Su hoja de vida es tan notable que cualquier calificativo con que me refiriese a ella no reflejaría toda la magnitud de los servicios que prestó a la Institución. La Quinta puso en un marco la hoja de servicios de su ilustre voluntario y la colocó a la entrada de su sala de sesiones. Hace algunos años un joven esperaba el resultado de la votación en que se resolvía su ingreso como voluntario se entretuvo leyéndola y confesó que había estado a punto de retirar su solicitud de admisión porque nunca podría hacer algo parecido a lo que se anotaba del señor Santa María.
Su profesión de abogado, de profesor de Derecho, en que destacó como Presidente del Colegio de Abogados, sin duda, le ayudó en las reformas transcendentales con que adaptó las estructuras de la Institución a las necesidades del servicio activo. El conocimiento de ellas y la experiencia práctica lo obtuvo trabajando como simple voluntario, como Capitán de la Quinta y después en esa insuperable etapa de tres lustros al mando de todas las compañías. Podemos imaginar a ese hombre de clara inteligencia, perceptivo, conocedor a fondo de sus hombres y de sus elementos recogiendo en mil incendios la experiencia de sus errores o de sus aciertos y refundiéndolos en su mente dictar sus FAMOSAS ORDENES del Día.
Su labor de mejoras en el sistema imperante se remonta a los años en que fue nuestro Capitán. Gracias a él la Quinta tiene el honor de haber sido la primera Compañía que estableció en su cuartel el Servicio de Guardia Nocturna, servicio sin el cual hoy no se concebiría una compañía bien organizada y muchas otras reformas que ahora nos parecen obvias.
Don Alfredo Santa María no actuó nunca en el campo político a pesar de que muchas veces trataron de incorporarlo en esas lides. Aceptó la Alcaldía de Santiago para servir a la ciudad que tanto quiso y continuó compartiendo su tiempo en las obras benéficas como la Liga de Estudiantes Pobres de la que era Presidente y muchas otras en que volcaba sus filantrópicas inquietudes.
El 8 de Mayo de 1946 había convocado a reunión de Directorio para las 19 horas. El Superintendente Santa María ya se encontraba antes de la hora de citación aprestándose a presidir la sesión cuando le sobrevino un ataque de angina. Alcanzó a llegar hasta las dependencias donde funciona el Policlínico del Cuerpo y ahí expiró a las 19.10 horas. En un instante la noticia de que el Superintendente había muerto antes de iniciar la sesión del Directorio y que su cuerpo se encontraba en la Comandancia circuló en todas las Compañías. En la Quinta la consternación
fue indescriptible. Todo el personal se encontraba reunido porque precisamente esa tarde se recibiría en el cuartel el trofeo ganado en la competencia José Miguel Besoaín, efectuada el mes anterior en el Estadio El Llano. Se preparaba una alegre celebración del premio obtenido con tanto esfuerzo. Algunos ejercicios preparatorios se habían corrido bajo lluvias torrenciales y no se escatimó sacrificio alguno para ganar un nuevo Laurel para la Quinta. El destino quiso que el dolor truncara ese día propicio a las expansiones de la alegría, convirtiéndolo en una de las fechas memorables y desgraciadas de la historia quintina.
El nombre de don Alfredo Santa María es recordado en nuestras filas al pasar lista en todo acto de servicio y se le designó como Voluntario Ilustre de la Compañía. Este honroso título le ha sido conferido únicamente a él por la calidad de sus servicios y no influyó el hecho de que hubiese desempeñado los dos más altos cargos de la Institución. Otros quintinos también fueron Superintendentes y Comandantes y en ambos cargos dejaron el recuerdo de una notable actuación. Ellos fueron don Carlos Rogers, don Ignacio Santa María (padre de don Alfredo) y don Alberto Bravo.
En un homenaje a su memoria el parlamentario don Julio Durán expresó : «Para nosotros, la figura del jefe será siempre un símbolo, porque los símbolos no mueren, y junto al aullido de las sirenas, al crepitar de las llamas, al desorden en que se mezclan las voces de auxilio y de mando, estará allí, elevado en los techos, destacando su altiva figura, en un escenario de Averno, señalándonos el camino del deber y del honor».
El senador don Hernán Figueroa dijo al presentar un proyecto para levantarle un monumento: «Creemos de toda justicia, como la única manera que tiene el legislador de expresar su gratitud hacia una Institución que tan relevantes servicios ha prestado y continúa prestando a la ciudad de Santiago, erigirle un monumento a este selecto
servidor que por su obra llegó a identificarse con la Institución misma». El 6 de diciembre de 1954, el Presidente don Carlos Ibañez y su Ministro de Educación don Oscar Herrera promulgaron la Ley Nº11.752 en que se autorizó la erección de un monumento a don Alfredo Santa María, obra que aún no se realiza.