Historias de ciudad

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Lamentando lo ocurrido, aprovecho para publicar tal vez lo oculto de la historia urbana.


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Víctima de un atropello falleció Superman, el popular personaje de Vallenar

Jeremías Varela, poblador de esa comuna, fue embestido anoche por un vehículo que se dio a la fuga, terminando con la vida de este reconocido hombre. El municipio ya anunció que asumirá todos los gastos de su funeral.


En horas de anoche murió Jeremías Varela, popular personaje de Vallenar conocido como Superman, tras ser atropellado por un vehículo en la calle Colchagua con Ramírez, pleno centro de esa comuna.

El vehículo que protagonizó el atropello, se dio a la fuga. De inmediato se acercó Bomberos al lugar para prestar los primeros auxilios a Varela, siendo trasladado hasta el Hospital Provincial Monseñor Fernando Ariztía, falleciendo en el trayecto.

Ante la lamentable situación la municipalidad de Vallenar se hará cargo de los funerales del personaje popular que caminaba por las calles de Vallenar con un cigarro en la boca y una botella de vino. Además, Superman, como era conocido en la capital del Huasco. fue la inspiración de poetas y escritores del Huasco.


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El abuelo del capitán prat y su legado en la memoria de la calle bandera

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Ilustración con la antigua vista de la calle Bandera hacia el Norte, aproximadamente donde estaba el negocio de don Pedro Chacón. Al fondo se puede observar la silueta de la Iglesia de la Compañía de Jesús, destruida por el fatídico incendio de 1863.



Es algo ya comentado alguna vez el que la figura del Capitán Arturo Prat Chacón, como máximo héroe nacional y próximo al nuevo aniversario del 21 de mayo en Iquique, ha sido tan potente y destellante en el contexto de la conmemoración histórica, que ha eclipsado en parte la luz presencial de otras figuras con su propia participación en la gesta, haciendo que algunas de ellas dependan sólo de su relación o vinculación con el sacrificio del insigne marino chileno, como sucede de alguna manera a la imagen del Guardiamarina Riquelme, el Teniente Serrano o el corneta Cabrales en la propia "Esmeralda", o en la otra parte de este esta misma gesta naval al Comandante Condell y hombres garantes de su extraordinaria hazaña en Punta Gruesa, como el Capitán Orella o el grumete Bravo con su legendaria puntería.
Puede decirse que quizás suceda algo parecido con el abuelo materno de don Arturo, cuyo recuerdo queda reducido muchas veces a sólo ser el ancestro del héroe de Iquique desconociéndose, en parte, el brillo propio que tiene este personaje en las crónicas y relaciones históricas, especialmente para la ciudad de Santiago. Tanto es así que en el lugar donde estaba su quinta en Providencia, donde hoy se pueden ver las palmeras de la Plaza Juan XXIII, un monumento conmemora en el sitio sólo el paso de don Arturo Prat durante su infancia por el mismo, sin mencionar el nombre del ilustre abuelo dueño de la desaparecida propiedad.
Este pequeño artículo es un esfuerzo es por enfatizar el legado histórico que el abuelo de Prat logró dejarle a la ciudad, por méritos propios y también por las fortunas de las circunstancias relativas a su época.

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Bandera flameando sobre el Congreso Nacional de Santiago. Imagen de 1993

PEDRO CHACÓN Y MORALES
Don Pedro Chacón y Morales había nacido en Santiago hacia 1784. Antiguo cabildante y adinerado comerciante, tenía un conocido local de venta de telas en el sector de la actual calle Bandera con Huérfanos, en pleno centro de la capital. Casado con doña Concepción Barrios Bustos, apodada doña Conchita, dos de sus hijos fueron ilustres diputados: Andrés y Jacinto Chacón, este último conocido poeta de su generación. Su hija María Luz del Rosario Chacón, en tanto, tras contraer matrimonio con el también comerciante de Santiago don Agustín Prat de Barril, sería la madre del héroe de Iquique.
Don Pedro vivía de sus negocios de mercaderías, los que habían comenzado a verse seriamente comprometidos con el inicio de las refriegas y luchas por la Independencia, pero que todavía estaban en vilo después de la gran revolución emancipadora.


"...era uno de esos honorables comerciantes perseguidos en el régimen pasado -escribe Sady Zañartu- y que clamaban por el advenimiento de un mundo mejor, en el que hubiesen menos alcabalas y almojarifazgos, y más libertad de comercio con el extranjero. Su tienda, situada en esta calle, esquina con la de los Huérfanos, estaba atestada de ruanes, bretafias, hilos de oro y plata, creas, choletas, zangaletas, y una infinidad de artículos de procedencia francesa que, por la pobreza general, nadie compraba".


La calle de la Bandera había sido llamada antaño callejón del Licenciado Morales Albornoz (aludiendo a un viejo residente de la misma) y posteriormente como calle Atravesada de la Compañía, por cortar la arteria del mismo nombre y pasar a un costado del Templo de la Compañía de Jesús, incendiado en 1863. Este detalle daba una característica particular a la clásica calle nacida en tiempos tempranos de la Colonia: si se la miraba desde cerca del negocio de don Pedro Chacón hacia el Norte, se veía la mitad de la misma interrumpida en su ancho por la figura de la iglesia jesuita, pues sus contrafuertes superaban la planta de la cuadra en que se encontraban. Así la describe don Benjamín Vicuña Mackenna:


"....era sobre angosta, tristísima, porque los enormes estribos del jesuítico, edificado después de un terremoto, ocupaban por cautela casi un tercio de su espacio en su parte septentrional, al paso que la blanca, aplastada, fatídica muralla del doble claustro de las monjas de la limpia Concepción (Agustinas) comenzaba en la esquina de la calle de este nombre, donde yacía su cementerio, y tapando callea iba a terminar en la Alameda".


Sin embargo, en parte gracias a don Pedro, épocas mejores se le venían a esta calle.



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Además de ser un centro bohemio y recreativo, calle Bandera se constituyó como una importante concentración de casas periodísticas, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta pasados los días del Primer Centenario. En la imagen, publicada por revista "En Viaje", se ve el edificio del diario "La Tarde" en Bandera esquina NE con Compañía, demolido en 1965



DÍAS DE INDEPENDENCIA
Tras largo tiempo soportando abusos de la administración realista, Chacón había optado por la peligrosa apuesta de apoyar los decididos vientos del independentismo. Se cuenta que hasta repartía folletos patriotas en su propio establecimiento de la calle Atravesada de la Compañía y que tuvo una relación de amistad personal con San Martín y O'Higgins. Sin embargo, con la caída de las familias más aristocráticas del régimen anterior y la virtual cacería de brujas que se hizo con los sospechosos de ser realistas, debió observar cómo su tienda se iba quedando cada vez con menos clientes y ventas, peligrando su continuidad en el comercio santiaguino. Su bodega estaba atestada de telas francesas y españolas que había hecho traer con la esperanza de venderlas a buen precio, cosa que estaba bastante lejos de la realidad que debía vivir esos días.
La suerte mezclada con su ingenio por fin lo premió en 1818, el mismo año en que contrajo matrimonio con doña Conchita. Al enterarse de cuál era el diseño de la flamante Bandera de la Patria Nueva, presentada ese mismo año en sociedad, decidió que debía confeccionar una propia para engalanar y solemnizar su local. Al mismo tiempo, en los festejos de celebración del nuevo pabellón ese año, su alicaída tienda fue una de las que necesitó proveer de género y prendas a las comparsas, grupos oficiales y artistas que se presentaron durante la fiesta, de modo que la oportunidad de recuperar el negocio estaba totalmente en sus manos.
Al año siguiente, pudo presentar su enorme bandera chilena justo hacia los días del aniversario de la Independencia: hizo colocar un escudo sobre la entrada a su tienda y un gran mástil, donde la colgó para asombro y admiración de todos, pues las piezas de este emblema todavía seguían siendo muy escasas. Incluso las cinco o seis banderas oficiales que el Estado de Chile había logrado fabricar sorteando la pobreza de las arcas fiscales, seguramente andaban en esos días en manos del Ejército Libertador, lejos de la contemplación civil. Tanto era así que las dos que se usaron en la Plaza de Armas de Santiago para la ceremonia oficial habían sido solicitadas como préstamo a la Gobernación de Valparaíso y devueltas ese mismo día, por lo que la bandera de Chacón en su tienda era, acaso, la única que los chilenos podían observar de manera permanente en exhibición hacia aquellos días, además de tener dimensiones descomunales para una pieza de este tipo en la época.
Sin embargo, y a pesar de las loas populares recibidas por el comerciante, veremos que las decisiones posteriores de don Pedro no resultaron muy felices ni prósperas para su futuro. Adhiriendo a las intrigas de los pipiolos, por ejemplo, llegaría a ocupar el cargo de diputado en los inicios de primera Guerra Civil, siendo suplente por Vallenar en el II Congreso Nacional, en el Segundo Período Legislativo, entre el 1º de agosto y el 6 de noviembre de 1829. También reemplazó en el rol a don Rafael Bilbao Beyner, quien que optó por cambiar su diputación por Santiago. Fue diputado reemplazante en la Comisión Permanente Calificadora de Poderes, además. A la larga, estos compromisos lo meterían en una madeja de problemas.


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Neón del cabaret "Tabaris" de Bandera, en el filme de 1951 "Uno que ha sido marino". La época del "Barrio Chino" y su incorregible bohemia de Mapocho en la antigua calle santiaguina.


EL NOMBRE DE CALLE BANDERA
Prácticamente no hubo en Santiago un vecino que no fuera a mirar la imponente bandera de Chacón. La pieza no sólo era simbólicamente única en proporciones y disposición, sino también de gran calidad, pues su dueño la había hecho fabricar con buenos materiales de su bodega y hasta habría ordenado bordar en hilos de plata la estrella del campo azul. Se cree que incluso pudo haber sido usada en algunas ocasiones más por las autoridades, hasta que pudieron contar con un número razonable de banderas propias para sus actos públicos.
La bandera de don Pedro dio nuevos aires de popularidad no sólo a su tienda, sino también a todas esas cuadras comerciales de la calle. Zañartu dice que permaneció largos años más allí flameando, hasta que se decoloró y envejeció tras una feliz y longeva vida. Se hizo común, así, hablar de ir a comprar "a la Bandera" para referirse al célebre negocio del comerciante y a la propia cuadra en que se hallaba. "Desde entonces se le empezó a cambiar su primera designación" a la calle, concluye Luis Thayer Ojeda: el uso y la repetición le dieron el nombre definitivo de Calle de la Bandera, nuestra actual Bandera, una de las más importantes e históricas del radio central de la ciudad de Santiago.
Sin embargo, incapaz de aceptar la victoria de sus enemigos políticos a pesar de la década transcurrida desde su efímero paso por el Congreso seguido de la derrota pipiola en Lircay, en 1840 don Pedro se lanzó a atacar con dureza la candidatura del General Manuel Bulnes e hizo circular en Santiago un controvertido periódico titulado "Guerra a la Tiranía" donde, según leo en las fichas de reseñas biográficas parlamentarias del Congreso Nacional, se iniciaron en el periodismo figuras como Pedro Godoy y Jotabeche. La violenta línea editorial del pasquín le costó un juicio en su contra por parte del fiscal de la Corte de Apelaciones don Manuel José Cerda, y una fuerte multa exigida en la sentencia.
A pesar de sus naufragios en el mundo de la deliberación y las luchas partidistas, sin embargo, sería por la impronta allí dejada por don Pedro que la calle de su vieja tienda, finalmente, pasó a ser llamada hasta nuestros días como Bandera. Su huella es imborrable, entonces, tanto en los planos como en la memoria de la metrópolis.
El nombre de Bandera lo ha conservado esta calle -que va desde la Alameda a Mapocho- en todas sus etapas de vida, quizás como símbolo ulterior de republicanismo en la capital chilena: desde los años en que fuera la principal concentración de las casas periodísticas del siglo XIX y parte del XX ("La Tarde", "La Unión", "Los Debates", "La Patria", "La República", "El Popular", "Libertad Electoral", "El Ferrocarril", etc.), hasta los controvertidos días en que albergaba al nocherniego "Barrio Chino" hacia sus últimas dos cuadras llegando a la Estación Mapocho, con recordados dancings, clubes bohemios y cabarets que comenzaron a decaer y desaparecer hacia los años cincuenta ("El Teutonia", "El Zeppelin", "Nigh Club Tabaris", "El Patio Criollo", "El Dragón", "American Bar", etc.), hoy reemplazados por restaurantes populares y tiendas de ropa usada.


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Imagen del Capitán Prat en el Monumento a los Héroes de Iquique en el barrio del Mercado Central, en Mapocho. Cerca de allí, calle Bandera lleva su nombre gracias a un recuerdo nominal dejado allí por el abuelo materno del héroe naval.


EL ABUELO ILUSTRE
Ya retirado de las contiendas políticas y parece que con sus años de bonanza económica un poco distantes, hacia 1853 don Pedro Chacón puso en venta sus terrenos en Providencia, esos donde su nieto el niño Arturo Prat corría jugando acompañado de su madre tras dejar atrás la finca de Ninhue. La familia se trasladó desde allí hasta una pequeña residencia de la calle Nueva de San Diego, hoy Arturo Prat, curiosamente a sólo una cuadra corta de la continuación de la calle Bandera al otro lado de la Alameda. El ex fundo fue ocupado para labores sociales y atención de huérfanos por parte de las Hermanas de la Providencia. Hoy se ve allí a la mencionada plaza con palmeras, que estuvo amenazada por proyectos urbanísticos de nuestros tiempos.
El pequeño Arturo comenzó a estudiar en una escuelita de esa misma calle Nueva de San Diego. Aunque tenía buenas notas, su salud era mala y alguna vez fue objeto de burlas por parte de abusones en aquellos años, hasta que un día de esos, luego de recibir una paliza de los mismos niños, llegó al colegio escondiendo un machete con el que dio una tremenda zurra a sus agresores, golpeándolos con el canto si filo del mismo, derecho a defensa que fue aprobado por sus profesores cuando los mismos abusadores llegaron llorando a acusarlo a la dirección. Esta pintoresca anécdota aparece descrita en el trabajo "Leyendas Nacionales" de Silva Campos. Un tiempo más tarde, luego de ser sometido por su madre al entonces novedoso tratamiento hidroterápico de Priessnitz para superar sus dificultades físicas y su mala salud, Arturo logra ingresar con sólo 10 años como cadete a la Escuela Naval del Estado en Valparaíso, junto a su primo político y amigo Luis Uribe, en agosto de 1858. Ambos hombres llegarían juntos a la epopeya del 21 de mayo de 1879. La misma Escuela Naval ahora lleva su nombre.
El orgulloso abuelo don Pedro Chacón, fallecería a la avanzada edad de 95 años. Y aunque el principal recuerdo que de él se hace es por su relación genealógica con el héroe naval, algunos de sus demás nietos, hijos de don Agustín Prat con su hija Rosario, también tendrían participación destacada en la Guerra del Pacífico, como lo señala Pedro Fuenzalida en su "Vida de Arturo Prat":
"Rodolfo y Ricardo también sirvieron al país en la guerra de 1879. El último de ellos, Ricardo, comenzó a prestar servicios en 1881, dos años después del sacrificio de su hermano Arturo, como oficial de la artillería cívica en Valparaíso, donde obtuvo el grado de capitán, siendo más tarde inspector de guardias nacionales. En 1898 pasó a la Dirección de Territorio Marítimo, donde sirvió hasta junio de 1925, fecha en que obtuvo su jubilación, después de 44 años de servicio".
En este glorioso Mes del Mar y con los festejos de Iquique ya encima, entonces, quise recordar aquí a quien no sólo ostenta en el recuerdo haber sido el abuelo del Capitán Arturo Prat Chacón, sino también a la huella perpetua que dejó en el nombre de una de las más conocidas y transitadas calles de nuestro Santiago de Chile


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Una tienda vende banderas chilenas en 1970. Imagen de la colección Zig Zag.


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La mítica historia de la torre del Liceo Carmela Carvajal de Osorno

La estructura fue construida a inicios de los años 50 y desde de 1970 es usada sólo como bodega del establecimiento. La estructura es centro de la curiosidad de alumnos que manejan distintas teoría sobre su cierre.

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Que en su tiempo fue un molino, que se trizó tras el terremoto del ‘60, que allí se suicidaron dos pololos, la lista de teorías que rodea a la mítica torre del liceo Carmela Carvajal es muy larga.

Las tesis sobre esta estructura se va alimentando con cada generación de estudiantes que pasa por el establecimiento y se pregunta qué es lo que hace esta especie de faro justo a un costado del recinto.

Y la siguiente pregunta que nace es por qué esta torre ha permanecido cerrada por años, por qué se mantiene en un área restringida y alejada del ir y venir del alumnado.

Lo cierto es que la mayoría de los mitos que ronda la torre son solo eso: mitos y nada más. La mayoría falsos.

La estructura se construyó entre los años 1947 y 1950 con 18 ,5 metros de alto y 6, 5 de diámetro. Se levantó sobre un pozo para ayudar a mantener el recinto educativo con agua potable.

Al interior del edificio se instalaron dos motores, éstos ayudaban a impulsar el agua que había en un estanque justo al centro de la torre, donde aún se aprecian algunas cañerías de fierro ya oxidadas por el tiempo.

Ariel Guzmán, director del Liceo Carmela Carvajal de Prat, señala que la torre es utilizada como bodega desde 1970. En su interior hay sillas, pupitres, estantes y telas de arañas por doquier.

http://www.soychile.cl/Osorno/Socie...rre-del-Liceo-Carmela-Carvajal-de-Osorno.aspx
 

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Incendio afecta casona patrimonial y dos inmuebles de Luciano Kulczewski en barrio Yungay

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Texto por Alejandro Cabrera y Alicia Délano

Suenan las sirenas de bomberos en el barrio Yungay. No habían pasado doce horas desde que un cité había sido arrasado por el fuego. Un nuevo incendio y en pocos segundos las llamas devoraban todo a su paso, esta vez en el corazón de la Zona Típica. Más de 18 compañías del Cuerpo de Bomberos de Santiago se hicieron presentes en calle Catedral con Libertad. Tras cuatro arduas horas de trabajo, los 300 bomberos que concurrieron, lograron apagar el fuego.

Ha transcurrido una semana. El incendió afectó con pérdida total una hermosa casa patrimonial del siglo XIX, una de las más antiguas del barrio Yungay. Esta vivienda de adobe de más de 430 m2 construidos estaba en buen estado de conservación. El acceso, sus corredores, los dos patios centrales amplios, evocan las casas patronales del valle central. Al transitar por esa acera, era inevitable mirar a través de la mampara, su bello patio de naranjos y camelias encendían la curiosidad de cualquiera.

La casona fue legada a Juana Rivera en 1946. Su antigua dueña no tuvo descendencia y vivió muchos años enferma, cuidada con esmero por la señora Rivera. Actualmente pertenece a sus tres hijos. El siniestro se inició en esta casa, intentaron apagarlo pero se propagó muy rápidamente. Héctor Villar, uno de sus dueños, pone en bolsas los escombros intentando despejar, mientras comparte sus recuerdos. Los tres hermanos nacieron allí, conservaban gran parte del mobiliario antiguo que heredara su madre. Nos habla del salón rojo donde estaba el piano de cola, de la habitación verde donde vivía la antigua dueña, del taller que había tenido su padre al fondo de la casa. Recuerdos y cenizas.

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El incendio se extiende a las casas vecinas del lado poniente. Dos edificaciones del arquitecto Luciano Kulczewski que datan de 1923 y forman parte de un conjunto de seis casas en calle Catedral. Sus propietarios actuales adquirieron las viviendas alrededor de los años 70. Los últimos años habían arrendado las casas, pero no les pagaban, las subarrendaban y se las devolvieron en muy mal estado, cuando la municipalidad desalojó a los moradores después del terremoto de 2010. Invirtieron mucho dinero y esfuerzos por más de dos años para reacondicionar y restaurar las edificaciones. Su mayor preocupación eran los incendios. Por lo mismo, habían cambiado todas las instalaciones eléctricas en las dos casas. Estaban muy orgullosos del trabajo realizado y del valor patrimonial de sus edificaciones. Conocían la importancia del legado arquitectónico de Kulczewski. Solo se salvaron dos habitaciones, nos comenta la señora Elsa Concha, una de las propietarias, lo demás se quemó.


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Así crece la lista de inmuebles patrimoniales que, aun superando el acoso inmobiliario y la ausencia de políticas públicas que consoliden su permanencia en el tiempo, sucumben ante el fuego. Más de diez incendios se han producido en los últimos dos meses en sectores antiguos de la comuna de Santiago. Como señalara la alcaldesa de Santiago a los medios de comunicación que llegaron hasta el lugar “esta situación nos demuestra la vulnerabilidad de los barrios antiguos y a la vez nos demuestra la necesidad de que exista una política de Estado para recuperarlos, para tomar medidas de prevención y cuidar la vida de las personas y el patrimonio de todos los chilenos”.

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¿Sabemos qué hacer en caso de un incendio? ¿Cómo se adapta la vivienda patrimonial al habitar actual? Con un promedio menor de integrantes por familia al de épocas pasadas, sistemas eléctricos que no fueron diseñados para las demandas energéticas de los electrodomésticos de hoy, con un marco legal insuficiente y obsoleto ¿Qué nuevas propuestas surgen? ¿Basta sólo con fiscalizar? Son preguntas que nos inquietan y que es imperioso responder, pues los incendios seguirán ocurriendo, ya que son solo el resultado y no la causa del problema y mientras seguimos discutiendo por años sobre los mismos temas, mientras seguimos viendo cómo se repiten las mismas escenas, nos vamos quedando solo con fachadas en el mejor de los casos, conformándonos con las cáscaras de las edificaciones. Mientras seguimos pensando, tanto autoridades como ciudadanos, en qué hacer, el patrimonio se hace humo…

Equipo de trabajo Kulczewski-Barrio Yungay: Alejandro Cabrera, Alicia Délano, María Soledad Ponce, Carla Osses, Allan Ubilla, Samantha Vallejos, Eugenia Vargas y Matilde Vergara.



Referencia casas

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MANSIÓN DE CALLE COMPAÑÍA CON RIQUELME

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Escribo contra reloj estas líneas, mientras la vieja mansión de calle Compañía de Jesús esquina Guardiamarina Riquelme, misma que decoró mis llegada y partidas desde el Metro a este barrio en toda mi época universitaria de los noventa, está siendo preparada para la inminente demolición y para darle suelo a algún otro termitero humano, como los varios que estrangulan las cuadras del Centro de Santiago en nuestros días.
Pido disculpas si la prisa me juegan en contra de la redacción o la amplitud, además de las pocas imágenes de las que dispongo, pero necesito publicar esto sin saber aún si alcanzarán a ser palabras dignas del mármol memorial: en el mejor de los casos, para una placa recordatoria en sus propios muros... En el peor (y hasta ahora más probable), para la lápida imaginaria que muchos veremos en este sitio, cuando el edificio ya no exista.


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Remontándose a los orígenes de la suntuosidad del Barrio Brasil y sus viejas casonas palaciegas, este inmueble ubicado en Compañía 1687 nació desde los tableros del destacado arquitecto catalán José Forteza Ubach, quien se hallaba residiendo en Chile desde hacía unos años antes de quedar encargado del proyecto. Es el mismo autor del desaparecido Palacio Undurraga, que dignificaba con su estilo neogótico la esquina de la Alameda con Estado, y de quien hablé ya en alguna ocasión por haber diseñado también el Edificio del Bristol Hotel de Barrio Mapocho. Tengo entendido que hay quienes, por este mismo dato relativo al arquitecto, llaman a la casona como Mansión Forteza.
Según la fecha que manejaba, la época del edificio se remontaba al cambio de siglo. Sin embargo, en una reciente publicación del diario "La Segunda" del 31 de julio de 2013, leo que la mansión fue levantada específicamente en 1893, por encargo de don Benjamín Montt Montt, hijo varón menor del Presidente Manuel Montt y hermano del futuro mandatario Pedro Montt Montt. Sé que, a la sazón, don Benjamín era un prestigioso hombre de leyes de la capital y había ocupado incluso un cupo parlamentario, como diputado suplente.
El elegante palacete fue creado con líneas de arquitectura un tanto fusionadas, transitando entre el neoclásico y el academicismo, con uso de balaustras a modo de columnas germinada, arcos de medio punto y arcos escarzanos. Los vanos con arcos van por todo el primer piso, mientras que en el segundo son de ángulos rectos, aunque con decoración afrancesada, balconetes abalaustrados y detalles bastante puntillosos en sus marcos y a nivel de las cornisas.
En tanto, su decoración interior en los dos pisos del edificio, tenía influencias de estilo victoriano, con finas molduras, pinturas frescos, arcos divisorios, carpintería de ebanistería, yesería artística y escalas monumentales que todavía se conservan medianamente visibles. El alhajamiento de la casona debe haber sido realmente lujoso y espectacular en sus buenos años. En las escenas de sus pinturas de cielo, además, aún se distinguen el Palacio Vecchio de Florencia, paisajes de Venecia y el Puente de Cal y Canto de Santiago, además de algunos retratos.

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El edificio es desde su inauguración uno de los más bellos y destacados del sector, aunque también pudo haber sido parcialmente tocado por el aroma de las leyendas populares, como ciertos reportes cercanos al 1900 y que hablaban de supuestas apariciones de duendes justo en este tramo de la calle Compañía entre Rodríguez y Riquelme, incomodando reiteradamente a las autoridades policiales y entreteniendo a los corresponsales de prensa, según comentó Julio Vicuña Cifuentes en su trabajo "Mitos y supersticiones: estudios del folklore chileno recogidos de la tradición oral".

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Hasta donde recuerdo la historia de la casona, don Benjamín fue propietario de la propiedad hasta su muerte en 1922, pasando a manos de la sucesión familiar y después siendo vendida. Su decadencia debe haber comenzado pasado ya el medio siglo, según escuché alguna vez de viejos residentes del barrio en mi época de universidad, pues se le había dado insuficiente mantención para conservar el aspecto limpio y esplendoroso que alguna vez tuvo. También se habilitó alguna vez parte de sus bajos como espacios para locales comerciales, y creo recordar que por largo tiempo fue para una mueblería y tapicería, opción que tampoco prosperó según parece. Lo positivo es que el inmueble resistió las profundas remodelaciones de este sector de Santiago, como las mejoras a la Panamericana y la avenida Manuel Rodríguez, quedando ubicada a sólo una cuadra la Estación Metro Santa Ana.
Tras pasar la prueba de solidez con terremotos como el de 1985, se hallaba en manos de nuevos dueños. Hasta un grupo de infaltables "okupas" intentó apoderarse de la mansión y en sus períodos de abandono también se convirtió en refugio de mendigos o viciosos, que forzaban sus puertas cada vez que podían sin amedrentarse con el aspecto tenebroso que tenía en las noches ni los cuentos de duendes que alguna vez se contaron allí. Según leo en la misma nota de "La Segunda", su penúltima propietaria fue doña Hilda Aguirre del Real, la misma ex archivera judicial de Santiago expulsada hace no mucho tiempo por el Pleno de la Corte Suprema, al verse implicada en un serio caso de irregularidades.
De acuerdo a la mencionada fuente, la archivera Aguirre del Real habría utilizado la casona como bodega para el Archivo Judicial hasta que el año 2010, luego del nuevo terremoto y a través de un remate, un grupo de inversionistas adquirió el inmueble. Poco tiempo después, volvió a ser ocupado "a la mala" por un grupo de sujetos que se apropiaron del lugar.

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Largo tiempo colgó del balcón de sus altos un cartel ofreciéndolo en arriendo, presumo que sin respuesta. Por desgracia, la falta de alguna categoría patrimonial como Monumento Histórico o Inmueble de Conservación sobre el edificio, facilitó la decisión de echarlo abajo y preparar el terreno para un proyecto inmobiliario. Si bien su estado de conservación es malo sólo en la apariencia, pues su estructura parece ser mejor de lo que podría pensarse al verla (lo que hace a la construcción perfectamente recuperable), en el año 2006, un avenimiento judicial había obligado a los dueños de entonces a realizar trabajos de refuerzo estructural, cosa que nunca se hizo.
Así, facilitada por la situación general, la balada de las lucas nuevamente se impuso en esta clase de asuntos, donde entra en juego el infame mercado del suelo. La Municipalidad de Santiago y la alcaldesa Carolina Tohá retrasaron tanto como les ha sido posible la autorización para la orden de demolición pero el tiempo esperanzados en una eventual declaratoria de Monumento Histórico ya se les acabó: tras la última negativa de la Dirección de Obras Municipales ocurrida en enero, no cursando autorización en base a que las exigencias del mencionado avenimiento judicial del 28 de abril de 2006 no se habían cumplido, los propietarios concurrieron a la Seremi Metropolitana de Vivienda a exigir autorización para demoler el inmueble.
La urgencia de los inversionistas ha sido mayor presión y la casona, en estos precisos momentos, se encuentra cubierta por mallas de seguridad para iniciar su destrucción inmisericorde. Lo único seguro es que algo es inminente allí: o la demolición que ya comenzó, o la salvación de último minuto... Así de dramática es esta encrucijada.
Los días que vienen, en conclusión, serán definitivos para entender si estamos en el punto del no retorno para la historia de este elegante edificio que ya ha comenzado a ser destruido, único en Santiago por muchas de sus características. Y sabremos, así, si un texto como el que escribo en este instante podría servir de futuro homenaje o bien de panegírico funerario, como ya parece casi seguro.

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Milobombero

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¿Qué sabemos de patrimonio?

A mi parecer nada.

Si con suerte sabemos apagar incendios (que ya de por sí es una ciencia) apagar una casa patrimonial debe ser un trabajo de relojería.
 

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OTRA EXTINCIÓN EN MAPOCHO: EL EX COMPLEJO DE LA FIRMA SALOMÓN SACK EN CALLE MORANDÉ


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Puerta artística con enrejado art decó, donde estaba el acceso a la casa central de la S. Sack y después la entrada a la fundación del mismo nombre, por el lado de San Pablo 1179 esquina con Morandé.

Hubo un tiempo en que Morandé era una bullente y activa calle hacia el sector del Barrio Mapocho y de la Estación del Ferrocarril, con bohemios locales casi desprendidos del llamado "barrio chino" de la vecina calle Bandera, como el club-restaurante "La Querencia" y su sucesor actual en el mismo espacio, "Donde Piñita", además de un intenso movimiento de pasajeros de los trenes, los hoteles o de la desaparecida Terminal de Buses Norte, recintos sobre los cuales desembocaba la calle. Contrasta su actual especto lánguido con el de aquellos buenos días.
Hoy, estas últimas cuadras de Morandé hacia el poniente parecen más un centro urbano devastado: a la inminente y controvertida demolición del hermoso Edificio de Conservación Histórica de la esquina con Rosas (se realizará el próximo mes, según me confesaron los propios trabajadores que ahora desmantelan sus interiores), se suma la reciente desaparición total del edificio del Palace Hotel en la esquina opuesta, producto de los daños estructurales severos que sufrió con el terremoto del 27 de febrero de 2010. En sus bajos funcionaban, entre otros, el célebre bar-restaurante "El Olímpico", favorito de los estudiantes de la vecina escuela de teatro de la Universidad de Chile y que se ha ubicado ahora sólo un poco más allá por calle Rosas, y el antiguo negocio de telas de don José Musa, al que he dedicado ya una entrada anterior en este sitio.
En la cuadra siguiente, ubicada entre las calles San Pablo y General Mackenna, en estos momentos se encuentra arrasado todo el lado oriente de la calle, donde estaba antes el complejo de la firma S. Sack, cuya presencia también otorgó un rasgo industrial para este tramo de la calle, y cuya ausencia en el paisaje ahora parece fundirse con los peladeros eriazos que quedaron hace unos años después de la demoliciones realizadas en la vecina y última cuadra, llegando a la Estación Mapocho. Seguramente, las grúas pluma de algún nuevo proyecto inmobiliario no tardarán en levantarse por este sector, como es la costumbre en la transformación vertiginosa de esta ciudad.
Quizás muchos estén complacidos con la desaparición de las ruinosas barracas y bodegas de la firma, que ya estaban en semi abandono y sólo parcialmente ocupadas desde hacía bastante tiempo. No eran un homenaje a la arquitectura del siglo XX, por cierto, pero me pregunto hasta qué punto este sitio fue parte de la historia del barrio y de la misma ciudad, ahora listo para ser reemplazado con alguna impostura como varias más que se ven en el centro de Santiago. Divago pensando en qué posibilidad había de recuperar este lugar para espacios comunitarios o culturales, como un recuerdo de la actividad industrial y comercial de su tiempo, y toda idea se estrella con el hecho consumado de que el complejo ha sido totalmente demolido, sin posibilidad de reversa.

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Don Salomón Sack, retratado por Ignacio Hochhausler hacia 1930 en imagen fotográfica que actualmente se encuentra entre los archivos del Museo Histórico Nacional.


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Publicidad de las barracas de fierro S. Sack, en 1945.


La S. Sack fue una de las empresas pioneras en su tipo acá en Chile. Hacia los años veinte, su dueño adquirió propiedades allí en el barrio y abrió así estas instalaciones de barracas y oficinas casi junto a la Estación Mapocho. Bajando de Norte a Sur, la primera barraca del complejo estaba en calle Morandé 855 llegando a General Mackenna, en un edificio bajo de estilo art decó y cortinas metálicas, sobre cuya fachada se lucía el nombre de la empresa hasta el mismo día en que fue echado abajo. Le separaba de la esquina sólo un local-agencia de una empresa de transportes, que quedaría como recuerdo de los años en que funcionaba cerca la terminal de buses.
La firma ferretera compró también una casona inmediatamente adyacente a la barraca, de estilo neoclásico y dos pisos, en el número 841 de Morandé al centro de la cuadra. Desde entonces y por todos estos años, era visible la rúbrica en el metal forjado de las protecciones de sus ventanas: “S. Sack”. Este espacio era usado en su tiempo para habitaciones y parte de la administración. Y en la esquina siguiente, vecina a esta casona, en el número 817 de Morandé justo en el vértice con San Pablo y con otro acceso por el 1179 de esta última calle, la firma estableció un gran galpón para la barraca de fierros y venta de materiales de construcción, con lo que era dueña y soberana de casi todo este costado en aquella cuadra.
El origen de la firma se debe al mérito y la pujanza de don Salomón Sack Mott, joven y emprendedor inmigrante judeo-lituano llegado a Chile desde Vilma a los 22 años, tras lo cual comenzó a trabajar en una fábrica de chocolates en Valparaíso y, posteriormente, viajó a Santiago para desempeñarse en el negocio de fierros de don José Rabinovitch, empresario metalúrgico conocido entonces porque habría sido creador de un sistema de ruedas para carros de mano. En este ambiente, Salomón conocería a doña Julia Rabinovitch, hija de su empleador, con la que contrajo matrimonio teniendo dos hijas: Fanny y Olga.
A pesar de su falta de estudios universitarios, Sack tenía una sagacidad, ojo comercial y energías tremendas, que le permitieron independizarse en 1919 creando su propia empresa, originalmente en un incómodo y estrecho lugar en pleno centro de la capital. Así eran aquellos días, según sus palabras reproducidas en una publicación corporativa titulada "La hazaña de Salomón Sack", de la propia empresa S. Sack:
"Al principio tenía un sucucho cerca de Plaza de Armas. Las romanas no cabían dentro del negocio y las sacaba a la vereda. Con mis manos transportaba el fierro, lo pesaba y lo vendía".


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Vista de la barraca antigua, edificación de estilo art decó ubicada hacia el lado de Morandé casi esquina General Mackenna. Sobre la fachada se leía claramente aún: "S. SACK - BARRACA DE FIERRO - S. SACK". A la derecha de la foto, vecina, alcanza a verse parte del edificio neoclásico que también perteneció a la empresa.


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El gran galpón y casa central de la S. Sack hacia el otro lado de la cuadra, en Morandé con San Pablo, al lado de la mencionada casona antigua de la firma. Estas dependencias tenían acceso por ambos lados de la esquina.

Experimentando el dulce sabor del crecimiento y la prosperidad, Sack debió trasladarse a San Pablo y así vendrían las oficinas y barracas industriales de calle Morandé, que en su momento fueron consideradas sumamente modernas y vanguardistas. El hombre que había llegado a Chile prácticamente con sólo su tenacidad y su empeño en la maleta, ahora era un acaudalado empresario y se perfilaba como un prominente filántropo.
En 1935, don Salomón asumió la presidencia del Círculo Israelita. Eran tiempos en que la comunidad judía en Chile aún era más bien pequeña, pero faltando poco ya para la gran migración europea que comenzó hacia los días del Gobierno de Aguirre Cerda. A fines de esa década, hizo traer a Chile desde Lituana a sus hermanos Rebecca y Gesel Sack Madeiska, quienes comenzarán a trabajar con él, aunque el segundo abandonó la empresa cerca de una década después, tras haber alcanzado el cargo de gerente, para fundar la firma propia Maquimetal. En 1944, además, Sack fundó el Banco Israelita de Chile, colectividad que presidió por seis años, hasta que abandonó el directorio del Círculo Israelita.
Por alguna razón que muchos se explican en alguna carga emocional íntima y derivada del no haber tenido acceso a la enseñanza superior, don Salomón tuvo especial preocupación por apoyar benefactoramente instancias educacionales y culturales de su país adoptivo. Para este propósito, en 1948 sacó la personalidad jurídica de la Fundación Salomón Sack Mott, cuyas dependencias estaban en las oficinas de Morandé con San Pablo, existiendo allí hasta que comenzó la demolición señalada, una placa original en el muro con el nombre de la entidad, por el lado de esta última calle, donde estaba también la casa matriz de la empresa.
La fundación con su nombre comenzó actividades entregando un millón de dólares a la enseñanza industrial chilena, área de formación profesional que Sack siempre fomentó y de la que jamás se apartó en su rol de su gran protector.
"Al crear la Fundación –declaró entonces- cumplo un deber de gratitud con Chile, hoy mi patria a que bajo el amparo de sus instituciones genuinamente democráticas hemos prosperado y formado cuanto se aprecia y se quiere en la vida".
Amplios terrenos que compró esta fundación, fueron cedidos a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile. Correspondían a un fundo del sector de Los Cerrillos, y su expectativa era que se construyera allí verdadera ciudad académica consagrada especialmente al ejercicio y fomento da la educación técnica.


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Acercamiento a las inscripciones que se observaban en la cornisa de la antigua barraca, la que estaba hacia la esquina de Morandé con General Mackenna.


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La rúbrica de la S. Sack en las protecciones de hierro forjado de los ventanales de la empresa, en la casona de su propiedad ubicada entre ambas barracas de fierro.


Los negocios ferreteros de la S. Sack, en tanto, fueron conducidos con gran prolijidad allá en las instalaciones históricas de San Pablo y Morandé. Su esposa doña Julia, además, se incorporó también a la actividad de la planta ejerciendo labores de orientación social en favor de las familias de los trabajadores de la barraca. Definitivamente, el matrimonio fue muy querido y respetado entre los obreros de la firma: a don Salomón, por ejemplo, se le recordaba como un hombre que mantuvo un trato cordial con su gente, sin hacer alardes jerárquicos y procurándose estar siempre accesible a su gente. De hecho, se resistía a enfrentar elogios públicos y cuentan que evitaba también los reconocimientos de parte de las instituciones que fueron beneficiadas por sus desprendimientos.
Salomón Sack Mott falleció el 21 de junio de 1961. Sus restos fueron velados en el Salón de Honor de la Universidad de Chile y se le hizo un homenaje funerario también en el Círculo Israelita. A partir de ese momento, la firma quedó en manos de su familia y la sede de la S. Sack en San Pablo siguió siendo la casa matriz de la empresa y de la fundación. Una calle y una villa completa llevan el nombre del empresario en Santiago, como homenajes a su memoria.
Mas, por razones estratégicas y por aparentes problemas con la quisquillosidad de las autoridades municipales, la S. Sack decidió abandonar estas instalaciones de Barrio Mapocho el año 2006, cambiando su casa matriz hasta la actual de avenida Andrés Bello y la fundación a calle Benjamin. El traslado de sus cuarteles centrales coincidió con la ampliación de las actividades de la sociedad y la incorporación de nuevas líneas de productos.
Desde aquel momento, las viejas dependencias de Morandé entre General Mackenna y San Pablo, cayeron velozmente en deterioro, quedando condenadas al destino final que las borró de la ciudad recientemente. A pesar de todo, las antiguas fachadas siguieron luciendo hasta este año 2013 que se va, aquellas inscripciones "S. Sack" sobre cornisas y protecciones de ventanas. Me parece que sólo la más antigua de las ex barracas de fierro, aquella situada cerca de la esquina con General Mackenna, siguió siendo utilizada por talleres y garajes que la arrendaron, alguna vez clausurados por problemas de patentes o permisos. El resto permaneció muerto y silencioso, como contemplando la caída de la arena en el reloj de su propia historia.
Vendidas y luego demolidas, las históricas dependencias de S. Sack ahora no son más que un campo raso y abierto atrapado entre calles y edificios, del que sólo quedará el recuerdo de uno que otro vecino que pase por la mutante y cada vez menos familiar parte alta de la calle Morandé.


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Así se observa ahora el lugar que ocupaba desde la década del veinte el histórico complejo industrial de la S. Sack, en Morandé, visto desde el cruce con San Pablo.


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Una casa de Valparaíso al fondo de la bahía

La ciudad ha sido desde siempre un lugar de incendios y de toda clase de calamidades, naturales o no


Los Changos fueron el pueblo prehispánico de Valparaíso. Cuentan que abrían las ballenas por un costado y que la parentela y amigos de los pescadores se metían al vientre del animal y lo despachaban en seis u ocho días. También pescaban atún, congrio, tollo, lisa, dorado, bagre, jurel y pulpo, especies que intercambiaban con gentes del interior que les proveían maíz y frutos del algarrobo. Uno de nuestros historiadores imagina “a los niños que corrían por la ribera luchando entre ellos sobre la arena o lanzándose en rápida zambullida desde una roca para atrapar el pescado que comían casi vivo, extrayéndoles el zumo vivificante del mar”. Los Changos tomaron de nuestros mapuches la palabra “alimapa”, con la que nombraban a la bahía de Valparaíso. Y si “mapa” significa “tierra”, “ali” quiere decir muy seco, caliente, quemado.

Valparaíso ha sido desde siempre un lugar de incendios y de toda clase de calamidades, naturales o no: epidemias, naufragios, explosiones, salidas de mar, bombardeos, aluviones, terremotos, saqueos, motines, matanzas, inundaciones. La noche de Año Nuevo del año 1953, un pequeño incendio terminó con la vida de decenas de bomberos de las compañías que concurrieron al lugar, ignorantes de que bajo sus pies había explosivos que los hicieron volar por los aires.

Quizá todo partió con el hecho de que Valparaíso deba su nombre a la localidad castellana de Valparaíso de Abajo, de la que era oriundo el navegante Juan de Saavedra, el primer español en llegar a su costa. Contiguo a Valparaíso de Abajo hay un Valparaíso de Arriba, como es lógico, pero la cuestión es que pudiendo deber su bello nombre a Valparaíso de Arriba, nuestro Valparaíso lo debe al de Abajo.

Valparaíso dispone una muy escasa superficie en el plan de la ciudad, parte de la cual fue arrebatada al mar, y la significativa mayor parte de sus habitantes vive en los 42 cerros que ella tiene. En esos cerros, además de la pobreza, ha cundido una arquitectura espontánea de construcciones que parecen frágiles navíos a punto de zarpar, o a punto de quemarse. El fuego que aparece de pronto en una vivienda es de inmediato una amenaza para las casas vecinas, para el barrio, y para el completo cerro en que se desata la tragedia. Unos de los elementos de Valparaíso es el viento, y fue él que nos jugó esta vez una mala pasada, además, claro, de las malhadadas manos que encendieron el fuego. Una vez producido un incendio forestal que pudo ser intrascendente, el viento, debido a una inusual masa de aire caliente para esta época del año, cambió bruscamente de dirección y llevó el fuego hasta las primeras viviendas, propagándose luego sin control y en unos pocos minutos. Los resultados están a la vista: cerca de 700 viviendas destruidas y un número de muertos que se acerca a los 20, y que aumenta a medida que se los va descubriendo entre los escombros humeantes.

Los barrios históricos de Valparaíso son, desde 2003, patrimonio cultural de la humanidad, y ellos no fueron afectados. Ha costado mucho mantener el valor patrimonial de la ciudad, y solo una mezcla de torpeza y fatalidad puede explicar, por ejemplo, que una de sus iglesias emblemáticas –la de San Francisco- se haya quemado tres veces en el curso de los últimos años. Hay un cierto acontecer infausto en Valparaíso, hasta el punto de que “no hay otra ciudad de Chile que tenga un historial de tantas y tan variadas desgracias”, según certifica el historiador de Valparaíso, Leopoldo Sáez. Una de las muchas composiciones que cantan a Valparaíso pertenece a Osvaldo “Gitano” Rodríguez, y su primera línea, que los habitantes de la ciudad cantamos con total irresponsabilidad, es esta: “Yo no he sabido nunca de su historia, un día nace allí sencillamente…”. En mi caso, Ciudadano Ilustre de Valparaíso, no pude ser Hijo Ilustre de él, porque, viviendo mi familia en esta región, mi madre creyó que el alumbramiento tendría mejores garantías de seguridad en una clínica de Santiago, la capital del país y distante apenas unos 165 kilómetros hacia el oriente. Fue así como me perdí de nacer en Valparaíso, si bien en la ciudad contigua, Viña del Mar, he vivido toda mi vida. La verdad es que me gusta decir que vivo en Valparaíso y que habito en Viña del Mar, y cualquiera puede darse cuenta de la diferencia. Con todo, estas ciudades, bien distintas entre sí, tienen la virtud de compartir a sus habitantes. Quien vive en una de ellas lo hace también de algún modo en la otra. Sus habitantes son individuos de dos ciudades y tienen algo así como una doble nacionalidad ciudadana. En mi casa, como regalo de su hermano Alejandro, tengo una pintura del Gitano Rodríguez. ¿Qué muestra esa pintura? Una casa transparente con dos habitantes y una cruz sobre la base de una rosa de los vientos, sumergida en llamas en la bahía de Valparaíso. La obra fue hecha “en honor de todas las tragedias de Valparaíso”, según dejó establecido de puño y letra el autor al pie de su pintura.

Álvaro Bisama describe a Valparaíso como “una ciudad en blanco y negro”, y yo creo que es por el luto, porque la muerte pasó por aquí tantas veces, como dice también la canción de Rodríguez. Es la muerte y el infortunio, pero también la torpeza, el abandono y una deficiente gestión crónica de la ciudad –imputable no solo a sus autoridades, sino a nosotros mismos, los porteños- lo que impide que Valparaíso pase a color, salvo en las postales que hacen de él las agencias de turismo y que pretenden mostrarlo como la ciudad mágica que no es.

Pero no vamos a renunciar a Valparaíso, aunque a estas alturas son los gobiernos y el parlamento los que de una vez por todas tendrían que tomarse en serio lo que han escamoteado durante décadas: la posibilidad de una ley especial para la ciudad.

En Italia, los hinchas del Nápoles despliegan un lienzo cada vez que juega el equipo, en el que puede leerse lo siguiente: “Hemos nacido para sufrir”. Los porteños, y también los que seguimos a su club de fútbol, Santiago Wanderers de Valparaíso, el más antiguo de Chile y de América, repetimos a menudo esa frase. Pero, desde luego, lo hacemos sin resignación ni menos complacencia, porque si una cosa es un destino –sufrir-, otra muy distinta es aceptarlo. De manera que si hemos nacido para sufrir, ya es hora de que nos preguntemos hasta cuándo.

Agustín Squella es Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales y profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Valparaíso.
 

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6 tragedias ocurridas en el mall Costanera Center
30 de abril de 2014

El imponente edificio comercial ya ha pasado, a pesar de ser inaugurado junio de 2012, por una muerte extraña, suicidio, intento de suicidio, amago de incendio y alarma de incendio.

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El Costanera Center es el centro comercial más grande de Santiago. Desde su apertura en junio de 2012, el proyecto emblemático del empresario Horst Paulmann ha sido objeto de controversia. Primero por su porte descomunal y también por el impacto vial en el corazón de la comuna de Providencia. Pero más allá de lo anterior en sus escasos dos años de vida, el mall ha sido también persistente escenario de noticias de crónica roja y de alertas de información. Hoy, de hecho, una mujer perdió la vida al caer desde un cuarto piso del mall. Pero no ha sido la única. Acá un repaso de los hechos.

1.- El primer caso data del 19 de septiembre de 2012. Sebastián Arriagada Silva, desapareció de su puesto de trabajo y fue encontrado cinco hora después en la fosa de un ascensor en desuso. El hombre, trabajaba como operador del Circuito Cerrado de Televisión del mall y las circunstancias de su muerte no quedaron claras en las primeras horas pues la zona donde fue encontrado no formaba parte de su rutina diaria. El caso quedó luego en manos de la Fiscalía Oriente y la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones.

2.- Un segundo hecho ocurrió un 8 de octubre del 2012. Seis unidades de bomberos tuvieron que llegar al edificio luego de que un principio de incendio afectara a la tienda Izod, ubicada en el tercer piso del edificio, en Avenida Andrés Bello y Nueva Los Leones. El evento fue controlado y el edificio funcionó con normalidad ese día, salvo el tercer piso que estuvo cerrado para público.

3.-Un suicidio enluta al mall. El 1 de octubre de 2012 una mujer murió tras caer desde el séptimo piso del mall. Lorena Susana Pérez Queulo, de 34 años, se habría lanzado debido a un cuadro depresivo producto del trágico fallecimiento de su hijo de cuatro años durante la tarde. La víctima se precipitó desde las terrazas del mall, a 35 metros de altura, por lo que fue trasladada hasta el Hospital El Salvador, falleciendo horas más tarde.

4.- Otro intento de suicidio. El 11 de junio de 2013, Carabineros y Bomberos desplegaron un operativo en las inmediaciones del mall por un intento de suicidio. Se trataba de un hombre de mediana edad que se subió a la caja de uno de los ascensores cercano a la pasarela de acceso al centro comercial. El sujeto, que no quiso entregar antecedentes sobre su identidad aunquesí pidió cigarrillos a sus interlocutores, finalmente depuso su actitud, siendo retirado del lugar por Carabineros.

5.- Nuevamente incendio. El 27 de junio de 2013 Bomberos fue alertado de un nuevo incendio en el mall por lo que se procedió a una evacuación preventiva de sus ocupantes. A la llegada de personal de emergencia el humo en el nivel 5 ya había alarmado a los visitantes del centro comercial. En la ocasión Carabineros tuvo que cerrar dos de las pistas de la avenida Andres Bello. Luego el fuego pudo ser controlado y posteriormente se realizó un proceso de ventilación.

6.- Hoy, 30 de abril, pasado el mediodía, una mujer cayó desde el cuarto piso y falleció después de 40 minutos que personal de emergencia intentó reanimarla. Aún no se establece si fue un accidente o un salto al vacío intencional. Carabineros realizó pericias, acordonó el sitio y se trasladó a los clientes del primer subterráneo al primer piso.



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Cuba: !Ni el médico chino lo salva!

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Matanzas, Cuba (PL) La frase que encabeza este trabajo, por cierto con un carácter bastante lapidario, fue muy común y de uso frecuente en Cuba durante la centuria pasada aunque a fines de siglo cayó en el olvido.

El proverbio servía para vaticinar el futuro de una persona aquejada por una grave enfermedad, aunque en sentido general se le estampaba a alguien con difícil situación de cualquier, índole en especial al sorprendido en la comisión de un delito.

Esta máxima, que alude a un galeno de la gran nación asiática, tuvo su origen en la ciudad de Cárdenas, ubicada en la costa norte de la occidental provincia de Matanzas y a unos 150 kilómetros al noreste de La Habana.

Según el libro Viejas Estampas cardenenses, publicado por Ediciones Matanzas, de Roberto Bueno Castán, la expresión surge poco después de aparecer un místico personaje, quien fijó residencia en la villa conocida como la Perla del Norte.

La casa en cuestión tenía como dirección la actual avenida José Martí (Vives), entre Industria y Coronel Verdugo, donde existía por aquella época una pequeña vivienda de madera, contigua al cuartel de bomberos, acorde con la fuente.

Bueno Castán expone que comenzó a crearse en torno a aquel hombre -especie de mandarín, mago, hechicero, sabio consejero y científico-, de ojos rasgados y pequeños, pobladas cejas y largos bigotes, una extraordinaria leyenda de curas milagrosas.

Aún está en discusión la fecha exacta de la aparición del personaje y mientras el historiador local Miguel Martínez precisa entre 1865 y 1870, Emilio Roig de Leuchsering asegura que "por el año l872 apareció en Cárdenas".

De todas formas, su presencia no significó nada extraordinario en sus inicios, pues en aquel entonces la ciudad era asiento de una numerosa colonia china, añade el texto.

Aunque no los dominaba a la perfección hablaba, además del suyo, los idiomas inglés y español, lo que denotaba amplios conocimientos y vasta cultura, amplía el volumen.

Otras características lo enmarcaban como cuidadoso en el vestir, tanto cuando lo hacía con el halo de su lejana tierra o a la moda imperante en Europa.

Al principio -añade Bueno Castán- sólo sus paisanos acudían a él en busca de remedios para los males corporales y las aflicciones, y recetaba a los primeros sus medicamentos y prodigaba, a los segundos, sabios consejos.

Profundo conocedor de la flora de distintos países, añade, y sus propiedades medicinales, empleaba sus aceites y extractos en la preparación de medicamentos.

El autor de Viejas Estampas asegura que con sus fórmulas consiguió realizar numerosas curas que de inmediato los pacientes se encargaban de divulgar, tanto en la localidad como fuera de ella, por lo cual alcanzó pronto gran renombre.

CHAM BOM BIA, EL MÉDICO CHINO

Una publicación del también cardenense D. Jácome, suministrada por el historiador Ernesto Álvarez Blanco, destaca que en realidad hubo más de un médico chino en la historia de Cuba, pero reconoce que la mayor popularidad la alcanzó Cham Bom Bia.

Su verdadero nombre era Chang Pon Piang, pero según los historiadores Roig de Leuchsenring y Portell Vilá, el habla popular cubana lo transformó en Cham Bom-biá que significa, según la fuente, "Sol Amarillo".

En Cárdenas realizó curas maravillosas de enfermos desahuciados por médicos de fama de aquella ciudad y de La Habana, devolviéndoles a muchos de sus clientes la salud, la vista y el uso de sus miembros, agrega.

Su llegada a la también conocida como ciudad de las primicias está envuelta en cierto hálito de misterio, ya que estuvo precedida de un periplo donde incluso fue acusado de práctica ilegal.

Llegó a La Habana en 1858, apunta Jácome, con un contrato para realizar trabajos agrícolas en la localidad de Coliseo, en la provincia de Matanzas.

No obstante, se las ingenió para continuar sus estudios hasta graduarse de Doctor en Medicina y de inmediato comenzó a ejercer como médico rural en el mismo lugar, añade.

Cham Bom-biá, perteneciente a la etnia Jaca, del sur de China, como tantos de sus compatriotas, añadió a su nombre el patronímico cristiano de Juan.

Acosado por denuncias de ejercicio ilegal de la medicina se traslada a Matanzas, cabecera provincial, con consultorio en la calle de Mercaderes, esquina a San Diego, en cuya urbe ejerció con no menos popularidad que en La Habana.

Una nueva acusación hace que en 1872 se traslade a Cárdenas, por ser esta localidad en esos tiempos asiento de un gran número de chinos, lo que le garantizaba una mayor aceptación, precisa Jácome.

En el ejercicio de su carrera, indican los investigadores, actuaba con absoluto desprendimiento, cobraba honorarios a los ricos, y se conformaba con decirles a los pobres: "Si tiene linelo, paga pa mí. Si no tiene, no paga".

Ni Bueno Castán ni Jácome especifican en sus obras el día de la muerte de la pintoresca persona.

Ambos coinciden en que tendido sobre su cama, una mañana Chambombián (aparece su patronímico indistintamente escrito de esta forma), fue encontrado sin vida.

Nadie conocía que se encontrara enfermo, por lo que muchas versiones fueron propaladas; unos pensaron en envenenamiento por algún enemigo anónimo, otros en el suicidio y un tercer grupo adujo intoxicación al probar uno de sus preparados.

Lo cierto es que aún se desconoce la causa de la muerte de quien, como afirma Jácome, dejara el estribillo: "Chino manila, Cham Bom-biá: Cinco tomates por un reá".

*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia cubana de Matanzas.


.prensa-latina.cu
 

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Hoy se realizará el velatorio del mítico Santiago Salvador de Temuco
Según indicó su familia, tras la entrega del cuerpo, la ceremonia se realizará en el Velatorio Villena, ubicado en calle Blanco, en Temuco. El anciano falleció a los 83 años y fue hallado al interior de su casa en Padre Las Casas

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Durante esta jornada se realizarán el velorio del mítico personaje urbano de Temuco, Santiago Salvador. El anciano de 83 años fue encontrado muerto ayer al interior de su casa ubicada en el sector Pulmahue de Padre Las Casas.

Según indicó su sobrino, Héctor Ríos, "durante la mañana vamos a saber el informe del médico legal para saber de qué falleció Santiago. Cuando nos entreguen el cuerpo lo vamos a velar en el Velatorio Villena para después realizarle el funeral".

El propio Ríos señaló que la pérdida del reconocido personaje de las calles de Temuco caló hondo en su familia "incluso una de mis hijas, que vive en Antofagas, viene viajando a Temuco para despedirlo. Él dejó muy buenos recuerdos en mi familia, ya que vivió con nosotros más de 20 años".

El anciano -cuyo nombre completo era Santiago Salvador Gavilán Palacios- fue hallado ayer al interior de su casa y según indicó Carabineros de la Tercera Comisaría de Padre Las Casas, su deceso habría ocurrido hace por lo menos dos días.

soytemuco.cl

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Gato Félix, idealismo solidario

Por los años de 1950 avanzando hasta el 2000 le sucedió a muchas personas querían hablar con el maestro Félix Véliz Lascano.

Lo buscaban cerca de su domicilio y uno preguntaba dónde vive éste señor y le contestaban siempre: “no lo conocemos”.
Y usted sentía que perdía el tiempo; pero alguien le dijo, usted busca es al Gato Félix, y al responder afirmativamente le decían vamos, está aquí cerca y lo llevaban hasta su domicilio en las calles Alejo Lascano, entre 9 de Octubre y Alajuela, tradicional sitio de Portoviejo. Era un valioso dirigente sindical, creó y presidió el Sindicato de Maestros Carpinteros de Portoviejo, igual que la Asociación de Artesanos Profesionales, en años que ser artesano calificado era garantía de servicio.
Años en que Portoviejo lucía un solo gran edificio de hormigón armado que alberga todavía al Consejo Provincial de Manabí y Gobernación de la provincia. Se usaba mucho la construcción llamada mixta, y en eso éste maestro era hábil y responsable, por ello se lo buscaba.
Se constituyó en verdadero señor de la amistad, eficiente y honrado, lideraba las entidades con solvencia y responsabilidad.
Se incluyó en ese grupo que, capitaneado por Lutero Santana, unió a Manabí entero.
Esto en la búsqueda de soluciones a sus más acuciantes necesidades, logrado en el célebre comité de paro que en 1962 exigía el desarrollo para Manabí a través de la Confederación Obrera Provincial, entidad que luego presidió con eficiencia reconocida.
Su trato afable, alegre, facilitaba el diálogo para lograr su colaboración en todo lo que fuera positivo para la comunidad, y si decía sí, bastaba su palabra, cumplía su labor con firmeza y rectitud.
Decía siempre tener una meta en su vida personal junto a su distinguida esposa, doña Marianita Briones Menéndez de Véliz, que era educar a sus hijos para que fueran realmente elementos representativos de éste su Manabí querido que se enorgullecería conocer en todos sus confines, reconocemos que logró su objetivo, sus descendientes alcanzaron lugares preeminentes en Manabí y la Patria.
Sus anhelos de fraternidad lo llevaron a incorporarse al Cuerpo de Bomberos de Portoviejo, hasta lucir con gallardía el uniforme de Comandante de Brigada demostrando una vez más que su ideal primigenio fue el servicio y la solidaridad para sus semejantes.
Esta fue su fructífera existencia y legado valioso que nos lleva a señalar que nos abandonó un prohombre, don Félix Véliz Lascano, el familiar Gato Félix, cuyo humanismo se exaltará valioso por siempre.

 

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Conoce la historia de El Petiso Orejudo

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víctima, un niño de tres años. Será descubierto y arrestado en la madrugada siguiente.

Cayetano Santos Godino, más conocido por su apodo Petiso Orejudo (Buenos Aires, 31 de octubre de 1896 – Ushuaia, 15 de noviembre de 1944), fue un joven asesino en serie, uno de los mayores sociópatas en la historia de Argentina, ya que a principios del siglo XX fue responsable de la muerte de cuatro niños, siete intentos de asesinato, y el incendio de siete edificios.

Infancia

La ciudad porteña de Buenos Aires vio nacer, el 31 de octubre de 1896, al hijo de los inmigrantes calabreses Fiore Godino y Lucía Ruffo.
Los padres de Cayetano llegaron a Buenos Aires provenientes de Italia. Como muchísimos otros italianos, un poco por la cercanía del idioma, y otro tanto por la similitud religiosa, Fiore y Lucía eligieron desembarcar en 1884 en el puerto de la Perla de Sudamérica con todas sus esperanzas depositadas en la nueva tierra. La pareja era originaria del pueblo de Romano, en la provincia calabresa de Cosenza.

Fiore fue responsable de la formación de quien se convertiría en el primer asesino en serie de la historia policial argentina. Alcohólico y golpeador, había contraído sífilis tiempo antes del nacimiento de Cayetano. El niño vino al mundo con graves problemas de salud. De hecho, durante sus primeros años de vida estuvo varias veces al borde de la muerte a causa de una enteritis. Durante toda su niñez Cayetano fue víctima de fuertes golpes y maltratos realizados por su padre.
Desde sus primeros años, en varias ocasiones, estuvo al borde de la muerte por causa de diversas afecciones; en especial, debido a un agudo cuadro de enteritis. No fue el único hijo de aquella pareja de italianos pobres que sufriría graves enfermedades. Su hermano Antonio era epiléptico y, además, siguiendo el mal ejemplo de su padre, se convirtió en un bebedor irrecuperable. Más tarde este se sumaría a Fiore en los castigos aplicados sobre su hermano menor.2
La niñez de Cayetano Godino transcurrió en la calle, vagando. A partir de los cinco años concurrió a varias escuelas, de donde siempre fue expulsado por su falta de interés en los estudios y su comportamiento rebelde. El escenario de sus correrías y carrera criminal serían los terrenos baldíos y conventillos de los barrios de Almagro y Parque Patricios, por entonces todavía al borde de la pampa. Era una zona de quintas de descanso. Pero también era un arrabal poblado por paisanos y extranjeros.

Primeros casos

Miguel Depaoli: El 28 de septiembre de 1904, cuando Godino contaba con apenas 7 años se lleva a fuerza de engaños a Miguel Depaoli, de casi dos años, hasta un baldío y allí lo golpea para luego arrojarlo sobre un montón de espinas. Un policía que pasaba se percata de lo sucedido y lleva a ambos niños a la comisaría, de donde serían recogidos más tarde por sus respectivas madres.3
Ana Neri: Al año siguiente, Godino agrede a una infante vecina de apenas 18 meses. La conduce hasta un baldío en donde la golpea repetidamente en la cabeza con una piedra. Nuevamente es descubierto por un policía quien pone fin al ataque y lo detiene pero ―dada su corta edad―, es dejado en libertad esa misma noche.3
María Rosa Face (tres años de edad): 29 de marzo de 1906. El que sería el primer asesinato de Godino pasó desapercibido y solamente sería descubierto años después cuando él mismo lo confesó ante la policía. Según contó, en 1906 tomó a una niña de aproximadamente tres años y la llevó hasta un terreno baldío sobre la calle Río de Janeiro, donde intentó estrangularla. Después la enterró viva en una zanja, que cubrió con latas. Las autoridades, al conocer este crimen, se trasladaron hasta el lugar pero encontraron que se había edificado una casa de dos pisos. Sin embargo, en la comisaría 10.ª quedó registrada una denuncia por desaparición con fecha 29 de marzo de 1906, de una niña de tres años de nombre María Rosa Face. La niña desaparecida nunca fue encontrada.
El 5 de abril de 1906, apenas algunos días después de cometer su primer asesinato, Godino fue denunciado por su padre al descubrir que había martirizado a algunas aves domésticas. Fiore encuentra dentro de un zapato de su hijo un pájaro muerto y, debajo de su cama, una caja en donde guarda los cadáveres de otras aves. A continuación se reproduce el acta que en aquella ocasión fue levantada.
En la Ciudad de Buenos Aires, a los 5 días del mes de abril del año 1906, compareció una persona ante el infrascripto Comisario de Investigaciones, el que previo juramento que en legal forma prestó, al solo efecto de justificar su identidad personal, dijo llamarse Fiore Godino, ser italiano, de 42 años de edad, con 18 de residencia en el país, casado, farolero y domiciliado en la calle 24 de Noviembre 623. Enseguida expresó: que tenía un hijo llamado Cayetano, argentino, de 9 años y 5 meses, el cual es absolutamente rebelde a la represión paternal, resultando que molesta a todos los vecinos, arrojándoles cascotes o injuriándolos; que deseando corregirlo en alguna forma, recurre a esta Policía para que lo recluya donde crea oportuno y para el tiempo que quiera. Con lo que terminó el acto y previa íntegra lectura, se ratificó y firmó. Fdos: Francisco Laguarda, comisario. Fiore Godino. Se resolvió detener al menor Cayetano Godino y se remitió comunicado a la Alcaidía Segunda División, a disposición del señor jefe de policía.
Cayetano Godino estuvo recluido poco más de dos meses y después regresó a las calles. Como ya no asistía a la escuela vuelve a dedicarse a la vagancia.
Severino Gozález Caló: El 9 de septiembre de 1908 conduce a Severino González, de 2 años, a una bodega ubicada frente al Colegio del Sagrado Corazón. Ahí lo sumerge en una pileta para caballos cubriéndola después con una tabla para ahogar al pequeño. El propietario del lugar, Zacarías Caviglia, descubre la tentativa pero Godino se defiende diciendo que el niño había sido llevado hasta allí por una mujer vestida de negro, de la cual suministra señas particulares. Es conducido a la comisaría, de donde es recogido al día siguiente.
Julio Botte: Seis días más tarde, el 15 de septiembre, en Colombres 632, quema con un cigarrillo los párpados de Julio Botte, de 22 meses de edad. Es descubierto por la madre de la víctima, pero alcanza a huir.
El 6 de diciembre, Fiore y Lucía Godino, cansados de los continuos problemas causados por Cayetano ―que entonces tenía 12 años― vuelven a entregarlo a la policía. Esta vez es enviado a la Colonia de Menores Marcos Paz en donde permanece durante tres años. Mientras permanece encerrado acude a clases en donde aprende a leer y escribir un poco. La estancia de Godino en el reformatorio, lejos de regenerarlo, lo endurece. El 23 de diciembre de 1911 regresa a las calles; ahora es un criminal frío y terriblemente potenciado. Su liberación se da, al parecer, a petición de sus padres con quienes regresa a vivir. En un fútil intento por redimirlo de su secuela criminal se habían ocupado de conseguirle trabajo en una fábrica, pero por desgracia solamente es capaz de mantener el puesto durante tres meses.
Nuevamente comienza a vagar por las calles, pero esta vez no se circunscribe a los barrios conocidos, sus vagabundeos lo llevan a frecuentar lugares y personas del más bajo nivel moral de la pujante ciudad de Buenos Aires. Asimismo, comienza a sufrir fuertes dolores de cabeza que se traducían en ganas de matar, sobre todo después de tomar alcohol.

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1912

El 17 de enero de 1912 Cayetano, quien ya es conocido en las calles con el sobrenombre de Petiso Orejudo, se introduce en una bodega de la calle Corrientes y da rienda a otra de sus grandes pasiones; el fuego. El incendio que provoca tarda cuatro horas en ser sofocado por los bomberos. Después de su arresto declararía:
Me gusta ver trabajar a los bomberos… Es lindo ver cómo caen en el fuego.
Víctimas[editar]

Severino González Caló, a quien intentó asesinar.
Arturo Laurora: El 25 de enero de 1912 se denunció la desaparición de un menor de 13 años. Al día siguiente se descubrió el cadáver en una casa puesta en alquiler en la calle Pavón. El cuerpo fue descubierto golpeado y semidesnudo, con un trozo de cordel atado alrededor del cuello. Las investigaciones no conducen a ningún lado. En diciembre de 1912 Godino confesará la autoría de este crimen.
Reyna Bonita Vaínicoff: El 7 de marzo de 1912 Godino prendió fuego a las ropas de una niña de cinco años. La pequeña falleció tras 16 días de agonía en el Hospital de Niños.
En los meses siguientes de 1912, Godino causa dos incendios más que son controlados fácilmente por los bomberos sin que se produzcan víctimas.
El 24 de septiembre de 1912, mientras trabaja en una bodega propiedad de Paulino Gómez, Godino mata de tres puñaladas a una yegua. No fue detenido por falta de pruebas.
Apenas unos días después prende fuego a la estación Vail, ubicada en las actuales calles Carlos Calvo y Oruro, propiedad de la compañía de tranvías Anglo-Argentina. El incendio fue controlado por los bomberos.
Roberto Russo: El 8 de noviembre de 1912, Godino convence con engaños a Roberto Russo, de dos años, para que lo acompañe a un almacén en donde presuntamente le compraría unos caramelos. Lo lleva hasta un alfalfar a pocas cuadras en donde le ata los pies y procede a ahorcarlo con un trozo de la cuerda que usa para atarse los pantalones. Son descubiertos por un peón del alfalfar, quien los entrega a las autoridades. Cayetano Godino declaró que había encontrado atado al niño y lo estaba rescatando cuando fueron descubiertos. Es liberado por falta de mérito.
Carmen Ghittone: El 16 de noviembre de 1912, en un baldío situado en las calles Deán Funes y Chiclana, intenta golpear a Carmen Ghittone, de tres años. Un vigilante hace acto de presencia y Godino consigue escapar.
Catalina Naulener: Días después, el 20 de noviembre, se lleva de la esquina de Muñiz y San Juan a la niña Catalina Naulener, de cinco años. Busca un baldío por la calle Directorio, pero antes de encontrarlo la menor se resiste a seguir. Godino se descontrola y la golpea. El dueño de la casa ubicada en San Juan 78 interviene y Godino logra huir de nuevo.

Gesualdo Giordano: El último crimen del Orejudo es probablemente el mejor documentado de su carrera. El 3 de diciembre de 1912, su víctima ―de apenas tres años― salió como todas las mañanas después de desayunar con sus padres, de su casa ubicada en la calle Progreso 2185 para reunirse con sus amiguitos a jugar. Esa misma mañana ―a pesar de los acostumbrados gritos de su padre―, Cayetano Godino sale de su casa ubicada en Urquiza 1970. Después de vagabundear un rato por las calles, Santos Godino encuentra en la calle Progreso al grupo de chicos jugando. Se les suma sin despertar ninguna sospecha porque su aspecto de idiota siempre le ha permitido ganar la confianza de sus víctimas. Poco después consigue convencer a Gesualdo para que lo acompañe a comprar unos caramelos. Un rato antes y sin éxito, invitó a Marta Pelossi, de 2 años de edad, pero la menor, asustada, se refugió en su domicilio. Así pues, víctima y homicida se encaminan sin apuro hacia el almacén ubicado en Progreso 2599 en donde compran dos centavos de caramelos de chocolate. Enseguida el más chico los reclama, pero Godino, imperturbable, resuelve dosificarlos: le permite algunos, y le promete los demás si acepta acompañarlo hasta cierto lugar alejado, la Quinta Moreno (donde actualmente se levanta el Instituto Bernasconi). Una vez en la entrada, el chico llora y se resiste a entrar. Pero el asesino lleva hecho demasiado, ni siquiera vacila: lo agarra con violencia de los brazos, lo introduce en la quinta y lo arrincona cerca de un horno de ladrillos. Lo derriba con fuerza y lo aquieta poniéndole la rodilla derecha sobre el pecho. Godino conoce el mecanismo: con apuro, pero sereno, se quita el piolín que lleva por cinturón (se trata de esos lazos de algodón que se utilizan en albañilería para sostener las plomadas), y empieza a enrollarlo en el cuello de Gesualdo, le da 13 vueltas y procede a estrangularlo. Pero Gesualdo intenta levantarse, así que Godino procede a atarle de pies y manos, cortando la cuerda con un cerillo encendido. De nuevo procede a asfixiarlo con el cordel pero el chiquillo se resiste a morir. Busca otra manera de matarlo. Godino se da a la tarea de encontrar alguna herramienta adecuada. Su búsqueda lo lleva al exterior del local en donde se topa con el padre de Gesualdo, quien le pregunta por el paradero del niño. Imperturbable, Godino le responde no haberlo visto y le sugiere dirigirse a la comisaría más próxima a levantar una denuncia. Mientras tanto el Orejudo encuentra un viejo clavo de 4 pulgadas (10 cm), regresa con él junto a su víctima, y usando una piedra como martillo lo hunde en la sien del niño moribundo. Después de cubrirlo con una vieja lámina de zinc, huye de la escena del crimen. Esa noche, durante el velatorio de su víctima, Godino hace acto de presencia. Después de observar durante algún tiempo el cadáver de Gesualdo, huye llorando del lugar. Según declaró posteriormente, deseaba ver si el cadáver aún tenía el clavo en la cabeza. Para su desgracia dos policías, el subcomisario Peire y el principal Ricardo Bassetti ya habían ligado cabos con casos anteriores. Esa misma madrugada del 4 de diciembre de 1912 allanaron el hogar de los Godino y arrestaron a Cayetano. En sus bolsillos encontraron un artículo de periódico aún fresco que relataba los pormenores del asesinato y en sus pantalones restos del piolín con que había ahorcado a Gesualdo.

Condena

Tras ser detenido confesó cuatro homicidios y numerosas tentativas de asesinatos. En noviembre de 1914 el juez en lo penal de sentencia Dr. Ramos Mejía absolvió a Godino considerándolo penalmente irresponsable y ordenó remitir las actuaciones al Juzgado en lo civil para formalizar su internación por tiempo indefinido y se lo recluyó en el Hospicio de las Mercedes, en el pabellón de alienados delincuentes. Allí atacó a dos pacientes: uno inválido en una cama y el otro en silla de ruedas. Después intentó huir. A raíz de la apelación de la sentencia la Cámara de Apelaciones en lo Criminal resolvió por unanimidad que Santos Godino fuera confinado (mientras no hubiera asilos adecuados) en una penitenciaría por tiempo indeterminado, por lo que le trasladaron a la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras.
Penal de Ushuaia[editar]

El Petiso Orejudo en el Penal de Ushuaia, en 1923.
Diez años después, en 1923, se le trasladó al Penal de Ushuaia, Tierra del Fuego, conocida como la Cárcel del Fin del Mundo. En 1927 los médicos del penal ―basándose en los estudios seudocientíficos de Lombroso― creían que en las orejas radicaba su maldad, por lo que le practicaron una cirugía estética para achicárselas.[cita requerida] Este radical tratamiento no tuvo resultados.
En 1936, Godino pidió la libertad y se la negaron: los dictámenes médicos elaborados por los doctores Negri y Lucero y los doctores Esteves y Cabred concluyeron que «es un imbécil o un degenerado hereditario, perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean». De su vida de recluso se sabe poco. Apenas alguna anécdota como la siguiente: en 1933 consiguió detonar la furia de los presos porque mató al gato mascota del penal arrojándolo junto con los leños al fuego; le pegaron tanto que tardó más de veinte días en salir del hospital.

Fallecimiento

Las circunstancias de su muerte, ocurrida en Ushuaia el 15 de noviembre de 1944 siguen siendo nebulosas. Se presume que murió a causa de una hemorragia interna causada por un proceso ulceroso gastroduodenal, pero se sabe que había sido maltratado y, con frecuencia, violentado sexualmente. Sobrellevó los largos días de la cárcel, sin amigos, sin visitas y sin cartas. Murió sin confesar remordimientos.
Según otros, los policías del penal habrían comentado que Godino murió a manos de los reclusos, quienes lo golpearon hasta matarlo, luego de que este matara a la mascota de los presos, un gato.
El penal de Ushuaia fue finalmente clausurado en 1947. Cuando el cementerio fue removido, los huesos de este asesino serial ya no estaban.



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Informes médicos

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Los siguientes son resúmenes de los informes médicos, que constan en el Archivo General de los Tribunales (en Buenos Aires), Sección Penal, legajo n.º 2255 Criminal, 2.º cuerpo, folios 213-260.
Informe Negri-Lucero (31 de enero de 1913)[editar]
El procesado Godino es un alienado mental o insano o demente, en las acepciones legales.
Es un degenerado hereditario, imbécil que sufre la locura moral, por definición, muy peligrosa.
Es irresponsable.
Informe de Víctor Mercante (24 de febrero de 1913)

Cayetano Santos Godino no sabe leer, escribe tan solo su firma y conoce los números hasta 100. Posee una suma de conocimientos generales muy mala, obtenidos por educación refleja.
Es un tipo absolutamente inadaptable a la escuela común; solo con educación individual hubiera podido alcanzar algún éxito.
Se ha desenvuelto en un medio desfavorable a la formación de una conducta correcta.
Priman en él los instintos primarios de la vida animal con una actividad poco común, mientras que los sociales están poco menos que atrofiados. Es un tipo agresivo, sin sentimientos e inhibición, lo que explica su inadaptabilidad a la disciplina didáctica.
Ofrece del punto de vista físico, diversos estigmas degenerativos, los más característicos del tipo criminal.
Sus sentidos y la capacidad para conocer, no ofrecen anomalías, se presentan normales; asimismo normales sus capacidades psíquicas, si bien inestable la atención por falta de dirección afectiva.
En cambio, ofrece como estigma fundamental de su vida moral, la idiotez afectiva; los sentimientos sociales, directrices de la acción, son poco menos que nulos.
De suerte que sus estados de conciencia contienen normalmente, todos los elementos menos uno, fundamental que la desequilibra, el afectivo, que es algo así como el timón de la conducta.
Informe Ernesto Nelson (1 de abril de 1913)[editar]
Godino es un caso de degeneración agravada por el abandono social de que él ha sido víctima, y que por lo tanto no puede hacérsele responsable de sus crímenes, aun cuando su libertad sería peligrosa.
Informe Esteves – Cabred (29 de mayo de 1913)[editar]
Que Cayetano Santos Godino se halla atacado de alienación mental.
Que su alienación mental reviste la forma de imbecilidad.
Que esta imbecilidad es incurable.
Que Godino es totalmente irresponsable de sus actos.
Que presenta numerosas anomalías físicas y psíquicas.
Que carece de condiciones para el trabajo disciplinado.
Que tiene noción de la responsabilidad de sus actos, lo cual se observa en muchos alienados.
Que es un impulsivo consciente y extremadamente peligroso para los que lo rodean.
Que debe permanecer, indefinidamente, aislado en el manicomio en que se encuentra.

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El video de Copiapó que se transformó en viral en Youtube
Paulo Maldonado ya se había hecho acreedor del premio del banco Central. Hace una semana subió a Youtube una nueva creación.


El video fue publicado hace menos de una semana y ya tiene más de dos mil visitas. Paulo Maldonado (18) fue el realizador del nuevo viral de Youtube que entrega una visión distinta a la acostumbrada que se tiene de Copiapó.

El joven talento copiapino ya había hecho noticia al ganar el concurso del Banco Central de Chile “La economía más cerca”, con el video titulado ¿Qué es la inflación? A su talento le sumó la compra de un dron con el premio obtenido.

En tres minutos el sobrevuelo del dron nos entrega varias imágenes de Copiapó visto de manera distinta e ingeniosa. La producción demoró una semana y media pero ya está arrojando sus resultados en las redes sociales.
La primeras sesión de grabación la hizo el día en que se inauguró el parque Kaukari, también existen interesantes vistas aéreas y nocturnas de Copiapó.

soycopiapo.cl
 

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EL TANGO DE DISCÉPOLO PARA EL CARILLÓN DE LA IGLESIA DE LA MERCED ( Primera parte)

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Ya he comentado a la pasada en este blog de un popular tango escrito por el autor argentino Enrique Santos Discépolo, inspirado en el carillón de la Iglesia de la Merced en Santiago, que tuvo ocasión de conocer y escuchar durante una visita a la capital chilena en los treinta. En calle Enrique Mac Iver, casi a media cuadra entre Merced y Huérfanos, está a un lado de la iglesia del museo conventual de los mercedarios un homenaje municipal recordando esta relación.
Genio de corta vida, Discépolo nació con el siglo XX en el barrio de la Balvanera en Buenos Aires, en 1901, siendo hijo de un músico inmigrante napolitano. Él y su madre, que murieron cuando Enrique aún era joven, debiendo terminar de ser criado por su hermano más de 13 años mayor. Antes de cumplir los 20 años, fue incursionando a lo largo de su medio siglo de existencia en artes escénicas, dramaturgia, cinematografía, dirección de orquesta, composición y escritura musical. Destacó especialmente en el cultivo del tango porteño en los años veinte, aportando al cancionero platense célebres obras maestras como "Yira-yira", "Soy un arlequín" y "Maleva".

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Su obra máxima, sin embargo, parece ser el inmortal "Cambalache", de 1934, verdadera declaración casi nihilista y pesimista en extremo hecha letra y música, en una forma de crítica social que anticipó en el tango por más de cuatro décadas el tipo de contenidos que después asociaría el mundo a movimientos contraculturales. El que los más grandes cultores del tango en el país hayan grabado sus obras, facilitó mucho la popularidad de Discépolo que, a la sazón, se comprometía también con la actividad teatral como dramaturgo y ocasional actor.
El uso del lenguaje marginal lunfardo y las referencias en las letras a cuestiones relativas a la cáfila de los bajos fondos de Buenos Aires, fue frecuente en las letras de Discépolo. Esto le trajo algunos problemas a partir de los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando cundió una ola de moralismo y fomento a las buenas costumbres que se reflejó en algunas leyes y restricciones de la época, llegando a tocar al propio tango y otras manifestaciones de cultura y arte en Argentina. Por largo tiempo, por ejemplo, el tango "Uno" de Discépolo estuvo prohibido en las radios platenses, además de afectar algunas de sus obras de teatro escritas y dirigidas hacia el final de su vida.
Apodado cariñosamente Discepolín por sus amigos y su público, su frágil figura delgaducha, nariguda y de ojos somnolientos paseaba por Santiago en 1931, durante una visita a Chile formando parte de una compañía teatral. Terminada una función, el miembro del equipo y también futura figura de alto valor en el tango, Alfredo Le Pera, se quedó jugando naipes con otros integrantes de la compañía en el hotel, ubicado justo enfrente de la Iglesia de la Merced. De pronto, todos comenzaron a escuchar una hermosa melodía que venía de afuera. Al salir a explorar descubrieron que provenía del campanario con carillones alemanes de la iglesia, específicamente en una de las dos torres-campanarios del conjunto, que había sido instalado allí en 1928 (primero que tuvo Santiago).

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El homenaje a Discépolo, en calle Mac Iver.

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Museo de la Merced y el homenaje a Discépolo, a la derecha.

Le Pera corrió a contar la experiencia a su amigo Discépolo, al día siguiente, quien quedó tentado con ir a escuchar el carillón y aguardó pacientemente por él. Según la creencia, ambos tenían ya, en ese momento, la intención de componer un tango inspirado en esta maravilla. Sucedió así que la melodía por fin sonó y el viajero argentino quedó fascinado con su magia.
Así describía esta experiencia en sus recuerdos publicados en "Escritos inéditos", bajo el título "Cómo escribí 'Carillón de la Merced'", que transcribo acá completo por su bella exposición:
"Fue allá por los años treinta. Atravesé la cordillera por esa fiebre de andar que de tiempo en tiempo me acosa. Viajé junto a una compañía teatral que integraban, entre otros, Tania, Carmen Lamas, Tito Lusiardo, y en la que iban, en calidad de autores, Alfredo Le Pera y Manuel Sofovich. Y allí, en Chile, viví una temporada fraternalmente maravillosa.
Me agrada viajar, a tal punto que suelo decir que tengo alma de valija. Pero siempre regreso: como el boomerang, como los novios... y como los cobradores. Buenos Aires nos pone en las venas una sed de irnos, de evadirnos, de poner distancia... Y una vez lejos, saciada la sed, Buenos Aires nos llama a latigazos de recuerdos, nos desvela, nos tumba... Nuestra ciudad es como aquel puñal clavado en el pecho de que habla el poeta: 'Si me lo dejan, me mata... Si me lo quitan, me muero'. O como ciertas mujeres: con ellas no se puede vivir... y sin ellas tampoco. Buenos Aires, a la distancia, es eso: algo que llama tironeando, el clamor de veinte barrios queridos llamándonos, el lenguaje de cien esquinas embarullándonos el sueño...
En Chile aprendí algunas cosas, aunque a mi edad es difícil aprender cosas nuevas. Ya las sabemos todas. Y las que ignoramos, no las aprenderemos nunca, porque somos de los que repiten el grado... Conocí en Santiago mucha gente interesante. Mucha... hasta un personaje ¡que inventaba palabras! A las cosas feas les ponía nombres lindos. Recuerdo que había inventado una palabra para declararle el amor a una mujer. En lugar de todas esas pavadas difíciles y engorrosas que decimos los hombres en semejantes circunstancias, él lo arreglaba todo con una palabrita casi milagrosa: Tangalimilingo... Raro, ¿verdad? Pero lindo al mismo tiempo. ¿No es un oficio hermoso eso de inventar palabras?
Y una de esas madrugadas de Santiago nació la idea de componer un tango. Nos alojábamos en un Hotel situado frente a la Iglesia de la Merced. Una iglesia antiquísima, maravillosa. El carillón sonaba dos veces: a las seis de la mañana y a las seis de la tarde. Yo, por supuesto, escuchaba siempre el de la madrugada, cuando regresaba de la recorrida noctámbula... A Le Pera se le ocurrió que de alguna manera debíamos retribuir las infinitas atenciones que nos habían dispensado. Y yo pensé que la mejor forma de hacerlo era con una canción, una canción que tuviera algo del país trasandino... El carillón me dio el motivo. Tenía una extraña imponencia escucharlo así, en las madrugadas, bajo ese cielo chileno de estrellas con caras recién lavadas y con aquellas montañas en el fondo. Trabajé con fervor, con amor y compuse la canción. Pero la letra no salía. Nos costó mucho elaborarla. Siempre pasa así en la urgencia de una letra, siempre hay una sílaba que no encaja, un acento rebelde que cae donde no debe... Al fin, una madrugada, desvelados los dos, mezclando al inmutable son de las campanas esa fiebre de viajeros incurables que llevábamos, ‘Carillón de la Merced’ se hizo música y canción.
Tania la estrenó en el teatro Victoria de Santiago de Chile. Me parece revivir aquella jornada inolvidable. Recibí de los hermanos chilenos una gratitud que no merezco...
Lo cantaban en la calle, hombres, mujeres y chicos... Fue emocionante. Escuchar la canción propia en labios del pueblo es lo único que nos reconforta, que nos reconcilia con nosotros mismos, a quienes, como yo, escribimos precisamente para el pueblo. Es lo único que realmente compensa, por encima del éxito material, cuando una canción nuestra rueda por las calles y se hace forma en boca de alguien..."



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(Segunda parte)


El resultado fue un verdadero homenaje a la hermosa melodía de la Merced que le sorprendió en la calle chilena, además de ser el primer salto de su camarada y colega Le Pera en el mundo tanguero donde también luciría, según comenta Lucía Gálvez en "Romances de tango". La pieza alcanzó a ser cantada incluso por Carlos Gardel y grabada por ilustres músicos como el maestro De Ángelis. Dice en su letra:
Yo no sé por qué extraña
Razón te encontré,
Carillón de Santiago
Que está en la Merced,
Con tu voz inmutable,
La voz de mi andar,
De viajero incurable
Que quiere olvidar.
Milagro peregrino
Que un llanto combinó.
Tu canto, como yo,
Se cansa de vivir,
Y rueda sin saber
Dónde morir...
Penetraste el secreto
De mi corazón,
Porque oyendo tu son
La nombré sin querer.
Y es así como hoy sabes
Quién era y quién fue,
¡La que busco llorando
Y... que no encontraré!
Mi vieja confidencia
Te dejo, carillón.
Se queda en un tañir,
Y al volver a partir
Me llevo tu emoción,
Como un adiós.

Enrique Santos Discépolo falleció en las cercanías de la Navidad de 1951, en la calle calle Callao 751 de su mismo barrio natal, tronchándose así prematuramente la vida de uno de los compositores más grandes del tango, dejando en las radios y discos piezas perpetuas como "Cafetín de Buenos Aires", "Qué vachaché" y "Confesión". Su amigo y compañero de aventuras Osvaldo Miranda, sostuvo su mano durante los minutos finales de su agonía, postrado y enfermo en una cama. Las razones concretas de su muerte nunca quedaron muy claras, explicándose con leyendas tales como que murió de tristeza o de soledad.
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El monumento, después de una limpieza.
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Lamentablemente, así de sucio ha lucido en uno de sus peores momentos.
En 1994, la Municipalidad de Santiago de Chile con participación de la Corporación Cultural y Recreativa Enrique Santos Discépolo, instalaron por el lado de calle Mac Iver el mediano monumento de mármol ya mencionado, a un costado del Museo del Convento de la Merced y al lado del acceso a los pasajes comerciales de la Galería Merced, construidos en lo que era antes el patio del monasterio (se conserva parte del área verde del mismo, tras unas rejas).
El monumento tiene un medallón de bronce con el perfil de Discépolo, obra del artista escultórico Enrique Villalobos, y dos placas conmemorativas. Una de ellas, la principal ubicada más arriba, dice:
"HOMENAJE DE LA CIUDAD DE SANTIAGO AL POETA Y COMPOSITOR ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO, AUTOR DEL TANGO 'EL CARILLÓN DE LA MERCED'.
JAIME RAVINET DE LA FUENTE
ALCALDE
MARZO 1994"

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Curiosa y absurdamente, pero muy al estilo egocéntrico del edil de esos días, su nombre aparece más destacado que el de Discépolo en la inscripción (!)... Una segunda placa, más baja y cerca del suelo, señala con brevedad:
"CORPORACIÓN CULTURAL Y RECREATIVA ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO
SERGIO SAGREDO FONCEA
PRESIDENTE"

Habría sido interesante haberle podido dar a este monumento un concepto interactivo novedoso, como por ejemplo un dispositivo que tocara la música del aludido tango (incluso por una moneda, y a volumen suficiente para la ruidosa calle) al estilo de las guías de audio que antaño existían en las vitrinas del Museo Colonial de la Casa Colorada. Sin embargo, viendo el estado en que a veces ha quedado el monumento por culpa de grafiteros rupestres y neuróticos de los tags, es difícil ofrecerle algo tan sofisticado a un pueblo lleno de vicios e inclinaciones incorregibles, amante de la mugre y del placer por destruir. De hecho, entre las dos placas descritas había una más que ya no existe, seguramente robada y destruida, por lo que desconocemos cuál era su contenido.
Al menos el monumento de estoica resistencia junto al museo, deja testimonio de la inspiración que tuvo Discépolo para su tango del "Carillón de la Merced", en la vieja iglesia roja y su cautivante melodía del pasado.

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El mapa del terror de Santiago: las casonas y edificios embrujados que siguen dando susto

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Santiago, la capital de esa larga y angosta faja de tierra llamada Chile, no sólo es la pujante, contaminada y poblada urbe donde a diario millones de personas realizan sus actividades cotidianas, sino que también es una ciudad que ha sido escenario de numerosos sucesos sobrenaturales, entre la que se cuentan sorprendentes historias de espectros y fantasmas. El escritor César Parra, autor de los libros “Guía Mágica de Santiago” y “Fantasmas y casas embrujadas de Chile”, asegura que “Santiago, en mi opinión, es una de las ciudades con más historias fantasmagóricas de América del Sur. Estas historias, algunas de ellas bastante terribles, comenzaron a suceder a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX en sitios bastante específicos”.

De acuerdo a los reportes entregados por cientos de testigos a lo largo del tiempo, los sitios que se relacionarían directamente con inexplicables sucesos de ultratumba serían los siguientes:

-El palacio Echeverría:ubicado en la intersección de Avenida Salvador con calle Fresia, en la comuna de Providencia,

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este lugar se transformó a principios del siglo XX en uno de los centros más importantes del espiritismo chileno. La dueña de casa, Inés Echeverría –apodada “Iris”- junto a las hermanas Ximena y Carmen Morla Lynch, acostumbraban contactar a los espíritus del Más Allá en uno de los salones de la casona, los mismos espíritus que, cuando se manifestaban, comenzaban a mover la mesa donde se realizaban las sesiones –una mesa tan pesada que necesitaba tres hombres para ser movida-, además de gatillar otros terroríficos eventos, como llamas que surgían espontáneamente, y que por cierto obligaron numerosas veces a los vecinos a llamar a la compañía de Bomberos de la comuna (los bomberos afirman que cuando llegaban a la casa no sólo no había fuego, sino que tampoco humo ni olor a quemado). En 1933 la hija de doña Inés Echevarría fue brutalmente asesinada por su marido en el interior de la misma mansión, lo que habría dado pie a la serie de eventos paranormales que, ocho décadas después, continuarían ocurriendo. Ocupado en la actualidad por una empresa de arquitectura, el palacio Echeverría sigue dando que hablar. Reportes de vecinos y trabajadores del edificio han alertado sobre la presencia del fantasma de una niña que suele aparecer en la ventana principal del segundo piso, además de cajas que se caen solas y puertas que se cierran, fenómenos que siempre se acompañan de una inexplicable ráfaga de aire helado.

El viejo hospital San José:Erigido en la segunda mitad del siglo XIX para atender a los pacientes que sufrían enfermedades como la tuberculosis, el cólera y la viruela,

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este centenario recinto asistencial, cargado de historias de dolor y muerte, ubicado al lado del Cementerio General, esconde una infinidad de historias macabras. Los cuidadores de autos del lugar afirman haber visto las apariciones de dos monjas ya fallecidas, presuntas hermanas de la caridad, que se ponen a fumar en las afueras de la capilla, cuando se cierran las puertas del recinto. Otros aseguran haber visto el espectro de un hombre alto y flaco, un presunto médico que falleció en 1900, que camina por los pasillos y que atraviesa la pared que da al Cementerio General. Pero la presencia más aterradora es una mujer vestida de rojo, que deambula por los rincones más oscuros de la antigua maternidad del hospital. Uno de los guardias del lugar relató que “posiblemente es una matrona, porque camina con autoridad, como si estuviera dando órdenes”.

-La mansión Dubois de Quinta Normal

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Esta histórica casona, convertida en la actualidad en un centro cultural, fue propiedad del aristócrata santiaguino Andrés Dubois. Se dice que en algunas dependencias del inmueble aparecen el fantasma del dueño de casa y su cónyuge. Roxana carrasco, una médium chilena que una vez entró a la propiedad para realizar un reportaje para la televisión, aseguró que “en esa casa hay mucho dolor, al entrar me sentí ahogada y después viví hechos paranormales. Yo pensaba que era un mito urbano, el de la casa embrujada, pero me encontré con energías muy fuertes. Sentí la presencia de un hombre castigador, una mujer sufriente y una niña de 4 a 5 años que se me cruzaba a cada rato. Se siente el carácter de las personas, se siente la pérdida de esa niña, el dolor y, curiosamente, un profundo olor a podrido “. Un equipo periodístico del canal Chilevisión, en el marco del programa de ChileVisión “Umbrales”, también pasó un mal rato en la casona. En medio de un despacho en directo sufrieron repentinos cortes de luz, cambios de temperatura y fallas inexplicables en los aparatos.

-La casona Arrieta de Peñalolén

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Esta vieja mansión, cuya entrada es precedida por una gran puerta de hierro, habría sido escenario de un espantoso suicidio que se produjo muchas décadas atrás. Ello explicaría, dicen los entendidos, los reportes de lamentos y ruidos extraños que se escuchan a veces a alta horas de la madrugada, además de una sensación de frío muy intenso que suele afectar a los visitantes.

La casona de Manuel Pinto Vial: ubicada en la céntrica calle Dieciocho, este inmueble es actualmente una de las sedes de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM). En el pasillo sur del segundo piso algunos funcionarios aseguran que por allí todavía deambulan los espíritus de varios niños fallecidos. “Alguna gente que camina por allí afirma que son tocados por manos de niños. Además, a veces, se escuchan silbidos y gritos y los computadores se prenden y apagan solos”.

La vieja casa embrujada de Ñuñoa:

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Esta siniestra casona de tres pisos y 30 habitaciones, que remataba en una tétrica cúpula, ubicada en la intersección de Avenida Grecia con San Eugenio, tenía una oscura historia detrás. Se contaba que uno de sus últimos propietarios se enamoró de una de sus empleadas, con la que tuvo un hijo. Al enterarse su esposa de la infidelidad, envenenó a la criada y a su pequeño hijo, lo que provocó el suicidio del dueño de casa. Desde entonces, los vecinos aseguraban que se escuchaban crujidos o portazos en lo alto de la torre, así como siniestras siluetas y luces que se apagaban y encendían solas. Pese a que la casona fue totalmente destruida por un incendio en el año 2005, los obreros que comenzaron a construir un centro comercial en el lugar reportaron varios sucesos extraños, como voces y herramientas que se movían solas. Muchos aseguran que, pese a que la vieja casona de Ñuñoa ya no existe, las tres almas en pena de los muertos continúan deambulando por allí.

La casona Jacquier de la calle Monjitas

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En este lugar, usado ahora como taller de arte, los ocasionales moradores afirman que los fantasmas de dos agresivos niños se agazapan y aparecen en las escaleras. A veces se sienten sus voces o bien de chasquidos de labios en los pasillos oscuros.

Municipalidad de El Bosque: Este antiguo edificio, antes de ser usado como sede municipal, fue un asilo de religiosos ancianos y un reformatorio y hogar de menores. Los empleados del lugar, entre los que se cuentan vigilantes y funcionarios administrativos, aseguran haber visto con claridad la recurrente aparición de un fantasma de un viejo sacerdote franciscano que acostumbra pasearse por los pasillos y las oficinas. “Lleva una capucha franciscana y siempre mira hacia arriba. Otros colegas han escuchado llantos de niños en algunas piezas y muebles que se mueven solos y puertas que se abren y cierran solas a plena luz del día”, relató un ex guardia.

Otros lugares de la capital donde también se han reportado eventos de índole sobrenatural son la Biblioteca Nacional, la Casa de la Cultura de Ñuñoa, el cine Lo Castillo y el viejo Hospital Traumatológico.

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