
Los dispositivos robóticos se incorporan a las tareas de salvamento en hundimientos y desastres naturales
El derrumbe de una vivienda, un movimiento sísmico, una inundación o un fuerte temporal ocasionan escenarios complejos y con un alto riesgo para los encargados de buscar y rescatar a las posibles víctimas. Poco a poco, los robots terrestres y marítimos y los drones se están convirtiendo en los mejores socios en estas situaciones extremas. Abren camino a los rescatadores entre los escombros a través de control remoto, mapean la zona devastada sin necesidad de que nadie corra peligro, buscan supervivientes desde las alturas y localizan vidas en medio del mar. El principal inconveniente para que su uso no esté extendido: la necesidad de una fuerte inversión.
"Cada vez se incorporarán en mayor medida los robots en las tareas de salvamento en España, especialmente cuando se modifique la ley de uso de drones y haya menos limitaciones. Fuera de nuestro país, si hay un equipo que lleva utilizándolos varios años y que destaca por encima de otros, ese es el Centro para la Búsqueda y Rescate Asistido por Robots (CRASAR) de la Universidad de Texas (EE UU). Son los pioneros", asegura Alfonso García Cerezo, catedrático de Ingeniería de Sistemas y Automática de la Universidad de Málaga. El CRASAR ha participado en zonas tan complejas como en Nueva Orleans después del huracán Katrina (2005). En este desastre ya utilizaron un dron de alas giratorias denominado Colibrí, muy ligero, "que permitió observar el daño en las estructuras desde ángulos imposibles con prismáticos o imágenes de satélites, sin arriesgar ninguna vida", dijo su directora Robin Murphy, en una conferencia de la organización TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño) en 2015.
Una de sus últimas intervenciones ha sido en enero de 2016 en la isla griega de Lesbos, participando con la guardia costera en operaciones de salvamento ante la llegada masiva de refugiados procedentes principalmente de Siria. El equipo de la institución académica estadounidense combinó la utilización de aviones no tripulados para incrementar la visibilidad con Emily, un flotador dirigido por control remoto capaz de sostener entre cinco y seis personas al mismo tiempo y trasladarlas a un lugar seguro. Este robot marítimo patentado por la empresa Hydronalix (EE UU) se dirige desde embarcaciones o desde la costa y tiene una autonomía aproximada de 10 kilómetros. Una tecnología con la que ya cuentan los equipos de rescate de refugiados del mar Egeo.

Un rescate con el robot marítimo Emily.
El robot para los derrumbes en Madrid
La antigüedad de los edificios del centro de Madrid, algunos con estructuras de madera, ha provocado varios hundimientos en los últimos años. Todo ello a pesar de las labores preventivas que llevan a cabo los equipos de bomberos de la ciudad.
7 de marzo de 2001, un inmueble de cinco plantas se derrumba en la calle Gaztambide. Un hombre muere y 11 personas resultan heridas. 12 de marzo de 2001. Cuatro plantas de un edificio en la calle Factor se desploman y fallecen dos obreros que trabajaban en su apuntalamiento. 18 de agosto de 2015, el desgaste de los materiales constructivos hace que se desprenda la fachada de un edificio en el barrio de Tetuán. Afortunadamente todos los vecinos pudieron abandonarlo antes del accidente. 8 de noviembre de 2016. El derrumbe del forjado interior de un edificio en fase de rehabilitación de la calle Lagasca deja atrapado a un trabajador. El equipo de bomberos consigue rescatar al operario de los escombros, pero los sanitarios no pueden hacer nada por salvar su vida.
"En un hundimiento se producen caídas de escombros, pilares y cubiertas. Además, en ocasiones hay explosiones por fugas de gas. El riesgo para los rescatistas es muy elevado", explica Enrique Álvarez, suboficial de bomberos de Madrid. Para estas actuaciones, ahora cuentan con un nuevo aliado: un robot cuya labor será fundamental en el rescate de víctimas. Fue presentado por la exalcaldesa Ana Botella a mediados de 2015, pero hasta finales de este año no comenzará a funcionar.

Bomberos del Parque 2º de Madrid realizando maniombras con el robot en la localidad de Torija (Guadalajara). Bomberos Madrid
El artilugio, rojo y amarillo, es algo más pequeño que un coche y vive en el Parque de Bomberos 2º, en Manuel Becerra. Manuel Rojas, un sargento conductor, tiene el mando, algo más aparatoso que una consola de videojuegos, entre las manos. "Estoy sorprendido con lo versátil que es", dice.
El robot se mueve despacio por el garaje, pero de forma precisa y segura gracias a sus cuatro patas que se despliegan y se fijan al suelo cuando realiza alguna maniobra. Por ejemplo, llevar de un lado a otro un trozo de madera y luego desmenuzarla con una cizalla. Pesa casi una tonelada y gira en redondo. Es capaz de pasar por los marcos de las puertas y subir escaleras gracias al sistema de oruga. "El robot nos permite trabajar por control remoto en lo que denominamos zonas calientes, es decir, espacios con un nivel alto de peligrosidad", afirma Álvarez. "Tiene muchas posibilidades, al poder incorporarle varias herramientas: un quebrantador de hormigón, una cizalla de acero, un martillo hidráulico, un separador y un cazo, dependiendo si queremos demoler, perforar, cortar o retirar escombros. Para acceder a zonas inestables en donde puede haber víctimas sepultadas nos será de gran ayuda", añade.

Mando de control remoto con el que se opera el robot.
Los integrantes del equipo de rescate se muestran contentos con esta incorporación única en España. "Toda tecnología es positiva y sería bueno que se implementaran estos dispositivos en más parques. El problema es su alto precio. Nuestro robot [de la marca Brook] ha costado 180.000 euros. Además, hay que disponer de un vehículo que lo transporte y entrenar al personal para su correcto manejo. Si otra comunidad o ayuntamiento lo solicitase y fuera necesario, acudiríamos con el robot para ayudar en cualquier tipo de desastre", dice Álvarez.
"Cada vez lo manejamos mejor, pero tenemos que reconocer que no ha sido fácil", afirman varios bomberos. Para progresar en su uso, tres veces al mes acuden a una fábrica abandonada en el municipio de Torija (Guadalajara) para realizar maniobras. Ahora se le quiere incorporar una cámara para que el encargado de controlarlo no necesite tener una visión directa del lugar donde opera para moverlo. Su principal inconveniente: el robot debe estar conectado a un generador, pues "si se le añadieran más baterías su peso sería excesivo".
En un derrumbe o hundimiento lo primero que hacen los equipos de rescate es buscar víctimas en la superficie del escombro. Una vez analizado el terreno exterior, inician las labores en las zonas internas. Para ello, además de perros entrenados y, ahora, este robot, utilizan geófonos. "Son unos aparatos con sensores acústicos y sísmicos capaces de detectar hasta el más leve movimiento de una persona sepultada, incluso un arañazo contra un escombro. Cada uno de ellos tiene un radio de acción de 10 metros. Se van colocando por todo el área del siniestro hasta localizar la zona exacta donde se encuentra el herido", aclara Álvarez.
Mapear la zona antes de entrar
Tradr es un proyecto europeo en el que participan varias instituciones y universidades de Suecia, Suiza, Alemania, Holanda, República Checa e Italia. Su objetivo: crear softwares para robots (terrestres y aéreos) que ayuden a los equipos de salvamento. "Varios aparatos dirigidos por control remoto recogen información sobre el entorno en zonas peligrosas como, por ejemplo, un edificio tras la sacudida de un terremoto. Con esa información se van creando mapas digitales en tres dimensiones del lugar del desastre gracias a sus sensores láser. Además, los dispositivos pueden ser equipados con sensores de gas y térmicos para medir las condiciones ambientales de la zona e incluso un brazo para tomar muestras del terreno", explica Ivana Kruijff-Korbayova, coordinadora del proyecto.
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