Murió de hambre la efefante del zoo de Caracas

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1 Dic 2010
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Chile
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Tenía 48 años y el pasado domingo falleció, no de vieja, sino de hambre. De los 135 kilos de comida que debería consumir al día, tan sólo le daban 10.
La última exhibición de la elefanta Ruperta en el Parque Zoológico Caricuao, de Caracas, fue dramática. Tras haber cumplido con el autoaislamiento de tres días que se imponía después de cada caída, cerca de las 14 del pasado domingo salió de su guarida. Su actuación a partir de ese momento, sin embargo, no fue la esperada: se arrinconó, levantó ligeramente la trompa y se quedó paralizada durante una hora.

Su audiencia, conformada por unos 10 niños y siete adultos, entendió que se trataba de una despedida. El llanto comenzó a contagiarse de unos a otros. "No se mueve", murmuraban los mayores, mientras los más pequeños, en un intento por animarla, le gritaban: "¡Ruperta!".

Una mujer que resguardaba el lugar los desalentó aún más: "Ella está muy viejita. En cualquier momento se muere". Pronto el tiempo demostró que, en parte, tenía la razón: Ruperta estaba destinada a morir, pero no de vieja sino de hambre.

Tras varios cambios y restituciones de su dieta, el 23 de marzo de 2017, una debilitada Ruperta se desmayó por primera vez. Trabajadores y ambientalistas aseguraron que, para entonces, llevaba un mes comiendo mal, y que tan sólo le daban pasto y auyama (calabaza), lo que además le generó diarrea.

El presidente Nicolás Maduro desestimó la información y dijo que se había creado "una novela, un show, para desmoralizar a la gente". En agosto del año pasado seguía débil y sufrió un segundo desmayo. De nuevo los bomberos tuvieron que ir con su grúa al zoo para levantarla poco a poco y estabilizarla, un proceso que duraba horas.

Esa segunda vez se abrió una oportunidad para Ruperta con la oferta de enviarla al único santuario de elefantes de América Latina, en Brasil. Como sucedió con la mona "Cecilia", del ex zoológico de Mendoza, que fue trasladada a Brasil.


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El triste final

A sus 48 años, el pasado domingo la elefanta africana permanecía estática junto a la piscina de la que le gustaba tomar agua con su trompa, para echársela encima. A pesar de los 31 grados de temperatura, Ruperta no entró al estanque. Tampoco deleitó a su audiencia jugando con tierra.

Al cabo de una hora, Ruperta regresó a su guarida y, salvo los trabajadores del zoo, nadie volvió a verla. Los lunes, por razones de mantenimiento, el parque permanece cerrado. Y Ruperta no aguantó hasta las 9 del martes, cuando el zoo debía abrir nuevamente sus puertas al público. A las 13, el vigilante que estaba de guardia en el zoo la encontró tirada en el suelo: esta vez sin respirar y con surcos de lágrimas en su rostro.

Este martes, a puerta cerrada, tuvieron que cumplir con el penoso deber de hacerle la necropsia. Aunque aún se desconocen los resultados oficiales, dirán extraofcialmente que dirán que Ruperta murió por deficiencia pulmonar. Sin embargo, todas las fuentes cercanas al caso coinciden en algo: Ruperta estaba mal alimentada.

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