, rompió sus fuegos con el 1er. batallón, al mando del sargento mayor don Luis S. Zaldívar, contestando también el nutrido fuego que recibía de las trincheras más elevadas del Morro, donde se encontraban parapetados los que debían defender las alturas que dominan los fuertes. El 2º batallón, al mando del bizarro comandante del regimiento, don Juan José San Martín, mientras desfiló el primero sobre el fuerte, para tomarlo a viva fuerza, marchó sobre las trincheras que defienden el Morro, siendo reforzado por el 1er. batallón, cuando éste se hubo tomado el fuerte; y lograron desalojar al enemigo de sus trincheras, hasta caer de asalto sobre la formidable ciudadela del Morro, donde también se habían replegado los que fueron desalojados de los fuertes, unidos a los que subían del bajo, haciendo toda la resistencia que les fue posible. El bravo comandante San Martín fue herido de muerte y cayó a 1.000 metros de las trincheras. El sargento mayor señor Zaldívar, a la cabeza de su regimiento, siguió el ataque que efectuó su tropa con esa intrepidez, resolución y bravura que tanto distinguen al soldado chileno, hasta arrollar completamente al enemigo en sus últimas trincheras, donde, por fin, se rindieron a discreción 60 y tantos entre jefes y oficiales, y más de 300 individuos de tropa.


El 4º logró apoderarse del fuerte del centro 40 minutos después del primer disparo, y apagó por completo los fuegos del Morro, 20 minutos después.


Cuando aún no cesaban los fuegos del Morro, ordené al ayudante, alférez don R. Walker, que bajara al hospital, con el fin de inutilizar las baterías eléctricas que existían en aquel local para hacer estallar las minas; siendo de notar que desde ese establecimiento se hacía fuego sobre nuestros soldados.


Observando que algunos enemigos trataban de huir por la quebrada de Lluta, ordené que la caballería los persiguiese; lograron capturar un oficial, 27 individuos de tropa y 21 caballos e hicieron muchas bajas al enemigo.


En conclusión, señor coronel, la victoria alcanzada ha sido completa; de 2.500, más o menos, que guarnecían la plaza, según confesión de soldados tomados, tenemos muchos prisioneros y heridos; el resto quedó sobre el campo de batalla; en vista de los partes V. S. podrá apreciar ésto debidamente.


Existe en nuestro poder mucho armamento, municiones, víveres y forraje; 14 cañones de grueso calibre y de distintos sistemas en buen estado, y tres inutilizados por ellos, repartidos del modo siguiente: tres en el fuerte del Este, tres en el del centro y 11 en las baterías del Morro; y el rico estandarte del Batallón de guardias nacionales Iquique número 1.


Por uno de los prisioneros, se supo que el estandarte de nuestro Regimiento 2º de línea, tomado en Tarapacá, existía en el departamento. Con este motivo se entró en averiguaciones, encargándose a los señores ayudantes antedichos, y el capitán de ingenieros don Enríque Munizaga obtuvo noticias sobre el lugar donde se había colocado.


En posesión de este antecedente, ordené a dicho oficial se trasladara a Tacna, donde existía; por telegrama da cuenta de haber cumplido satisfactoriamente su cometido. Será puesto a disposición de V. S. Este suceso corona, una vez más, el éxito alcanzado por nuestras armas y de que debemos vanagloriarnos con orgullo.


La conducta observada por el teniente coronel, 2º jefe del 3º de línea don José Antonio Gutiérrez, es digna de todo elogio, pues dirigió las operaciones del regimiento a mi entera satisfacción, no siendo menos la del capitán ayudante don Gregorio Silva y el de la misma clase don Tristán Chacón, quien mandó la primera guerrilla sobre la fortaleza. El teniente don Ramón Arriagada y los subtenientes don José J. López y don José M. Poblete, fueron sorprendidos por el estallido de una mina al izar nuestra bandera, perdiendo la vida el subteniente Poblete. El sargento mayor de este regimiento, don Federico Castro, merece igual recomendación por su valeroso comportamiento, conducta que siguieron los demás oficiales.


En cuanto al Regimiento 4º, nada puedo agregar después de lo anterior, sino referirme al parte del sargento mayor don Luis S. Zaldívar.


Respecto al Regimiento Buin, su entusiasmo y serena comportación, me manifestó los sentimientos de que se halla poseído nuestro ejército.


Los ayudantes que mantuve en el centro de las operaciones y el capitán de la comandancia de equipajes, don Segundo Fajardo, cumplieron satisfactoriamente todas las disposiciones que fueron dictadas en esos momentos, y me hago un deber de recomendar a la consideración de V. S.


Me permito solicitar por medio de V. S., se remita a la Municipalidad de Chillán, el estandarte del batallón de guardias nacionales, Iquique número 1, por pertenecer a ese departamento el digno teniente coronel don Juan José San Martín y la mayor parte del regimiento que dirigió al combate este jefe.


Incluyo a V. S., originales, los partes respectivos y las relaciones de la fuerza que se empeñó en el combate, así como la de los heridos y muertos.


También acompaño un croquis, trabajado a la ligera por el cuerpo de ingenieros, mientras pongo en manos de V. S. el plan general de las posesiones del enemigo.


Si he demorado poner en conocimiento de V. S. estos gloriosos hechos de nuestros jefes y oficiales, ha tenido por causa la separación de la fuerza de la plaza y recibir a última hora los partes de mi referencia.


Dígnese V. S. poner en conocimiento del señor General en Jefe este parte, felicitando a ambos por el glorioso resultado.


Dios guarde a V. S.
PEDRO LAGOS


Al señor Coronel Jefe del Estado Mayor General.


Tomado del blog de Jonatan Saona http://gdp1879.blogspot.com/2011/06/parte-de-lagos-sobre-arica.html#ixzz1Ob7kgg7J
 

piriguin

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1 Feb 2009
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Parte Oficial de Orozimbo Barboza sobre la batalla de Arica
Parte Oficial de Orozimbo Barboza sobre la batalla de Arica

OFF TOPIC:
El Coronel Orozimbo Barboza, luego de regresar de la Campaña de Lima en 1881, es designado Gobernador de Valdivia, integrándose al Cuerpo de Bomberos de la ciudad, del cual fue Comandante.

4ª DIVISIÓN DEL EJÉRCITO DEL NORTE


Arica, Junio 9 de 1880.
Señor Jefe del Estado Mayor General:


A continuación, tengo el honor de dar cuenta a V. S. de la parte que le cupo desempeñar a la 4ª División de mi mando, representada por su Estado Mayor y el Regimiento Lautaro, en la jornada del 7, que dió por resultado la toma por asalto de esta plaza de Arica.


Cumpliendo con la orden que recibí del señor General en Jefe del ejército la noche del 6 del presente, dispuse que el Regimiento Lautaro saliese del campamento de Lluta para Arica a las 4 A.M. del día 7, anticipando la marcha una hora con el objeto que la tropa se encontrase más descansada para entrar al combate. Pocos momentos después seguí la misma dirección, acompañado del Jefe de Estado Mayor de la División, sargento mayor don Baldomero Dublé A., y de los ayudantes, capitanes don Hermógenes Cámus, don Pedro Frederichsen y agregados de la misma clase don Enríque del Canto de Zapadores, y don Alejo San Martín, ex capitán de guardias nacionales.

A las 6 A.M., estando la tropa del Lautaro convenientemente situada y a tiro de fusil del enemigo, se procedió a atacar los tres fuertes del bajo, o sea del Norte, y las obras avanzadas de fortificación de campaña del enemigo, habiendo ya principiado el ataque de los fuertes de las alturas, o sea del Sur, por los regimientos 3º y 4º de línea.


El enemigo opuso débil resistencia al ataque del Lautaro, abandonando sus posiciones fortificadas a vanguardia de sus fuertes y haciendo estallar éstos y los cañones con que estaban armados por medio de minas preparadas de antemano, cuya explosión sólo produjo bajas en gran número a sus defensores. Estos sostuvieron un corto tiroteo con el Lautaro, dispersándose enseguida en todas direcciones al ver que estaban rodeados por nuestras tropas y dominados de las alturas por los regimientos de línea citados, que se habían apoderado de los fuertes del Sur. Inmediatamente una parte del Lautaro tomó posesión de los tres fuertes de la plaza, y con el resto se procedió a perseguir al enemigo en derrota.


Durante la acción, el Lautaro tuvo ocho individuos de tropa heridos. En cambio hizo un gran número de bajas al enemigo, capturándole cerca de 300 individuos de tropa y 15 jefes y oficiales. Como 100 de los primeros y 8 de los últimos fueron tomados durante el combate por el Jefe de Estado Mayor de la División, sargento mayor don Baldomero Dublé A., acompañado de su ayudante, capitán don Hermógenes Cámus.


El capitán ayudante del Regimiento Lautaro, señor Santana, también capturó algunos prisioneros que se unieron a los ya tomados anteriormente.


El Lautaro también tomó al enemigo más de 30 banderas y banderolas. La más importante de las primeras fue obsequiada personalmente por mí, como trofeo de la victoria, al señor General en Jefe del ejército, quien la remitió al blindado Almirante Cochrane.


El comandante accidental del Regimiento Lautaro, en su parte, detallará a V. S. los incidentes del combate.


Durante la acción me acompañó y transmitió mis órdenes de una manera muy satisfactoria el capitán del Cuerpo de Ingenieros Militares, don Daniel Silva Vergara.


Me hago un deber en recomendar a la consideración de V. S. la conducta observada, durante la acción y después de ella, por mi Jefe de Estado Mayor don Baldomero Dublé A. y ayudantes ya citados.


Igual recomendación debo hacer de los señores jefes del Regimiento Lautaro, teniente coronel don Eulogio Robles y sargento mayor don Ramón Carvallo O., cuya conducta ha sido una repetición de la observada en Tacna, al conducir sus tropas al combate, dándoles ejemplo de valor y serenidad.


Los señores oficiales, clases y tropa del regimiento también se han hecho acreedores a una recomendación honorable de parte del que suscribe.


Al terminar esta parte, me complazco en felicitar a V. S. muy calurosamente por el triunfo alcanzado en la brillante jornada del 7, en la que hubiera deseado que el Regimiento Lautaro hubiese tenido oportunidad de imitar las proezas que han distinguido a los regimientos 3º y 4º de línea, lo que no le permitió la débil resistencia que le opuso el enemigo, como ya lo he expresado.


Dios guarde a V. S.
OROZIMBO BARBOZA


Al señor Coronel Jefe de Estado Mayor General del ejército de operaciones del Norte.
 

RVRESCUE

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Tercera Compañia del Cuerpo de Bomberos de Arica

Sirva comentar que la Tercera Compañia del Cuerpo de Bomberos de Arica, lleva por nombre la fecha de esta gesta... "Bomba 7 de Junio".

Saludos cordiales,

REINALDO VALLEJOS CACERES
 

RVRESCUE

Moderador General
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31 Mar 2007
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Valparaiso
Recuerdo que a fines de los 80 se realizaba una vigilia en espera del dia 7 de Junio.

Grupos de Scouts y estudiantes hacian un recorrido similar al que las tropas realizaron aquella noche... partian desde los estanques Sica Sica, donde las tropas acamparon... de hecho tambien se encendian fogatas, tal cual como esa noche hizo el Ejercito Chileno, simulando que mantenian su posicion... y al brillar el alba, avanzaban sobre el Morro.

Quizas Rei_Lagarto3 pueda contarnos si esta costumbre aun se mantiene.

De hecho, hay una cancion (en verdad es un Cachimbo) que escribio Jorge Inostroza (el mismo que escribio "Adios al Septimo de Linea") que recuerda esa epopeya, "La Toma del Morro". Es practicamente un segundo Himno para la ciudad.

Saludos a la Ciudad de la Eterna Primavera,

REINALDO VALLEJOS CACERES
 

Termita9

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19 May 2006
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República de Santiago Centro
En la Toma del Morro de Arica tuvo una importante participación el "General Dinamita" Arturo Villarroel Garezón, miembro del Cuerpo de Bomberos de Santiago y de la Compañía de "Guardia Propiedad".
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Capitán Arturo Villarroel Garezón "General Dinamita"

Chile.50.jpg
"En cuyos dos últimos despachos oficiales se hace una mención especial de los servicios importantes prestados por Ud. i se rinde tributo a su valor, inteligencia, abnegación i patriotismo desinteresado de que dio Ud. tantas pruebas" (nota oficial del Comandante Dublé Almeyda a Don Arturo Villarroel, en Santiago de Chile, Agosto de 1880)

Con gran respeto a este soldado ejemplar, iré describiendo algunos pasajes de su vida a los que hace mención Don Benjamín Vicuña Mackenna en Agosto de 1881.
I
No conozco en Chile( i lo conozco desde su infancia, que es doce años posterior a la mía) una vida más heroica ni mas apenada, ni más andariega, ni más romántica, no más llena de aventuras, entusiasmos, entuertos, exploraciones, calamidades, sacrificios silenciosos, calladas abnegaciones y terribles polvorazos, que la vida de Arturo Villarroel, especie de salamandra incombustible que ha vivido siempre dentro del fuego o en un tibio rescoldo, como tortilla de pobre en fogón
II
Hijo de un maderero de Chiloé ( don Eujenio Villarroel) i de una señora Garezon, mestiza de yankee y de argentina (Kuácara de relijión a más, y errante como su marido por el mar y por los bosques) vino Arturo Villarroel al mundo dentro de una bodega de una balandra de su padre, en un día de desecho temporal, por el mes de Octubre de 1839 en los mares de Chiloé. . I desde entonces su vida, como si hubiera sido una prolongación de la orijinaria borrasca, está mecida eternamente entre las olas, los viajes, las batallas, las aventuras, la dinamita, el heroismo y la pobreza, esta dinamita sorda que sólo en las almas magnánimas no hace esplosión.
III
Educado en las faldas de su madre en los preceptos de Guillermo Penn, culto i fanatismo de los kuáqueros, aprendió en su infancia el inglés de materno labio i en seguida en Valparaíso, i en el Instituto Nacional el francés, lenguas de viajeros, que Arturo Villarroel posee con singular soltura i que ha perfecionado más tarde en sus numerosísimos viajes por el orbe. En ea época hízose también amigo i camarada del distinguido Capitán de Fragata( que pareciera serlo de navío) Don Francisco Vidal Gormáz, en cuya casa hoy enfermo i paralítico, Villarroel cariñosamente se hospeda en el recinto de estrecha, pero nutrida biblioteca. Los jeógrafos se conocen desde la niñez por el rumbo, como los polos por las estrellas i por la atracción magnética.
IV
Comprometido el padre de Arturo Villarroel en la revolución volcánica de 1851, huyó aquel al Perú, llevándose consigo junto con su hermano mayor Aníbal Villarroel, valiente mozo que murió temprano i con el grado de Coronel del Ejercito del Perú.
Arturo fue colocado en un colejio de Lima por los influjos de Francisco Bilbao; pero de allí al poco tiempo huyó para tomar parte en la famosa i malaventurada expedición chilena que el Jeneral Flores llevó a Guayaquil en 1852. El futuro "Jeneral Dinamita" tenía entónces 13 años, i el estallido de una bomba que reventó sobre la cubierta del barco desbarató los dos dedos de la mano derecha.
El fuego rendía temprano tributo a su artífice i rei.
V
Terminada trájicamente aquella calaverada de pretendiente, Villarroel se embarcó para Cantón en un buque de Don Domingo Elías, opulento hacendado de Ica, que iba a traer chinos, i a su regreso después de un año, emprendió un segundo viaje a la Australia i un tercero a Nueva York, vía Panamá. Villarroel daba estos saltos de un mundo a otro mundo a manera de proyectil i en calidad de marino, de contador, de pasajero, de aficionado, de cocinero, de paje i de todo se ofreciera a bordo en la cubierta, en los mástiles, en la cámara ó en la bodega, jeneralmente sin sueldo, i sin más objeto que rodar tierras( i rodar mares) Arturo Villarroel ha tenido de preferencia dos relijiones, la de Guillermo Penn y la del fraile Beltrán, el gran pirotécnico andariego de la Guerra de la Independencia.. Chaverus, el Judío Errante, ha sido sólo su piloto i su guía
VI
De Estados Unidos pasó Villarroel a Europa i conoció todas las costa i puerto de Francia desde Marsella a Cherburgo, pero no conoció París. A París no se puede ir " de guerra" sino en tiempos en que manda La Comuna, i la dinamita es reina i el petróleo es su primer ministro.
VII
De las playas del Viejo Mundo pasó Villarroel por el año de 1854 a las de México, i habiendo cojido en Veracruz la fiebre amarilla fue a convalecer de ella a Pernanbuco, en un barco de guerra Francés, donde tomó pasaje" de guerra" ó de misericordia.
VIII
Cansado del mar vínose entonces al Perú en busca de su hermano que era Sarjento Mayor del Ejército i se había casado con fortuna en Arequipa, gracias a la protección del Jeneral Vivanco, de quién era acérrimo partidario. La esposa de Aníbal Villarroel era una señorita Gamio.
Pero Arturo Villarroel no había nacido para la sosegada quietud de los poblados ni el prestado regalo de ajeno hogar; y después de haberse internado en el Cuzco hasta las fronteras del Brasil en busca de minas de oro, que no halló, vino a salir de vuelta por Tucumán, donde se hizo arreador de ganados a Tarapacá y Arica, a Puno y hasta Arequipa.
IX
Empleó Villarroel en estas i otras lejanas correrías no menos de seis años. Pero en 1861 le encontramos en Santiago, viviendo en el barrio de San Pablo, donde hoy habita, i enseña gratis o por lo que buenamente le daban estos tres ramos incongruentes del saber humano: lenguas, jeografía i teneduría de libros. Inútil es decir que el último estudio se avenía tanto a la índole romántica i aventurera del maestro como a un santo Cristo de Quito un par de pistolas de Lafaucheaux.
Villarroel es de una naturaleza profundamente, incorregiblemente desinteresada.
X
Hallábase Villarroel, en coinsecuencia de lo que venimos diciendo, en la ciudad de Santiago el memorable 8 de Diciembre de 1863, i con inminente peligro de su vida, salvó la de muchas infelices mujeres extrayéndolas incombustibles, de las cajas de fierro de Fairfax, de la hoguera de la Compañía. Por supuesto fue miembro fundador del Cuerpo de Bomberos i a título de "hombre salamandra", es decir, de hombre incombustible, se ha encontrado como voluntario en todos los grandes incendios de la capital. En el del Teatro Municipal, ocurrido el 8 de Diciembre de 1870, era Teniente de la Sexta Compañía, y no se quemó como el desgraciado Tenderini, que era Teniente Tercero, fue solo porque Villarroel no ha nacido para morir a fuego.
XI
Después de este período de comparativo reposo en que Arturo Villarroel alternaba la enseñanza de las leguas con el cateo de las minas en todos los cerros de Santiago( sin exceptuar el Santa Lucía) emprendió su segundo viaje a Estados Unidos, viaje en que dijeron anduvo metida la mano del amor; i habiendo residido tres semanas en Nueva York regresó a Chile en 1872.
 

Nacho

Comandante de Guardia
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XII
Afuera de minero ocupóse por esa época Arturo Villarroel, por supuesto sin sueldo i sin interés, en desmontar las rocas del viejo Huelén, en hermosearlo con inscripciones que el mismo ordenaba grabar en los farellones i en organizar todas sus fiestas Septembrales. La idea favorita del artífice del nuevo paseo era esculpir en letras de oro" de un metro de altura" en la roca más encumbrada del peñón histórico esta palabra que había traído en el corazón i en su memoria desde la patria de Longfelows: "
"EXCELSIOR"
Desgraciadamente no se encontró entonces en Santiago, burril bastante duro ni brazo bastante fuerte para tamaña empresa. Si hubiera sido cuestión dinamita, hubiera sido otra cosa!
Arturo Villarroel que ha hecho volar tantas cosas, carece empero de las alas i anda hoy agobiado con sus muletas.
XIII
Con motivo de la Exposición de 1875, Villarroel hizo un tercer viaje a su país favorito, i residió de preferencia en Filadelfia, la patria de su progenitor en espíritu, el kuákero Guillermo Penn. I Cosa admirable! : vivió allá dos años como Delegado de Chile, sin sueldo i sin más recursos que su saliva i su inglés. Acostumbran decir los campesinos del sur de Chile, que cuando alguien vive sin dinero,es que ese vive con "saliva de tricau" a ejemplo de una especie de loro de esas comarcas. I fue así cual tricau chileno como recorrió el infatigable emisario del patriotismo, todos los Estados Unidos inclusas en dos ocasiones, las dos Californias pidiendo muestras y repartiendo programas, de un dependiente viajero de Lamman i Kemp.
XIV
Hemos tenido ocasión de ver los cajones de la Sociedad de Agricultura las notas en que su delegado gratis daba cuenta de sus afanes : i confesamos que nos hemos asombrado de su actividad i de su ingenio, de un aplomo i de una pechuga.....Era Villarroel sujeto que se carteaba de hombre a hombre, con ministros de estado, jueces, diplomáticos, estadistas, astrónomos, jenerales, directores de emigración, jefes de arsenales, fabricantes de pólvora y dinamita, químicos, rectores de universidad, constructores de buques i de dársenas, atorneys i toda la jerarquía leguleya de la Unión i hasta no sabemos como fue a desenterrar en Rochester, la patria de Seward i de la harina flor a un tal Mr.Green que tenía el negocio de criar artificialmente truchas (trout culture).
El ajente de la Exposición Internacional( empresa que fue un gran fiasco interior) ignorando talvez que en Chile hay más pescados que los necesarios i con más agallas de las que los peces del norte generalmente tienen, se propuso traer para la laguna de la Quinta Normal, innumerables cardúmenes de salmones, carpas, truchas, anguilas i otras razas; i ciertamente que si no es que Mr Green se sale más seco que un congrio de Cartajena ( según se deja ver en sus propias notas orijinales) el intento no se habría frustrado.
XV
En cambio, Villarroel regresó a Chile con seis mil de libros de educación, industria, comercio, , muestras i demás fecundia yankee, que repartió en la Sociedades de Instrucción Primaria, en la Universidad, en la Escuelas Municipales, en la Oficinas de Estadísticas, en los ministerios, en las bibliotecas i Liceos de Provincia, quedándose como de costumbre con las manos vacías, porque no consintiera ni en pagarle ni siquiera las estampillas de su franqueo. I fue maravilla, que como a otro, no le exijieran que todos los libros que trajo de regalo vinieran empastados.
Para todos estos milagros humildes i entusiatas del patriotismo que recuerdan el del cesto de pescados del mar de Galilea i de los cinco mil panes de la misma tierra, Villarroel no habría tenido otro recurso ni otro ardid que hablar inglés i llamarse " Corresponding Ajent of the Executive Comete of the Chile International Exhibition."
El título era más largo que el lacónico" Presbítero por la madre", pero con el sacó Villarroel todo lo que le apetecía, i todo lo que consiguió. Para su amigo el Capitán Vidal Gormáz, trajo un cajón de cartas jeográficas que valían por sí solas una Biblioteca Nacional: i esa colección del Cost Survey de la Unión del Norte, figura hoy entre los mejores arreos de la Oficina Hidrográfica en Santiago.
XVI
Sobrellevando alegremente todas las vicisitudes de fortuna, inclusas las más horrendas de la vida humana, que son las ingratitudes, volvió Villarroel a sus climas i clases de idiomas en las casas y colejios de Santiago hasta que estalló la guerra i voló " a manera de polvorazo" a las batallas i a sus campamentos, cayendo en los de
Antofagasta , como una visión de camanchaca. I allí siguió sin empleo, sin sueldo i sin rancho, comiendo de prestado en el perol del pililo, a Pisagua, a los Angeles, a Tacna i por último a Arica como si hubiese llegado en alas de la dinamita a las cumbres del Morro.
Nombrado en esta plaza, Capitán de pontoneros ad-honorem., Villarroel desentrañó en su derredor unos cuantos centenares de minas, polvorazos y torpedos, algunos de estos de formidable calibre, desenterró algunas leguas de alambre de cobre i descubrió las cuatro batería eléctricas que habían servido a la defensa. El Capitán Villarroel dejó además suficiente constancia de que una de estas baterías destinadas a volar los fuertes en el momento del asalto había cobardemente instalada en el Hospital de Arica, bajo el amparo de la bandera roja.
XVII
Concluída su tarea plutónica, el Capitán Villarroel regresó a Santiago en Julio de 1880, i bajo los auspicios del Ministro de Guerra y del Intendente Jeneral del Ejercito organizó su Sección de Fuego; alambre , baterías, picrato, todo jénero de materiales explosivos i fulminantes, inclusas por supuesto la dinamita, su gran especialidad. De esta sustancia pidió Villarroel a la Intendencia, dos mil quintales, que valían cien mil pesos; pero a ejemplo de aquel famoso Intendente de Ejercito Don Luis de la Cruz que nunca entregaba a Lord Cochrane, sino la mitad de la mitad de cuanto pedía, le dieron solo cien quintales. Después se han gastado más de tres mil.
XVIII
De Arica marchó el Capitán Villarroel a Pisco, i organizó allí su Brigada compuesta de diez pontoneros i cincuenta asiáticos(chinos), sus antiguos conocidos de Cantón (1853) el Capitán Villarroel pertenecía a la Primera División, i fue nombrado guía, practico i vanguardia a pié en la atrevida marcha de Pisco a Lurín. Villarroel no había recorrido jamás aquellos desiertos; pero quien había andado cien mil leguas por el orbe ¿ no andaría las cincuenta que se extienden de Pisco a Lima por la costa i divisando el mar?
Fue Villarroel con su incansable industria i enérjica inventiva, la providencia de la División Lynch en su marcha por el desierto. Sus elementos favoritos, como químico i como bombero habían sido el fuego y el agua, i trocando ahora éste por aquél, abrió en el Jagüey, pobre aguada de caminantes entre Tambo de Mora y Cañete, un "baño de natación" de catorce metros de largo con sesenta y cinco centímetros de profundidad, abasteciendo hasta la hartura debajo de las palmeras, no menos de seis mil soldados i sus bestias de silla i de carga. Villarroel iba siempre a pié, con su brigada asiática, espaldeado por los Granaderos a caballo del Comandante Yávar
XX
Cuando el infatigable gastador llegó de ésta manera a Lurín, dio cuenta de sus trabajos, i para su satisfacción recibió la siguiente honrosa respuesta:

Ministerio de Guerra i Marina.
Campamento de Lurín
Diciembre 29 de 1880

He recibido las notas de Ud. fechadas el 23 de Noviembre y 29 del presente, dando cuenta de sus trabajos. Ellos están conformes con los datos Oficiales que este Ministerio tenía, i deja satisfecho al que suscribe del modo que Ud. ha cumplido con su deber. Ud. pasará a este Ministerio una relación de los asiáticos que tiene bajo sus órdenes para ordenar se les abone su correspondiente sueldo.

Dios guarde a Ud. José Francisco Vergara.
XXI
Los servicios que enseguida prestó el Capitán Villarroel al Ejercito fueron tan intelijentes como heroícos .Los peruanos habían descubierto para su defensa el infernal sistema de las minas, pero como Dios ha creado todas la compemsaciones, así como para las culebras creó el halcón, i para los ratones el gato, así echó al mundo a Arturo Villarroel para los peruanos i sus minas.
Marchando adelante de la División Lynch con su Lejión pedida en préstamo al Celeste Imperio, avezado ya aquel servicio iba en efecto Villarroel desenterrando los tarros cilíndricos de las minas como quién cosecha papas, i dejando expedito el paso al Ejército.
Perdió así en la Batalla de Chorrillos a tres de sus chinos y un pontonero. Pero en la tarde del día 14 de Enero, entregaba al Coronel Lagos 39 prisioneros tomados por su jente i 435 bombas i tarros de torpedos desenterrados en el Morro Salar i en el Salto del Fraile. En consecuencia, el Capitán Villarroel fue ascendido ese día popularmente a Jeneral (Jeneral Dinamita) Era el nombre con que lo conocían los soldados i los chinos, i será probablemente el que habrá de darle la posteridad
XXII
En Miraflores la conducta de Villarroel fue bajo todos los conceptos dignas no de pobres muletas, sino de una corona de oro. Las minas de Miraflores no eran automáticas como las de Chorrillos, sino de alambre i chispas eléctricas, como los de América. I observando esto, viose entonces a este dignísimo, humilde i abnegado chileno en todos los puntos de vanguardia i especialmente en barrancos deslizándose como gato por el suelo, i en medio de un aguacero de balas iba con su afilado corvo cortando los alambres, como quién vá amarrando lechugas. Herido en el talón cual Aquiles, al principio de la batalla, volviose a retaguardia a hacerse curar, i montado otra vez a caballo siguió su tarea hasta caer junto a este, derribado sobre los rieles i con una pierna destrozada por el plomo
XXIII
Llevado al Hospital de Sangre Escuela de Cabos, disimulada portada del Panteón, la fiebre se apoderó de su trabajado organismo , i después de indecibles padecimientos, cojo, demacrado i paralítico fue traído a Chile por el mes de Abril. Recojióle en Santiago su amigo de la infancia, jeógrafo como él, y allí sentado entre dos muletas i vestido con burda i raída túnica de simple soldado( su único ajuar) hemos tenido la melancólica satisfacción de estrechar la mano paralizada del amigo, del Capitán i del patriota.
El Excelsior de la gloria no estaba escrito en la pálida frente de nuestro amigo, pro brillaba todavía como un rayo de fuego en su negra pulila, al recordar la grandeza del Ejército, sus hazañas inmortales i....."el pago de Chile"

Tomado de los escritos de Don Benjamín Vicuña Mackena en Santiago de Chile, Agosto de 1881.( reproducción con la escritura de la época)

Antecedentes de su participación en La Guerra del Pacífico

Lo que a continuación relataré como investigador corresponde al período entre el 15 de Noviembre de 1880 hasta el 15 de Enero de 1881 en Miraflores.
Pisco, 20 de Noviembre de 1880, corresponde al día en que el General Don José Antonio Villagrán entra a Pisco a eso de las dos de la tarde estableciendo en esa plaza su base de operaciones, allí ordena al Jefe de pontoneros, Capitán Arturo Villarroel" la limpia del puerto", esto consistió en recoger torpedos y minas y revisar los depósitos de explosivos que el enemigo dejó al abandonar el lugar.
Con fecha 22 de Noviembre vemos al Capitán Villarroel en los procedimientos de arreglo de los pescantes del muelle, escaleras y camino de rieles del muelle inutilizados por el enemigo, ello permite en mejor forma el desembarco que realiza la Intendencia del Ejercito
La colonia china, allí numerosa y bien colocada en el comercio, recibe al Ejercito con los brazos abiertos; pues saben que ha dado libertad( el Ejercito) a numerosos esclavos de su nacionalidad, trabajadores en el valle de Sama, Locumba y Moquegua.
Hay que destacar que en estos días se establece el vínculo histórico y de amistad con muchos comerciantes chinos, que cooperan gustosos junto al Ejercito Chileno. Los mismos que en señal de agradecimiento acompañarán al Capitán Villarroel en los trabajos que realizará a partir de ese momento, consiguiendo con ello un mejor y mayor bienestar a las tropas en campaña.
Es importante señalar que existió un comerciante chino que se hacía llamar Quintín Quintana, personaje muy especial, redimido por su trabajo, , tenía gran ascendiente sobre los suyos, hombre de cierta ilustración que había llegado a estas latitudes según se sabía, traidoramente desde China, siendo vendido a un rico hacendado, con un contrato de arrendamiento por 20 años de servicio, a dos soles anuales.
Se vive la experiencia de un intercambio comercial y de información, que será vital en las futuras operaciones. En efecto,el Estado Mayor se informa de detalles, que sin la ayuda china habrían costado vidas,y significado además demoras, ya que siendo los chinos conocedores del lugar, entregaron información de caminos y a guías expertos.
Pronto se reunieron allí numerosos asiáticos liberados por nuestros destacamentos, en las Haciendas de Ica, Condor, Humay, Chincha,y demás fincas productoras de caña, algodón, vid, etc
El 17 de Diciembre se inicia la marcha de Lynch, son 300 kilómetros de distancia entre Pisco y Lurín. El día anterior, 16 de Diciembre, el Capitan de Pontoneros Don Arturo Villarroel, sale de Tambo Mora a Jaguay, con cuatro individuos de su cuerpò y algunos chinos voluntarios
Los chinos se declaran ardientes partidarios de los chilenos, que dan libertad a los esclavos de su nacionalidad, comprados por hacendados en Lima a mil soles por cabeza.
Los pobres chinos vivían en corrales inmundos, vestidos con arpillera con que se amarran las marquetas de chancaca, eran alimentados con arroz en exigua cantidad; salían del trabajo bajo la dirección de un mayoral que guasca en mano los hacía trabajar de sol a sol, por cualquier razón eran castigados , engrillados y al cepo. Si alguno se suicidaba para ir a resucitar en Cantón, no tenía ni siquiera ese consuelo; los administradores ordenaban cremar el cadáver, para evitar la transmigración, condenando al alma del suicida a vagar en las sombras del espacio. Fue de gran crueldad la vida que llevaron los chinos hasta la llegada de las tropas chilenas.
Por la misma razón, sintiéndose libres, siguieron agradecidos a las tropas expedicionarias, sin imponer gran gasto y contentándose con lo que les dieran las tropas. Se habla que en gran medida se contentaron con lo que para los chilenos eran consideradas sobras, y para ellos un suculento banquete, las patas, cabezas é intestinos de las reses etc.
Serviciales, ligeros y comedidos, daban noticias de los caminos, de los recursos y de los fundos que tenían provisiones de animales de servicio; servían de asistentes de clases y soldados, les llevaban el rollo, les aseaban la ropa, les acarreaban agua y naturalmente les buscaban en las vecindades cositas apetitosas de beber y comer, en lo que eran eximios rebuscadores.
Adoraban al Capitán Villarroel, que les hablaba en su lengua, pues en sus peregrinaciones, había estado en Manchuria trabajando minas; y fue el primer descubridor de yacimientos de cobre en el Celeste Imperio.
Desgraciadamente, un mandarín ávido de riqueza, ordenó degollar en una noche dada, a todos los extranjeros residentes en el mineral. Los trabajadores que sentían gran cariño por Villarroel, consiguieron transportarle oportunamente a la costa, en donde le embarcaron para América
Villarroel marchaba a Jaguay a ensanchar uno o dos pozos que cavaron Yávar y Vidaurren, en las cercanías del que existía en la localidad. Durante la noche estuvo a punto de ser víctima de los montoneros, pero se impuso con sus cuatro hombres y algunos chinos armados, hasta la llegada de 140 Artilleros de Marina que le sirvieron de custodia.
Jaguay es una caleta desconocida cerca del cause del río Topara, llamado río Seco por los naturales, que separa las áridas pampas de Cañete y Chilcha ó Ñoco, Los marinos reconocen la localidad por una triple palmera distante 150 metros de la playa, a cuya sombra existe un pozo de agua dulce de excelente calidad. La palmera es una sola, pero a la distancia parece triple, porque nacen tres arboles del mismo tronco.
La aguadita de Jaguay tenía a la llegada de Villarroel, tres centímetros de diámetro: y de agua , siete centímetros de espesor.
Villarroel desmonta un frondoso grupo de palmas, y crea de madera y con solidez, una aguada , en forma de baño de natación( piscina) de 14 metros de largo por tres metros veinte centímetros de ancho. Amanecía con setenta centímetros de agua pura y buena, para los Regimientos 2º, Talca, Granaderos a caballo, sección de Artillería de Marina, y como para mil cabalgaduras,
El agua disminuye hasta 24 centímetros.
Construye en seguida otra aguada de 4 por 4 metros, que queda al retirarse las tropas con 60 centímetros de mejor agua que la anterior.
El señor Coronel Lynch que había salido el 17 desde Pisco, llega a las 3 de la mañana del 18., con la gente fresca, sin un solo rezagado. Los soldados se hartan de agua y a dormir. Para en buenas condiciones continuar la marcha.
Vemos en seguida al Capitán Villarroel en Mala, acompañado de los Granaderos que lo escoltan, marchan con él pontoneros y herramientas encargados de habilitar un pozo que hay en Asia, para surtir de agua a la Brigada que los sigue.
Yávar, dejando a Villarroel en Asia, sigue adelante a ocupar el Valle de Mala . En previsión de que se oculten montoneros en los bosques, acompañan a la Caballería 25 Infantes montados del 2º de Línea..
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Por su parte el Coronel Sr.Lynch emprende la marcha desde Cerro Azul a las 4 PM. para atravesar en la noche los 50 kilómetros que lo separan de Asia, para llegar a las 9:30 de la mañana y acampar, allí se encuentra con el pozo habilitado por el Capitán Villarroel, con sus pontoneros y chinos.
Luego del valioso aporte desarrollaron en esta marcha de 300 kilómetros, al concluir esta, y a las puertas de Lima, nuevamente vemos al Capitán Villarroel, acompañado ahora de 300 chinos, desactivando minas y cortando cables, pegados al suelo avanzan entre las ondulaciones del terreno. Ya , en las postrimerías de la lucha, dos tiros de rifle tumban al Capitán Villarroel dejándolo lisiado para siempre, luego de exclamar con su voz bonachona al ser llevado a la ambulancia " Se salvó la técnica; no me habría conformado volar con una mina; un par de balas, pase ¡ "15 de Enero de 1881
 

Nacho

Comandante de Guardia
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TOMA DEL MORRO DE ARICA
Tras la huída de las tropas aliadas luego del triunfo chileno en la Batalla de Tacna, en el Campo de la Alianza, la dotación peruana apostada en Arica quedaba completamente aislada, huérfana de ayuda y a merced del Ejército chileno.
Por su parte el General Manuel Baquedano, ya pensando en el ataque a la Capital peruana, no estaba dispuesto a dejar fuerzas enemigas a sus espaldas y menos una plaza tan importante como lo era el Puerto de Arica, decidiendo el ataque sobre el Coronel Bolognesi y sus hombres, designando para dicha misión al Coronel Pedro Lagos, con un total de 5.380 hombres pertenecientes a los Regimientos Buín, 3º de Línea, 4º de Línea, Lautaro, Bulnes, dos Escuadrones del Carabinero de Yungay, dos Escuadrones del Cazadores a Caballo y cuatro Baterías de Artillería, suficiente cantidad de hombres para asegurar un nuevo triunfo para las armas chilenas.
El Coronel Francisco Bolognesi, enterado del fracaso aliado en Tacna, envía varios telegramas al 2º Ejercito del Sur, apostado en Arequipa, que comandaba el Coronel Leiva, pidiéndole que acudiera en auxilio de sus posiciones, pero lamentablemente para él y sus tropas no hubo contestación positiva. Cada vez estaban más solos en Arica.
El día 1 de Junio el Comandante Rafael Vargas comandando las fuerzas de caballería partieron rumbo al Puerto de Arica, y al llegar al río Lluta son atacados sorpresivamente. Una vez reorganizados, se lanzan en persecución de los atacantes capturando a dos individuos, el Ingeniero Teodoro Elmore y su Ayudante, quienes portaban planos en los cuales se indicaban las posiciones donde se encontraban ubicadas las minas que llenaban la ciudad.
El 4 de Junio, las fuerzas de Lagos comenzaron a coronar el plan chileno, enviando a la Artillería de Campaña al N. E. de la ciudad.
Convencido de la futura victoria, el Jefe chileno decide enviar al Coronel José de la Cruz Salvo como parlamentario ante Bolognesi, pidiéndole rendición, para evitar así un innecesario derramamiento de sangre. El siguiente es el dialogo que hubo según Vicuña Mackenna en su libro La Campaña de Tacna y Arica:

Bolognesi.- Le oigo a usted señor.
Salvo.- Señor, el General en Jefe del Ejército de Chile, deseoso de evitar un derramamiento inútil de sangre, después de haber vencido en Tacna al grueso del Ejército aliado, me envía a pedir la rendición de esta plaza, cuyos recursos en hombres, víveres y municiones conocemos.
Bolognesi.- Tengo deberes sagrados y los cumpliré quemando el último cartucho.
Salvo.- Entonces está cumplida mi misión
Bolognesi.- Lo que he dicho a usted es mi opinión personal; pero debo consultar a los jefes, y a las dos de la tarde mandaré mi respuesta al Cuartel General chileno.
Salvo.- No señor Comandante General, esta demora está prevista, porque en la situación que previamente nos hallamos una hora puede re decidir de la suerte de plaza. Me retiro.
Bolognesi.- Dígnese usted aguardar un instante, voy a hacer la consulta aquí mismo y en presencia de usted.
Fue unánime el apoyo a la decisión de Bolognesi. Todos decidieron pelear hasta quemar el último cartucho.
De vuelta al Cuartel chileno, el Coronel Salvo da cuenta del resultado de su misión. La suerte esta sellada para la guarnición ariqueña.
Los días venideros hubo escaramuzas entre la Artillería de ambos bandos, pero sin causar daños de consideración.
El 6 de Junio, el Coronel Lagos envió un segundo parlamentario, eligiendo esta vez al Ingeniero Elmore, quien ni siquiera fue recibido por el Jefe peruano. Fracasadas las tentativas, el Jefe chileno decide atacar a la brevedad.
Bolognesi sabía perfectamente que el ataque chileno se realizaría pronto, por lo que decidió hacer una redistribución de sus fuerzas. El coronel Inclan con los granaderos se situaron en el Fuerte Este. Los soldados que formaban el regimiento Artesanos de Tacna, ocuparon el Fuerte Ciudadela. El capitán Moore con los cazadores de Piérola se ocuparon de las defensas de las baterías del Morro, allí estaban también el coronel Bolognesi y sus servidores de artillería.

Aprovechando la oscuridad de la noche, el 3º y el 4º de línea bajaron hacia el Valle de Azapa y luego al sector de serranías. El 3º quedo frente al Fuerte Ciudadela y el 4º frente al Fuerte Este.
Los centinelas del Ciudadela, sorprendieron el avance de los chilenos e hicieron fuego, alertando a los defensores que corrieron a sus puestos. Los del 3º de línea al ser descubiertos, se lanzaron al asalto a toda carrera. Una vez atravesados los mil metros que los separaban del fuerte cayeron sobre las trincheras abriéndolas con los corvos, saltando luego al interior de ellas. El primero en hacerlo fue el subteniente José Ignacio López, quien arrió el pabellón bicolor peruano. Al ingresar más atacantes al Ciudadela, estallaron dos minas haciendo volar por el aire a algunos soldados chilenos. El uso de las minas enfureció a los atacantes, quienes se precipitaron sobre sus enemigos, dando muerte a cuanto defensor que hallaron, sin importar si se rendía o no. Los oficiales trataron de calmar a sus soldados, pero eso fue imposible. Mientras a las 4 AM el 4º de Línea se dirigía al Fuerte Este.
Apenas aclaro el día, su avance fue descubierto por la infantería y artillería peruana que abrió fuego contra ellos. Al igual que contra el Fuerte Ciudadela, los asaltantes al conquistarlo, dan muerte a todo enemigo que alcanzaron.
La lucha fue mas corta que la del 3º de línea, pues la mayor parte de los defensores emprendieron retirada hacia el Morro.
Mientras tanto, el regimiento Lautaro, a las ordenes del coronel Barbosa, capturaba la batería San José. Los fuertes Santa Rosa y 2 de Mayo fueron dinamitados por sus propios defensores.
Cuando el 3º y 4º de línea ya habían conquistado sus posiciones, se lanzaron en pos del Morro, olvidándose de las órdenes recibidas de esperar al regimiento Buín. *
Una verdadera lluvia de balas caía sobre los chilenos, causando gran mortandad en sus filas; pero con sin igual furia siguieron avanzando. En pocos momentos alcanzaron la cima de la fortaleza, cayendo sobre los enemigos dando muerte de forma brutal a los oficiales Francisco Bolognesi y Juan Moore, salvando la vida de los demás oficiales peruanos, la oportuna llegada de oficiales chilenos que calmaron a sus hombres, evitando así más derramamiento innecesario de sangre. Cuando la bandera chilena fue izada en el mástil del Morro por el teniente del 4º de línea Casimiro Ibáñez, el capitán del buque peruano Manco Cápac, abriendo las válvulas de su monitor lo hundió en el mar.

* Alguien grito " vamos pa´arriba" y partieron como diriamos a la Chilena.
 

RVRESCUE

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31 Mar 2007
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Cuando el 3º y 4º de línea ya habían conquistado sus posiciones, se lanzaron en pos del Morro, olvidándose de las órdenes recibidas de esperar al regimiento Buín. *

* Alguien grito " vamos pa´arriba" y partieron como diriamos a la Chilena.

"La Toma del Morro", cachimbo que ya mencione antes, recuerda este hecho que comentas aca...

Un par de estrofas rezan

Se abre la camanchaca
como telón de combate;
subiendo van los soldados,
subiendo sus estandartes.
Los del Cuarto de Línea
ganan terreno, pierden su vida:
"¡Hay que tomarse el Morro,
vamos pa' arriba, vamos pa' arriba!"


Saludos,

REINALDO VALLEJOS CACERES