Oncinos con Historia: Dr. Italo Martini Zerega

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1 Dic 2010
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Chile
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El ex-Director Dr. Italo Martini Zerega nació el año 1885 y se doctoró en medicina en 1908 de la Universidad de Chile; ingresó a la Pompa Italia el año 1932 cuando ya era un reconocido oftalmólogo.

En sus albores fue ayudante de la cátedra de oftalmología del profesor Máximo Cienfuegos, en su casa de estudios; para pasar en 1909 al servicio de oftalmología del Hospital San Francisco de Borja en calidad de ayudante del doctor Juan Céspedes, a quien rindió culto por sus enseñanzas y su ejemplo, y a quien lo unió una gran amistad

Quizo perfeccionar sus conocimientos en el extranjero, y así en 1925 hizo una exitosa gira por Europa, que redundó en gran provecho para la oftalmología nacional. Junto a los doctores Carlos Charlin y Cristóbal Espíldora es considerado uno de los tres maestros de la oftalmología chilena

En 1913 llegó a la jefatura del servicio de oftalmología del Hospital San Francisco de Borja, cargo que desempeñó hasta el año 1948. En este lapso de 35 años formó, con su saber y experiencia, a muchas generaciones de médicos que recibieron sus valiosas enseñanzas tanto en su cátedra de oftalmología en la Universidad de Chile como bajo el cargo que ostentaba en el centro hospitalario.

Durante muchos años fue Presidente de la Sociedad Chilena de Oftalmología, a la que dirigió con entusiasmo y singular dedicación llevándola a un plano de tan alto valor científico que le brindó a nuestro país el alto honor de que en él se realizara un brillante torneo internacional, como fue el V Congreso Panamericano de Oftalmología, realizado en Santiago de Chile en enero de 1956 y del cual fue su Presidente Honorario.

La prioridad de sus aportes en el tratamiento quirúrgico del estrabismo, en la práctica de injertos plásticos y especialmente en la valorización por métodos personales del examen de fondo de ojo y de su técnica propia de la dacriocistorinostomía, constituyen avances oftalmológicos evidentes, debidos al esfuerzo, al tesón y a Ia preparación de Italo Martini.

Dentro de su círculo cercano era conocido por sus grandes características, sin embargo hay una que lo distingue: su extraordinaria bonhomía, una que unida a la propia de los hombres sanos y con confianza en si mismos, orientan las actividades de su existencia, ya que disfrutaba de una vida interior muy profunda y muy firme, y que servía como guía para quienes lo rodeaban.

Mas una desgracia lo afligió gran parte de su vida: la trágica muerte de su hijo Oscar, cadete de la Escuela Militar, en el accidente acaecido en Alpatacal en 1927, lo llevó a un aislamiento que lo hizo separarse un tanto del resto del mundo. En 1948, en su discurso de despedida del Hospital San Francisco de Borja, decía que "al recibir el más cruel golpe que el destino asestó a su vida afectiva, también recibió el testimonio más tierno de la bondad del hogar hospitalario" que lloró con él en esos días de luto.

Hay una placa en la sala Prof. Italo Martini, que recuerda al hijo inmolado y también frente al escritorio de su padre siempre estuvo un pergamino con la firma de los médicos del Hospital San Francisco de Borja que le atestiguaron su adhesión en la terrible pena. La placa y el pergamino fueron para don Italo Martini, el padre acongojado, un lenitivo a su dolor, por el espíritu de solidaridad conmovedora que le sirvió de supremo consuelo y perenne sostén espiritual. Hoy dentro de la oficina del director de la Compañía, una fotografía recuerda a aquel hijo fallecido en medio de un gran dolor que sigue reflejando vivo testimonio.

Poseía una cultura extraordinaria, que pocos conocieron ya que no hacía alarde de ella. Vivía en una mística intelectual que lo derivó a ser un artista, experto en pintura y escultura. Dentro de sus inclinaciones por el arte, fue un gran filatélico, siendo al mismo tiempo amante del dibujo anatómico. Incursionó en la literatura, escribiendo y publicando una novela llamada "La Historia de Pánfilo Belenes" bajo el seudónimo anagramático de Nilato Zirmati.

Dar cumplimiento a sus múltiples deberes y obligaciones era el norte de sus pasos y el objeto de su ambición. Nada pretendió para sí, prefirió la obligación a la fama y el reconocimiento público, hizo el bien sin ostentación ni vanidad, siempre sencillo, siempre humilde, siempre olvidado de sí mismo, como parte de su loable bonhomía, respetando siempre los valores del servicio publico y la entrega hacia los demás, tanto en su profesión como en la causa bomberil.

Durante su brillante estadía en la Pompa Italia ocupó con grandes honores el cargo de Director de Compañía y de Vicesuperintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago, encumbrándose como uno de los más grandes directores que haya guiado los destinos de la Pompa Italia. Hoy en nuestro cuartel la oficina del Director lleva su nombre.

Falleció el 27 de diciembre de 1956 y como legado patrimonial donó a la Pompa Italia el terreno que hasta el día de hoy ostenta en la esquina norponiente de Av. Manuel Antonio Matta y Santa Rosa.