El día que Nueva York vivió en tinieblas un caos medieval

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1 Dic 2010
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Chile
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Hace 40 años, la ciudad sufría uno de los mayores apagones de la historia. Unas 8 millones de personas pasaron un día entero sin luz y las calles fueron escenario del mayor saqueo colectivo de la historia moderna.
¿Qué separa a una sociedad civilizada de la barbarie? Quizás menos de lo que cabría esperar. Tal vez sólo un golpe de mala suerte, un rayo que cae en el lugar equivocado. ¿Y qué tan rápido se puede caer del orden al caos? Si se recuerda lo que vivió Nueva York en 1977, en apenas minutos. Hace hoy 40 años, la ciudad emblema de la cultura occidental vivía su noche más larga. Las horas en las que retrocedió a la edad de piedra.

“Un acto de Dios”. Así trató de explicar después la empresa Consolidated Edison, encargada de llevar energía a Nueva York y los suburbios del condado de Westchester, lo que ocurrió. El 13 de julio del 77, una tormenta eléctrica se ensañó con esa zona estadounidense. Nada menos que cuatro rayos en menos de una hora impactaron en diferentes puntos de las líneas de alimentación. Y desataron una reacción en cadena.

A las 21.34, como una fila de piezas de dominó que se derrumba, las luces se fueron apagando por zonas hasta dejar a toda la ciudad a oscuras. Ocho millones de personas quedaron, simultáneamente, a ciegas.
No era la primera vez que Nueva York sufría un apagón tan grande, ni sería la última. Pero esa vez fue especial. A priori, el efecto parecía menos desesperante que el gran apagón de 1965, que había ocurrido a las 5.30 de la tarde. Ese día, miles de personas quedaron encerradas en ascensores y en el subterráneo.

Sin embargo, a mediados de los 60 el apagón se vivió hasta con espíritu lúdico. En 1977, el caldo era otro, más espeso, y su cocción fue más lenta: una ola de calor agobiante, niveles inéditos de desocupación, la ciudad en crisis fiscal, casi en bancarrota, una economía informal creciente y el clima ominoso pos Watergate. La suma de ingredientes derivó en el mayor saqueo colectivo de la historia moderna.

Con el apagón, la TV y las estaciones de radio se quedaron en silencio, con excepción de la WIMF, que se puso a disposición de la policía. Los bomberos se dedicaron al principio casi exclusivamente a rescatar personas atrapadas en los ascensores. En una escena medieval, muchas personas salieron a las calles con antorchas, además de linternas, para dar una mano.

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Un policía trabaja a la luz de una vela durante el gran apagón del 77.

En algunos barrios donde la ciudad cosmopolita bordeaba la pobreza y la segregación todo se convirtió en un caos. Cuando no habían pasado ni dos horas del apagón, ya había grupos de saqueadores paseando por la ciudad.

La violencia, las pandillas y los lobos solitarios comenzaron a adueñarse de las calles. Arthur Spiegelman, de la agencia Reuter, trazó un escenario apocalíptico de lo que se vivió esa madrugada: “En mi viejo barrio neoyorquino había francotiradores disparando indiscriminadamente sobre las oscurecidas calles de la ciudad”.


Apareció un negocio nuevo: en la esquina de la calle 42 y Broadway, por ejemplo, un grupo de muchachotes ofrecía compañía a los peatones por solamente cinco dólares. Otro efecto fue una inflación galopante: un corto viaje en taxi o una simple gaseosa fresca multiplicaron su valor varias veces en minutos.

El balance de arrestos fue de casi 4 mil personas, y para alojar a los saqueadores la ciudad debió reabrir de emergencia Las Tumbas, una decrépita cárcel de Manhattan que había sido cerrada tres años antes por orden federal. Hubo más de 1.500 alarmas de incendios, de las cuales 1.100 fueron falsas alarmas que volvieron locos a los bomberos neoyorquinos y los alejaron, en muchos casos, del fuego real. Unos 80 policías resultaron heridos. Fueron robados 3.500 autos en poco más de diez horas.

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Una escena desoladora tras los saqueos durante el apagón

Como si el apagón fuera poco, la histeria colectiva se vio sobrealimentada con la presencia tácita del Hijo de Sam, un asesino serial en la cúspide de su carrera que ya había matado a cinco personas y les había provocado heridas a otras seis al disparar al azar en la calle, en episodios que se repetían desde 1976.

Cuando aparecieron los rayos del sol, el caos que se había iniciado no se detuvo. Barrios enteros, desde el este de Harlem hasta Bushwick, quedaron desolados. Recién a las 22.39, cuando la ciudad se preparaba para otra madrugada de terror, la luz pudo restablecerse.

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Una tapa de la revista Time en julio del 77.

Y después:

El costo del apagón para la ciudad fue de 300 millones de dólares. Y le costó la carrera al alcalde Abraham Beame, que en la cima de la desesperación llegó a proponer que se colgase al presidente de la compañía eléctrica. Nueva York volvió a sufrir un apagón masivo en 2003. Pero entonces, clima de época mediante, el principal temor fue a un ataque terrorista.

Por los crímenes del Hijo de Sam, que aportó un condimento imprescindible a la locura de ese día, se detuvo en agosto del 77 a David Berkowitz, quien alegó que un demonio metido en el perro de un vecino le había ordenado cometer los asesinatos. Todavía cumple una condena a prisión perpetua. El día del apagón, al parecer, no mató a nadie.

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