Estados Unidos ¡Viva el fuego! O cómo las plantas resisten a los incendios y necesitan de éstos

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1 Dic 2010
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Chile
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Las llamas son una fuente de vida para ciertas plantas que crecen en el clima mediterráneo. Esto pone en perspectiva las últimas noticias trágicas de los incendios de California, donde se ha batido el récord esta semana: se quemaron más de 10.000 kilómetros cuadrados. ¿Un desastre ecológico? No necesariamente.


Parafraseando a Blaise Pascal, "El fuego tiene sus virtudes que la emoción ignora". Los incendios de este año en California se han prolongado durante varias semanas, provocando desolación, paisajes carbonizados y víctimas humanas. Sin embargo en algunos casos, los incendios no son una catástrofe.


En el clima mediterráneo, y éste es el caso también de gran parte de California, las plantas han aprendido a vivir con el fuego. Esto se ha hecho evidente por lo que se ha podido observar después de los últimos grandes incendios que hubo en Australia.

"Seis meses después del paso del fuego, todo es hermoso, todo es verde. Y no hemos perdido una sola planta. El árbol desapareció, pero la germinación está justo a su lado. Así que la planta sigue ahí. Y es lo mismo en California", explica Alain Menseau, el botánico del Domaine du Rayol, cerca de Saint-Tropez en la Costa Azul, (Côte d’Azur), un jardín que acoge la vegetación que crece en clima mediterráneo, del Mediterráneo por supuesto, pero también de la región del Cabo de Sudáfrica, de una pequeña parte de Chile o del sur de Australia.

Una adaptación al fuego que ha necesitado millones de años de evolución. Una evolución para la vegetación del sur de Francia, que inició con el llamado “sobrepastoreo”, cuando animales salvajes, como los ciervos, bajaban a la costa durante uno o dos meses para "comerse toda la vegetación, pero realmente toda", cuenta Alain Menseau. “Esta resistencia al sobrepastoreo es la misma que la resistencia que se desarrolla como respuesta al fuego, ya que la planta sabe cómo volver a empezar cuando toda su parte aérea ha sido suprimido”.

No hay plantas sin fuego

Las plantas mediterráneas tienen diferentes estrategias. Primero hay árboles que tienen una protección natural, como el alcornoque mediterráneo (Quercus suber L. ) del que se extrae el corcho. Otros que han desarrollado un tronco subterráneo como el madroño (Arbutus unedo), capaz de volver a crecer incluso cuando la parte aérea se ha quemado por completo. A partir de este tronco subterráneo, van a volver a crecer ramas, llamadas troncos, porque eso es lo que vemos", explica el responsable del Domaine du Rayol, Alain Menseau. “Pero en realidad son ramas.” Y luego hay plantas que necesitan el fuego para reproducirse como el pino carrasco, o Pino de Alepo (Pinus halepensis) muy presente en el Mediterráneo, el cual espera el paso del fuego para germinar, "porque no puede soportar la competencia que hay en el suelo. »

Dos días después de las llamas, las piñas de estos pinos que contienen las semillas explotan y causan una "lluvia de semillas". Como los incendios suelen ocurrir a fines del verano, las primeras lluvias, las verdaderas lluvias, llegan con el otoño, y las semillas que han caído en el suelo enriquecido con cenizas comienzan a germinar. Las lluvias otoñales que se deslizan después de un incendio, cargadas de carbón, son un excelente fertilizante.

El calistemo o cepillo de Australia necesita del fuego para reproducirse

El callistemon australiano (calistemo o cepillo) simplemente no puede germinar sin el paso del fuego. El arbusto mantiene sus semillas durante toda su vida, encerradas, protegidas, en unas cáscaras de madera. Y son las llamas las que van a liberar las semillas al explotar la cáscara. "Por supuesto que hay pérdidas, dependiendo de la intensidad del fuego. Sobre miles y miles de semillas, nunca es un éxito al 100%. Pero la clave es lograr un 2 % de éxito.”

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Las semillas del callistemon se encuentran al interior de estas cáscaras de madera y sólo se liberan cuando el fuego pasa través de ellas, las cáscaras explotan y las semillas se liberan. Este especimen se encuentra en el jardín botánico de Domaine du Rayol. © RFI / Florent Guignard


Las proteas y el humo, un tándem esencial

Las proteas de Sudáfrica, que son las flores emblemáticas de este país, necesitan el humo del fuego para reproducirse. “Los viveristas (los que trabajan en los viveros), utilizan unos papeles absorbentes impregnados de humo. Riegan las semillas y éstas se ponen a germinar. Sobre un papel que no tiene humo la semilla nunca va a germinar;”» explica Alain Menseau.

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Una protea, flor emblemática de Sudáfrica, para germinar necesita del humo. © Pixabay


No construir casas en medio de los bosques que se queman

Bajo el clima mediterráneo, no hay vida sin fuego. Y es por eso que el hombre a veces causa incendios dirigidos, voluntarios y controlados. Es es el caso, por ejemplo, de los parques de Sudáfrica, después de quince años sin tener incendios. Sin incendios regulares, "la vegetación se volverá demasiado densa", recuerda Alain Menseau, "y cuando las llamas lleguen, porque siempre lo hacen, el fuego será demasiado caliente, las semillas serán demasiado destruidas, y corremos el riesgo de perder biodiversidad". »

Antes de ser un desastre ecológico, los incendios son a menudo y sobretodo, una catástrofe para el ser humano. “El problema, concluye Alain Menseau, "es construir casas casi en todas partes, en medio del bosque. Es hermoso, es magnífico, pero se vuelve un desastre con el paso del fuego. No tenemos que construir nuestras casas en un bosque que se va a quemar, ya que , simplemente, ¡no es el lugar correcto! »

¿Todos los pájaros vuelan en el cielo?

La mayoría de los pájaros son capaces de volar, la gallina unos pocos segundos. El récord de altitud lo tiene el buitre moteado o buitre de Ruppel, (Gyps rueppelli) el cual puede volar hasta 10 kilómetros sobre el nivel del mar, en su hábitat natural en Africa subsahariana. Pero unas cuarenta familias de aves han estado castigadas durante milenios. Como un avión sin alas, pero con otras cualidades. El pingüino puede nadar. Y el avestruz, demasiado pesado para volar, puede correr hasta a 80 kilómetros por hora.

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Modelo de cera y yeso, realizado por los taxidermistas del Museo Nacional de Historia Natural de París a mediados del siglo XIX. © Wikimedia Creative Commons

El dodo o dronte (Raphus cucullatus) de la Isla Mauricio había perdido el uso de sus alas, estaban atrofiadas, ya que no tenía depredadores. Hasta que llegaron los colonos en el siglo XVI. Introdujeron a la isla cerdos y también se pusieron a cazar dodos. Un siglo después de su descubrimiento, el dodo desapareció de la faz de la tierra