BOMBEROS EN LA PAZ Y LA GUERRA

Nacho

Comandante de Guardia
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Bombero Armado de Santiago en 1879.

Al partir al Teatro de Operaciones los cuerpos de Policías Municipales de las ciudades principales de Chile, ofrecieron sus servicios como sustitutos, para mantener el orden público, los Cuerpos de Bomberos existentes en esos mismos lugares. El gobierno les proveyó de armas para la vigilancia de las calles y edificios públicos, con la misma autoridad que la Policía Municipal, hasta el regreso de ella; fuera de mantener sus labores tradicionales bomberiles. Respecto a su vestuario, el 14 de Abril de 1879, La Patria informaba que “...se acordó igualmente adoptar el uniforme que usan actualmente...” para sus tareas policiales. Aún así, el Ejército les provee de kepís en reemplazo de sus cascos de cuero acharolado con fiador escamado. La ilustración nos muestra un bombero armado de la capital, con fusil Gras y provisto de yatagán en tahalí negro a su cinturón. El bombero ilustrado pertenece a la 3º Compañía de Bomberos de Santiago,. Viste su traje de paño rojo con pantalón negro. Gentileza de don Patricio Roberto Greve Moller


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Voluntario Francisco Wormald Valenzuela, "Héroe en la Batalla de Chorrillos"

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No son pocos los voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Santiago, siempre fieles a su valor, carácter, entusiasmo y amor por la tierra que los vio nacer, que partieron a cubrir de gloria los desiertos de nuestro norte chileno cuando, por distintas razones, nuestra nación se debió enfrentar ante los hermanos países de Perú y Bolivia. Algunos regresaron para continuar vistiendo la casaca de cuero en los incendios; mientras que otros, como éste joven voluntarios de la Sexta, alcanzó la gloria en una de las batallas más sangrientas de la campaña en el norte, colmando de orgullo a sus compañeros de la Salvadores y Guardia como también, a toda una nación agradecida.

Su registro como voluntario del Cuerpo de Bomberos de Santiago es el número 650, y el de voluntario de la Sexta, el 697. Ingresó a la Compañía en el año 1879, aunque se consigna su incorporación a las filas de la Sexta en marzo de 1880. Nació en una acomodada familia de Santiago en 1860. Fue hijo del distinguido Médico cirujano, Dr. Rafael Wormald y de doña Natalia Valenzuela.

Su permanencia en la Sexta fue breve, debido a su temprana muerte en el campo de batalla. No obstante, ya en su corta vida como sextino, es condecorado con la Medalla Municipal, distintivo otorgado por la Ilustre Municipalidad de Santiago, y con el que fueron distinguidos solo algunos voluntarios de la Sexta, debido al heroico papel desempeñado en el combate al incendio del Cuartel de Artillería. Allí se conservaban los arsenales de guerra; hecho acontecido durante la mañana del 27 de enero de 1880. En dicho incendio, que arrojó una terrible cifra de víctimas, civiles y militares en su primera explosión, puso en riesgo el resultado de la guerra que Chile llevaba con sus países hermanos de Bolivia y Perú. Las llamas que afectaron el Cuartel de Artillería, no solo ponía en riesgo todo el arsenal y suministros militares almacenados para las tropas chilenas que luchaban en el norte, sino además, y debido a la alta concentración de pólvora alojada en los almacenes, pudo generar una explosión de proporciones, volando gran parte de la ciudad de Santiago.

El Llamado de La Patria

El joven voluntario Wormald, de 21 años, no desatiende el llamado de las autoridades para defender la Patria. Es así como, solicitando una licencia a sus oficiales bomberiles, se enrola en el glorioso Batallón "Talca" (conocido como el batallón cívico Talca), en dónde es instruido en las disciplinas básicas para desenvolverse en el frente de batalla. Terminada la instrucción, es consignado con el grado de Subteniente de Ejército, y destinado a combatir de inmediato al frente.

En el escenario bélico de la Campaña de Lima, las fuerzas peruanas se apostaban a defender la capital en las afueras de Lima, desarrollando una línea defensiva fuertemente armada. Según algunos autores, el contingente peruano era de 15 a 20 mil hombres, bajo el mando del General Iglesias y del Coronel Panizo. Este escenario, desde el punto de vista peruano, se conoce como la batalla de San Juan.

A la zona norte son enviados, entre otros, los batallones Bulnes, Valdivia, el Esmeralda, el Chillán, Chacabuco, Aconcagua, el 3ro y 4to de Línea y el Talca en donde se enfilaba el Subteniente Wormald.

El General Manuel Baquedano ya había dado la orden de ataque. Es así como a las 4 de la madrugada del 13 de Junio de 1881, las Divisiones Primera, Segunda y Tercera se lanzaban a la lucha contra las fuerzas del Perú. Tomado el Morro Solar, no sin antes obtener altísimas bajas por ambas lados, las tropas peruanas se repliegan y concentran en Chorrillos, para enfrentar finalmente la feroz embestida de las fuerzas chilenas, bajo el mando del Coronel Pedro Lagos, instancia en donde se da uno de los más crueles y sangrientos enfrentamientos de la Campaña de Lima y de la Guerra.

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Fotografía de los Oficiales del glorioso Batallón Talca. El Sub Teniente Wormald es el sexto hombre, segunda fila, de pie, de izquierda a derecha. Ambas valiosas fotografías fueron proporcionadas por la gentileza del historiador de nacionalidad peruano, y bachiller en derecho, don Jonata Saona.


Según los registros de Vicuña Mackenna, el Sub Teniente Wormald fue herido de gravedad en su muslo y posteriormente hecho prisionero por los soldados peruanos. Específicamente, su herida se produce cuando el contingente chileno tomaba el Morro Solar. Posterior a su detención, y según lo expuesto por Mackenna, fue asesinado pese a ser un prisionero, estar herido y no dar combate.

El Teniente Coronel don Silvestre Urízar Garfías, Comandante del Batallón Movilizado del Talca, da cuenta en su parte, referido a la batalla en Chorrillos, lo siguiente:

"Me es doloroso tener que consignar que, entre las once bajas de Jefes y Oficiales, la del Teniente Coronel, segundo jefe, don Carlos Silva Renard, herido de muerte al comenzar la batalla del día 13, y la del entusiasta y distinguido sub Teniente don Francisco Rafael Wormald, que cayó víctima de su arrojo, mientras combatía en las filas más avanzadas".



El Regreso a Casa

Un mes más tarde, y a bordo del buque vapor "El Limarí", los restos mortales del voluntario de la Sexta y oficial de Ejército, eran traídos al puerto de Valparaíso.

Conocida la noticia en la Sexta, se toma el acuerdo de conformar una delegación de 10 voluntarios, al mando del Capitán de la Guardia de Propiedad (Sexta) don Arturo Claro Correa, para traer consigo el cuerpo del joven voluntario, que había alcanzado la gloria en las amarillas tierras del desierto nortino, teñidas de sangre y pólvora por la batalla. Sobre la llegada de sus restos, se consigna que, una delegación de voluntarios de la Décima Compañía de Bomberos de Valparaíso, y 50 fusileros que lanzaban sus salvas, rindieron emotivos honores a los restos del voluntario Wormald. A su llegada a Santiago, a eso de las diez y treinta de la noche, del día 14 de febrero de 1881, sus restos fueron colocados en el Salón del Directorio del Cuartel General, para rendir tributo al primero de la Sexta caído en batalla. Sobre el ataúd se colocó su uniforme de bombero y el casco de parada. Además, su sable de oficial, un cinturón y dos tiros. La medalla Municipal que con justicia había logrado en el Incendio de los Arsenales de Guerra, y su gorra quepí, distintivo inequívoco del soldado chileno.

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Maravilloso registro fotográfico de la década del cuarenta, de tres ex combatientes chilenos de la guerra del pacífico. Se les llamaba "Los veteranos del 79". Fuente: "batallones de atacama".


El matutino santiaguino "El Ferrocarril", publica en sus páginas lo siguiente: "El regimiento de Talca, que tantos laureles supo conquistar en las dos últimas batallas que precedieron la entrada a Lima del ejército chileno, tan cruelmente probado en sangrientas operaciones de guerra, hubo de soportar, al igual que otras unidades militares, la pérdida de muchos oficiales y soldados que cayeron en los campos de batalla, entre ellos el Subteniente Wormald, muerto heroicamente en Chorrillos".


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Participación del Cuerpo de Bomberos de Santiago en la Guerra del Pacífico

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En 1879 los Oficiales Generales del Cuerpo de Bomberos de Santiago eran los siguientes:

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Superintendente don José Besa (1ª. Cía.)

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Comandante don Carlos Rogers (5ª. Cía.)


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Vice Comandante don Tulio Ovalle (2ª. Cía.)

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Secretario General don Pedro Montt (6ª. Cía.)

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Vice Superintendente don Buenaventura Cádiz (3ª. Cía.)

  • Tesorero General don Juan Tomás Smith (nombrado por el Directorio)
El 4 de Abril de 1879 un grupo de voluntarios de diversas Compañías solicita por escrito al Superintendente que los autorice a reunirse, de uniforme, en el Cuartel General, para ofrecer sus servicios al Gobierno y expresan en esa nota que consideran que ha llegado el momento en que puedan ser útiles al país y que ese ofrecimiento debe ser tan entusiasta como espontáneo. Firman: Ismael Valdés Vergara, Eugenio R. Peña Vicuña, Antonio del Pedregal, Arístides Pinto Concha, Emiliano Llona Albizú, Manuel Avalos Prado y muchos otros.

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Bomberos Armados 1879

El 5 de Abril Chile declaró la Guerra a Perú y Bolivia al descubrirse la existencia de un pacto secreto entre ambas naciones.

El Directorio hizo suya la petición y convocó a todo el Cuerpo a reunirse el día 6 de Abril. En esa concertación se acordó desfilar hasta la Moneda y ofrecerse para los servicios que el Presidente dispusiera. Se repetía así el ofrecimiento de servicios hecho al Presidente Pérez durante la guerra con España.

El día 9 de Abril el Presidente Pinto y el Ministro de Guerra don Cornelio Saavedra dictan el siguiente Decreto:

“En vista del patriótico ofrecimiento que los bomberos de esta capital han hecho al Gobierno, fórmese con estos ciudadanos en Cuerpo de Voluntarios Armados al mando de su Comandante don Carlos Rogers”.

Las dos Compañías francesas quedaron exceptuadas del servicio militar pero acordaron hacer el de policía.

El Cuerpo de Bomberos Armados se compuso de las seis Compañías chilenas y se comprometió a instruir militarmente a cien hombres cada 90 una. El Gobierno designó a los Oficiales o mejor dicho ratificó a la mayoría de los que habían sido elegidos el año anterior por los mismos bomberos.

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Bomberos armados Cuartel General 1879

La Oficialidad del Cuerpo de Bomberos Armados fue la siguiente:

Para la Bomba del Oriente:


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Capitán don Vicente Dávila Larraín

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Teniente don Emiliano Llona

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Subteniente don Justo Pastor Vargas

  • Teniente don Eduardo Ovalle
  • Subteniente don Juan de Dios Ortúzar

Para la Bomba del Sur:

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Capitán don Ambrosio Rodríguez Ojeda

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Teniente don Manuel E. Subercaseaux

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Teniente don Carlos Varas

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Subteniente don Carlos R. Ovalle

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Subteniente don Vicente Prieto Puelma


Para la Bomba del Poniente:


  • Capitán don Buenaventura Cádiz
  • Teniente don Rafael Doren
  • Teniente don Arturo Santos
  • Subteniente don Jermán Navarrete
  • Subteniente don José María Oyarzún

Para la Compañía Guardia de Propiedad:

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Capitán don José Antonio Tiska

  • Teniente don Carlos Valenzuela Bernales
  • Teniente don Moisés Huidobro
  • Subteniente don Laureano Vial
  • Subteniente don Florencio Bañados
Para la Bomba América:

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Capitán don Gustavo Ried Canciani

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Teniente don Ismael Valdés Vergara

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Subteniente don Guillermo Swinburn Kirk



  • Teniente don Enrique Rodríguez Cerda
  • Subteniente don Arístides Pinto Concha


Para la Primera Cía. de Hachas, Ganchos y Escaleras:


  • Capitán don Ruperto Murillo
  • Teniente don Alberto Murphy
  • Teniente don Fidel I. Rodríguez
  • Subteniente don Exequiel González
  • Subteniente don Adolfo Tapia


A los seiscientos reclutas se les armó con los anticuados fusiles Minié. En las mañanas, desde el amanecer, y en las tardes hasta avanzadas horas de la noche practicaban los ejercicios que pronto les darían apariencias y destreza de veteranos.

Su primera formación en público impresionó favorablemente a las autoridades militares y se les encomendó las guardias de la Moneda, de Hospitales, Cárceles y de Cuarteles.

Cuando las sangrientas batallas hicieron insuficientes los hospitales de campaña hubo que trasladar los heridos a Valparaíso y Santiago. El Cuerpo de Bomberos se encargó de esperarlos en la estación y conducirlos a los hospitales públicos o a los particulares que entonces se instalaron con este fin.

La disciplina que imperaba en el Cuerpo de Bomberos Armados era muy severa pero sonando la campana de alarma abandonaban sus militarizadas obligaciones para correr a servir frente al fuego. Una Nota recibida por don Carlos Rogers es un pintoresco y elocuente testimonio:

“CUERPO DE BOMBEROS ARMADOS”

Guardia de Prevención

Santiago, Noviembre 5 de 1879

Señor Comandante:

Con ocasión del incendio de esta tarde se escapó un voluntario de la Sexta Cía. de Bomberos Armados que estaba detenido por veinticuatro horas a contar desde las 6 P.M.- Lo comunico a Ud. para los fines del caso.

Dios Guarde a Ud.

Manuel María Aldunate

Cabo de Guardia

Nota: La Sexta Cía. de Bomberos Armados correspondía a la Primera Cía. de Hachas, Ganchos y Escaleras (actual Octava Cía.).

Seguían siendo más bomberos que soldados y obedecían más al tañido de la “paila” que a la “Ordenanza Militar”.

El ex Superintendente del Cuerpo don Antonio Varas había vuelto a ser Ministro del Interior y cuando don Francisco Echaurren renunció a la Intendencia General del Ejército no dudó en ofrecer este difícil cargo, en tiempo de guerra, a don Vicente Dávila Larraín a quien conoció como bombero. El sucesor de Varas en el Ministerio del Interior, don Manuel Recabarren, uno de los fundadores del Cuerpo, también dispensó su absoluta confianza al señor Dávila y así pudo este gran Capitán de la Primera Compañía realizar una labor notable en beneficio del Ejército en campaña. Buscó sus principales colaboradores en las filas del Cuerpo y todos le respondieron sin vacilaciones. En el aprovisionamiento y en las ambulancias se distinguieron Ambrosio Rodríguez Ojeda, Ramón Allende Padín, Tulio Ovalle, Buenaventura Cádiz, Eugenio R. Peña Vicuña, los médicos Daniel Rioseco, Wenceslao Díaz, Alfonso Klickmann, Víctor Körner.

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Manuel Recabarren Rencoret


Andwanter y muchos otros. Körner escribió sus memorias que fueron impresas bajo el título de “Diario de Campaña de un Cirujano de Ambulancia” y que comprende los dos primeros años de la guerra. Dice el voluntario Körner:

“En ese entonces yo pertenecía a la Quinta Cía. de Bomberos y también era tesorero de la Sociedad Médica. El servicio no existía (el Servicio Sanitario) y cuando fue creado fue mirado con antipatía por el elemento militar por considerarlo un estorbo impuesto por fuerza superior y con cuya existencia no había más que conformarse. Así pudo suceder que para el asalto a Pisagua no se llevaran ambulancias. En Dolores hubo una sola y en Tarapacá ninguna”.

“En Santiago casi todo el Quinto Año de Medicina se inscribió en las listas de la Comisión de Ambulancias. Nos dieron $120.- por adelantado que correspondía a un sueldo de Capitán. El 20 de Mayo nos dieron orden de trasladarnos a Valparaíso para embarcarnos en el Loa que llevaba 200 novillos a Antofagasta. El día lo ocupé entregar los libros de caja de la Soc. Médica y en despedirme de mis compañeros que ese día estaban de guardia en la cárcel situada al pié del Santa Lucía. El Loa zarpó el 29 de Mayo con los vacunos y los cirujanos. En Valparaíso me alojé en casa de mi hermano Ricardo con mi amigo Klicmann, ahí supimos la muerte de nuestro compañero Pedro Regalado Videla cirujano de la Covadonga a quien una bala de la Independencia le cortó las piernas”.

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Cirujano Pedro Videla

Los que más dieron a conocer la actuación del doctor Allende fueron los segundinos Eduardo Hempel González y Daniel Riquelme Venegas, ambos periodistas destacados como corresponsales en campaña. Riquelme en su libro titulado “Bajo la Tienda” tiene párrafos como los siguientes:

“… y vino la batalla, y el suelo, los cañaverales, las faldas de los cerros, sus barrancos, sus cumbres, fosos y trincheras se cubrieron de muertos y de heridos. ¡Qué charco inmenso de sangre! ¡Qué matadero de reses humanas! Dragoneando de hermana caridad, o sea, de mozo de palangana al lado del doctor Allende Padín (sobre la palangana tajeaban a diestro y siniestro), todos llevábamos cuenta cabal de los que llegaban heridos, y nos alegraba la ausencia de nuestros amigos. No habían caído, decíamos, pero luego nos asaltaba la duda. ¿Y si estuvieran todavía botados en el campo?”

Y antes de la batalla de los futres, o de los pijes, como se llamó a Miraflores, en que los heridos estaban esparcidos en tres lugares distintos, 93 San Juan, Chorrillos y Morro Solar, y los soldados dormían extenuados por el largo combatir, relata Daniel Riquelme:

“… cuando, al parecer, ya no cabía un doliente más, como a eso de la una de la mañana, los doctores Arce y Prado descargaron un nuevo cargamento más de heridos”.

“Pensando en que los que aún yacían abandonados se arrastrarían hasta la línea férrea, movilizaron un carro, arrastrado por sus propios caballos y el empuje de algunos ambulantes, todos antiguos voluntarios o auxiliares de la Segunda Compañía de Bomberos de Santiago, lo llenaron con esa última cosecha, realizada a tientas, heroicamente, entre las tinieblas de la noche, sobre un campo desconocido y con igual piedad para los amigos y los enemigos”.

Igual equidad dice el quintino Samuel Ossa Borne se practicaba en los Hospitales de Lima. El fue herido en Miraflores “pero igual entró a caballo a la capital peruana”, fue atendido en el Hospital Santa Sofía y en el Dos de Mayo por sus compañeros de Bomba doctores Daniel Rioseco y Klicmann. En el Santa Sofía “había más cholos que chilenos”.

Marchant Pereira, acompañó a las tropas como Capellán de la Primera División, cuenta en sus Memorias que hacía enterrar juntos a chilenos y peruanos “para que siquiera en la muerte estén juntos y en paz, los que en la batalla se atacaron y pelearon como leones”.

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CapellanMarchant Pereira

De la Tercera Compañía fueron a la Guerra del Pacífico: Buenaventura Cádiz, Rafael Doren, Eduardo Kinast, Rómulo Correa, Rafael Penjeán, Belisario Bustos, José María Oyarzún, Arturo Santos, Enrique Pantoja, Juan Boza, J. de la C. Navarrete, Germán de la Cruz y David Valenzuela.

La Compañía acordó darle una manifestación de simpatía al primero de sus miembros que regresara del frente de batalla y acordó también considerarlos presentes en todos los actos de servicio, anotándoles las respectivas asistencias para no perjudicarlos al distribuir premios de constancia.



Cada Compañía dio soluciones diferentes al problema que les acarreaba esta fuga de voluntarios que se iban al Norte, algunos dejando apenas un aviso informal. De la Quinta se embarcaron sin aviso alguno Manuel Ismael López y Mariano Guerrero Bascuñán. Fueron dados de baja por inasistentes y morosos a petición del Tesorero que se complicaba por no saber donde cobrarles las cuotas. Se escapó de tan drástica sanción don Fernando Márquez de la Plata por su calidad de Fundador.

Durante la guerra los militares usaban el despectivo término de “Cucalón” para referirse a los civiles que sin enrolarse en las filas acompañaban al ejército en campaña. El Coronel Sotomayor lo usó en una disputa táctica con don José Francisco Vergara que no era militar de carrera sino de Guardias Nacionales. Fue así, Superintendente de los años 84 a 87, el primer “cucalón” de la guerra.

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José Francisco Vergara


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Qué tremendo trabajo recopilar toda esta información.

Sin duda muchas gracias a los foristas que aquí la publican y especialmente a los encargados de la página segundinos... las labores silenciosas y poco admiradas a veces por los que sólo quieren fuego y adrenalina deben ser recompensadas.
 
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Origen del apodo Cucalón: Se había embarcado en el “Huáscar”, por deporte, el rico limeño Benigno Cucalón, que no era marino ni militar. En una de las persecuciones del “Blanco”, Cucalón resbaló y cayó al mar. Grau no detuvo el andar de su barco y lo dejó ahogarse.

Los voluntarios de la Quinta tuvieron también su “Cucalón protector”. Este fue el fundador don Adolfo Guerrero Vergara, hombre de confianza de don Patricio Lynch quien le encomendaba los grandes y pequeños problemas de la administración de la ciudad ocupada. Daniel Riquelme, el corresponsal, informa jocosamente de cómo Guerrero soluciona un grave incidente con el Embajador inglés.

Cuando don José Alberto Bravo combatiendo en Chorrillos como Alférez de Artillería captura una bandera peruana para enviarla como trofeo a Santiago, a su cuartel de bombero, fue sometido a sumario por no entregarla de inmediato al Ejército. El hábil fiscal logra que no se le castigue y que en premio a su valor se le conceda disponer libremente del asta de bronce en que estaba la bandera. Hace más de un siglo que el estandarte verde de la Quinta Compañía flamea en esa asta. Una réplica exacta de ese trofeo histórico fue donado por José Alberto Bravo a la Tercera Compañía de Valparaíso en retribución al regalo que ellos le hicieron de una finísima banda de Intendente. Bravo fue Intendente de Valparaíso y también de Santiago. El longevo voluntario desempeñó en el Cuerpo de Bomberos de Santiago los cargos de Comandante y de Superintendente. En 1879 había patrocinado como voluntario a su amigo Juan José de la Cruz Salvo, artillero y abogado, con él parte a la guerra.
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José Alberto Bravo


Salvo, en Arica fue el emisario de Baquedano que pidió a Bolognesi la rendición del Morro.

Un libro peruano, titulado “Vienen los Chilenos”, escrito por Guillermo Thorndike, relata detalles de esta actuación del entonces Mayor Salvo. De ese libro que en Perú es el equivalente al “Adiós al Sétimo de Línea” de Inostroza copiaré algunos pasajes:

“Una corneta chilena sonó cerca del antiguo lazareto.

- Parlamentarios, mi Comandante!

Trepando al fuerte San José, pidió Zavala un largavistas y descubrió siete jinetes con bandera de parlamento. Reconoció al Mayor Juan de la Cruz Salvo, jefe de una brigada de artillería enemiga, acompañado por dos oficiales, un corneta y dos carabineros. Lo había tratado en Valparaíso antes de la guerra”. Eran amigos. “Podrían darse un efusivo apretón de manos, hablar de amistades comunes de Iquique y Valparaíso, de ciertas damiselas portuarias, de los buenos tiempos de una mutua juventud… Pero estaban ferozmente en guerra. El rostro macizo, los retorcidos bigotes rubios, el ensortijado mechón que asoma por debajo del quepís de Salvo expresan la misma tensión que el más delgado y moreno rostro de Zavala.

- Por orden del jefe de mi ejército, vengo a solicitar una entrevista con el jefe de la Plaza de Arica, señor Comandante.

Lo llevaré personalmente, Mayor. Tendrá que vendarse los ojos”…. Y mientras caminan a entrevistarse con Bolognesi, el emisario chileno da el pésame por la muerte de un hermano, caído en Tarapacá, a su amigo Zavala. ”-créame que lo siento mucho” – “Aún más lo siento

yo. De todos modos agradezco la condolencia”…. “La guarnición exageraba movimientos a fin de parecer más poderosa”. Veinte minutos después le quitan la venda y se encuentra a dos metros de Bolognesi.

“Señor, el General en Jefe del Ejército de Chile desea evitar un derramamiento inútil de sangre y después de haber vencido en Tacna al grueso del ejército aliado, me envía a pedir la rendición de esta plaza”. Bolognesi llama a sus oficiales y la respuesta es que defenderán Arica hasta quemar el último cartucho. Salvo estrecha la mano a cada uno de los jefes peruanos que han participado en la dramática reunión, Ugarte, Inclán, Ayllón, Saenz Peña, etc. “Hasta luego, señor. Hasta luego, señor. En la terraza el Comandante Zavala volvió a vendarle los ojos”.

El General Baquedano encomendó al Coronel Lagos el asalto a los fuertes de Arica. Al amanecer del día 7 de Junio comenzó el ataque. Más de trescientos defensores fueron arrojados al mar por los soldados sin comando y ciegos de furor por las explosiones del terreno minado, antes de que ningún oficial los pudiera contener.

La bandera de Chile flameó en lo alto del Morro a los 55 minutos contados desde la explosión del polvorín del fuerte Ciudadela.

En la Historia de Chile de don F.A. Encina leemos: “El Sargento Mayor Baldomero Dublé Almeida y muchos oficiales más hicieron esfuerzos sobrehumanos por salvar las vidas de los oficiales y soldados peruanos”.

La versión peruana más difundida es la que hace en versos el poeta Santos Chocano. Atribuye esa humanitaria acción al sargento mayor chileno, a don Juan José de la Cruz Salvo, el voluntario de la Quinta Compañía de Bomberos de Santiago, quien dos días antes había ido a ofrecer a Bolognesi los honores de la guerra a cambio de su rendición.

El popular poeta peruano dice en la parte final de “La Epopeya del Morro”:

¡En vano se enronqueció la voz de los clarines!

Un Capitán chileno, con la espada en la nerviosa mano, impuso paz entre la tropa airada y la vida amparó de los cautivos, que así pudieron, tras el odio insano de la hueste furiosa, quedar vivos. El mismo Salvo fue. Quiso la Suerte dejar con ello su misión cumplida; y así el que fue emisario de la Muerte fue después Mensajero de la Vida.

El Sargento Mayor señor Salvo sufrió un grave accidente al explotarle en la mano derecha un cartucho de dinamita. El corresponsal don Daniel Riquelme escribe que el doctor Allende Padín le amputó la mano. Salvo le pide a su compañero José Alberto Bravo que avise a la Quinta de su accidente, diciendo que aunque ya no puede tirar de un chicote de la bomba siempre desea seguir perteneciendo a esa institución. La carta está fechada en Pisco el 3 de Diciembre de 1880.

A pesar de haber perdido su mano derecha continuó la campaña y murió como General de ejército este voluntario quintino a quien Santos Chocano tan poéticamente llamó “Mensajero de la Vida”.

Alberto del Solar Navarrete escribió sus memorias sobre la guerra y alentado por son Patricio Lynch las publicó bajo el nombre de “Diario de Campaña”. En esas páginas aparecen pocos Oficiales que no sean del Carampagne porque como dice el autor, escribió de lo que vio, sobre sus compañeros y sobre su Regimiento. Quizás este enfoque reducido y con grandes detalles sea el mérito del libro.

Es una rara coincidencia que sus amigos fueron Patricio Larraín Alcalde, Ignacio Carrera Pinto, Arístides Pinto Concha y Martiniano Santa María. Todos voluntarios de Santiago, bajo las órdenes del Comandante Holley. Cuenta del Solar que el Regimiento Carampagne, llamado después Esmeralda o Séptimo de Línea, reclutó 1.200 soldados y al completar ese número fueron los Oficiales a pedirle al Presidente Pinto que los enviara pronto al frente. Pero los acuartelaron en San Felipe a practicar duros ejercicios. Hasta que por fin…

“En el mar, 24 de Febrero de 1880.- La animación y el entusiasmo son grandes. Todos deseamos que se nos dispute el desembarco para imitar el arrojo de los asaltantes de Pisagua. Nuestro único anhelo es divisar por fin los uniformes enemigos”.

“26 de Febrero. Son las tres de la tarde. El convoy pone proa hacia tierra y el “Blanco Encalada” toma posesión de la bahía de Ilo. Un cuarto de hora después nos llega al “Loa” la orden de enviar a tierra un piquete del “Esmeralda” a explorar la costa, escalar los cerros y plantar allí nuestro pabellón.

Todos nos precipitamos al frente, solicitando a nuestro querido Comandante Holley el privilegio de llevar a cabo tan tentadora comisión. Resulta favorecido por la suerte Martiniano Santa María, el distinguido y bizarro Teniente de la Cuarta Compañía del primer batallón. Se le ve radioso saltar al bote con diez soldados. Una hora más tarde, Martiniano Santa María ha plantado el pabellón nacional sobre el más alto de los morros.

Luego caminatas interminables por el desierto. Eh! Fulano! Vai arrastrando una pata! Cúidala para corretear cholos! Y los soldados decían: ¡buena cosa con el potrero largo y repelao! Por fin la batalla. En el Campo de la Alianza hacen retroceder a los peruanos. El Comandante

Holley a la cabeza del Esmeralda. Se cubren los cerros de una línea de casacas rojas, son los famosos Colorados de Daza que casi destrozan al Esmeralda que pierde más de un tercio de su gente”.

El vio caer herido a Arístides Pinto y cuenta que peleó tan bravo como Martiniano Santa María y Carrera Pinto. Todos lamentan la muerte del excelente compañero Aníbal Guerrero Vergara atravesado por siete balazos. Relata extensamente don Alberto del Solar sus aventuras en

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Tacna en compañía de su amigo “El Mocho” Carrera Pinto, apodo que le daban al que sería pocos años después el más grande héroe militar.

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Carrera era el voluntario número 2.043 de Santiago. Conocemos este dato por una nota del 28/03/1870 en que el Secretario de la Primera, señor Marchant, comunica también el ingreso de Patricio Larraín Alcalde a las filas primerinas.

Ambos fueron Oficiales del Regimiento Esmeralda en la batalla de Tacna e hicieron toda la campaña hasta la toma de Lima. Regresaron a Santiago y desfilaron con los vencedores, pero Carrera Pinto se enroló nuevamente y participó en la Campaña de la Sierra. En esta segunda fase de la Guerra del Pacífico protagonizó como Capitán de las tropas chilenas el hecho más 98 heroico que registra la historia militar, comparable sólo al de los tripulantes de la Esmeralda en el Combate Naval de Iquique.

El heroico nieto del prócer de nuestra independencia se negó a rendirse y prefirió morir peleando por Chile, porque como él dijo era un Carrera. Era también un chileno de los que no conocieron la palabra rendición.

En un pequeño caserío de la sierra peruana, llamado La Concepción, fue atacado por fuerzas muy superiores numéricamente. Carrera pereció durante el primer día de combate, el 9 de Julio de 1882, acribillado por las balas enemigas y rodeado por las llamas del incendio que consumía su posición. Sus jóvenes oficiales y el resto de sus soldados siguieron luchando hasta el día diez en que todos fueron exterminados. Movidos por el ejemplo de su Capitán, nadie aceptó rendirse.

En Chile se levantaron numerosos bustos y monolitos recordatorios del heroísmo de Ignacio Carrera Pinto. En la mayoría de ellos se han esculpido también las palabras de O’Higgins: “El que recibiere la orden absoluta de conservar su puesto, a toda costa lo hará”.

El monumento más conocido, grande y hermoso, se inauguró en la Alameda el año 1923 y es obra de la gran escultora chilena Rebeca Matte. En su pedestal figuran los nombres de los 77 defensores de la Patria destacándose el de los Oficiales Pérez, Montt y Cruz. La dedicatoria es breve y significativa: “CHILE A SUS HÉROES”.

El Cuerpo de Bomberos colocó una placa de bronce al pie de este monumento recordando al heroico Capitán, que también perteneció a sus filas.

En la Catedral de Santiago se guardan los corazones de los cuatro valientes: Carrera, Pérez, Montt y Cruz para ejemplo de las nuevas generaciones.

Y como dice la hermosa canción alusiva y la música del ex-voluntario Guillermo (Willy) Bascuñán: “Si hay que morir peleando, que sea con gloria y honor”.







Extracto del libro Cuerpo de Bomberos de Santiago escrito por el Voluntario Honorario de la Quinta Compañía Sr. Agustín Gutierrez./ Colaboración Vol. Rodrigo B. /Imagenes proporcionadas por las siguientes compañias: 1a,2a,5a,6a / Guillermo del Canto Lazo

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cienfuegos

Bombero Activo
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estará la copia oficial del nombramiento del batallón de bomberos armado y también la copia oficial del termino de su nombramiento y una copia oficial del reconocimiento ya agradecimiento del gobierno de la época.gracias
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Miembro Regular
Caballero del Fuego y de los Mares. con el N° 2 Grabado a Fuego.

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“Señor Secretario de la 2ª Cía. de Bomberos. Santiago, abril 17 de 1874. Mui señor mío; Debiendo ausentarme por un tiempo indefinido de esta capital, i no pudiendo por consiguiente seguir desempeñando en la Compañía el honroso puesto de Voluntario, me veo en la dolorosa necesidad de presentar mi renuncia. Al poner esta resolución en conocimiento de Ud., i en el de la Junta de Oficiales, le ruego, señor Secretario, se sirva manifestarles el sincero pesar con que me separo de los que han sido mis jefes, mis amigos i compañeros. Muchos cuentan la Compañía en su seno que la han servido i la sirven como a mí no me fue dado imitarlos, pero muy pocos tendrá que al abandonarla, sientan más profundamente que yo separarme de ella. Mis deseos y mis ilusiones eran envejecer en sus filas, pero uno propone i su destino dispone. El mío, no ha querido que pudiera yo realizar esos deseos. Mas, por muy lejos que me halle de aquí i por más tiempo que haya pasado, siempre mantendré vivo el recuerdo de todos los que he visto junto a mí en el puesto de trabajo; siempre también estaré orgulloso de haber sido Voluntario de la 2ª Compañía de Bomberos. Por último, no queriendo romper del todo los lazos que le ligan a la Compañía, deseando que de algún modo que se acuerden una vez siquiera de mí los que tienen todavía la fortuna de ser sus voluntarios, le ruego, señor Secretario, tenga a bien proponerme como “Socio Contribuyente”, a lo cual quedará verdaderamente reconocido su affmo. Amigo y S.S.

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P.D. Adjunto remito mi casco.
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Los Bomberos de la Tercera y la Guerra del Pacífico.

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Al estallar el conflicto bélico con los países del norte, el Cuerpo de Bomberos de Santiago se pone a disposición del Supremo Gobierno para formar una unidad al servicio de la patria. Declarada la guerra el 5 de abril de 1879, el Cuerpo forma en el patio del Cuartel General a la una y media de la tarde del día 6.

Al mando de la 3a está su capitán Emilio Cádiz, mientras su pariente Buenaventura Cádiz era director de la compañía y a la vez Vicesuperintendente, y recibieron la orden de marchar hacia el Palacio de la Moneda, donde fueron recibidos por el presidente Aníbal Pinto y las máximas autoridades de la República.

El 9 de abril, las compañías recibían el saludo del presidente Pinto y del ministro de Guerra Cornelio Saavedra, informando que el gobierno había aceptado el ofrecimiento de la institución y ordenaba la “formación de un Cuerpo de Voluntarios al mando del Comandante don Carlos Rogers”.

En la sesión del 15 de abril se eligieron los oficiales de lo que sería la 3a compañía del Cuerpo de Bomberos Armados, resultando elegidos Buenaventura Cádiz como capitán, Rafael Doren y Arturo Santos como tenientes, José María Oyarzún y Juan de la Cruz Navarrete como subtenientes.

Se formaron 6 compañías de 100 hombres cada una y se cambió el uniforme y casco de servicio por el militar y el kepí de campaña. Y los bomberos pasaron a recibir instrucción militar en el Campo de Marte (Parque O’Higgins). SE abrieron los registros para la incorporación de bomberos armados, ingresando entre otros Pedro Pablo Doren y Antonio Cárdenas, quien más tarde sería comandante del Cuerpo de Bomberos de Santiago.

Y cuando se inició la campaña terrestre, trece Tercerinos partieron al frente de combate, entre ellos Rafael Doren, Eduardo Kinast, Rómulo Correa, Rafael Penjean, Belisario Bustos, José María Oyarzún, Arturo Santos y otros.

Y ese mismo final de año, el senador, político, escritor y revolucionario de 1851, Benjamín Vicuña Mackenna solicitaba un puesto en las filas Tercerinas. Y ese mismo 8 de diciembre asumía como Director de la Poniente.

Durante la guerra los Tercerinos cumplieron diferentes albores, tanto en el combate, como en las fiscalías, en el servicio de espionaje y el periodismo. Eduardo Kinast era fiscal en el Callao después de la toma de Lima, Buenaventura Cádiz era el segundo hombre del servicio de intendencia del ejército, y otros se desempeñaban en las ambulancias, o en el correo. Todos eran necesarios. De Buenaventura Cádiz digamos que fue administrador de el diario El Heraldo, que apoyó la elección de Domingo Santa María en la campaña presidencial de 1881 y que atacó en forma por lo demás enérgica y aún virulenta a Benjamín Vicuña Mackenna.

Un personaje clave en los sucesos de 1887, cuando mueren Johnson y Ramírez, es Francisco Pardo Duval, quien fuera en varias oportunidades secretario de la compañía. Periodista de profesión, fue de corresponsal de El Ferrocarril a la guerra de Arauco en 1881, enviando al diario sus crónicas firmadas con el seudónimo Mariluán. Entre 1881 y 1883 será corresponsal en Santiago del diario La Patria de Valparaíso.

Mención aparte daremos de Ramón Rivera Jofré, que figurara entre los fundadores de la 3a. Había nacido en Santiago en 1845, y luego de trabajar en las oficinas del ferrocarril de Santiago a Valparaíso junto a Henry Meiggs, es cronista de El Ferrocarril y corresponsal de El Heraldo, El Nacional, El Comercio y La Patria. En el Callao asume como corresponsal en El Mercurio entre 1877 y 1878, donde además ejerce como cónsul. En ese momento es reclutado por el jefe del servicio secreto, Joaquín Godoy, como agente chileno. En 1879 es nombrado cónsul en Panamá, donde continúa prestando sus servicios como agente, especialmente boicoteando las armas y pertrechos que ha comprado Perú.

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Y para cerrar este recuerdo de un fundador tan desconocido como importante, digamos que Rivera Jofré (en la foto) fue designado gobernador de Antofagasta por el presidente Pinto en 1881 hasta 1886. Falleció en Santiago en 1887, el mismo año de la tragedia de Johnson y Ramírez.

Gentileza Antonio Márquez Allison


 
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